martes, 1 de octubre de 2024

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LA MASONERÍA. GUÍA PARA APRENDICES”.

Palabras de presentación de mi libro “LA MASONERÍA. GUÍA PARA APRENDICES”, en la Librería de la Editorial Kier de Buenos Aires, Argentina, el 25 de septiembre de 2024 en compañía del escritor y tratadista Masónico Eduardo Callaey
                          
Por Iván Herrera Michel
                           
Estimadas Hermanas y Hermanos Masones,
Respetados Directivos y amigos de la Editorial Kier
Estimados amigos que hoy nos acompañan
            
Buenas tardes. Es un placer saludarlos.
                  
Eduardo Callaey presentando al autor
Quisiera comenzar estas palabras expresando el profundo privilegio que representa para mí el estar hoy aquí, en Buenos Aires, en la icónica Editorial Kier, que conocí ya hace algo más de cuatro décadas, cuando comenzaba a leer textos de Masonería, con el Manual del Aprendiz, de Aldo Lavagnini (Magister), presentando una obra que sintetiza no solo mis más de cuarenta años de experiencia en la Orden, sino también mi sincero anhelo de contribuir a su desarrollo desde mi perspectiva personal en un mundo Masónico y contemporáneo que es muy diferente al de mi Iniciación en una Logia masculina ubicada en un rincón del Caribe.
                  
Este libro que he titulado “La Masonería. Guía para Aprendices ha sido concebido con una intención clara: ofrecer a los nuevos iniciados una brújula que les permita orientarse en sus primeros pasos en nuestra Orden, y brindar a los Masones de grados superiores una oportunidad de detenerse y reflexionar nuevamente sobre los principios que nos guían, a menudo muy conocidos pero rara vez cuestionamos. Por lo que me complace compartirlo con la esperanza de que sirva tanto a los que recién comienzan como a quienes llevan años practicando el método Masónico.
                     
Como algunos de ustedes sabrán, he tenido el honor de presidir organizaciones Masónicas internacionales, y desde esas atalayas he sido testigo de los enormes retos que enfrenta nuestra fraternidad al intentar preservar su esencia, mientras nos adaptamos a una realidad que avanza de forma vertiginosa. Enfrentar estos cambios, sin sacrificar nuestros valores fundamentales, es la tarea que se nos presenta, y en este libro, que ahora les ofrezco, he tratado de caminar por ese delicado sendero.
                                        
El impulso para escribir este libro surgió de una necesidad que noté durante mis años en la Masonería, y en especial durante mi desempeño como Segundo Vigilante de mi Logia. Al observar a los Aprendices que entraban a la Orden, noté que muchos se sentían abrumados por la cantidad de símbolos, rituales y enseñanzas que les eran presentados desde el principio. Al mismo tiempo, observé que algunos Maestros, después de años de servicio, perdían el norte, el sentido de asombro y la actitud de cuestionamiento que los había acompañado al principio, y se pasaban a temas ajenos a la Masonería confundiendo a los Aprendices y desviando el contenido de la Orden. Me pregunté entonces: ¿cómo podríamos volver a conectar con ese sentido de descubrimiento, tanto para los nuevos como para los veteranos?
                       
Este libro trata de buscar ser esa respuesta, y mi intención fue crear una guía clara, que ofrezca una comprensión accesible pero profunda de los símbolos y enseñanzas de la Masonería, proporcionando a los Aprendices una base sólida para sus primeros pasos, y a los Maestros una oportunidad de reexaminar sus conocimientos asignándoles significados a los rituales y símbolos a partir de una mayor abstracción centrada en la moralidad y el comportamiento individual.
                                                    
Escribir “La Masonería. Guía parta Aprendices” no fue un proceso sencillo. Fue, en muchos sentidos, similar a la labor de un Aprendiz que trabaja pacientemente sobre su piedra bruta, intentando darle forma, en cumplimiento de aquel aforismo Masónico que afirma que “lo que haces, te hace”.
                           
En este sentido, el libro inicia recordando la historia real de la Masonería, la importancia que ha tenido para las sociedades, los diferentes estilos Masónicos, la geopolítica de la Orden, su método, como deben entenderse sus grados, ritualidades y lo que llaman esoterismo, su estructura de poder y funcional interna, la labor que se espera del Aprendiz, y una detallada semiótica que sugiere una determinada forma de percibir sus símbolos. Desde ahí, pasé a desarrollar cada capítulo como una serie de lecciones interconectadas.
                        
El desafío más grande que enfrenté fue cómo presentar estos conceptos de manera que tocaran, tanto en el Aprendiz como con el Maestro, su propio rol dentro de la Orden y como seguir profundizando el aprendizaje.
                                 
