lunes, 11 de junio de 2007

Museología Masónica

Iván Herrera Michel


En los últimos tiempos ha habido un interés considerable entre los investigadores sociales acerca de la historia y las reales influencias de la Masonería.

Universidades en Inglaterra, España y Francia, entre otros países, han organizado cursos dirigidos a estudiantes de ciencias sociales, e historiadores independientes se están ocupando del tema cada vez con mayor insistencia.

Una de las limitantes en la investigación de estos Masonólogos es la escasez de fuentes primarias con que se encuentran y el desaparecimiento progresivo de muchas de las que han sobrevivido hasta nosotros. Por otra parte, las colecciones privadas suelen no ser accesibles, ni siquiera para los Masones en general.

Es un hecho cierto el que muchos viejos documentos y objetos relacionados con la Masonería archivados en las Grandes Logias, se han perdido por negligencia o falta de comprensión de lo que es un patrimonio histórico y de su funcionalidad para la investigación.

Con todo, muchos de ellos aparecen ocasionalmente en pulgueros o anticuarios, y son adquiridos por Masones cuyas familias al momento de su muerte no les dan ningún valor. El comején, el fuego o el cesto de la basura son destinos frecuentes para las pequeñas colecciones particulares, y, por esta vía, se pierden viejos libros, cerámicas, cristalería, utilería, joyas, cartas, diplomas, documentos etc., que sería útil exhibir a propios y extraños.

Los seres humanos han procurado siempre representar aquello que les es importante, o de lo que creen que es parte de su esencia, o de lo que esperan o sienten algo, o aquello para lo que están dispuestos a dedicar su tiempo. Este deseo se extiende desde las pinturas en las cuevas prehistóricas hasta los movimientos creativos más modernos. Los Masones no son la excepción, ya que la Orden, en los cuatro últimos siglos, ha sido parte de la construcción cultural en muchas naciones de occidente en donde ha ejercido numerosas influencias.

Hasta se puede afirmar que existe un arte Masónico que ha producido obras singulares en la escultura, la cerámica, la música, la talla en madera y piedra, la pintura, el dibujo, la joyería, la orfebrería, la arquitectura, la ópera, el teatro, el mobiliario, etc., que proporcionan al observador una experiencia que puede ser de orden estético, emocional y/o intelectual.

Este nuevo interés de las ciencias sociales en la Masonería, ha generado el surgimiento de Museos Masónicos en varias partes del mundo, el reforzamiento de los que ya existen y hasta una Asociación de ellos en Europa, lo cual representa una mejor oportunidad para comprender la historia de la Orden.

Es decana en esta disciplina, la Gran Logia de Escocia, cuyo Museo, fundado en 1807, actualmente está abierto al público todo el año de lunes a viernes, desde las 9:30 de la mañana hasta las 4:30 de la tarde.

Otro Museo Masónico de obligatoria visita en Europa pertenece al Gran Oriente de Francia, y está ubicado en su sede del 16, Rue Cadet – 75439 París Cedex 09, el cual conserva, entre otras cosas, la Logia en la que trabajó Voltaire, numerosas porcelanas finas de temática Masónica, Mandiles y ornamentos personales de grandes Masones de la historia y una colección realmente impresionante.

En 1940 cuando las tropas Nazis ocupan París, Hitler ordena llevar a Berlín los archivos del Gran Oriente de Francia. A la caída del Nazismo los rusos a su vez lo trasladan a Moscú al servicio de la KGB. Finalmente, en el año 2000, luego de largas negociaciones con el gobierno ruso vuelven al seno del Gran Oriente de Francia 120 metros lineales de archivos de cuatro niveles que aún están siendo estudiados y clasificados en París.

El museo del Gran Oriente de Francia fue fundado en 1889, y solo ha dejado de estar abierto al público durante los años de la segunda guerra mundial. Hoy posee 800 m2 de exposiciones permanentes con 10.000 piezas de varias colecciones, otros 400 m2 dedicados a exposiciones temporales, unos 400 m2 más para una biblioteca Masónica que contiene 23.000 títulos y un archivo histórico, y finalmente 350 m2 dedicados a oficinas y servicios generales. La entrada sencilla cuesta al cierre de edición de este libro 2 euros, y 5 euros con guía especializado.

En 1989, el Dr. Rolf Ullman, ex Gran Maestro de la Gran Logia de Antiguos, Libres y Aceptados Masones de Alemania, y a la vez Presidente del Museo Masónico Alemán, en conjunto con Herbert Schneider, Director de esa misma galería, celebraron una reunión ejecutiva en Bayreuth, Alemania, en la cual crearon la Asociación de Museos, Librerías y Archivos Masónicos de Europa (Association of Masonic Museums, libraries and Archives in Europe - AMMLA), institución que desde entonces ha celebrado Congresos anuales en los que se discuten con amplitud materias de interés común, lo cual ha conducido a la realización de importantes exposiciones en Viena, Austria, Bruselas, Bélgica y Tours, en Francia. Para el Congreso del año 2006 se fijó el mes de junio simultáneamente en las ciudades de Viena y Budapest.

Los archivos de la AMMLA están a disposición de los investigadores de todo el mundo, y su sede, será, en un futuro cercano, el European Masonic Research and Documentation Center (Centro Europeo de Investigación y Documentación Masónica), ubicado en la ciudad de Tours, Francia, en donde ya celebró una exposición internacional del 15 de junio al 8 de septiembre de 2002, llevada a cabo en su célebre Château. Actualmente allí se exhibe una exposición permanente dirigida a estudiantes e investigadores.

