lunes, 31 de octubre de 2011

LA REGLA DE 24 PULGADAS


Por: Iván Herrera Michel

Entre las herramientas de los constructores del siglo XVII en las que se inspiró la Masonería para sus convocatorias morales constructivas, el simbolismo de la regla plegable inglesa de 24 pulgadas reviste un singular significado. En algunos escritos la encontramos con el nombre de “vara”, lo cual es incorrecto puesto que una vara era una medida de longitud originaria de España que medía alrededor de tres pies, o sea 36 pulgadas.

La regla de 24 pulgadas la encontramos relacionada con la necesidad de medir el resultado de nuestros actos, de nuestro horario, de nuestro trabajo, de nuestras palabras, de nuestros impulsos, de nuestros deseos y de nuestras pasiones, en el ideal pulimento de la Piedra Bruta personal, la construcción de unas respetuosas y gentiles relaciones humanas y la materialización de sus circunstancias.

En las ciencias experimentales, un instrumento de medición es una herramienta que cuenta con unidades básicas de medida estandarizadas de las que toma su valor, gracias a su precisión y sensibilidad. En este sentido, existen instrumentos para medir la temperatura de un volcán, la masa de un cuerpo, la longitud entre dos puntos de la tierra, las propiedades eléctricas de los materiales, el tiempo geológico, la amplitud de un ángulo, la velocidad de la luz, la presión atmosférica, y un largísimo etc.

Naturalmente, que, en el lenguaje de los símbolos Masónicos, una herramienta no posee la mismas características que en las ciencias experimentales, y aunque la Orden comparte con ellas, metafóricamente, las funciones básicas, la principal diferencia relacionada con el simbolismo de la regla plegable inglesa de 24 pulgadas, consiste en que el Masón está convidado a fortalecer la capacidad de determinar autónomamente el valor de las unidades de cálculo moral con las que va a medir la intensidad de su voluntad soberana aplicada a su construcción ideal.

Es decir, a medir la prudencia y los alcances de sus actos, y eso se logra con sabiduría y madurez. Además, nos acerca a la práctica de la sensatez, y a evaluar las situaciones y los alcances de las opciones.

En este sentido, los antiguos egipcios representaban la prudencia con una culebra que tenía tres cabezas: una de león, para representar la fuerza, una de perro, para significar la paciencia, y una de lobo, para figurar la agilidad.

En Masonería no hay que confundirse, puesto que esta libertad valorativa no implica una licencia para medir “a ojo de buen cubero” nuestros actos. En realidad, estamos frente a una ética a la manera de la propuesta por Max Scheler, que sostiene que el deber solo encuentra su fundamento en valores que no se basan en imperativos categóricos universales, como lo planteó Kant. En la Orden, la regla de 24 pulgadas nos recuerda que existe una "capacidad estimativa" intuitiva en el ser humano, que facilita el apartar las acciones malas y menos malas, de las buenas y menos buenas, y nos invita a hacerlo de modo conciente.

De esta manera, el hábito de la medición moral soberana constituye uno de los núcleos duros de nuestra libertad conquistada y ejercida concientemente. Y un punto importante en ello, es que la costumbre de medir Masónicamente los actos, pensamientos y deseos se aplica única y exclusivamente a los nuestros, y no a los de los demás.

En consecuencia, esa propensión a juzgar con metros personales las conductas e ideas de los demás, con la que solemos encontramos, es una experiencia a la que debemos aplicar una tolerancia cero, reduciendo al mínimo el tiempo entre el abuso y la respuesta correctiva, para evitar que de exclusiones simples se pase a complejas.

En mi parecer, esta sería una buena forma para explicar a los Aprendices que el simbolismo de la regla de 24 pulgadas, en el método constructivo Masónico, le ofrece la oportunidad de convertirse en un ser humano más autocontrolado. Que no es poca cosa.