martes, 31 de agosto de 2010

¿ES LA MASONERÍA UNA INSTITUCIÓN OCULTISTA?

Por: Iván Herrera Michel
           
He recibido un correo electrónico de una persona que no es miembro de la Orden, preguntándome si la Masonería es una institución esotérica y pidiéndome de paso que le confirmara su firme sospecha de que los Masones somos ocultistas. 
           
Al respecto, conozco muchos Masones que se apresurarían a contestar en forma categórica que la Orden sin ocultismo no es Masonería, y muchos otros que rápidamente afirmarían que su doctrina se limita a ser “una alegoría moral ilustrada por símbolos” que no tiene nada que ver con las ciencias ocultas.             
             
Yo, mirando a mi alrededor, no veo las cosas tan en blanco y negro, y reconozco al mismo tiempo, en una pluralidad innegable, a Masones racionalistas, ocultistas, cristianos, hablando de ética 8y moral, profesando espiritualidades ateas, aceptando a los anteriores sin mayores problemas en nombre de la tolerancia, y a un variado Etc.
                                                                    
Tampoco, en honor a la verdad, veo cosas ocultas, reservadas, impenetrables, de difícil acceso, clandestinas, o solo contadas a un pequeño grupo que es como se define lo “esotérico” en lo gramatical, lo filosófico y hasta en lo esotérico (valga la expresión).
               
Es más, yo me atrevería a asegurar que muy pocas sociedades en el mundo han sido objeto de mayor escrutinio público e infiltración por parte de quienes desean verla desaparecer, dominarla desde adentro o la miran con desdén, y en su afán de desprestigiarla han llegado a exhibirla en forma desmedida, asegurándose antes de organizar un espectáculo mediático.   
                                         
En este aspecto, la Masonería no ha tenido descanso desde la aparición en Londres, en la edición del Daily Post del 3 de septiembre de 1724, de un anuncio que publicó una pintoresca sociedad que se hacía llamar Antient Noble Order of the Gormogons (Antigua y Noble Orden de los Gormogones), que al parecer tenía como objetivos la ridiculización de la recientemente fundada Masonería especulativa y de la historia que se había atribuida a sí misma en las Constituciones de Anderson de 1723. 
                    
 Luego vinieron muchas otras divulgaciones que en su época fueron muy controvertidas, como las de Samuel Prichard y Marie Joseph Gabriel Antoine Jogand-Pagès (Leo Taxil), que paradójicamente hoy consultan los Masones al estudiar el simbolismo de la Orden. En pleno siglo XXI no se escapan de esta difusión medios tan respetables como Natgeo, History chanel, la BBC, Youtube, uno que otro bet sellers, Etc.
                    
Hoy en día todo está al acceso público, y los Masones y no Masones al llegar a una ciudad pueden buscar en el directorio local cuantas y cuales Grandes Logias y Logias funcionan allí, ya sea de carácter masculina, femenina, mixta, Prince Hall, militar, Etc. 
                                                       
En Internet, al momento de escribir estas líneas, busqué en Google la expresión “Gran Logia” y se me ofrecieron 358.000 resultados. Cuando busqué en inglés “Grand Lodge” los resultados fueron 7.380.000, y cuando lo hice en francés con “Grande Loge”, salieron 9.190.000. Es claro que no todos estos sitios son Masónicos, pero si muestran la cantidad de veces que se ocupan de la Orden o la mencionan los internautas en esos tres idiomas. Sorprende que en conjunto sean un poco más de lo que lo hacen con Sócrates, cuyos resultados suman 15.300.000 en toda la Red.
                    
Por otra parte, existe una fuerte tendencia en la Masonería a mostrar sus templos, museos, tiendas, Etc. Para citar un solo ejemplo, me he enterado recientemente por la Revista FÉNIX que el blog francófono Google Sighttseeing propone a sus visitantes un tour Masónico por Internet mediante Google Street View, con paradas virtuales en Templos llamativos de Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Hong Kong y Noruega. Lo puede seguir cualquier persona.
                                          
También es un hecho cierto el que las enseñanzas Masónicas muy pocas veces se han trasmitido oralmente de boca a oído. Al parecer, esta práctica se ha limitado principalmente a las formas de identificación.   
                
