Y deja
una tarea pendiente
Por
Iván Herrera Michel
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Todo
hubiera quedado allí y el tema no pasaría de ser uno más de la diplomacia de
las Grandes Logias de la amistad anglosajona, sino fuera porque el 10 de junio
de 2012 la Gran Logia de Austria, la Gran Logia Regular de Bélgica, la Gran
Logia de Luxemburgo, la Gran Logia Alpina de Suiza y una coalición de cinco
Grandes Logias germanas fundada en 1958 denominada “Grandes Logias Unidas de Alemania”, se dieron el lujo de meter
mano en el panorama Masónico francés firmando la “Declaración de Basilea” por la cual invitaron a la Gran Logia de
Francia a romper relaciones con la mayoría de los Masones y Masonas de su país y
a subordinarse a la Gran Logia Unida de Inglaterra.
El
caso podría haber sido uno eminentemente francés, pero se implicaron un buen
número de Grandes Logias norteamericanas y de Europa (de las autodenominadas “regulares”), con la intención de dejar
sentado que la subordinación a Londres es lo más Masónico que puede existir en
el mundo de la diplomacia internacional.
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Lo
importante aquí para todos, es que siempre estuvo sobre el tapete la
subordinación que, en nombre de una “regularidad”
definida a partir de preceptos norteamericanos y Landmarks ingleses, se ha
impuesto en todos los continentes con graves consecuencia para la Orden.
Por
lo tanto, si algo deja claro la tirantez Londres – París de estos tres años, es que una vez más
estamos frente a la necesidad de asumir con responsabilidad uno de los más
grandes retos institucionales que tiene la Masonería hoy en día:
-
Establecer un organismo multilateral, legítimo
e idóneo, que garantice, en plena pluralidad y aceptando las diferencias, la
condición mínima que debe cumplir una organización para poder ser llamada con
propiedad “Obediencia Masónica”, alejándonos
de una vez por todas de los “Vaticanos”
de la Orden.
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Lo
primero que aprende quien tenga un mínimo de experiencia en relaciones interobedienciales,
es que siempre hay que tener cuidado y saber dónde pisar.