miércoles, 31 de agosto de 2016

EL “PARTIDO ANTIMASÓNICO” ESTADOUNIDENSE

           
Por Iván Herrera Michel
            
Corren inéditos vientos electorales en los Estados Unidos de América y la Masonería de ese país (de blancos y de negros) brilla por su ausencia en los grandes debates que se están dando a pesar del espíritu patriota del que siempre ha hecho gala. Racismo, xenofobia, armamentismo, machismo, intolerancia, armamentismo… son el pan de cada y las plataformas ideológicas de los partidos parecen haberse diluido en un océano de intereses corporativos y escándalos. Ampararse en que la Masonería “regular” no se ocupa de la política, recuerda a Dante Alighieri escribiendo que “los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad”.
                      
Andrew Jackson

Es conocido el prestigio institucional que posee la Masonería en los Estados Unidos de América. Lo soporta la cantidad de Masones en la revolución independentista (50 de los 54 oficiales que acompañaron a Washington eran Masones), la impresionante filantropía que han brindado a la Unión, sus 16 presidentes (entre los cuales 7 demócratas y 5 republicanos), el alto número de congresistas, gobernadores, militares, artistas, científicos, deportistas que han pertenecido a la Orden, sus hermosas edificaciones que son iconos urbanos, sus vistosos desfiles públicos y las cuantiosas donaciones caritativas con que se han hecho presentes en los momentos más difíciles de la nación.
          
Pero las cosas no siempre fueron así. No habían transcurrido tres décadas desde la muerte de George Washington en Mount Vernon, Virginia, en 1799, cuando oficialmente se creaba en 1827 un partido político en Rochester, Nueva York, denominado “Partido Antimasónico”, como resultado de la hostilidad generalizada que se había ido formando contra los Masones que ocupaban cargos públicos y la oposición al controvertido político Masón Andrew Jackson que aspiró a la presidencia en 1824 y la ocupó por dos periodos consecutivos de 1829 a 1837 en los que fortaleció el poder central frente al de los estados. A partir de la constitución del Partido Antimasónico rápidamente proliferaron los periódicos y las publicaciones antimasónicas, especialmente en los estados del este.
              
El solo nombre del partido brinda una idea de lo impopular que llegó a ser la Orden en esos días, luego del respeto que se había ganado a finales del siglo XVIII y principios del XIX durante las gestas independentistas y la consolidación de la Unión. Los principales oponentes de la Masonería estaban representados por la prensa, las iglesias (especialmente presbiteriana, congregacionista, metodista y bautista) y los estamentos antiesclavistas. Adicionalmente, fuertes ataques provenían del presidente en ejercicio John Quincy Adams. La coalición que apoyó a Jackson finalmente derivó en el partido demócrata. Y sus
 
Quincy Adams

contrincantes terminaron uniéndose al partido whig que finalmente se incorporó en gran medida al partido republicano al disolverse en la década de 1850, conformándose el sistema bipartidista actual norteamericano.
           
El Affair Morgan unido al temor popular de que los Masones se financiaban de manera ilegal y tenían un gobierno secreto se combinaron para atacar la Orden. A los cargos se agregó el rumor de que el sigilo se utilizaba para ocultar actividades ilegales e inmorales, conspiraciones criminales y encubrir delitos, así como que buscaban subvertir las instituciones políticas y religiosas para obtener beneficios propios. Toda una histeria colectiva basada en el miedo se apodero de la opinión pública que conocía como jueces, hombres de negocios, banqueros y políticos a menudo eran masones.
                    
Como consecuencia de la animadversión, el número de Masones en los Estados Unidos se redujo de 100.0000 a 40.000 en 10 años. Nueva York pasó de 20.000 a 3.000 Masones y de 480 Logias a 82 en diez años. El efecto fue particularmente devastador en Vermont, Pennsylvania, Massachusetts, Rhode Island, Connecticut y Ohio. En otros estados las Grandes Logias dejaron de reunirse y de celebrar Iniciaciones y actos públicos. Los efectos sicológicos fueron aún mayores y los Masones abandonaron masivamente la Orden, hasta que en un ambiente más tranquilo en las décadas de 1840 y 1850 comenzaron de nuevo a poblarla.
                        