Mi experiencia personal dentro de la Masonería ha sido, en gran parte, la inspiración de muchas de las reflexiones que presento en este libro. Uno de los momentos más importantes de mi vida Masónica fue mi propia iniciación. En aquel ritual, rodeado de símbolos y Hermanos que me observaban con mirada solemne, sentí una mezcla de emociones: asombro, respeto, pero también confusión. En el ágape posterior, un viejo Masón, con un tono tranquilo, me dijo: “No te preocupes si no entiendes todo hoy. El camino es largo y cada paso tiene su lección”. Esa frase quedó me grabada y, a lo largo de los años, supe que cada etapa de mi viaje Masónico tenía un significado diferente, dependiendo del momento y de las condiciones en los que me encontraba. Este libro está, en cierto modo, inspirado por esa idea: ofrecer una guía para cada fase, reconociendo que el aprendizaje nunca termina.
                           
Desde el mismo instante en que una persona cruza el umbral de nuestras Logias, la idea central de la invitación que se recibe es a que se inicie un proceso de transformación y metamorfosis. Todos los presentes sabemos que la Masonería es, ante todo, un viaje interior; un proceso que busca pulir nuestras imperfecciones, acercándonos cada vez más a la plenitud moral e intelectual con visión de sociedad.
                            
El libro aborda varios temas fundamentales. Uno de ellos es la idea de la Masonería como un proceso de transformación constante. Desde el momento en que el Aprendiz entra en la Logia, su tarea es trabajar sobre sí mismo, perfeccionando su carácter y su mente, en un proceso que no termina con la obtención de grados superiores. Al contrario, cuanto más avanzamos en la Orden, más conscientes debemos ser de la importancia de seguir perfeccionándonos.
                        
A los más nuevos Masones me dirijo de manera directa recordándoles que la Masonería, como toda empresa que vale la pena, requiere paciencia, dedicación y perseverancia. En este libro, exploro en profundidad el significado de nuestros símbolos, nuestras herramientas y rituales, no como simples objetos de estudio, sino como verdaderos portales hacia una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Porque la meta última del Masón no es solo mejorarse en una dirección humanista, sino, además, ser útil a la sociedad desde su particular entorno.
                    
Otro tema crucial es el papel de la Masonería en el mundo moderno. ¿Cómo puede una tradición tan antigua mantenerse relevante en un mundo en constante cambio? En el libro, sostengo que la respuesta está en nuestra capacidad para adaptarnos sin perder nuestros principios fundamentales. Esto significa que, como Masones, debemos estar abiertos a nuevas ideas y enfoques, sin dejar de lado los valores que nos han guiado durante tres siglos.
                           
Aunque este libro surge principalmente de mis propias experiencias y reflexiones, también quise respaldarlo con una investigación juiciosa. Durante el proceso de escritura, consulté textos clásicos de la Masonería desde el Siglo XVIII, buscando las raíces, y volví a estudiar viejos y nuevos manuales, rituales y símbolos que forman parte de nuestra práctica diaria. Esto me permitió ofrecer no solo una interpretación personal, sino también un contexto histórico y filosófico más amplio.
                         
Un aspecto que me fascinó durante la investigación fue descubrir cómo algunos de los significados convencionales de los símbolos Masónicos han evolucionado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, el símbolo de la Piedra Bruta ha sido interpretado convencionalmente de diferentes maneras a lo largo de los tres siglos que tiene la Masonería que ha llegado a nosotros, lo que me llevó a reflexionar sobre cómo nuestras propias interpretaciones cambian a medida que avanzamos en nuestro camino.
                       
Opté por un estilo de escritura accesible, pero que al mismo tiempo invitara a la reflexión. La Masonería, en mi opinión, no debe presentarse como algo inaccesible o misterioso, sino como algo que puede ser aplicado en la vida personal y cotidiana. Este enfoque me permitió escribir un libro que pudiera ser útil tanto para los recién iniciados como para los Maestros más experimentados. De esta forma, el género del libro podría describirse como un híbrido entre el ensayo filosófico y el manual práctico. No es solo una guía técnica sobre los rituales y símbolos, sino una invitación a reflexionar sobre los principios que sustentan nuestra Orden y cómo pueden aplicarse en el mundo actual.
                            
El proceso de escritura fue, sin duda, una montaña rusa emocional. Hubo momentos en los que sentí que las palabras fluían fácilmente y otros en los que parecía que no podía avanzar. Uno de los mayores desafíos fue encontrar un equilibrio entre la claridad y la profundidad. Quería asegurarme de que los conceptos fueran comprensibles para los Aprendices, sin sacrificar la riqueza simbólica que caracteriza a la Masonería.
                 