Desde que Samuel Prichard publicó en Londres en 1730 su “Masonería Disecada”, para no mencionar solo las “Constituciones de Anderson” de 1723, hasta hoy, los Masones y Masonas abrevan sus conocimientos de fuentes escritas que adquieren sus plenos sentidos en sus puestas en escena. Masón que se respete es un buscador nato de libros sobre la Orden. Es más, Anderson se basó en viejos textos de los gremios de constructores.
                                                 
Eso hace que la tradición oral en la Masonería, en el mayor de los casos, sea la excepción y no la regla general, y mi experiencia personal de casi tres décadas en la Orden me ha mostrado que toda persona puede acceder a su simbolismo y método constructivo si le interesa y se aplica en ello. No es difícil.
              
Es decir, que a menos de que hablemos de los mecanismos de identificación, sobre los que hay la disciplina constructiva de la discreción personal, y que también se pueden averiguar fácilmente en la red, en lo personal no veo que la Masonería esté ocultando algo o mantenga bajo reserva un gran secreto. Al contrario, parece interesada en mostrar que no es así y asumir un rol social más protagónico.
                                                  
Caso distinto, sucede, por ejemplo, con la formula de la Coca-Cola, las estrategias de defensa militar de Alemania, los cuenta habientes de los Paraísos fiscales o las finanzas de la ETA, que no hay forma de conocerlas, y se mantienen accesible solo a un pequeño círculo interno de información.
                  
Bajo la premisa de que “esotérico” es lo que no es del dominio público, entonces la Compañía Coca – Cola, el Estado de Alemania y la ETA serían instituciones esotéricas. Por lo menos, lo serían más que la Masonería. Pero esta deducción, no habilitaría a nadie a afirmar que son entidades ocultistas, en la consideración de que todo esoterismo es un ocultismo, que como todos sabemos es falsa.
                                           
La doctrina Masónica es algo que se va avistando en la medida en que se trabaja en su método simbólico, y en este orden de ideas - salvo en la mente calenturienta de Masones y no Masones amantes de las teorías conspiratorias - no existe en ella eso que Dan Brawn muestra en el “Símbolo Perdido” como unos círculos de acción que contienen dentro de sí otros círculos más secretos, que a su vez cuentan con unos más íntimos, que ocultan a otros más pequeños, que no dejan ver a otros menores, como si se tratara de las famosas muñecas matryoskas rusas, y al final estuviera un gran secreto guardado.
                  
Por su lado, la Iniciación Masónica reviste características particulares muy propias y distintas de las que distinguen los ritos de paso o ceremonias de introducción de otras instituciones civiles, mistéricas, estudiantiles, místicas, monacales, Etc., y aunque guarda en común con todas ellas que da comienzo a un proceso continuo dividido en etapas, es un grave error compararlas o extrapolar elementos de uno a otro lado.
                                       
En Masonería no se avanza para desarrollar poderes latentes o para pertenecer a círculos de poder. Esta afirmación que podría ser de una gran decepción para algunos, es muy necesaria en la práctica para distinguir lo que concierne al método simbólico constructivo de la Masonería y lo que es del dominio de otras corrientes filosóficas, ocultistas, mistéricas, Etc., diferentes a la Orden, que si tienen entre sus objetivos estas metas.
                                          
Ahora bien, dicho lo anterior, no podemos desconocer el hecho cierto de que el simbolismo Masónico también se observa desde el siglo XVIII francés y alemán abocado por algunos sectores de la Orden desde la óptica de algunas ciencias ocultas y de que en consecuencia se haya producido una amplia literatura al respecto con escritores muy conocidos. René Guenon, Madame Blavatsky, C. W. leadbether, Oscar Wirth, y Julius Evola, son apenas unos cuantos de ellos.
                                                                
En este sentido, las corrientes que con más frecuencia han hecho nido en la Masonería están emparentadas con la Teosofía, la Alquimia, el Tarot, la astrología, la cábala, el rosacrucismo, los misterios egipcios, griegos y pitagóricos y el Martinismo, aunque en menor medida se halla prácticamente de todo en nombre del esoterismo de la Orden, pudiendo dar la impresión de que ella fuera un recipiente vacío al que habría de llenarlo con conocimientos ajenos y no un cuerpo doctrinal autónomo.
                          
