sábado, 18 de julio de 2009

PARA LEER EL 20 DE JULIO



Por: Iván Herrera Michel
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Con ocasión de cumplirse dos largos y agitados siglos de haberse roto las cadenas de oro que unían a la mayor parte de Latinoamérica con España bajo la mirada atenta de Roma, observa uno como en la península buscan villanos para explicar lo mismo que motiva, allende el Atlántico, la exaltación de héroes nacionales.
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Y como hubo Masones en ambos lados del océano, la Masonería salta al ruedo con donosura.
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Naturalmente, las perdidas coloniales españolas de 1898 constituyen un tema de otro costal relacionado solo con cubanos, borinqueños y filipinos. Y en esto, la verdad sea dicha: ni a la Masonería ni a sus Masones le cabe tanto honor ni tanto deshonor. Veamos.
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En la primera década del siglo XIX, las colonias españolas en América no querían independizarse de España sino del poder francés napoleonico afincado en España, que era un asunto muy distinto. “Es la economía!!”, diría Clinton muchos años después, apartando de un tajo el marco teórico y filosófico del asunto.
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Para nosotros, los criollos, ser españoles de segunda era más que ser amigos de los franceses, pero en verdad nuestro sueño dorado era ser ingleses. Eran más ricos, más elegantes, mejor hablados y nos trataban mejor. El Reino Unido nos prestaba dinero y militares irlandeses, mientras que los otros nos quitaban los primero.
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Los argentinos fueron los que más cerca estuvieron del sueño de ser ingleses, hasta que el IV Congreso Sionista de 1903 ordenó la emigración masiva de eslavos del norte de Europa de religión judía a su territorio para fundar en esta “Nueva Tierra Prometida” el estado confesional de Israel que después se creó en Palestina. La Declaración Balfour, que es un breve texto publicado en 1917 en el que el Reino Unido se declara favorable a los planes sionistas de creación de un hogar nacional judío en Palestina, los salvó. Después, vendría para los argentinos un tsunami de italianos, seguido de un chaparrón de ingleses, una lluvia de alemanes y un rocío de árabes. Por ese camino, terminaron en calidad de tri, tetra y hasta penta étnicos, pero siempre semieuropeos, al fin y al cabo.
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Volviendo al asunto inicial de este escrito, tenemos que las “Juntas Revolucionarias” americanas creadas de 1808 a 1812, que posaban de libertarias, siempre que daban el grito de independencia invitaban al Rey Fernando VII a venirse a vivir entre nosotros, y eran promovidas por "Comisionados Regios", americanos de nacimiento, que venían desde la península, especialmente de Cádiz, a cuidar los intereses de los borbones españoles.
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En Colombia, este Grito de Independencia y ofrecimiento de residencia se dio el 20 de julio de 1810, y la lealtad al "augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII" llegó al extremo de "puesta la una mano sobre los Santos Evangelios y la otra formando la señal de la cruz" se juró "derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra sagrada religión Católica Apostólica y Romana y nuestro amado Monarca Don Fernando VII". Sin embargo, Don Fernando - llamado el Rey Deseado por unos, y el Rey Felón, por otros - en vez de partir de Bayona a Santa Fe de Bogotá, luego de su liberación, viajó a Madrid. Mala cosa para nosotros.
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Al parecer todos esos Comisionados Regios, así como la mayoría de sus colaboradores locales eran Masones aunque nadie sabe a ciencia cierta en donde se iniciaron muchos de ellos, a no ser que lo hubieran hecho en las famosas Logias militares de las que queda muy poca memoria.
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Habrá que pedirle al Padre jesuita estudioso de la Masonería José A. Ferrer Benimeli, que nos ayude en esto.
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De allí en adelante, nos sucedió que una vez en contacto con la libertad, conocidos los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y probadas las mieles del ser propietario del negocio, ya le resultó imposible a Don Fernando recuperar la patria potestad y la curaduría sobre nosotros. Pero, antes de resignarse a la pérdida, nos mandó un Masón para que nos “Pacificara”.