Una de las mayores satisfacciones fue recibir comentarios de algunos Hermanos que leyeron los primeros borradores, especialmente los cuatro jóvenes Aprendices que en ese momento tenía mi Logia. Sus comentarios, sugerencias y reflexiones me ayudaron a pulir el texto y me dieron la certeza de que estaba en el camino correcto. Saber que el libro resonaba con Masones de diferentes grados y experiencias fue una de las mayores recompensas del proceso de escritura.
                       
Sin embargo, este texto no es solo para los Aprendices. A los Maestros y a los Masones de grados superiores, les propongo un ejercicio constante de autoexamen. Al leer este libro, les invito a reconsiderar y revisar la forma en que han internalizado los rituales, símbolos y enseñanzas que han acumulado a lo largo de los años. Como guías dentro de nuestra fraternidad, los Maestros tienen la responsabilidad de estar en constante crecimiento para poder acompañar a los nuevos iniciados con la sabiduría que solo se obtiene a través de la experiencia y la reflexión.
              
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la Masonería hoy en día es el de mantenerse fiel a sus enseñanzas fundamentales, mientras responde a las demandas de un mundo cada vez más diverso, plural y veloz. En este libro, exploro la idea de que no hay contradicción entre ambas aspiraciones. La Masonería ha sido, desde sus orígenes, un espacio para el pensamiento libre y el progreso moral. No es una institución estática, porque su fortaleza reside precisamente en su capacidad para adaptarse a los tiempos, sin perder su esencia.
                        
En varios de los capítulos hago un llamado claro a la inclusión y a la diversidad dentro de nuestras Logias. En un mundo donde las divisiones son cada vez más marcadas, la Masonería debe erigirse como un ejemplo de fraternidad universal. Si algo podemos aportar como Masones es la idea de que la unidad no se basa en la uniformidad, sino en el respeto mutuo por nuestras diferencias.
                      
Esta apertura hacia la pluralidad no debe ser entendida como una dilución de nuestros principios, sino como un acto de fortaleza. Al incorporar nuevas perspectivas y experiencias, enriquecemos nuestra Orden, y contribuimos a que la luz Masónica se extienda aún más, brillando en lugares donde antes parecía imposible.
                    
Una de las características que más me atraen de nuestra tradición es el uso de símbolos para comunicar verdades profundas. En este libro, me he detenido a examinar con detalle algunos de los símbolos más significativos de nuestra práctica, desde el mandil del Aprendiz hasta cada herramienta de construcción y de control del avance del trabajo. No he limitado mi análisis a su valor histórico o ritual, sino que me he permitido explorar sus implicaciones psicológicas y filosóficas.
                  
El simbolismo Masónico es, sin duda, una fuente inagotable de crecimiento personal. Cada símbolo, cada herramienta, tiene un significado que va mucho más allá de lo que podemos ver a simple vista. Mi esperanza es que este libro no solo sirva para aquellos que están iniciándose en el camino, sino también para aquellos que llevan años recorriéndolo, permitiéndoles descubrir y redescubrir pepitas de oro y tesoros escondidos en nuestra práctica simbólica.
                     
El verdadero Maestro no es aquel que cree pretensiosamente haber alcanzado la meta, sino aquel Aprendiz que ha llegado a entender que el proceso de perfeccionamiento es continuo. La verdadera maestría reside en reconocer que siempre hay algo nuevo por aprender, algo nuevo por descubrir, y que nuestro único camino sensato es el de ser eternos Aprendices alejados lo más posibles de delirios que generen percepciones erradas de la realidad o del ejercicio antimasónico de comunicar, compartir y buscar adeptos a un sistema de creencias.
                            
Permítanme, por favor, contarles otra experiencia personal que se relaciona con un Masón alejado de los delirios de grandeza: En el ágape posterior a mi Iniciación se me acercó un antiguo Gran Maestro, que había ocupado un alto cargo en la Confederación Masónica Interamericana (CMI), y me dijo que el secreto Masónico del grado 33° consistía en que nunca nadie deja de ser un eterno Aprendiz. Con el tiempo he llegado a la misma conclusión.
                          
Este libro, en resumen, no es solo una guía técnica, sino una reflexión sobre lo que significa ser Masón en el mundo contemporáneo. Mi mayor deseo es que cada lector, independientemente de su grado, encuentre algo en estas páginas que le inspire a seguir perfeccionándose. La Masonería tiene la oportunidad de ser un faro de sabiduría, siempre y cuando estemos dispuestos a adaptarnos y a seguir aprendiendo.
                   
En un mundo lleno de desafíos, la Masonería tiene una oportunidad única para reafirmarse como un espacio de crecimiento, de reflexión y de fraternidad. Si somos capaces de mantenernos fieles a nuestros principios de libertad, igualdad y fraternidad, mientras nos abrimos al cambio, estoy convencido de que nuestra Orden no solo perdurará, sino que florecerá en los años venideros.
                     
