CARACTERÍSTICAS DE LA MASONES
BARRANQUILLEROS
En la
Costa Atlántica colombiana, Barranquilla fue la tercera ciudad en contar con
una Logia Masónica luego de, en orden cronológico, Cartagena y Santa Marta. Con
la peculiaridad de que las cuatro primeras Logias no trabajaron
simultáneamente, sino una después de la otra y a partir de la desaparición de
la anterior. Una quinta Logia trabajaría en paralelo, a raíz del primer gran
cisma que sufrió la Orden en Colombia de 1864 a 1888 con la creación del “Supremo Consejo de la Jurisdicción del Centro del Grado
33º” en Bogotá.
A
diferencia de las de Cartagena y Santa Marta, las cinco Logias barranquilleras
del siglo XIX no tuvieron a sacerdotes católicos como miembros. Tampoco a
muchos militares. Sino a comerciantes, miembros de profesiones liberales y
autoridades civiles locales, como correspondía a una población que crecía y
prosperaba por su posición geográfica privilegiada para el comercio exterior.
Tampoco
se distinguieron por una especial militancia política, como la bogotana “Estrella del Tequendama” (1849 – 1887),
que durante el llamado “Olimpo Radical”
(1863 - 1886) tuvo como miembros a ocho presidentes del país. Ni representaron
una sociabilidad intelectual promotora de la educación, las artes y la cultura.
Y a diferencia de los andinos, que eran anticlericales vinculados al
Liberalismo Radical, los Masones de Barranquilla eran afines a un liberalismo
conciliador que concertaba sin mayor dificultad su condición Masónica con el
fervor católico.
La
Masonería aterriza logialmente en Barranquilla en 1840. Es decir, en pleno auge
de su despegue económico, dos años antes del Decreto del 1° de julio de 1842
del General Pedro Alcántara Herrán, Masón miembro de la Logia "Estrella del Tequendama" No. 11 de Bogotá y Presidente de la República de la Nueva
Granada, que habilitó el cercano puerto de Sabanilla para la importación.
Posteriormente,
en 1849, siendo Presidente su suegro, el General Tomás Cipriano de Mosquera (quien
luego habría de Iniciarse en la Masonería y pertenecer a las Logias “Fraternidad Bogotana No. 16” (1858) y “Propagadores de la Luz No. 1” (1864), fomentó
la navegación de barcos a vapor por el Río Magdalena, autorizó la exportación
por el Puerto de Sabanilla e instaló una Aduana allí mismo.
Desde
entonces, la ciudad dinamizó su comercio exterior y atrajo un buen número de
comerciantes nacionales y extranjeros durante la segunda mitad del siglo XIX,
que se residenciaron en ella, crearon riquezas, enriquecieron su gastronomía y
dejaron descendencia.
De
este sector de la sociedad surgieron mayoritariamente los Masones que colmaron
las Columnas de las Logias de la ciudad, quienes además, siendo miembros del
Partido Conservador colombiano, lograron que Barranquilla fuera una de las
cuatro ciudades que en el país sobrevivieron a los ataques del Presidente
Rafael Núñez, junto con Cartagena de Indias, Santa Marta y Ciénaga. De hecho,
son las únicas ciudades que pueden mostrar un hilo histórico ininterrumpido de
actividad logial desde el Siglo XIX.
Cuando
el 1º de enero de 1852 entra en vigencia la abolición de la esclavitud en la
República de la Nueva Granada, Barranquilla cuenta con 71 esclavos a los que se
les concede Carta de Libertad. El presidente
de la República que impulsó la prohibición nacional fue el Masón José Hilario
López; iniciado en 1834 en Cartagena en la Logia “Hospitalidad Granadina” No. 1,
y, para entonces, miembro de la Logia “Estrella del Tequendama” No. 11, de
Bogotá, a la cual asistía con gran parte de su Gabinete.