Es decir, que el ocultismo al interior de la Masonería es un fenómeno sobreviniente en algunos sectores de la Orden y no algo general o consustancial desde su origen, que obligaría a todo Masón a adoptarlo.
                                        
Un análisis objetivo de la Masonería especulativa o Moderna, surgida en Londres en 1717 (tomo la fecha convencionalmente), nos muestra que a pesar de que algunos de sus fundadores eran estudiosos de la astrología, el rosacrucismo y la alquimia, ellos no trasladan a la Masonería sus sistemas de creencias, lo cual sumado a la influencia de un clérigo anglicano y otro presbiteriano genera una Orden deísta, que se volvería diversa a lo largo y ancho del Siglo de las Luces, ya sea con un carácter católico y trinitario impuesto por los inmigrantes escoceses, como con uno racional fruto del enciclopedismo, o asumiendo posturas místicas u ocultistas por contagió de ese mundo mágico heredado de la edad media.
                      
Hoy vemos en los países escandinavos como la Masonería tradicional posee carácter luterano y está vedada para los no protestantes, en la de Francia prima el positivismo y el racionalismo, en la de los Estados Unidos de América la razón de ser del Masón es la filantropía, la que practica el Rito Escocés Rectificado es cristiana, el REAA en Italia se ve con un perfil cabalístico, el REAA mayoritario de Francia es humanista, el de USA desde que lo reinventó Albert Pike es ocultista, en la Sudamérica del siglo XIX la Masonería es sociopolítica, en España hoy parece que se asume desde lo filosófico, en otras partes desde la ética y la moral, aquí y allá desde variados sincretismos, y por su lado el Gran Oriente de Francia en comunicado público del día 19 de agosto de 2010 recuerda que “asocia a la Iniciación tradicional una implicación social”. 
                                                  
O sea que la pluralidad de concepciones es la realidad existente en la Masonería, tanto en la franja simbólica como en la filosófica. No hay un único y verdadero camino. Y eso hay que respetarlo, por que representa, ni más ni menos, la forma que cada cual considera mejor para sí en la dura tarea de pulir individual y colectivamente la Piedra Bruta mientras construye autónomamente su propia biografía personal. No es cosa de poca monta.
                   
Lo consustancial a la Masonería es el simbólico pulimento de Piedras Brutas utilizando las herramientas del oficio de la construcción, para colocarlas en orden horizontal y vertical en los muros de un templo que vamos levantando colectivamente, en una tarea en la que todos somos albañiles que recibimos un salario. Y la verdad es que esto se ha venido haciendo - y se está haciendo desde hace casi tres siglos – a partir de una óptica ilustrada, racionalista, ocultista, ética, cristiana, mística, progresista, liberal, Etc.  
                                                            
El paisaje real de la Masonería existente es plural y rico en caminos. Lo malo es pretender hacer integrismos con nuestras convicciones y estilo preferido, pretendiendo que es la única forma - o la verdadera - de pulir la Piedra Bruta.
                            
En la Masonería Liberal, por ejemplo, cada cual es libre de reconocerle un contenido a los símbolos Masónicos o de brindarle una definición, sin que le sea dado añadir o reemplazarlos por elementos extraños provenientes de instituciones distintas, antiguas o modernas, so pena de desnaturalizar la Orden.
                                                   
Alrededor de este y otros tópicos, suelo recordar a mis interlocutores que la Masonería existente es un fenómeno plural que contiene áreas conceptuales distintas que buscan metas diferentes. 
                          
En esta dirección, hasta el mismo Alec Mellor, citado por Eduardo Callaey en su libro “El Mito de la Revolución Masónica”, afirma que la Masonería “… contrariamente a las ilusiones profanas, no es un bloque homogéneo y monolítico. Pocos medios están tan divididos. La Orden Masónica no es sino un ideal, por no decir un concepto”.
                                                    
Es decir, que no hay ni unanimidad ni una forma única de concebir y abocar la practica del mismo método constructivo que se nos ofrece, ni siquiera sus mismos grados o por lo menos un mismo Rito. 
                    
Una forma progresista de entender la Masonería reconoce en cada Gran Logia o cuerpo filosófico la libertad de decidir la variedad que desea practicar y de permitir que sus miembros labren la Piedra Bruta de acuerdo a su particular sistema de entender el método simbólico que tienen ante sí. No aconseja que se entronicen pensamientos únicos, verdades absolutas ni ideologías dominantes, como si se considera obligatorio en otras formas de concebir la Masonería en las que la libertad de conciencia está un poco o muy limitada.
                                                  
En lo personal, me inclino por el pluralismo. Es decir, que a mí me parece muy constructiva la discusión entre diferentes visiones, buscando siempre vivenciar valores distintos a los nuestros en una experiencia que permita ampliar las comprensiones, cualquiera que sean los sistemas de creencias y/o convicciones del otro. 
                                         
Naturalmente, siempre que esto se presente sobre la plataforma del respeto mutuo y el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos, sin ningún distingo. En esto no se puede transigir.
                                  