Agradezco profundamente a todos los que me han acompañado en este proceso, y espero que este libro sea una guía útil para los Masones de hoy y de mañana. La Masonería es, ante todo, un viaje de evolución personal y colectiva, y mi esperanza es que “La Masonería. Guía parta Aprendices” pueda ser útil para aquellos que buscan continuar en ese camino.
                     
LECTURA DE UN SEGMENTO DEL LIBRO
                       
Ahora, permítanme, por favor, leerles unas líneas del libro para mostrarles como está redactado. En particular los acápites correspondientes a “¿Quién puede ser Masón?” “¿Quién es Masón?” y “La iniciación Masónica”. (Página 42 a 48 del libro)
            
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Agradezco profundamente su presencia aquí hoy, y a la Editorial Kier por la oportunidad que me ha brindado para saludarlos.
                         
Muchas gracias.
                  
           

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martes, 17 de septiembre de 2024

DE LA MASONERÍA Y EL JAZZ. UNA HISTORIA INTERESANTE

Por Iván Herrera Michel

                 
Se celebra en esta semana septembrina, la cita anual en Barranquilla, Colombia, del “Barranquijazz”, que es el festival de jazz y latin jazz más importante del Caribe, y he recordado que muchos de los grandes pioneros del jazz eran Masones, específicamente de Grandes Logias Prince Hall, una rama Masónica que también nació en el marco de la lucha y la resistencia de los afroamericanos. Entre ellos estaban Duke Ellington, Louis Armstrong, William Count Basie, Cab Galloway, Nat "King" Cole, Oscar Peterson y Lionel Hampton. Es una historia fascinante, una de esas que debería contarse más a menudo, y que en resumen es así:
               
El 6 de marzo de 1775, Prince Hall y otros catorce afroamericanos fueron iniciados en la Masonería por nada menos que el General Gage, un alto militar inglés que la corona británica había enviado a sofocar las revueltas de los colonos estadounidenses que luchaban por su independencia. Lo irónico es que mientras Gage intentaba aplastar una rebelión, estaba ayudando a encender la chispa de otra, más silenciosa, pero igualmente revolucionaria: la emancipación de los afroamericanos a través de la Masonería.
                      
La Masonería Prince Hall surgió en un contexto de esclavitud brutal y segregación, y fue un pilar en la liberación de muchos esclavos. Uno de los recuentos que siempre me ha impactado es la del “Ferrocarril Subterráneo”, esa red secreta que ayudó a miles de esclavos a escapar hacia el norte, buscando refugio en Canadá. Muchos Masones estuvieron detrás de esa operación, poniendo en riesgo sus propias vidas para que otros pudieran ser libres, y es difícil imaginar la intrepidez que requería cada paso de esa travesía.
                      
En una sociedad que negaba a los negros cualquier derecho, la Masonería Prince Hall se convirtió en una estructura Masónica paralela a aquella a la que pertenecían los esclavistas: crearon escuelas, hospitales, bancos y sociedades de ayuda mutua. Era, en muchos sentidos, un "Estados Unidos negro" dentro de un “Estados Unidos blanco” que les cerraba todas las puertas. De esta Masonería surgieron asociaciones comprometidas con el desarrollo de las personas esclavizadas, como la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), que fue claramente un espacio paramasónico. Louis Armstrong, Duke y Nat King Cole, discretamente le dieron su tiempo y dinero a la NAACP. Y Martin Luther King fue miembro honorario.
                     
Las Grandes Logias Prince Hall no solo promovieron la música entre los negros, sino que les brindaron espacios para aprender y tocar. Muchos músicos encontraron en esta Masonería un lugar de apoyo, una comunidad donde podían crecer y compartir su arte. Y si lo pensamos bien, tanto el jazz como la Masonería comparten una filosofía similar: ambos valoran la transmisión oral en el aprendizaje de lo antiguo a lo nuevo. En una orquesta de jazz no se entra y se progresa solo por saber tocar, sino además por haber aprendido observando a los más experimentados. Lo mismo sucede en la Masonería: el conocimiento se transmite de forma directa, personal, de Maestro a Aprendiz
                    
Es interesante cómo estos músicos encontraban en el jazz un eco de su historia y de sus raíces, una lucha compartida, inmersos en una segregación dentro de la Orden Masónica, una contradicción que persiste hasta el día de hoy en algunas partes de los Estados Unidos. Pero a pesar de esas divisiones, el jazz encontró su propio camino, y con él, los músicos negros hallaron una voz poderosa, una que aún resuena en cada nota de las canciones que nos llegan desde esos días de lucha y liberación, y ha evolucionado hasta que podamos disfrutar en el Caribe colombiano desde 1977 el “Barranquijazz”.
            