A su vez, en Estados Unidos destacan con luz propia los museos Masónicos abiertos al público ubicados en las instalaciones del George Washington Masonic National Memorial, en la ciudad de Alejandría, Virginia, el Museo Masónico del Rito Escocés de Herencia Nacional, en Lexington, Massachusetts, el Masonic Memorial Auditorium And Peace Chapel y el Jardín Internacional de la Paz, en Manitoba, North Dakota, en la frontera entre Estados Unidos y Canadá (consta de 450 hectáreas en USA y 800 adyacentes en suelo canadiense), sostenido por el Gran Capítulo de la Orden de las Estrellas de Oriente, y el edificio sede del Supremo Consejo para el Sur de USA, ubicado en Washington D.C., el cual fue construido en 1911 a un costo de dos millones de dólares tomando como modelo el Mausoleo de Halicarnaso en Turquía. Todos estos museos se encuentran acreditados por la Asociación Americana de Museos.

En Nueva York, igualmente funciona como museo el Masonic Hall. Un edificio de 19 pisos construido en 1910, en la 6ta. Avenida con la calle 23, Oeste, en Manhattan, de propiedad de una de las 27 Grandes Logias que laboran en esa ciudad, el cual muestra al público 14 lujosas Logias. Cada una diferente a las otras, con un derroche de riqueza impresionante, resaltando entre ellas el Templo principal de la Gran Logia que ocupa los pisos tres y cuatro, diseñado al estilo Art Nouveau del artista Louis Comfort Tiffany (18481933). Sin embargo, podrían ser, por sí solas, motivo de interés especial para visitantes las Logias de este edificio construidas al modo arquitectónico Americano, Capitular, Gótico, Imperial, Francés, Colonial, Dórico, Dórico Francés, Jacobino, Corintio, Renacentista, Jónico y Holandés. Sin contar con la hermosa Librería Masónica Robert R. Livingston que es otra joya digna de admirar.

En Colombia no abundan las Logias que puedan remontar su historia hasta mediados del siglo XIX, y de hecho el cuerpo Masónico más importante para la investigación histórica del pensamiento político colombiano es el Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, dada su fundación en los albores de la República, en 1833 y sus antecedentes que se remontan hasta la Venezuela de 1824. Desafortunadamente, en el intento de hacerlo desaparecer que se vive en el país desde la década de los ochenta del siglo pasado, las llamas sirvieron de instrumento a sus malquerientes, y al igual que sucedió con los pirómanos de Alejandría, se perdió para siempre un archivo de valor incalculable.

No obstante, algunas Grandes Logias cuentan con muestras antiguas, que, de hecho, no están en capacidad de conservar adecuadamente. Y aunque el querer conservarlas muestra un orgullo comprensible, este sentimiento no consulta la conservación de los objetos. Otra amenaza adicional, consiste en el frecuente cambio de funcionarios de las Grandes Logias, y con ellos la atención a un mismo tópico.

Igualmente, es entendible la defensa de una cierta independencia en la posesión de los recuerdos propios, así como el ejercicio de una vanidad local, pero la insistencia en conservar inadecuadamente la posesión de objetos de valor histórico suele ser contraproducente en el tiempo.

Lo primero que habría que comprender, es que el depósito de objetos en una biblioteca o Museo debidamente constituido no necesariamente significa la pérdida de la propiedad sobre los mismos. Este es un recelo común, y la desconfianza en las otras Grandes Logias es otro obstáculo que habría que superar.

En nuestro país, es difícil que una Gran Logia acredite tanta familiaridad entre sus pares, como para confiarle objetos que le son valiosos, ya sea por su importancia en el estudio del pasado o porque recuerda a un miembro distinguido o un acontecimiento importante. Tampoco abundan en ellas museólogos o bibliotecólogos. Y salvo el caso de la Gran Logia del Norte de Colombia, con sede en Barranquilla, que cuenta con el único Museo Masónico de Colombia, a cargo del ex Gran Maestro Alberto Donado Comas, y la Serenísima Gran Logia Nacional de Colombia, con sede en Cartagena, las demás no están en condiciones económicas de afrontar los gastos requeridos.

También es digno de destacar la admirable colección privada que ha logrado reunir Jairo Escobar Arregocés, miembro activo de la Logia “Cosmo y Sabiduría No. 9”, con sede en Riohacha.

En estas condiciones y, para conciliar la necesidad de un Museo Masónico en Colombia con los avatares internos de la Orden, lo realmente viable sería confiar en un museo que tenga sede en la capital del país (como por ejemplo, el Museo Nacional) la organización de una sala especial a la que con grandeza todas las Grandes Logias que trabajan en el país, así como los Masones que lo deseen, donen o depositen sus objetos y documentos de interés artístico o histórico para la Orden, con el fin de que sean expuestos a la ciudadanía en general.

Son muchas las ventajas que ofrecería la realización de un Museo Masónico global, y no fraccionado en pequeñas memorias, para la construcción de una historia de Colombia en la que quepa públicamente la Masonería, y para la adquisición de conocimientos sobre uno de los principales focos ideológicos de esa historia.

También, es posible que se construya un imaginario nacional Masónico y una memoria colectiva que complemente y dé mayor alcance al que se ha creado teniendo como eje central la obra de Américo Carnicelli.

1 comentario:

alberto villa pardo dijo...

Cierto es que en numerosas ocasiones, ya por los enemigos de la masoneria en otras por desconocimiento y en el mejor de los casos los hermanos no se atreven a desprenderse de sus objetos valiosos, pero ejemplo de otros orientes en E.E.U.U. y Europa, debemos aunar exfuerzos para formar un Gran Museo Masonico. Despertad.

Muy buen articulo.