Artículo
publicado inicialmente en castellano, inglés y francés en la 10° edición de la
revista “Linea Infos” dedicada a "La Expresión Artística en el Proceso
Masónico", con contribuciones de ambos lados del Atlántico, (https://www.webfil.info/post/la-musica-ceremonial-mas%C3%B3nica)
Por: Iván Herrera Michel
La música ceremonial Masónica no es más
que la puesta en escena en las Logias, a partir del siglo XVII, de una muy vieja
habilidad cultural profundamente arraigada en la humanidad que al parecer surgió
en el Paleolítico Superior hace un poco más de 40.000 años. Los antropólogos
han llegado a la conclusión de que en esos tiempos ya se utilizaban flautas en
contextos rituales, y han encontrado una de hueso de oso en la actual Eslovenia
que data de hace unos 43.000 años de la que se discute si era de los
neandertales, y otra en Alemania de marfil de mamut de alrededor de 35.000 años
que se atribuye a los cromañones.
Al nacer la Masonería especulativa a
principios del Siglo XVIII, es en las Constituciones de Anderson de 1723 en
donde hallamos las más antiguas canciones impresas. Y a partir de esa fecha las
encontramos en todas partes en muy variadas formas, ya sea a la manera de
himnos, cánticos, composiciones instrumentales, marchas, Etc. Experimentando un
notable florecimiento.
Su propósito principal ha sido el de recrear
y ambientar las historias, mitos y alegorías de la Masonería además de animar
los banquetes. Estas composiciones musicales se ajustaban a los estilos
populares de lugar y época y estaban diseñadas principalmente para el disfrute
y el regocijo de los miembros de las logias, y celebraban frecuentemente las
virtudes y habilidades de sus líderes culminando con una invitación a brindar
en su honor.
Pero también las encontramos destinadas a
momentos específicos del ritual como a la entrada al Taller, el reconocimiento
de los HH:., el encendido de las luces, el preguntar por la hora de iniciar o
concluir los trabajos, la apertura de los mismos, un receso, la circulación del
Tronco de la Viuda, la Cadena de Unión, el apagado de las luces, la salida del
Taller, las pruebas, las purificaciones, los viajes…
Se destacaron en el siglo XVIII como
compositores de música Masónica Jean Christophe Naudot, Luis Nicolás
Cleramboult, François Girourt, y sobre todo Wolfgang Amadeus Mozart, quienes
otorgan a la música Masónica carta de nobleza componiendo verdaderas obras
maestras. En el extremo productivo se encuentra W. A. Mozart, con once piezas
magistrales compuestas especialmente para la Orden.
Ahora bien, ¿Qué características debe
poseer una composición para ser considerada como Masónica? La respuesta es
sencilla: Que habiendo sido preparada para uso exclusivo en las Logias o dispuesta
para ese fin, brinde en su composición un aire portador de emoción y que
gracias a la letra, a la música y/o la voz del cantante, se trascienda las
diferentes fases de una ceremonia Masónica.
Las letras siempre hacen referencia a
los valores morales o a las cualidades Masónicas. Verbi gracia, los principios
de libertad, igualdad y fraternidad, al tiempo que se convertían en la divisa
de la República Francesa eran promulgados en las Logias y se encuentran en el
texto de sus canciones, al lado de símbolos esenciales de la Masonería como el
compás, la escuadra, la piedra bruta y tallada, el cincel, etc.
Los estudiosos han encontrado que sí existen
modos musicales Masónicos. Por ejemplo: la tonalidad de Mi bemol mayor portando
tres bemoles, sería Masónica bajo la explicación de que el simbolismo de la
Orden hace a menudo referencia al número tres. Es innegable que los Masones compositores
lograron introducir con éxito alusiones simbólicas relacionadas con la
Masonería en sus obras.
Un claro ejemplo se encuentra en la
obertura de "La Flauta Mágica" de Mozart, cuyo libreto escribió
el también Masón Emanuel Schikaneder. En esta pieza, el compositor emplea la
repetición de tres veces tres acordes, un recurso rítmico que no deja lugar a
dudas sobre su intención de representar la batería del Grado de Aprendiz.
Sin embargo, los especialistas coinciden
en que no es posible componer música Masónica relegando la inspiración melódica
en la búsqueda de una construcción puramente matemática o geométrica para
reflejar el simbolismo de la Orden. De allí, solo puede resultar un maridaje
musical deficiente y sin mayor calidad, contraviniendo el principio fundamental
de que la música en las reuniones debe, ante todo, provocar una emoción en el
oyente que complemente y enriquezca los contenidos del método de construcción Masónico
en curso.
“La Flauta Mágica” es una obra
escrita por y para Masones, y para su comprensión plena hay que conocer la
ceremonia de Iniciación del Rito Zinnendorf, tal como se practicaba en Austria
en los 1700s y lo conoció Mozart, y no cómo se lleva a cabo en el Siglo XXI.
Este es un rito exclusivamente cristiano trinitario que consta de siete Grados con
marcadas diferencias con los ritos Escocés Antiguo y Aceptado, Francés, York,
Emulation o el Menfis Mizraim, para solo citar unos cuantos ejemplos de los más
practicados en la Europa latina, las islas británicas, las tres Américas y
África.
De otro modo, "La Flauta Mágica"
no sería más que un cuento de hadas entretenido, salpicado de uno que otro
contenido Masónico, basado en la cultura popular alemana, en donde el humor de
Papageno se convierte en el foco principal, eclipsando la exaltación de la
virtud, la justicia y la luz que disipan las fuerzas del mal. Así como los
elogios a una sabiduría sustentada en el conocimiento de la verdad. Es la
mirada desde el Rito Zinnendorf del Siglo XVIII lo que brinda la comprensión plena
de los elementos que confieren a "La Flauta Mágica" la
totalidad de su carácter Masónico.
La lista de los Masones que han sido músicos
es larga. Además de los citados incluye a I. J. Pleyel, Johan Christian Bach,
Jean Sibelius, Franz Joseph Haydn, Felix Mendelssohn Bartholdy, Hector Berlioz,
Nicolo Paganini, Franz Liszt y John Philip Souza, entre los clásicos, así como
cultores de la música popular de la talla de Duke Ellington, Nat “King” Cole,
Louis Armstrong… pero siempre hay que distinguir que muchos de ellos no
compusieron obras para ser interpretadas con fines Logiales, aunque durante su
paso por la Orden con frecuencia deleitaban con el ejercicio fraternal de su
talento. Por lo tanto, su música no puede ser considerada como Masónica.
La importancia de la música en la
Masonería es de tal naturaleza, que en la mayoría de las Logias, sin distingo
del rito en que se trabaja, eligen a un oficial encargado de una “Columna de
la Armonía” dispuesta para dotar de melodías a las ceremonias y los ágapes.
No se trata de solo hacer sonar el himno
nacional en la Instalación de dignidades, de ambientar las pausas con la “Pequeña
Cantata Masónica” y, en ocasiones luctuosas, la “Marcha Fúnebre Masónica
K477” de Mozart, o de adornar las Tenidas entonando la “Canción de la
Alegría”, en la versión que empieza con “Escucha, hermano / la canción
de la alegría / el canto alegre del que espera / un nuevo día. / Ven, canta,
sueña cantando / vive soñando el nuevo sol / en que los hombres / volverán a
ser hermanos...”.
Escuchar las melodías apropiadas, entrelazadas
con cada momento de un ritual Masónico, siempre es una experiencia maravillosa
que no debe eclipsar a los dos principales protagonistas de los trabajos que
son la palabra y el silencio, sino por el contrario constituir con ellos un
solo corpus iniciático.
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