Desde que conocí la historia, cuando escucho un buen solo de trompeta o de piano en un jazz, me viene a la mente algo más que música. Me parece estar escuchando de fondo una lucha por la libertad.
               
                 
                       
                  
                       
                          
                 
 

 

martes, 27 de agosto de 2024

REINTERPRETAR LO MASÓNICO AMPLIANDO EL ENFOQUE

Por Iván Herrera Michel
                          
Sé por experiencia personal que siempre es tema de debate el de hacer de la interpretación de la herencia Masónica un puente entre su pasado tricentenario y el futuro que se le asoma, en un mundo cuya evolución filosófica y tecnológica parece desplazarse en un automóvil de carrera, pero lo cierto es que la Orden requiere en la mayoría de sus instituciones de un enfoque más inclusivo y un mayor respeto a la diversidad manteniendo sin variación su integridad ideológica, sin que parezca que se está tratando de meter forzado un elefante en un Volkswagen.
                  
En resumidas cuentas, cuando hablamos de los rituales, símbolos y alegorías que se usan en la Masonería nos referimos a un cierto arte de luces y sombras que transmite sus enseñanzas. De hecho, la idea principal es que sean capaces de comunicar principios filosóficos y morales que impulsen a nivel sicológico una metamorfosis constructiva ajustada a un principio de realidad con infinitas complejidades.
                             
Indiscutiblemente, la Masonería no es un reality show filosófico y mantener la funcionalidad de los rituales y símbolos actuando como un reloj suizo es fundamental para conservar la identidad de la Orden, y en ello hay que actuar con mucho cuidado, lo que no impide reinterpretarlos sin diluirlos o darles una mirada alegórica a sus grandes documentos en lo que concierne a los mitos que no corresponden a una realidad histórica, de tal manera que sean accesibles para un sector más extenso de la sociedad.
                 
Mi opinión es que no se trata de hacer un cambio desafiante de la tradición subyacente en los símbolos y principios fundamentales de la Masonería, sino de una ampliación de su cobertura social para continuar ofreciendo una oportunidad humanista que siga derrumbando muros entre personas diferentes que viven en una época en que las migraciones están construyendo sociedades más plurales que en ocasiones parecen un collage surrealista. De hecho, esto debería ser considerado como un imperativo moral de los Masones.
                        
La tarea pasa por fortalecer un liderazgo ético dentro de las Logias y Obediencias que refleje la pluralidad del mundo exterior en momentos en que, en términos generales, los números de la membresía dejaron de aumentar como la espuma por primera vez en la historia y existen serios cuestionamientos internos y externos sobre la oferta y pertinencia de la Masonería en el siglo XXI. Lo que significa que no corren buenos tiempos para dormirse en los laureles.
                    
Y en este sentido, es notorio que grandes Obediencias históricas de diferentes estilos, como por ejemplo el Gran Oriente de Francia y la Gran Logia Unida de Inglaterra, en un cambio que ya han echado a andar, no sin grandes dificultades e incomprensiones internas, han comenzado a ampliar su diversidad étnica, de orígenes sociales, de género y de orientación sexual, y en comunicados oficiales vienen explicando que la Masonería es un espacio de verdadera construcción para todas las personas sin distingo alguno. Lo que honestamente viene siendo el primer gran cambio visible de la Orden en el siglo XXI.
                            
Afrontar el futuro no solo consiste en seleccionar a lideres que no se ajusten a los perfiles excluyentes tradicionales que aseguran una homogeneidad cada vez más débil y etérea, sino en diseñar una cultura interna de estrategias sostenibles, paralela a la necesaria instrucción Masónica, que incentive una formación adicional humanista e institucional más respetuosa, y aleje al Masón y al extraño de los sesgos y clichés.
                      
                                    
                         

miércoles, 14 de agosto de 2024

FUNDADORES DE LA FEDERACIÓN COLOMBIANA DE LOGIAS MASÓNICAS Y DEL SUPREMO CONSEJO OMEGA DEL REAA PARA LA REPÚBLICA DE COLOMBIA QUE ACTUALMENTE SON MIEMBROS ACTIVOS DE LOS MISMOS

Agosto 10 de 2024 (E:. V:.)
                   
Por Iván Herrera Michel
                   
Hace pocos días en un ágape al que asistieron varios Venerables Maestros y Dignidades de la Federación Colombiana de Logias Masónicas (Fedelogias) algunos de ellos me consultaron insistentemente sobre los Masones fundadores de la Fedelogias y del Supremo Consejo Omega del REAA para la República de Colombia que siguen siendo miembros activos en ambos cuerpos Masónicos.
                     
