martes, 27 de agosto de 2024

REINTERPRETAR LO MASÓNICO AMPLIANDO EL ENFOQUE

Por Iván Herrera Michel
                          
Sé por experiencia personal que siempre es tema de debate el de hacer de la interpretación de la herencia Masónica un puente entre su pasado tricentenario y el futuro que se le asoma, en un mundo cuya evolución filosófica y tecnológica parece desplazarse en un automóvil de carrera, pero lo cierto es que la Orden requiere en la mayoría de sus instituciones de un enfoque más inclusivo y un mayor respeto a la diversidad manteniendo sin variación su integridad ideológica, sin que parezca que se está tratando de meter forzado un elefante en un Volkswagen.
                  
En resumidas cuentas, cuando hablamos de los rituales, símbolos y alegorías que se usan en la Masonería nos referimos a un cierto arte de luces y sombras que transmite sus enseñanzas. De hecho, la idea principal es que sean capaces de comunicar principios filosóficos y morales que impulsen a nivel sicológico una metamorfosis constructiva ajustada a un principio de realidad con infinitas complejidades.
                             
Indiscutiblemente, la Masonería no es un reality show filosófico y mantener la funcionalidad de los rituales y símbolos actuando como un reloj suizo es fundamental para conservar la identidad de la Orden, y en ello hay que actuar con mucho cuidado, lo que no impide reinterpretarlos sin diluirlos o darles una mirada alegórica a sus grandes documentos en lo que concierne a los mitos que no corresponden a una realidad histórica, de tal manera que sean accesibles para un sector más extenso de la sociedad.
                 
Mi opinión es que no se trata de hacer un cambio desafiante de la tradición subyacente en los símbolos y principios fundamentales de la Masonería, sino de una ampliación de su cobertura social para continuar ofreciendo una oportunidad humanista que siga derrumbando muros entre personas diferentes que viven en una época en que las migraciones están construyendo sociedades más plurales que en ocasiones parecen un collage surrealista. De hecho, esto debería ser considerado como un imperativo moral de los Masones.
                        
La tarea pasa por fortalecer un liderazgo ético dentro de las Logias y Obediencias que refleje la pluralidad del mundo exterior en momentos en que, en términos generales, los números de la membresía dejaron de aumentar como la espuma por primera vez en la historia y existen serios cuestionamientos internos y externos sobre la oferta y pertinencia de la Masonería en el siglo XXI. Lo que significa que no corren buenos tiempos para dormirse en los laureles.
                    
Y en este sentido, es notorio que grandes Obediencias históricas de diferentes estilos, como por ejemplo el Gran Oriente de Francia y la Gran Logia Unida de Inglaterra, en un cambio que ya han echado a andar, no sin grandes dificultades e incomprensiones internas, han comenzado a ampliar su diversidad étnica, de orígenes sociales, de género y de orientación sexual, y en comunicados oficiales vienen explicando que la Masonería es un espacio de verdadera construcción para todas las personas sin distingo alguno. Lo que honestamente viene siendo el primer gran cambio visible de la Orden en el siglo XXI.
                            
Afrontar el futuro no solo consiste en seleccionar a lideres que no se ajusten a los perfiles excluyentes tradicionales que aseguran una homogeneidad cada vez más débil y etérea, sino en diseñar una cultura interna de estrategias sostenibles, paralela a la necesaria instrucción Masónica, que incentive una formación adicional humanista e institucional más respetuosa, y aleje al Masón y al extraño de los sesgos y clichés.