domingo, 29 de julio de 2012

EL ACALORADO VERANO FRANCÉS


Por Iván Herrera Michel

En el mes de septiembre de 2011, la Gran Logia Unida de Inglaterra emitió una declaración oficial mediante la cual suspendió el “reconocimiento” Masónico a la Gran Logia Nacional de Francia, y el 18 de julio de 2012 su Oficina de Asuntos Generales recomendó que se anuncie la ruptura total en la comunicación trimestral del próximo 12 de septiembre/12.


Mientras tanto, el 10 de junio/12 la Gran Logia de Austria, la Gran Logia Regular de Bélgica, La Gran Logia de Luxemburgo, la Gran Logia Alpina de Suiza y una coalición de cinco Grandes Logias germanas fundada en 1958 denominada “Grandes Logias Unidas de Alemania”, a la par que lamentaban expresamente verse obligadas a hacerlo, suscribieron “solemnemente” la “Declaración de Basilea” (por el nombre de la ciudad en que se reunieron), no solo retirando el “reconocimiento” a la Gran Logia Nacional de Francia, sino además proponiéndoselo a la Gran Logia de Francia, que es una Obediencia liberal que goza de excelentes relaciones con las Grandes Logias y Grandes Orientes franceses y del mundo que no poseen, ni están solicitando, ni aceptan un “reconocimiento” dogmático y subordinante en tópicos tan sensibles como la libertad de conciencia y la Iniciación Masónica femenina.

Las condiciones de Basilea (que son las mismas de Londres) no se hicieron esperar: Para tal efecto, la Gran Logia de Francia debe antes: 1) cortar todo vinculo de forma inequívoca con las actuales Obediencias de su amistad; y 2) no estar subordinada a un Supremo Consejo del REAA.

Sobre la segunda premisa, la semántica puede ayudar en el sentido que se quiera, pero para la primera exigencia se requiere un drástico cambio de 180 grados en el significado del vocablo y el concepto de “regularidad” frente a lo que venía sosteniendo públicamente la Gran Logia de Francia a Londres, en el simbolismo, y su Supremo Consejo del REAA a Washington, en los Altos Grados. Sin contar con la gran variación a que se vería obligada en la interpretación de las Constituciones de Anderson de 1723, sobre todo en aquello que ordena “unir lo que está disperso

En consecuencia, el verano europeo trajo consigo una oleada de exaltación Masónica, y casi no ha habido día en que un alto funcionario de la Masonería francesa, (o en su defecto un ex, o un bloguero) con eco en la prensa, se pronuncie sobre el tema desde diferentes ópticas, en un debate que en mi concepto no se ha centrado en el punto principal:

 - La locura que significa que sigamos manteniendo en el planeta Masónico los cismáticos ocho puntos de Londres de 1929 con sus reformas y afinaciones que tantos males le han traído a la Orden -

De seguir como va la discusión, el entusiasmo estival se extinguirá y como resultado tendremos a mediano plazo unas Obediencias francesas nuevas (ya nacieron de la implosión de la Gran Logia Nacional de Francia), una o dos “regulares” en ese país, y “más de lo mismo”.  Es decir, que solo estaremos ante un cambio estético y facial.

El debate se ha limitado a los alcances que pudieran derivarse de este fastidioso lío, y los cambios que traería en lo que llaman el “paisaje Masónico francés”, con un terremoto que hasta ahora ha liberado energías en Bruselas, Berlín, Luxemburgo, Viena y Basilea, pero cuyos epicentros siguen siendo indiscutiblemente la Great Queen Street de Londres y la Rue Cadet de París. Y en la línea de la historia, 1877 y 1929.

Pero la verdad es que, dada la publicidad que ha tomado el asunto en este verano, así como la calidad, historia, trascendencia y tamaño de las Obediencias involucradas de una u otra manera, sería de gran utilidad para todos que se intente un paso doctrinal y geopolítico adelante y, de una vez por todas, asumamos un gran debate sobre lo que han significado para la Masonería universal los ocho puntos de Londres, sus “reconocimientos” y el dogmatismo que procura, corrigiendo lo que haya que corregirse.