 
 




viernes, 20 de agosto de 2010

De la literatura i la maçoneria a Hispanoamèrica




Iván Herrera Michel(*) - 2 d'agost de 2010 – Colòmbia
Abans de l'arribada de Colom a Llatinoamèrica existien moltes cultures. Potser les més conegudes són les de llengües maia, náhuatl (dels asteques) i quítxua (dels inques), i és una veritable pena que molt poca literatura d'aquestes civilitzacions hagi sobreviscut a la barbàrie de la colònia i la conquesta.
No va ser fins al 1609 en que un mestís, fill d'un noble extremeny i d'una princesa Inca, nascut a Cuzco, Perú, batejat com Gómez Suárez de Figueroa, i millor conegut com l’Inca Garcilaso de la Vega, “Príncep dels escriptors del nou món", publiqués a Lisboa, Portugal, una obra amb el títol de “Comentaris Reals dels Inques”, perquè s’encetès formalment el que avui denominem Literatura Llatinoamericana. El contingut del llibre era reivindicatori de la civilització Inca, i s'inicia amb el seu mite originari culminant amb la conquesta dels espanyols al Tahuantinsuyo.
D’aleshores endavant, i durant gairebé dos segles la nostra literatura va pendular entre l'exaltació del caràcter cavalleresc de la conquesta, l'arravatament filosòfic de l'indígena i la proclama revolucionària. Arribat el Romanticisme i la Maçoneria d'Europa al final del XVIII, ja comencen a aparèixer Maçons en la literatura llatinoamericana.
Al meu país, per exemple, la primera novel·la colombiana la publica el maçó Juan José Nieto Gil en 1844, sota el títol “Ingermina o la Hija de Calamar”, en el què sota el teló de fons de la dura resistència dels indis Calamars a la colonització espanyola, es relata la història d'amor entre un germà del conquistador madrileny Pedro d'Heredia i la princesa Ingermina, movent-se entre allò que és cavalleresc i allò que és poètic de la conquesta i l'indígena. La segona novel·la en el meu país és del mateix autor d'un any més tard i es titula “Los Moriscos” i és una cosa més aliena a nosaltres ja que narra les vicissituds d'una família mora expulsada d'Espanya arran del Decret de 1609. Ambdós relats són de caire històric i pel que sembla es van inspirar en els escrits de Walter Scott.
Igualment el maçó Jorge Isaac, que abans de res era un poeta, va publicar en 1867 “María”, que va tenir un èxit immediat a tot Llatinoamèrica. En l'obra es narra la història tràgica dels amors de María i el seu cosí Efraín. La trama és senzilla: Efraín part a la capital a seguir els seus estudis deixant a la seva cosina de què s'ha enamorat. Sis anys després torna i viu un idil·li de tres mesos amb ella, abans de partir per a Londres. Dos anys més tard torna sol per assabentar-se que María ha mort i se’n va de la comarca sense rumb fix. És un relat paisatgista que recorda a Edgard Allan Poe.
Llatinoamèrica no ha estat tan fecunda com Europa en escriptors i poetes que han passat per la Maçoneria. El nostre ha estat principalment, durant quelcom més d'un parell de segles, les lluites per la independència, el discurs jacobí que el va seguir i l'acció liberal partidista posterior.
No obstant això, podem vanagloriar-nos d'haver comptat en les nostres columnes logials amb maçones i maçons de la talla dels Premis Nobel de Literatura Gabriela Mistral i Rubén Darío, a més d'Andrés Bello, Leopoldo Lugones, José Martí, Jorge Isaac, etc.
Això no significa que no trobem i sentim amb devoció, aquí i allà, poetes espontanis, amb més emoció lírica que tècnica literària, que ens declamen textos propis i aliens molt sentits sobre els símbols o sobre la seva pertinença a l'Orde. Aquests poetes i poesies solen adornar les Tingudes de Masticació o els esdeveniments maçònics galants. I podríem afirmar que estan més en la línia de “La meva Lògia Mare” de Rudyard Kipling, que d'“Al Maestro que se Va” d'Antonio Machado.
Una característica dels nostres escriptors famosos llatinoamericans és que en molt estranyes ocasions es refereixen a la Maçoneria i/o a la seva doctrina en forma manifesta, ja sigui en prosa o en vers, tot i que en moltes de les seves obres ens queda clar que el missatge central dels seus escrits és coherent amb l'històric de l'Orde en la regió. Aquí ens reconeixem en ells.
Però mai no serà a la manera explícita que envolta el Pierre Bezújov, el personatge de “Guerra i Pau”, de Lleó Tolstoi, on sense més grans embuts l'escriptor es refereix a la seva relació amb la seva Lògia i a les lluites que des d'allà es propulsen per avançar profundes reformes socials, alliberar esclaus i terres, construir escoles i hospitals, en una aspiració permanent de progrés.
En això ens semblem més els Maçons Llatinoamericans a la Maçoneria russa del XIX, que a la Maçoneria que descriu Dan Brown en el “El Símbol Perdut”, que ven la idea estrafolària de que els maçons protegim un poderós secret, que de conèixer-se podria canviar el rumb del món.
Avui dia, la literatura ha cedit molt espai a l'hora de l'oci. La televisió, la ràdio, els videojocs, els diaris i les revistes en paper o virtuals, l'han relegat a un segon pla. La Maçoneria, també ha retrocedit davant noves formes societàries que atreuen homes i dones lliures i de bons costums per construir-se entre sí, amb absoluta llibertat de consciència, sense exclusions i sense una espècie de ritu de pas una mica recarregat que implicaria un abans i un després d'ampliació de la consciència i d'identitat social.
Mario Vargas Llosa, en una conferència l'any 2001, recordava que a Jorge Luis Borges l'irritava que li preguntessin “Per a què serveix la literatura?”. Nosaltres els Maçons hem sentit moltes vegades aquesta mateixa pregunta referida a la Maçoneria, provinent de contextos que acostumen a mesurar les coses per la seva utilitat pràctica i no assumeixen la construcció de l'ésser humà i del seu entorn social en termes de llibertat com una cosa pragmàtica.
Tanmateix, és un fet inqüestionable que les llibreries segueixen plenes de lectors, i la Maçoneria cada dia inicia més homes i dones interessats en els seus imaginaris, drames i mètode de construcció.
I com succeeix amb els llibres, cada Lògia té la seva persona que li quadra. Quan ens equivoquem ho deixem i ja està. I quan ens sentim fascinats amb ells, ho incorporem a la nostra vida.
(*) Iván Herrera Michel és president de la Federació Americana de Suprems Consells del REAA – Ritu Escocès Antic i Acceptat - (2009 - 2011), Canceller de la Federació Colombiana de Lògies Maçòniques, col·labora amb diverses revistes maçòniques i és membre de nombre de diversos centres d'investigacions Maçòniques.