LAS PRIMERAS LOGIAS DE LA CIUDAD
Cuatro
Logias existieron en la Barranquilla del siglo XIX bajo los auspicios del Gran
Oriente y Supremo Consejo Neogranadino fundado en 1833, con carta Patente del
Gran Oriente de Francia de 1851, que varió su nombre en 1939 al de Supremo
Consejo del Grado 33° Para Colombia, actualmente con sede en Bogotá: “Caridad No. 5” (1840), “Unión Fraternal No. 12” (1850), “Fraternidad No. 22” (1862) y “El Siglo XIX No. 24” (1864). La primera
siendo Soberano Gran Comendador el notario Dionisio Bautista, y las tres
últimas el General Juan José Nieto Gil.
Igualmente,
se creó en 1863 el Capítulo del Grado XVIII del REAA “En el Delta, No. 5” (nombrado así por el vecino delta que formaba el
Rio Magdalena en su desembocadura en el Mar Caribe), instalado también bajo los
auspicios del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino (1833) cuando lo
presidía el General Juan José Nieto
Gil.
Eran días de grandes trasformaciones
nacionales. El país cambió de nombre el 8 de mayo de 1863 en Rionegro, Antioquia, de Confederación
Granadina a Estados Unidos de Colombia, gracias a una nueva constitución
política de corte liberal y federalista, en donde cada uno de los nueve estados
que la constituían adquirieron soberanía legal, un ejército, una rama judicial
independiente, autonomía fiscal, se garantizaron las libertades individuales,
de comercio, de opinión, de imprenta, de enseñanza, de asociación, fue legal
que los ciudadanos tuvieran armas y las comercializaran, se abolió la pena de
muerte, se dio prioridad en la educación a la física, la química, la biología y
la filosofía, se ordenó la separación de Iglesia y Estado, se disminuyó el
periodo presidencial de 4 a 2 años, limitando sus facultades, y se le otorgó preponderancia
al Parlamento. En la nueva repartición administrativa y territorial,
Barranquilla quedó formando parte del Estado Soberano de Bolívar hasta el 7 de
septiembre de 1886 en que entra en rigor la Constitución de ese año y pasa a
llamarse Departamento de Bolívar.
Cuando la Masonería colombiana el 3 de junio de 1864 sufrió su primer
cisma nacional como resultado de las rencillas entre los Presidentes y
caudillos, Generales Juan José Nieto Gil y Tomás Cipriano de Mosquera,
este último creó el “Supremo Consejo de la
Jurisdicción del Centro del Grado 33º”, igualmente con Carta Patente
del Gran Oriente de Francia, el cual se declaró “En Sueños” el dos de
febrero de 1888.
En
este marco político y Masónico, los Masones barranquilleros también se
dividieron. Los nietistas fundaron el 21 de noviembre de 1864 la Logia “El Siglo XIX – 24”, y los mosqueristas, la
Logia “Estrella de Colombia No. 6”,
que reunió a figuras destacadas de la ciudad, entre los que se destacó Santiago
Duncan, un veterano de la guerra de independencia que había sido Secretario y
amigo personal del Libertador Simón Bolívar.
Así
las cosas, y a partir de los nombres distintivos de las Logias, se pueden
colegir los valores referentes que privilegiaba dos sectores de la Orden que se
posesionaron como símbolo de estatus social, en una sociabilidad de talante política
y filantrópica constituida por prósperos comerciantes, médicos y abogados de
familias principales, y ciudadanos emergentes en la escala social y económica
de la ciudad.
Como
dato curioso encontramos en los documentos y actas de la época que para esos
días se penaba con una multa de un peso ($1.00 M/L) al Masón que no asistiera a
las Tenidas.
EL PRESIDENTE JUAN JOSÉ NIETO GIL Y LA
MASONERÍA BARRANQUILLERA
Especial
relación tiene el General Nieto Gil con Barranquilla y la Masonería
barranquillera, ya que siendo Soberano Gran Comendador en ejercicio se
posesionó en la ciudad como Presidente de la República, convirtiéndola en
capital nacional del 25 de enero al 18 de julio de 1861.