A los Masones se les hizo la vida imposible durante los 10 años en que funcionó el Partido Antimasónico. Los atacaban en la calle, le destruían sus propiedades, rompían sus convenios comerciales y se hacían parodias de sus ceremonias en las calles para ridiculizarlos.
                        

William Morgan
La antimasonería existía en los Estados Unidos desde antes de 1820, pero el detonante que puso en marcha a la opinión pública hasta la formación de un partido político (el tercero en la historia de la Unión) fue el “Morgan Affair”, que consistió en la nunca aclarada ni probada desaparición y homicidio de William Morgan. Un conflictivo Masón que había sido denunciado y hecho arrestar por la Logia de Batavia por robo, y quien había amenazado con publicar un texto con lo que había conocido en la Orden. La acusación contra la Orden consistió en que los Masones en venganza lo habían secuestrado y presuntamente asesinado. Posteriormente, se le atribuyó un cadáver que apareció cerca del rio Niagara, y aunque se afirmaba que Morgan se había ido a vivir a Canadá por su “asesinato” fueron condenados los Masones Loton Lawon, Nicholas Chesebro Y Edward Sawyer. El caso adquirió especial notoriedad a raíz de la publicación de libro de Morgan por parte de David Cade Miller.
                        
Al Partido Antimasónico le cabe el honor de haber introducido dos grandes innovaciones en la política estadounidense que aún se observan con pulcritud: las convenciones demócratas y republicanas de nominación de candidatos para la presidencia y la obligatoriedad de que los partidos adopten una plataforma en la que se estipulen sus principios ideológicos. Y un dato curioso que trae la efeméride de la primera convención radica en que en la del Partido Antimasónico para elegir candidato a la presidencia de 1832, celebrada en Baltimore en 1931, resultó nominado el Masón William Wirt, quien afirmaba que se había retirado de la Orden por considerarla peligrosa para la sociedad.
                  
Posteriormente, un “Partido Antimasónico” muy diferente funcionó de 1872 a 1888 con un
 
Jonathan Blanchard
corte religioso, que fue creado por el pastor Jonathan Blanchard, candidato a las elecciones presidenciales de 1884 sin ninguna suerte, cuando resultó ganador el demócrata Grover Cleveland. Esta segunda versión contó con una base religiosa y también tuvo una vida efímera.
                   
Las dos experiencias partidistas antimasónicas, correspondieron a una época en que la presencia de los Masones en la vida pública norteamericana construía sociedad y estado. La primera inmediatamente posterior a la independencia y la democracia, la segunda vez al periodo que siguió a la guerra civil o de secesión estadounidense. Es decir, que la Masonería se hizo notar cuando más había que erigir un futuro. La queja común indiscutiblemente era la penetración de la Orden en la vida civil y política de la nación y esto fue la causa del celo de la reacción del conservadurismo.
                         
Lyndon B. Johnson
Hoy por el contrario, los Masones se encuentran alejados del poder público y el último presidente Masón fue el demócrata Lyndon B. Johnson que no pasó del primer Grado y ejerció el cargo de 1963 a 1969 gracias al asesinato de John F. Kennedy y a que fue reelegido para un segundo periodo. La Casa Blanca no había tenido un inquilino Masón desde los tiempos del también demócrata Harry S. Truman (1943 a 1953). Y no obstante que se repita hasta el infinito en Internet, lo realmente cierto es que ni los Bush, ni Clinton ni Obama han sido Masones. Tampoco Donald Trump ni Hillary Clinton, dicho sea de paso.
                
La distancia entre los Masones y el gobierno de los Estados Unidos es cada vez mas grande y concuerda con la dramática disminución de su membresía.
                   
Su silencio muestra un sector de la Orden que enredado en sus propios criterios para la regularidad Masónica abandonó su labor histórica y se acercó más a la actitud de la orquesta del Titanic, interpretando con donosura el himno cristiano "Nearer, my god, to thee" (Más cerca, oh Dios de tí) en medio del tropelín general.