lunes, 2 de agosto de 2010

DE LA LITERATURA Y LA MASONERÍA EN HISPANOAMERICA


Por: Iván Herrera Michel



Antes de la llegada de Colón a Latinoamérica existían muchas culturas. Quizás las más conocidas son las de lenguas maya, náhuatl (de los aztecas) y quechua (de los incas), y es una verdadera pena que muy poca literatura de estas civilizaciones haya sobrevivido a la barbarie de la colonia y la conquista.


No fue hasta 1609 en que un mestizo, hijo de un noble extremeño y de una princesa Inca, nacido en Cuzco, Perú, bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, y mejor conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, “Príncipe de los escritores del nuevo mundo", publicara en Lisboa, Portugal, una obra con el título de “Comentarios Reales de los Incas”, para que se diera inicio formal a lo que hoy denominamos Literatura Latinoamericana. El contenido del libro era reivindicatorio de la civilización Inca, y se inicia con su mito originario culminando con la conquista de los españoles al Tahuantinsuyo.


En adelante, y durante casi dos siglos nuestra literatura penduló entre la exaltación del carácter caballeresco de la conquista, el arrebato filosófico de lo indígena y la proclama revolucionaria. Llegado el Romanticismo y la Masonería de Europa a finales del XVIII, ya comienzan a aparecer Masones en la literatura latinoamericana.


En mi país, por ejemplo, la primera novela colombiana la publica el Masón Juan José Nieto Gil en 1844, bajo el título “Ingermina o la Hija de Calamar”, en la que bajo el telón de fondo de la dura resistencia de los indios Calamares a la colonización española, se cuenta la historia de amor entre un hermano del conquistador madrileño Pedro de Heredia y la princesa Ingermina, moviéndose entre lo caballeresco y lo poético de la conquista y lo indígena. La segunda novela en mi país es del mismo autor de un año más tarde y se titula “Los Moriscos” y es algo más ajena a nosotros ya que narra las vicisitudes de una familia mora expulsada de España a raíz del Decreto de 1609. Ambos relatos son de corte histórico y al parecer se inspiraron en los escritos de Walter Scott.


