domingo, 1 de enero de 2017

POR QUÉ CONOCER OTRAS MASONERÍAS TE HACE MAS CONSTRUCTIVO

                
 Por: Iván Herrera Michel
            
Al principio de mi vida Masónica, con mis compañeros de la columna del norte asistíamos a Tenidas en otra Logia de mi Obediencia que practicaba el mismo REAA que mi Taller, pero en la que el Venerable Maestro usaba un sombrero panamá (jipijapa) negro y en otra que visitábamos en Cartagena recitaban el miserere. En lo sucesivo, en un ya algo extenso deambular por los caminos de la Masonería, observé que Oriente tras Oriente, Obediencia tras Obediencia, Logia tras Logia, aquí y allá, y en cada ocasión, había un uso obedencial propio, un uso Logial propio y un uso fraternal propio. Y para rematar, cada Venerable Maestro tenía un estilo propio.
               
No obstante, siempre encontraba Masones y Masonas muy fraternales, estudiosos y con un buen promedio de permanencia en la Orden. O sea que no era cuestión de que estuviesen inventando cosas al compás de las modas, los pareceres y los quereres. Un lugar común consistía en que continuamente se referenciaban con los antiguos usos al explicar lo que para mí era una novedad.
                
Cuando comencé en la Masonería jamás me hubiera imaginado que me atraería esa diversidad, bajo el entendido de que cada diferencia contiene una inspiración adicional para la construcción que me enriquece más que confundirme. Es una diversidad que seguramente fue introduciéndose con poca conciencia de reflejar una nueva modalidad a partir del tronco común de hace tres siglos, ni mucho menos de estar iniciando la historia de una nueva versión.
                 
Mucho después sabría que los Masones que conocen estas diferencias tienen sus propias reglas de cortesía para presentarse y relacionarse, aunque al principio algunos de ellos se hayan estrellado de cabeza contra el muro.
                
En Colombia los Masones hombres no intercambian besos para saludarse como en Francia, pero suelen abrazarse con calidez. Tampoco se tutean sin importar la diferencia de edad, el cargo desempeñado, el Grado, Etc., como en España, y muestra muy mala educación un Masón de treinta años de edad que tutee a otro de setenta, así el joven posea el Grado de Maestro y el viejo de Aprendiz. Los sofocos en ocasiones no se hacen esperar cuando se trasgrede este uso. En Miami supe de una Logia de cubanos que dedican la Tenida en honor a alguien. Algo totalmente inédito en mi país. Tampoco tenemos un Capellán como en Perú, ni el Hermano Experto (Terrible) se viste de monje y usa capirote como en México.
                    
Podríamos seguir mostrando una larga lista de asimetrías, sin siquiera meternos en las inherentes a los diversos Ritos o a las modalidades de signos, toques  y marchas dentro de uno mismo practicados al amparo de diferentes Obediencias, geografías, creencias y concepciones simbólicas físicas y metafísicas. Porque no terminaríamos por ahora.
                
La Logia en donde me inicié hace más de tres décadas orgullosamente no era cosmopolita, ni liberal ni mixta. La definición de progresista consistía en pertenecer al partido liberal colombiano, que en no mucho se diferenciaba del conservador, salvo, como dijo un Obispo, en la hora de ir a misa. Nuestra genealogía estaba volcada y ordenada en parcelas locales “iguales pero distintas”. Nuestros viejos querían parecerse a sus viejos, y aspiraban a que nosotros nos pareciéramos a ellos. Con un mundo que se fue abriendo e intercomunicándose esa forma social de funcionar produjo deserciones y conflictos.   
                          
Para esa época, no había Internet y los libros Masónicos eran más valiosos en la medida en que eran más antiguos. Ahora la red y los textos comprados en plataformas virtuales han variado significativamente el imaginario colectivo interno de la Orden. No obstante, la inercia se defiende siempre, y afirma que las antiguas y nuevas luces a que se tienen acceso ahora, son una iniciativa complicada con una más alta tasa de discusiones innecesarias que genera errores en la observancia de la tradición y los antiguos usos y costumbres.
                            
Pero no pueden evitar que los Masones hablen con otra óptica, sobre todo a la hora de los banquetes, que es
uno de los sitios en donde también se fraguan continuamente en la vida Logial.
                          
El conocer otras Masonerías ofrece libertad a la hora de moldear el propio modo de construirse. Las prioridades ya no están tan apegadas a un uso común. Es como descubrir que la casa en donde se vive tiene un cuarto adicional que no se conocía y es una experiencia actualmente generalizada que muestra la capacidad de empatía del Masón. El conocimiento y las negociaciones sobre las pequeñas diferencias resultan en una mayor conciencia sobre las posibilidades de la Masonería y de sus variadas formas de expresarse. 
                    
Para un Masón el contacto con otras Masonerías no solo es el descubrimiento de otros usos y costumbres desconocidos, sino también el descubrimiento de sí mismo, de sus cualidades y señas de identidad evidenciadas en el contraste con el otro.
              
Es un regalo inigualable, porque permite el doble de luces y el doble de fraternidad. Amplia el horizonte, mejora el análisis y ayuda a respetar a los demás.