A la
par, durante sus dos ejercicios como Soberano Gran Comendador del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino (1849 –
1850 / 1860 – 1865) dispuso el Levantamiento de Columnas de tres de las cinco
Logias Masónicas y del único cuerpo filosófico del REAA del siglo XIX de la
ciudad.
Del
fruto de su gestión aún funcionan el Soberano Capítulo Rosacruz
“En el Delta No. 5”, fundado el 16 de
septiembre de 1863, presidida por primera vez por José V. Mogollón, Gr:. 32°, y
la Logia “El Siglo XIX No. 24”, instaurada
el 21 de noviembre de 1864, cuyo primer Venerable Maestro fue Manuel Joaquín
Samper Anguiano, Gr. 33°, que siguen siendo masculinos y cuyos miembros no se
visitan mutuamente en virtud del cisma nacional sin altura ni grandeza que comenzó
en 1983 y todavía perdura.
Durante
la estadía de Nieto Gil en Barranquilla, en 1861, solo trabajaba en la
población la “Logia Unión Fraternal No.
12”, a la que el mismo había otorgado Carta Patente once años antes. En
sana crítica, es lógico pensar que el General Nieto Gil asistió con frecuencia
a sus Tenidas, ya que siempre fue un Masón muy activo, tanto en Colombia como
durante su destierro en Jamaica de 1842 a 1847.
Prueba
de ello, es que en Cartagena presidió su Logia Madre “Hospitalidad Granadina No. 1” durante tres períodos consecutivos
(1856 – 59), a la que había ingresado en 1839 con 35 años de edad, y en
Kingston frecuentó la Logia “Sussex No.
691” (después 354) y fundó la Logia “Concordia
No. 8”, de la que fue su primer Venerable Maestro.
LOS
GRADOS 33º DEL SIGLO XIX EN BARRANQUILLA
Lo
primero que hay que decir es que el Supremo Consejo de la Jurisdicción del
Centro del Grado 33º, con sede en Bogotá, durante sus casi veinticuatro años de
existencia no creo cuerpos escocistas en Barranquilla ni otorgó el Grado 33º
del REAA a ningún Masón residente en la ciudad.
En
contraste, el Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino en los años mil
ochocientos otorgó el Grado 33º a los siguientes seis Masones domiciliados en
Barranquilla y miembros de sus Logias: Manuel Joaquin Samper Anguiniano, abogado
y el primero en recibirlo en 1862, Manuel Gregorio López zapata, médico, Jacobo
Rois Méndez, Jr, comerciante, José Salcedo Martínez, comerciante, Clemente
Salazar Mesura, abogado, y Pedro Leyes Posse, veterinario.
RELACIONES CON LA IGLESIA CATÓLICA
En
términos generales, las relaciones de la iglesia católica con los Masones de
Barranquilla en el siglo XIX fueron de una sana convivencia, solo afectada por
algunas rencillas políticas y polémicas ocasionales como la que enfrentó en
1874 al Secretario de la Logia “El Siglo
XIX – 24” y propietario del periódico “El
Promotor”, Domingo Gonzalez Rubio, con el Obispo de la Diócesis de
Cartagena, Bernardino Medina, porque el presbítero José María Pompeyo le negó
en el lecho de muerte los auxilios espirituales a Manuel Román y Picón, padre
de Doña Soledad Román, esposa del presidente de Colombia Rafael Núñez, por ser
Masón.
En
1849, una enfermedad infecciosa aguda afectó a gran parte de la población
colombiana, y propició una particular unión de acción Masónica / católica en
Barranquilla, única en Colombia, que se prolongó durante la segunda mitad del
siglo XIX. Principalmente a partir de 1882, cuando se hizo cargo de la
parroquia el sacerdote constructor y urbanista Carlos Valiente, hasta que llegó
a la ciudad el clérigo Pedro María Revollo, en 1894, con una gran antipatía
contra los Masones.