Igualmente el Masón Jorge Isaac, que era ante todo un poeta, publicó en 1867 “María”, que tuvo un éxito inmediato en toda Latinoamérica. En la obra se narra la historia trágica de los amores de María y su primo Efraín. La trama es sencilla: Efraín parte a la capital a seguir sus estudios dejando a su prima de la que se ha enamorado. Seis años después regresa y vive un romance de tres meses con ella, antes de partir para Londres. Dos años más tarde vuelve solo para enterarse de que María ha muerto y se va de la comarca si rumbo fijo. Es un relato paisajista que recuerda a Edgard Allan Poe.


Latinoamérica no ha sido tan fecunda como Europa en escritores y poetas que han pasado por la Masonería. Lo nuestro ha sido principalmente, durante algo más de un par de siglos, las luchas por la independencia, el discurso jacobino que le siguió y la acción liberal partidista posterior.


No obstante, podemos vanagloriarnos de haber contado en nuestras columnas Logiales con Masonas y Masones de la talla los Premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral y Rubén Darío, además de Andrés Bello, Leopoldo Lugones, José Martí, Jorge Isaac, Etc.


No significa esto que no encontremos y oigamos con devoción, aquí y allá, poetas espontáneos, con más emoción lírica que técnica literaria, que nos declaman textos propios y ajenos muy sentidos acerca de los símbolos o sobre su pertenencia a la Orden. Estos poetas y poesías suelen adornar las Tenidas de Masticación o los eventos Masónicos galantes. Y podríamos afirmar que están más en la línea de “Mi Logia Madre” de Rudyard Kipling, que de “Al Maestro que se Va” de Antonio Machado.


Una característica de nuestros escritores famosos latinoamericanos es que en muy raras ocasiones se refieren a la Masonería y/o a su doctrina en forma manifiesta, ya sea en prosa o en verso, aunque en muchas de sus obras nos queda claro que el mensaje central de sus escritos es coherente con el histórico de la Orden en la región. Ahí nos reconocemos en ellos.


Pero nunca será a la manera explícita que rodea a Pierre Bezújov, el personaje de “Guerra y Paz”, de León Tolstoi, en donde sin mayores tapujos el escritor se refiere a su relación con su Logia y a las luchas que desde allí se propulsan para adelantar profundas reformas sociales, liberar esclavos y tierras, construir escuelas y hospitales, en una aspiración permanente de progreso.


En eso nos parecemos más los Masones Latinoamericanos a la Masonería rusa del XIX, que a la Masonería que describe Dan Brown en el “El Símbolo Perdido”, que vende la idea estrafalaria de que los Masones protegemos un poderoso secreto, que de conocerse podría cambiar el rumbo del mundo.


Hoy en día, la literatura ha cedido mucho espacio a la hora del ocio. La televisión, la radio, los videojuegos, los periódicos y las revistas en papel o virtuales, la han relegado a un segundo plano. La Masonería, también ha retrocedido antes nuevas formas societarias que atraen a hombres y mujeres libres y de buenas costumbres para construirse entre sí, con absoluta libertad de conciencia, sin exclusiones y sin una especie de rito de paso un poco recargado que implicaría un antes y un después de ampliación de la conciencia y de identidad social.


Mario Vargas Llosa, en una conferencia en el año 2001, recordaba que a Jorge Luis Borges le irritaba que le preguntaran “¿Para qué sirve la literatura?”. Nosotros los Masones hemos oído muchas veces esa misma pregunta referida a la Masonería, proveniente de contextos que acostumbran a medir las cosas por su utilidad práctica y no asumen la construcción del ser humano y de su entorno social en términos de libertad como algo pragmático.


Sin embargo, es un hecho incuestionable que las librerías siguen llenas de lectores, y la Masonería cada día inicia más hombres y mujeres interesados en sus imaginarios, dramas y método de construcción.


Y como sucede con los libros, cada Logia tiene su persona que le cuadra. Cuando nos equivocamos lo dejamos y ya está. Y cuando nos sentimos fascinados con ellos, lo incorporamos a nuestra vida.