¿…será posible…?





domingo, 1 de julio de 2012

LA PALANCA


Por Iván Herrera Michel

La palanca es una barra rígida rectilínea de longitud variable utilizada para trasmitir e incrementar una fuerza, con base en un punto de apoyo o fulcro, en una tarea que busca mover o levantar con mayor facilidad un objeto pesado. Su uso se encuentra documentado desde el cuarto milenio antes de nuestra era.

De las diferentes clases de palanca que han existido, la Masonería toma alegóricamente la conocida como “de primer grado” por los constructores, que es la que se obtiene cuando se coloca el fulcro entre el obrero y el objeto. Una particularidad del simbolismo de la Orden hace que esta palanca sea de madera, haciendo referencia al mito que sostiene que el Templo de Salomón fue construido sin utilizar metales, y es a la que se refirió Arquimedes cuando pidió una para mover el mundo.

Por lo tanto, no es sorprendente que en la Masonería la palanca de primer grado simbolice la amplificación controlada de la fuerza y los pensamientos en la búsqueda de una mayor eficiencia en el propósito constructivo, venciendo con inteligencia la resistencia que se presente. Su importancia tiene que ver con la comprensión de la acción y la reacción y la ley de causa y efecto, y su utilización requiere inteligencia, discernimiento y observación de la potencia en movimiento.

Cuando la Masonería convida a sus miembros, poniendo en sus manos una palanca, a reflexionar sobre cómo puede mover con menor resistencia el pesado conjunto de sus lastres personales o interactuar con mayor eficacia en medio de sus circunstancias, en realidad los está invitando a darse cuenta de que un ejercicio razonado de su voluntad consciente y de su fuerza intelectual puede lograr grandes cosas para sí y para la humanidad.

Es una invitación esencial a desarrollar el potencial humano, en un proyecto constructivo interior y exterior que empieza con el reconocimiento de sí mismo y el atreverse a repensar en profundidad la propia biografía, a la vez que se reconoce a los otros como iguales en dignidad y respeto.

Y en este sentido, el desarrollo del potencial humano de un Masón requiere la ampliación de su conciencia personal y colectiva, identificando plenamente las razones que podría tener para mejorar su yo, su propia capacidad de acción y las características de la resistencia a superar.

Hoy en día, es común escuchar el término de apalancamiento operativo y financiero, para referirse a los costos fijos operacionales de una empresa que no son dependiente de su actividad y a la utilización de más dinero que el que se tiene. De la misma manera, al Masón se le invita a recapacitar sobre como el poder de su pensamiento y de su acción puede cambiar la realidad. Un ejemplo típico de esta capacidad multiplicadora, lo encontramos en la experiencia de Gandhi y en como la fuerza de sus ideas independizaron la India sin el uso de la violencia. Su pensamiento vigoroso fue la fuerza aplicada a la palanca política nacional que motivó la victoria sobre el poderoso imperio británico, más allá de lo que se podría suponer a partir de sus evidentemente escasas fuerzas físicas.

También sirven como palancas para la edificación de un proyecto de vida personal, la creatividad, los sueños y la imaginación. En alguna oportunidad, el Premio Nobel de Literatura George Bernard Shaw aconsejaba que “si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él”. Y el empresario estadounidense James Cash Penny afirmó con claridad algo que perfectamente se puede aplicar al simbolismo de la palanca en la Masonería: “muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia. Muéstrame un hombre sin sueños, y en él hallarás a un simple obrero”.

Para el trabajo individual y colectivo en una Logia, funciona como una gran palanca la música, el deseo de fraternizar, el egregor, el lenguaje verbal y corporal, el ritual, la sensación de solidaridad, los principios morales, el respeto al otro, la aceptación de la diferencia, el cultivo de la tolerancia, la tradición, el estudio de las herramientas del oficio, el trabajo en equipo, la confianza, el intercambio de ideas, la implicación social y un largo Etc. de cosas que conforman la experiencia Masónica, muy diferente a las de otras escuelas e instituciones Iniciáticas surgidas en el mundo antiguo, en la edad media, en la modernidad o que aún están apareciendo como propuestas novedosas o con diferentes grados de sincretismos.

Todas estas fuerzas de apalancamiento Masónicas están a nuestro alcance y pueden ayudar en la construcción de un mundo más feliz y fraterno, si las asumimos con nobleza y generosidad.

Ya que viéndolo bien, la Masonería en sí misma es una enorme palanca con la que ha contado la humanidad para sus más altos logros en los últimos tres siglos.