"El Maestro Masón debe ser digno de confianza,
a la vez constante, leal y sincero,
y jamás tendrá nada que lamentar.”
Manuscrito Regius (1390)
a la vez constante, leal y sincero,
y jamás tendrá nada que lamentar.”
Manuscrito Regius (1390)
Por: Iván Herrera Michel
Uno de los símbolos Masónicos más difundidos en la decoración de las Logias alrededor del mundo lo constituye el piso de cuadros blancos y negros del Taller conocido como el Mosaico, el Pavimento y el Tablero.
En algunas Logias lo encontramos como un pequeño tapete en el centro del salón en forma de tablero de ajedrez, en otras esos mismos cuadros blancos y negros van de una pared a otra del recinto, o solo ocupan el piso de la Cámara del Medio, o se presentan en diversas variaciones.
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Aunque no hay unanimidad al respecto, el sentido general permanece siempre muy apegado a que el negro representa el mal y el blanco el bien, sin importar si es descrito desde la óptica metafísica, filosófica, teológica, moral, o desde la perspectiva racional.
Ya desde los tres pensadores griegos que sirven de punto de partida formal a la filosofía occidental las reflexiones sobre el bien y el mal se hacen presentes.
Sócrates identificó la bondad con la virtud moral y a ésta con el saber. Afirmó que la virtud es inherente al hombre que es virtuoso por naturaleza y que los valores éticos son constantes, por lo tanto el mal es el resultado de la falta de conocimiento.
Platón dice que el bien es la idea suprema y el mal la ignorancia.
A su vez, Aristóteles considera una acción buena aquella que conduce al logro del bien del hombre, por lo tanto, toda acción que se oponga a ello sería mala, y la bondad un atributo trascendental del Ser.
En el siglo XVII Thomas Hobbes concluyó que el hombre era un lobo para los otros hombres, pero que podían vivir armónicamente en una sociedad que les anulara la parte peligrosa mediante un contrato social. Un poco más tarde, en el XVIII, Jean-Jacques Rousseau precisó que el hombre es naturalmente bueno, y la Sociedad lo corrompe.
Más cerca de nosotros, el filósofo Fernando Savater sostuvo que “el traicionar el punto de partida a favor que debemos tener hacia el otro, es el punto del mal en el sentido moral más estricto”.
Paralelamente, los teólogos occidentales explican el bien y el mal a partir de referentes vinculados con deidades bondadosas y malvadas, mientras que los sistemas filosóficos orientales tienden a referirse a la existencia siempre presente de opuestos.
En 1932, Einstein le pregunta a Freud ¿por qué la guerra?, y Freud le contesta que toda acción está compuesta de Eros y Tánatos, o sea, de amor y muerte.
Los antropólogos nos recuerdan que nuestros ancestros cromañones duraron 10.000 años en guerra con los neardentales hasta hacerlos desaparecer de la faz de la tierra. Los sicólogos evolucionistas nos proponen que la conducta humana puede ser entendidas conociendo su historia evolutiva. Y los científicos naturales nos informan que la violencia entre individuos de una misma especie es un comportamiento habitual en el reino animal.
Mientras tanto, el gran público, siempre prosaico y alejado de abstracciones, canta en español en América con Discépolo desde 1935: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé / en el quinientos seis / y en el dos mil, también / que siempre ha habido chorros / maquiavelos y estafaos / contentos y amargaos / barones y dublés”.
Y en Europa con Edith Piaf canta en francés desde 1960: “Non, rien de rien, non, je ne regrette rien / ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal / tout ça m`est bien égal / non, rien de rien, non, je ne regrette rien / c`est paye, balaye, oublie, je me fous du passe“ (No, no me arrepiento de nada / Ni del bien que me han hecho, ni del mal / Todo eso me da igual / No, nada de nada / No, no me arrepiento de nada / Está pagado, barrido, olvidado / Me da lo mismo el pasado).
Por su parte, el mundo de habla inglesa canta en coro con John Lennon desde 1971: “Imagine there's no heaven / It's easy if you try / No hell below us / Above us only sky / Imagine all the people / Living for today... / Imagine there's no countries / It isn't hard to do / Nothing to kill or die for / And no religion too / Imagine all the people / Living life in peace...” (Imagina que no existe el Cielo / es fácil si lo intentas / sin el Infierno debajo nuestro / arriba nuestro, solo el cielo / Imagina a toda la gente / viviendo el hoy... / Imagina que no hay países / no es difícil de hacer / nadie por quien matar o morir / ni tampoco religión / imagina a toda la gente / viviendo la vida en paz…)
Es muy difícil explicar a ciencia cierta la naturaleza y origen del bien y el mal o dar razón de su existencia, pero si se puede fácilmente identificar la disposición de algunas personas hacia la hostilidad con sus semejantes o hacia la benevolencia.