Lo primero que debo decir es que, como hoy los miembros fundadores que siguen siendo activos solo son seis QQ:. HH:., es natural que con el paso del tiempo hayan surgido narrativas que no se corresponden con la realidad de los hechos.
                             
Consultadas las Cartas Patentes de las Logias fundadoras, los documentos fundacionales de la Fedelogias, los del Supremo Consejo Omega de Nueva York y del Supremo Consejo Omega de la República del REAA para la República de Colombia, mi respuesta es la siguiente, con corte a la fecha de la consulta que fue la del 10 de agosto de 2024 (E:. V:.).
                   
Las Logias que fundaron la Federación Colombiana de Logias Masónicas fueron tres:
                        
Unión Fraternal No. 45 – 1
Unión y Democracia No. 7 – 1
Luz Hermética No. 10 – 3
                
De ellas dos forman parte actualmente de la Fedelogias:
                     
Unión y Democracia No. 7 – 1
Luz Hermética No. 10 – 3
                
Miembros de las dos Logias fundadoras de la Fedelogias cuando esta se creó que actualmente son miembros activos de la misma:
                 
Logia Unión y Democracia No. 7 – 1:
Emilio Hernandez Segovia
                     
Logia Luz Hermética No. 10 – 3:
Eduardo Valencia Fajury
Fernando Navarro Herrera
Alberto Cervantes Gonzalez
Guillermo Zapata Saavedra.
                      
Miembros colombianos del Supremo Consejo Omega de Nueva York que otorgaron el Grado 33° a los nueve Hermanos del Grado 32° de la Fedelogias que posteriormente fundaron el Supremo Consejo Omega del REAA para la República de Colombia:
                        
Jorge Maida Abdenur
Luis Francisco Correa Mena
Iván Herrera Michel
                             
De los tres, solo uno es miembro activo actualmente del Supremo Consejo Omega del REAA para la República de Colombia:
                    
Iván Herrera Michel
                    
Miembros de la Fedelogias que fundaron el Supremo Consejo Omega del REAA para la República de Colombia:
                    
Víctor Camargo Angulo
Jorge Fermín Hernandez Gómez
David Name Terán
Cirilo Quintero Rumex
Luis Abrahán Cayón Armella
Dimas Martínez Núñez
Tomás Vasquez Ospina
Luis Eduardo Cerra Jimenez
Pedro de la Rosa Reynales
                 
Miembro fundador del Supremo Consejo Omega del REAA para la República de Colombia cuando se creó que actualmente es miembro activo del mismo:
                         
Pedro de la Rosa Reynales
                        
                           
                        
                        
 
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sábado, 10 de agosto de 2024

¿POR QUÉ BOGOTÁ NO FUE SEDE DE LA PRIMERA GRAN LOGIA DE HISPANOAMERICA?

Por Iván Herrera Michel


Francisco de Paula Santander
Me han preguntado en varias oportunidades la razón por la cual, si Santafé de Bogotá era la capital constitucional de la Gran Colombia de 1821 a 1831, y su principal centro administrativo y de poder, la primera Obediencia Masónica de los países americanos de habla castellana no fue creada en esta ciudad, sino en 1824 en la provincia de Caracas, capital del Departamento de Venezuela, que era uno de los cinco en que estaba dividida la república.
           
La explicación basada en las evidencias disponibles es que el General Francisco de Paula Santander, desempeñándose como Presidente encargado de la Gran Colombia de 1821 a 1827 no aceptó apoyar la iniciativa cuando se lo solicitaron expresamente dos veces en 1822.
           
La historia es la siguiente:
            
En 1818 llega al Puerto de la Guaira, Venezuela, un joven militar brasilero de 24 años llamado José Ignacio De Abreu e Lima (1794 – 1869) proveniente de los Estados Unidos de América a donde había arribado luego de haber sido expulsado de su país por delitos políticos, y a quien el año anterior le habían ejecutado a su padre allí mismo por las mismas razones. En 1819 es aceptado con el Grado de Capitán en el ejército de Bolívar y en lo sucesivo participa en la Campaña de Apure, atraviesa el Páramo de Pisba, y participa en las batallas del Pantano de Vargas, Boyacá, Carabobo y del Lago de Maracaibo, y tiene una destacada y accidentada vida como militar, político, periodista y escritor hasta su muerte en Brasil.
                 
José Ignacio de Abreu e Lima
De Abreu e Lima, antes de haberse sellado la independencia de Venezuela con la batalla naval del Lago de Maracaibo (1823), y mucho antes de haber concluido la Campaña del Sur (1820 – 1826) de la Gran Colombia que consolidó la independencia de Perú y Bolivia, se dio a la tarea inédita de proponerle en carta del 7 de julio de 1822 al presidente (E) de la Gran Colombia, el General Francisco de Paula Santander, la creación en Santafé de Bogotá, por ser la capital, de un “Grande Oriente de Colombia", al tiempo que le informaba sobre el estado de las Logias en el Departamento de Venezuela.
                 
