miércoles, 31 de agosto de 2022

ANDERSON Y EL DALE QUE DALE CON LOS ATEOS

 Por Iván Herrera Michel
                    
Quizás la expresión más problemática (y el tópico de consultas más frecuente) acerca de las Constituciones de Anderson de 1723 es la de su artículo primero que afirma que “El Masón… no será jamás un estúpido ateo…”.  De hecho, la pelotera sobre la obligatoriedad de creer o no en Dios y en su verdad revelada viene generando desde hace 145 años el mayor cisma y catástrofe de la fraternidad Masónica.
                             
Y es llamativo que la formula no tenga antecedentes ni en la Masonería Operativa, ni en los Olds Charges ni en los Reglamentos Generales de George Payne de 1721. Todo indica que James Anderson decidió traerla a la Orden en 1723, por iniciativa propia, desde la doctrina presbiteriana que profesaba como ministro de la Iglesia Swallow Street, en el West End de Londres, desde el año 1710.  
                     
La mención más antigua que se conoce del concepto de “ateo estúpido” se encuentra en un libro publicado por el ministro presbiteriano John Weemes (1579? -1636), en el mismo el año de su muerte, con el larguísimo título de “Un tratado de los cuatro hijos degenerados, a saber, el ateo, el mago, el idólatra y el judío. Aquí se tratan muchas cuestiones provechosas sobre el ateísmo, la brujería, la idolatría y el judaísmo; y diversos lugares de la escritura borrados de las lenguas originales”.
                 
En su obra, Weemes clasificó a los ateos en las siguientes cuatro categorías que abordó didácticamente desde la teología presbiteriana:
                 
1) Ateo contradictor inspirado por la filosofía: no solo niega a Dios, sino que además niega a todas las religiones.
                         
2) Ateo escéptico: se plantea como problema la existencia o inexistencia de Dios.
                    
3) Ateo inspirado por la ciencia de la física: mide todas las cosas de acuerdo con las leyes de la naturaleza.
                     
4) Ateo estúpido: de su boca sale cualquier cosa por ser un tonto.
                      
De donde resulta, que la incompatibilidad en la Masonería solo se dispuso para los “ateos estúpidos” y no para los ateos inspirados por la filosofía, el escepticismo o la ciencia.
                    
También es claro que cuando Anderson habla de un tipo de ateo en especial se refiere al que niega la existencia del Dios de la Biblia, y no a otra forma de “principio creador”, “energía”, “grandes iniciados”, “entidades”, Etc. que suelen mencionar de manera ambivalente para dar cabida a algunas espiritualidades ateas a favor de sus creencias personales, y en detrimento de los Masones realmente creyentes en la existencia de un Dios y en su verdad revelada.