La Masonería, concebida desde un principio como un punto de encuentro de personas diferentes, no podría ser ajena a la experiencia del bien y el mal en su interior, y parte de su método de construcción consiste en recordar que permanentemente nos encontramos transitando un terreno plagado de bondades y maldades, de ignorancia y de sabiduría, de luz y de tinieblas, de valores y antivalores, de cualidades y defectos y de vicios y virtudes.
De hecho, el mosaico de cuadros blancos y negros se encuentra dentro de la Logia indicándonos, por contera, que el tema del bien y el mal puede ser también un asunto interno y no solo del mundo exterior.
Ya desde los tres pensadores griegos que sirven de punto de partida formal a la filosofía occidental las reflexiones sobre el bien y el mal se hacen presentes.
Sócrates identificó la bondad con la virtud moral y a ésta con el saber. Afirmó que la virtud es inherente al hombre que es virtuoso por naturaleza y que los valores éticos son constantes, por lo tanto el mal es el resultado de la falta de conocimiento.
Platón dice que el bien es la idea suprema y el mal la ignorancia.
A su vez, Aristóteles considera una acción buena aquella que conduce al logro del bien del hombre, por lo tanto, toda acción que se oponga a ello sería mala, y la bondad un atributo trascendental del Ser.
En el siglo XVII Thomas Hobbes concluyó que el hombre era un lobo para los otros hombres, pero que podían vivir armónicamente en una sociedad que les anulara la parte peligrosa mediante un contrato social. Un poco más tarde, en el XVIII, Jean-Jacques Rousseau precisó que el hombre es naturalmente bueno, y la Sociedad lo corrompe.
Más cerca de nosotros, el filósofo Fernando Savater sostuvo que “el traicionar el punto de partida a favor que debemos tener hacia el otro, es el punto del mal en el sentido moral más estricto”.
Paralelamente, los teólogos occidentales explican el bien y el mal a partir de referentes vinculados con deidades bondadosas y malvadas, mientras que los sistemas filosóficos orientales tienden a referirse a la existencia siempre presente de opuestos.
En 1932, Einstein le pregunta a Freud ¿por qué la guerra?, y Freud le contesta que toda acción está compuesta de Eros y Tánatos, o sea, de amor y muerte.
Los antropólogos nos recuerdan que nuestros ancestros cromañones duraron 10.000 años en guerra con los neardentales hasta hacerlos desaparecer de la faz de la tierra. Los sicólogos evolucionistas nos proponen que la conducta humana puede ser entendidas conociendo su historia evolutiva. Y los científicos naturales nos informan que la violencia entre individuos de una misma especie es un comportamiento habitual en el reino animal.
Mientras tanto, el gran público, siempre prosaico y alejado de abstracciones, canta en español en América con Discépolo desde 1935: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé / en el quinientos seis / y en el dos mil, también / que siempre ha habido chorros / maquiavelos y estafaos / contentos y amargaos / barones y dublés”.
Y en Europa con Edith Piaf canta en francés desde 1960: “Non, rien de rien, non, je ne regrette rien / ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal / tout ça m`est bien égal / non, rien de rien, non, je ne regrette rien / c`est paye, balaye, oublie, je me fous du passe“ (No, no me arrepiento de nada / Ni del bien que me han hecho, ni del mal / Todo eso me da igual / No, nada de nada / No, no me arrepiento de nada / Está pagado, barrido, olvidado / Me da lo mismo el pasado).
Por su parte, el mundo de habla inglesa canta en coro con John Lennon desde 1971: “Imagine there's no heaven / It's easy if you try / No hell below us / Above us only sky / Imagine all the people / Living for today... / Imagine there's no countries / It isn't hard to do / Nothing to kill or die for / And no religion too / Imagine all the people / Living life in peace...” (Imagina que no existe el Cielo / es fácil si lo intentas / sin el Infierno debajo nuestro / arriba nuestro, solo el cielo / Imagina a toda la gente / viviendo el hoy... / Imagina que no hay países / no es difícil de hacer / nadie por quien matar o morir / ni tampoco religión / imagina a toda la gente / viviendo la vida en paz…)
Es muy difícil explicar a ciencia cierta la naturaleza y origen del bien y el mal o dar razón de su existencia, pero si se puede fácilmente identificar la disposición de algunas personas hacia la hostilidad con sus semejantes o hacia la benevolencia.
La Masonería, concebida desde un principio como un punto de encuentro de personas diferentes, no podría ser ajena a la experiencia del bien y el mal en su interior, y parte de su método de construcción consiste en recordar que permanentemente nos encontramos transitando un terreno plagado de bondades y maldades, de ignorancia y de sabiduría, de luz y de tinieblas, de valores y antivalores, de cualidades y defectos y de vicios y virtudes.
De hecho, el mosaico de cuadros blancos y negros se encuentra dentro de la Logia indicándonos, por contera, que el tema del bien y el mal puede ser también un asunto interno y no solo del mundo exterior.