Por
Iván Herrera Michel
He
asistido nuevamente en mi Logia a la Exaltación al Grado de Maestra Masona de
una Q:. H:. y, antes de que se me olvide, quiero escribir algunas líneas al respecto.
Hiram
Abif es por definición el mártir heroico de la Masonería, y la puesta en escena de su fin trágico la he visto tantas veces que ha terminado por convertírseme en un personaje familiar
al que, sacudiéndole un poco el polvo, se me antoja del nivel literario de Edipo y
Hamlet, y al que veo con una mirada más humana y filosófica.
Para
empezar, pongámonos en los zapatos de Hiram Abif. Tenemos a un profesional muy bien recomendado en el más alto nivel gubernamental al que encargan como Maestro Arquitecto
de la construcción del Templo de Salomón, una obra que rivaliza en trascendencia,
magnificencia y majestad con la Torre de Babel, con la que es una de las dos
más grandes edificaciones del Antiguo Testamento. Y,
dicho sea de paso, ambas relacionadas con el poder divino, la
gloria humana y las relaciones sociales de poder. Es decir, con el Statu Quo.
Toda
marcha bien, hasta que tres subalternos deciden que quieren acceder a su nivel sin
hacer el curso. Y claro, a Hiram Abif no le queda más remedio que contestarles con un valiente "no" cargado de ética, y encarnar la resistencia ante la
frivolidad y los atajos.
Se
convierte, entonces, en un defensor de la idea más fundamental de la Masonería
(y de la vida en general) y la cosa se
pone fea. Los tres subordinados, en lugar de reconsiderar sus decisiones resuelven
matarlo. Está claro que Hiram Abif muere en defensa de sus principios, pero
también es válido preguntarnos si ¿No son los asesinos muestras visibles de un
sistema corrompido que privilegia los beneficios del estatus por encima de los
de la preparación?, ya que, al final del día, esa era la ganancia que buscaban.
Hiram
Abif, entonces, no es solo un Maestro asesinado. Es la representación del ser
humano que cae al recibir golpes injustos, se levanta y sigue firme hasta el
final con sus principios. Su lección, tanto en la vida como frente a la muerte,
sigue siendo actual: El Masón requiere esfuerzo, estudio, trabajo, perseverancia en la construcción, y, sí, a veces algo de terquedad.
En un
tiempo en que parece que todo lo sabremos y conseguiremos con solo deslizar un dedo por una pantalla o hablando con un cercano, la figura de Hiram Abif nos
recuerda que avanzar en la construcción de nuestro Templo Interior va mucho más
allá de tener acceso a datos, Grados, cargos y títulos. Frente a la inmediatez contemporánea, y la
cultura Prêt-à-porter, es una voz que nos invita a frenar un poco, a aceptar
que el camino que importa no es el más corto, y a reconocer que lo que de
verdad tiene valor es aquello por lo que nos esforzamos. No lo que obtenemos
por otros medios.
Al
final, Hiram Abif no es solo una alegoría del pasado. Es un reflejo de nuestras
propias vidas, una enseñanza que nos recuerda que el crecimiento se cimienta en
la integridad, el trabajo constante y la dedicación.
En la Masonería y fuera de
ella.
Excelente análisis mi IPH IVAN.
ResponderEliminarQue la excelsa providencia os siga prodigando muchos éxitos. TAF
Que gran honor crecer de la mano de un verdadero Masón. Agradezco infinitamente cada reflexión, cada palabra que dicha o escrita refleja textual la facticidad... Seguimos en el camino. TAF
ResponderEliminarExcelente análisis. Mil gracias por compartir su sapiencia
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