Ante la ausencia de respuesta por parte del Hombre de las Leyes, De Abreu e Lima reiteraría su solicitud al General Santander en una segunda carta fechada el 16 de noviembre del mismo año. De nuevo el silencio fue la repuesta de Santander.
               
En 1824, dos años más tarde se fundó en Caracas la Gran Logia de Colombia que funcionó solo cuatro años, hasta desaparecer en 1828 para siempre por mandato de un Decreto dictatorial del General Simón Bolívar, perdiendo Bogotá la oportunidad histórica de ser pionera en ese sentido.
             
Desaparecida la Gran Colombia en 1831, en la República de la Nueva Granada se crearía el 19 de junio de 1833, en Cartagena de Indias, el "Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino", hoy "Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia", con sede actual en Bogotá. Y el 9 de septiembre en 1838 nacería en Caracas la "Gran Logia de Venezuela".
                  
Es muy posible que De Abreu e Lima se haya inspirado para hacer su reiterada solicitud al General Santander en las noticias que seguramente recibía de su país sobre la fundación en Rio de Janeiro, el 17 de junio de ese mismo año, del "Gran Oriente de Brasil" a partir de las Logias “Comercio y Artes en la Edad de Oro”, “Unión y Tranquilidad” y “Esperanza de Niterói”, que sería la primera Obediencia Masónica en constituirse en centro y sur América. Hoy en día continúa siendo monogénero masculina, y es la más numerosa de la región con noventa y siete mil miembros repartidos en dos mil cuatrocientos Logias.
              
La correspondencia de 1822 de José Ignacio de Abreu e Lima al General Francisco de Paula Santander solicitando su apoyo para la creación de un "Grande Oriente de Colombia" en Santafé de Bogotá se puede consultar en las páginas 32 a 34 del VII volumen de la recopilación que hizo el historiador Roberto Cortázar Toledo bajo el título “Correspondencia Dirigida al General Francisco de Paula Santander” que publicó la Academia Colombiana de Historia (1964-1969).
                          
                    
       
                                 
            
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 2 de agosto de 2024

LA MUSICA CEREMONIAL MASÓNICA

Artículo publicado inicialmente en castellano, inglés y francés en la 10° edición de la revista “Linea Infos” dedicada a "La Expresión Artística en el Proceso Masónico", con contribuciones de ambos lados del Atlántico, (https://www.webfil.info/post/la-musica-ceremonial-mas%C3%B3nica)
 
Por: Iván Herrera Michel
 
La música ceremonial Masónica no es más que la puesta en escena en las Logias, a partir del siglo XVII, de una muy vieja habilidad cultural profundamente arraigada en la humanidad que al parecer surgió en el Paleolítico Superior hace un poco más de 40.000 años. Los antropólogos han llegado a la conclusión de que en esos tiempos ya se utilizaban flautas en contextos rituales, y han encontrado una de hueso de oso en la actual Eslovenia que data de hace unos 43.000 años de la que se discute si era de los neandertales, y otra en Alemania de marfil de mamut de alrededor de 35.000 años que se atribuye a los cromañones.  
                
Al nacer la Masonería especulativa a principios del Siglo XVIII, es en las Constituciones de Anderson de 1723 en donde hallamos las más antiguas canciones impresas. Y a partir de esa fecha las encontramos en todas partes en muy variadas formas, ya sea a la manera de himnos, cánticos, composiciones instrumentales, marchas, Etc. Experimentando un notable florecimiento.
                    
Su propósito principal ha sido el de recrear y ambientar las historias, mitos y alegorías de la Masonería además de animar los banquetes. Estas composiciones musicales se ajustaban a los estilos populares de lugar y época y estaban diseñadas principalmente para el disfrute y el regocijo de los miembros de las logias, y celebraban frecuentemente las virtudes y habilidades de sus líderes culminando con una invitación a brindar en su honor.
                     
Pero también las encontramos destinadas a momentos específicos del ritual como a la entrada al Taller, el reconocimiento de los HH:., el encendido de las luces, el preguntar por la hora de iniciar o concluir los trabajos, la apertura de los mismos, un receso, la circulación del Tronco de la Viuda, la Cadena de Unión, el apagado de las luces, la salida del Taller, las pruebas, las purificaciones, los viajes… 
                     
Se destacaron en el siglo XVIII como compositores de música Masónica Jean Christophe Naudot, Luis Nicolás Cleramboult, François Girourt, y sobre todo Wolfgang Amadeus Mozart, quienes otorgan a la música Masónica carta de nobleza componiendo verdaderas obras maestras. En el extremo productivo se encuentra W. A. Mozart, con once piezas magistrales compuestas especialmente para la Orden.
                     
