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Por: Iván Herrera Michel
Con ocasión de mencionarlo en un cruce de mensajes con un Querido Hermano con quien suelo intercambiar reflexiones sobre el devenir de la Masonería, ha surgido entre algunos otros la inquietud sobre el pelicano y su alegoría Masónica en el Grado 18 del REAA.
El pelicano, o mejor dicho, la Pelícana que abre sus entrañas para alimentar a sus polluelos con su sangre la encontramos en múltiples grabados Masónicos, y en especial como emblema del Grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado y de la Cuarta Orden de Sabiduría del Rito Francés que poseen una innegable alegoría cristiana. En ambos casos decora sus Mandiles.
En realidad, no es cierto que las madres pelícanas alimenten a sus crías de esta manera. Ni siquiera en estado de mucha penuria alimenticia. Los pichones son alimentados con peces que los dos padres les traen y brindan regurgitando de una bolsa de membrana flexible que tienen debajo del pico, y al ir creciendo ellos mismos los sacan de allí.
Es posible que esta forma curiosa de alimentar a los pichones aunado al hecho de que muchos ejemplares adultos cambian el color de sus plumas a castaño rojizo, por efecto de la carotina, haya dado lugar a la leyenda que afirma que los pelicanos se abren el pecho para alimentar a sus hijos. De las ocho especies que existen actualmente en seis prevalecen los colores gris y blanco. Las otras dos son grises oscuras. Se han encontrado fósiles de 40 millones de años de antigüedad y hoy se encuentran en todo tipo de aguas en todos los continentes, excepto en la Antártida. Por lo tanto, es un ave muy conocida aunque su carne es muy poco apetecida por su fuerte sabor a mariscos.
En la edad media y el renacimiento se hicieron muy populares unas publicaciones conocidas con el nombre de “Vocabulum Bestiarium” o Bestiarios, en los cuales se relacionaban artísticamente animales, plantas y rocas, acompañadas por una explicación inspirada en la moral católica. Hasta Leonardo Da Vinci hizo su propio Bestiario y hoy sobreviven unos 50 distintos de ellos.
En la gran mayoría de esos Bestiarios medievales se consignó en forma muy estandarizada el símbolo de la Pelícana que llega hasta al sacrificio para brindar su sangre a sus polluelos para personificar a Jesucristo, su pasión y/o representar la eucaristía. También lo encontramos en esculturas, tallas, ornamentos sacerdotales, Etc., en numerosas catedrales, iglesias, museos, colecciones privadas y hasta en el blasón de San Vicente de Paul.
En uno de esos antiguo Bestiarios, que hoy reposa en la Biblioteca Real de Bruselas, se narra una leyenda que sostiene que “el pelícano es muy apegado a sus pequeños, y cuando ellos nacen y comienzan a crecer se rebelan contra sus padres golpeándoles con sus alas al revolotear sobre él hasta que le hieren en los ojos. Entonces el padre se venga matándolos. La madre es de tal naturaleza que regresa al nido al tercer día, se sienta sobre los jóvenes muertos, abre su pecho con su pico y derrama su sangre sobre ellos, y así resucitan de la muerte, porque la prole, por instinto, al recibir la sangre tan pronto sale de la madre, beben.” Esta misma leyenda aparece escrito en el “Speculum Ecclesiae” del sacerdote, geógrafo, teólogo, filósofo, bibliógrafo y cosmólogo alemán benedictino del siglo XII, Honorio de Autum.
A la representación se le conoce como “La Piedad del Pelícano”, y consiste en que la Pelícana de pie o sentada al lado de los cuerpos sin vida de su cría, la cabeza inclinada hacia abajo, haciendo una curva con el cuello para cortarse el pecho, deja gotear su sangre para que se alimente o reviva la prole. Son dos variaciones de la misma idea.
La leyenda es claramente de origen precristiano. Lo más probable es que se haya originado alrededor del Mediterráneo oriental, Asia Menor o Asia Central, en donde es muy abundante esta ave. Algunos autores pretenden el origen de esta leyenda en los valles del Nilo en el Antiguo Egipto, pero lo cierto es que no figura en ningún jeroglífico ni en las pinturas o esculturas egipcias de esa época, aunque si se ha encontrado una fábula parecida pero con el buitre como protagonista.