En
efecto, entre 1849 y 1851, la pandemia mundial del Cólera, que ocasionaba la
muerte en pocas horas, llegó con fuerza al país. En Barranquilla, que para
entonces contaba con unos 6.100 habitantes según el censo oficial, entre ellos
70 esclavos, falleció el 25% de la población, y se sobrepasó la cobertura
médica, los servicios sanitarios, y la capacidad del “Camposanto” de 2.800 Mts. cuadrados, que era el único cementerio
con que se contaba. Por tal motivo, las inhumaciones se realizaron a la vera de
los caminos y en los antepatios y patios interiores de las casas. Por su parte,
la comunidad judía de la ciudad reaccionó inaugurando un cementerio propio, con
un costo de ochocientos cincuenta pesos ($850 M/L), moneda legal colombiana,
para su uso exclusivo en 1850, que funcionó hasta 1869.
SOCIEDAD HERMANOS DE LA CARIDAD
Por el
lado de los Masones, y ya elevada la pujante Villa al estatus de ciudad el 7 de
octubre de 1857,un joven médico y Masón barranquillero recién llegado de sus
estudios en Francia, llamado Eusebio de la Hoz, se reunió en 1867 con otros
Masones por fuera de la Logia, en la residencia de Eufracio Sánchez, para crear
una sociedad civil “con el objeto de
ejercer la caridad como lo manda nuestra religión, practicando las obras de
misericordia”, con el nombre de “Sociedad
Hermanos de la Caridad” (SHC).
Esta
nueva empresa cívico religiosa se concibió más como una agrupación de fieles
católicos, que como una sociedad paramasónica. De hecho, el sacerdote Carlos
Valiente, siendo párroco de la ciudad, se desempeñó como su presidente en 1890
sin ser Masón. Lo que demuestra que la SHC fue concebida y creada para
ciudadanos barranquilleros en general.
A
partir de la emergencia sanitaria y la desazón ocasionadas por el Cólera, los
barranquilleros buscaron refugio y consuelo en el catolicismo, y se vieron
obligados a pensar en un hospital más grande y en una nueva necrópolis alejada
del casco urbano para reemplazar a los colmados “Camposanto” y “Cementerio Judío”.
La SHC
vendría a ocuparse de estas tareas. Puestos manos a la obra, solicitan y
obtienen ayuda y donaciones para llevar a término los siguientes tres
proyectos:
1) Una
Iglesia católica dedicada a “Nuestra
Señora del Rosario” al norte de la ciudad, en cercanías del Barrio Abajo,
que actualmente regenta la diócesis de Barranquilla, sufragánea de la
arquidiócesis del mismo nombre.
El 9
de enero de 1882, la SHC, presidida por José de la Rosa, nombró una junta de
quince miembros con el fin de recolectar los fondos necesarios para construir
en un lote donado por Doña Hilaria Blanco un templo dedicado a la Virgen María
bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. En armonía con la procesión
que llevaban a cabo los Hermanos de la Caridad en el mes de octubre de cada año
hasta la residencia de la donante, en donde se oficiaba misa y se veneraba la
imagen de la Virgen. La iglesia se comenzó a construir en1892.
2) Un
“Cementerio Universal” inaugurado en
1869 en un terreno adjudicado por la Asamblea del Estado Soberano de Bolívar en
las afueras de la ciudad, con el propósito de clausurar y reemplazar el antiguo
“Camposanto” fundado en 1808 en un
corral de cerdos como consecuencia de la epidemia de viruela de 1805 que
desbordó el sector de la iglesia parroquial de piedra y teja de San Nicolás de
Tolentino en donde se hacían las inhumaciones, y el cementerio judío de 1850.
El 7 de agosto de 1873 se celebró en el nuevo cementerio la primera Ceremonia
de Honras Fúnebres Masónicas a raíz del paso al Oriente Eterno de José Gonzalez
Rubio.