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De la resistencia criolla a la "pacificación" surgieron de 1813 a 1825 los Miranda, Bolívar, O´Higgins, San Martín, etc. Todos Masones "afrancesados" (el término es de la época), que con sus redes Logiales, y el apoyo de Masones irlandeses e ingleses, terminaron sustituyendo las instituciones coloniales españolas por las republicanas, a la manera de las de Estados Unidos. Era la Masonería vinculada a la geopolítica de la época, de lado y lado.
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Ahora si fue muy importante para los latinoamericanos defender el enciclopedismo francés y promover el librecambismo inglés. Es que, a decir verdad, a un latinoamericano solo lo entiende otro latinoamericano.
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Son dos momentos políticos distintos en menos de 20 años. Y los Masones en cada uno de ellos se reunían para tratar cosas totalmente opuestas a las del otro grupo. Por que en realidad no eran los mismos Masones (Ni en persona ni en ideología). Los primeros erán monárquicos y los segundos, republicanos.
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La razón de orden práctico de este cambio de personajes descansa en el hecho contundente de que la pacificación española ahorcó y/o fusiló a la mayoría del primer grupo. Por eso, siempre hemos pensado que mal hace España ahora achacándole a la Masonería la perdida de las colonias americanas a principios del siglo XIX, ya que la diligente pacificación de estas tierras corrió a cargo de Masones de la talla del General Pablo Morillo y el Coronel José María Barreiro, que eran de los que cargan el Mandil en sus maletas de viajeros.
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Prueba de lo anterior, es que en 1820, después de perder la Batalla de Boyacá, con que se selló la independencia de Colombia, Barreiro le envió su Mandil Masónico al General patriota y también Masón Francisco de Paula Santander, a la sazón, Venerable Maestro de la Respetable Logia "Fraternidad Granadina" con sede en Santafé de Bogotá, junto con una suplica por su vida. De nada sirvió el recurso fraternal ya que fue fusilado junto con el resto de prisioneros.
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Consolidada la república, los Masones de América latina se congregarían en torno a los partidos políticos, sobre todo a los que se guiaban por el liberalismo español de entonces con fuertes acentos jacobinos. De ahí en adelante, en la Masonería latinoamericana fue muy importante el Gran Oriente de Francia, y esta región fue liberal en Masonería, excepto en el tema de la mujer que aún no termina de resolverse ni aquí ni allá.
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Arrancado el siglo XX, fuimos entrando paulatinamente en la regularidad anglosajona de USA ante la perdida de influencia de la Masonería liberal europea por las guerras mundiales y el arrastre norteamericano de un siglo que terminó siendo norteamericano. Y la iglesia católica seguía en el medio de todo. Ahora estamos tratando de "desregularizanos" y volvernos progresistas. Y aunque las cosas marchan bien, no van tan rápido como quisiéramos, aunque está claro que está ingresando a las Logias una nueva generación de Masones y Masonas con unos nuevos paradigmas de cohesión e igualdad social.
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Dos siglos después, de nuevo han partido hacia latinoamérica las naves españolas del BBVA, Fenosa, Planeta, Santillana, Telefónica, etc., que reemplazan a la Niña, la Pinta y la Santamaría, para restablecer los flujos de oro hacia la península. Hasta ahora les ha ido bien, aunque un mexicano de origen libanés, Carlos Slim, y una treintena de milmillonarios en dólares, están reeditando la doctrina Monroe: América para los Americanos, y luchan por arrebatar parte de un mercado que ya cuenta con cerca de 170 mil millones de dólares de inversión de España en latinoamérica.
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Mientras tanto, ni los ingleses ni los estadounidenses son Masones ni independentistas, ni los Masones criollos andan en plan libertario, y nuestros lideres regionales ya no se inspiran en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, sino en los editoriales de “The Economist”.
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De seguir así, dentro de otros dos siglos no habrá ni palmas ni rechiflas para ningún Masón, y si mucho incienso para aquellos billonarios latinoamericanos que están apareciendo en las revistas “Forbes” y “Fortune”.
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Mala cosa.