Y dicho sea de paso, en esta leyenda se inspiró el destacado poeta romántico francés Alfred de Musset para su hermoso poema “La Noche de Mayo”.
De Asia o de Egipto, lo cierto es que el mito de la Pelícana hizo transito por Grecia y fue adoptado por el cristianismo que lo llevó a su imaginario durante un muy largo tiempo representando a Jesucristo. Se han conservado trovas de la Edad Media con la invocación “Pie Pelicano, Ora Pro Nobis” (Señor Pelicano, Ora por Nosotros), y en el siglo XIII Santo Tomás de Aquino en la quinta estrofa de su himno “Adoro te devote” (Te Adoro con Devoción) dedicado al Santísimo Sacramento (la hostia), musicalizado en el siglo XIX por Charles Gounod, se refiere a Jesucristo con el apelativo de Pelicano, de la siguiente manera:
Pie pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.
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Pelícano bueno, señor Jesús,
Límpiame de lo inmundo con tu sangre,
De la que una sola gota puede salvar
De todos los crímenes al mundo entero.
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Para el Islam, en la península arábiga, Alá se sirve del pelicano y de su buche externo para proveer de agua a los peregrinos que viajan a la Meca. Por su parte, los alquimistas también adoptaron del cristianismo el pelicano para representar la Piedra Filosofal, la antítesis del cuervo y la resurrección, en una clara adaptación doctrinal de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Lo cierto es que el pelicano no es un símbolo exclusivamente Masónico, ni nació en la Orden, ni pertenece al acervo de los Grados simbólicos, ni hacia parte del imaginario de los fundadores de la Masonería Especulativa en las islas británicas. A la Orden llegó para quedarse en Francia en el siglo XVIII proveniente del catolicismo y adoptó una nueva connotación, en honor a la verdad, no muy alejada de su contenido moral cristiano precedente.
En la Masonería, que como todos sabemos es “un sistema moral ilustrado por símbolos”, estos símbolos y las alegorías que los acompañan, como el arte, no deben hablar jamás a los sentidos, sino excitar la imaginación.
En la Orden Masónica, a diferencia de otras escuelas Iniciáticas, la adaptación pasó a representar la bondad y el servicio desinteresado a los demás. Es un emblema del amor y el sacrificio. Convida a brindarnos con grandeza al servicio a la humanidad.
Lorenzo Frau Abrines en su “Diccionario Enciclopédico de la Masonería” sostiene que “… es una madre que llena sus deberes, un buen padre para la familia, es la caridad entre los Hermanos”.
De nuevo, Lorenzo Frau Abrines, al referirse al pelicano, recuerda que el antiguo Grado Rosacruz Masónico “es eminentemente cristiano”, y Juan Carlos Daza, en su “Diccionario Akal de la Masonería”, complementa que esta ave es el “emblema del Grado Rosacruz, donde simboliza a Cristo y su “autosacrificio”.
A su vez, Albert Gallatin Mackey cree que el verdadero significado del pelícano es la restauración de sus pequeños hijos a la vida por su sangre, lo cual simboliza la resurrección. Que es algo que se entrelaza inequívocamente con el Cuarto de Reflexiones.
Por su lado, Daniel Ligou, en la novena edición de su “Dictionaire de la Franc-MaÇonnerie” dice que “en la Masonería su significado es claro: el pelicano es el emblema del amor (amor al prójimo, amor a la humanidad) impulsado por el sacrificio”.
En estos sentidos, tanto en el Grado 18º del REAA como en la 4ª Orden de Sabiduría del RF la figura de la pelicana que revive a sus hijos con su propia sangre se relaciona admirablemente con la rosa - que es uno de los emblemas de la feminidad - entrelazada con la cruz en su significado cristiano, significando la regeneración de la naturaleza con sus ciclos de muerte y renacimiento, de invierno y primavera, de oscuridad y posterior luz.