Desde
un principio se dividió la nueva necrópolis en tres secciones religiosas: católica
al centro, judía (mayoritariamente sefardita) al sur y protestante, de otras
religiones y “sectas” al norte. Y también
se dividió el terreno de acuerdo con la clase socioeconómica del fallecido. Es
decir, que reflejó en un nuevo escenario estratificado la sociedad estamental
en que estaba inmersa.
Acabada
la luna de miel con los Masones, la jerarquía católica inauguró un cementerio
para sus fieles en 1915 con el nombre de Calancala, en donde estaba prohibido
enterrar Masones, y en el que se dispuso un sector para los judíos asquenazis
(aunque fueran Masones) que comenzaban a llegar masivamente a la ciudad
desplazados por la violencia de la primera guerra mundial.
3) Un
“Hospital de Caridad” en 1876 (Hoy,
General de Barranquilla), donado a la Congregación de las Hermanas de la
Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen, fundada en 1696,
en Sainville, Francia, que entonces dirigía en Barranquilla la Madre francesa
Marie Saint Víctor. A quien coloquialmente la ciudadanía llamaba la “Madre Víctor”.
Hoy,
el centro médico es un establecimiento oficial propiedad del Distrito Especial,
Industrial y Portuario de Barranquilla.
4)
Paralelamente, la SHC ofreció a la ciudad, de octubre a diciembre de 1870, una
piadosa publicación quincenal de cuatro páginas, tamaño un cuarto, que solo
llegó a su quinto número, llamado “El
Misionero”.
Para
conocer la doctrina cristiana y el cometido cívico / religioso que caracterizó
a los Masones barranquilleros de finales del siglo XIX, podemos repasar los
textos del Acta fundacional de la SHC y las palabras de su primer presidente,
que son del siguiente tenor:
"ACTA FUNDACIONAL DEL 9 DE MAYO
DE 1867"
“En la
ciudad de Barranquilla, en la Casa Habitación del Sr. Eufracio Sánchez,
reunidos los infrascritos se acordó establecer una sociedad filantrópica con el
objeto de ejercer la caridad como lo manda nuestra religión, practicando las
obras de misericordia, hasta donde lo permitan los medios, los tiempos y las
circunstancias, y reuniendo un fondo para atender los gastos necesarios; y
conseguir los útiles indispensables para llegar al fin propuesto.
PALABRAS DEL PRIMER PRESIDENTE
EUSEBIO DE LA HOZ:
“La
obra de que quiero ocuparme es la construcción de un cementerio amplio,
suficiente, de exclusiva propiedad de esta corporación correctamente iniciada
—y que para sus trabajos desde hoy nos preparemos para formar una institución
de beneficencia y que nuestra corporación sea conocida con el nombre de
Sociedad Hermanos de la Caridad — para que seamos definitivamente los que aquí
nos hemos reunido promotores y fundadores de la más notable institución de
Caridad y Beneficencia.
Iniciada
que haya sido la obra del cementerio y en ejecución sus trabajos, resolveremos
la erección de un templo en el Barrio Abajo para que perpetúe por nuestra
iniciativa y con el nombre de Iglesia del Rosario, y al mismo tiempo propender
al establecimiento de un hospital de caridad, obras todas, que deben ser
iniciadas por esta Corporación fundada en esta fecha.
Si
aceptáis mi propuesta nada más natural que nuestra institución se base en la
fraternidad universal para afianzar el espíritu de nuestra idea. Así
perpetuaremos la memoria de esta fecha y esta simiente que desde hoy fertilice,
fortalecerá en el porvenir iluminada por el claro horizonte de la democracia.
Si
correspondéis a este loable fin, principiemos por traer a nuestro seno hombres
de buena conducta de todas las religiones, sectas, nacionalidades y filiación
política siguiendo el ejemplo de las doctrinas de Cristo como hombre filosófico
y reformador.
Todos
los hombres somos hermanos, pues la caridad no consiste en ser pródigo, más
allá en ser útil.”