Ahora bien, ¿Qué características debe poseer una composición para ser considerada como Masónica? La respuesta es sencilla: Que habiendo sido preparada para uso exclusivo en las Logias o dispuesta para ese fin, brinde en su composición un aire portador de emoción y que gracias a la letra, a la música y/o la voz del cantante, se trascienda las diferentes fases de una ceremonia Masónica.
                         
Las letras siempre hacen referencia a los valores morales o a las cualidades Masónicas. Verbi gracia, los principios de libertad, igualdad y fraternidad, al tiempo que se convertían en la divisa de la República Francesa eran promulgados en las Logias y se encuentran en el texto de sus canciones, al lado de símbolos esenciales de la Masonería como el compás, la escuadra, la piedra bruta y tallada, el cincel, etc.
                       
Los estudiosos han encontrado que sí existen modos musicales Masónicos. Por ejemplo: la tonalidad de Mi bemol mayor portando tres bemoles, sería Masónica bajo la explicación de que el simbolismo de la Orden hace a menudo referencia al número tres. Es innegable que los Masones compositores lograron introducir con éxito alusiones simbólicas relacionadas con la Masonería en sus obras.
                      
Un claro ejemplo se encuentra en la obertura de "La Flauta Mágica" de Mozart, cuyo libreto escribió el también Masón Emanuel Schikaneder. En esta pieza, el compositor emplea la repetición de tres veces tres acordes, un recurso rítmico que no deja lugar a dudas sobre su intención de representar la batería del Grado de Aprendiz.
                            
Sin embargo, los especialistas coinciden en que no es posible componer música Masónica relegando la inspiración melódica en la búsqueda de una construcción puramente matemática o geométrica para reflejar el simbolismo de la Orden. De allí, solo puede resultar un maridaje musical deficiente y sin mayor calidad, contraviniendo el principio fundamental de que la música en las reuniones debe, ante todo, provocar una emoción en el oyente que complemente y enriquezca los contenidos del método de construcción Masónico en curso.
                          
La Flauta Mágica” es una obra escrita por y para Masones, y para su comprensión plena hay que conocer la ceremonia de Iniciación del Rito Zinnendorf, tal como se practicaba en Austria en los 1700s y lo conoció Mozart, y no cómo se lleva a cabo en el Siglo XXI. Este es un rito exclusivamente cristiano trinitario que consta de siete Grados con marcadas diferencias con los ritos Escocés Antiguo y Aceptado, Francés, York, Emulation o el Menfis Mizraim, para solo citar unos cuantos ejemplos de los más practicados en la Europa latina, las islas británicas, las tres Américas y África.
                         
De otro modo, "La Flauta Mágica" no sería más que un cuento de hadas entretenido, salpicado de uno que otro contenido Masónico, basado en la cultura popular alemana, en donde el humor de Papageno se convierte en el foco principal, eclipsando la exaltación de la virtud, la justicia y la luz que disipan las fuerzas del mal. Así como los elogios a una sabiduría sustentada en el conocimiento de la verdad. Es la mirada desde el Rito Zinnendorf del Siglo XVIII lo que brinda la comprensión plena de los elementos que confieren a "La Flauta Mágica" la totalidad de su carácter Masónico.
                         
La lista de los Masones que han sido músicos es larga. Además de los citados incluye a I. J. Pleyel, Johan Christian Bach, Jean Sibelius, Franz Joseph Haydn, Felix Mendelssohn Bartholdy, Hector Berlioz, Nicolo Paganini, Franz Liszt y John Philip Souza, entre los clásicos, así como cultores de la música popular de la talla de Duke Ellington, Nat “King” Cole, Louis Armstrong… pero siempre hay que distinguir que muchos de ellos no compusieron obras para ser interpretadas con fines Logiales, aunque durante su paso por la Orden con frecuencia deleitaban con el ejercicio fraternal de su talento. Por lo tanto, su música no puede ser considerada como Masónica.
                       
La importancia de la música en la Masonería es de tal naturaleza, que en la mayoría de las Logias, sin distingo del rito en que se trabaja, eligen a un oficial encargado de una “Columna de la Armonía” dispuesta para dotar de melodías a las ceremonias y los ágapes.
                          
No se trata de solo hacer sonar el himno nacional en la Instalación de dignidades, de ambientar las pausas con la “Pequeña Cantata Masónica” y, en ocasiones luctuosas, la “Marcha Fúnebre Masónica K477” de Mozart, o de adornar las Tenidas entonando la “Canción de la Alegría”, en la versión que empieza con “Escucha, hermano / la canción de la alegría / el canto alegre del que espera / un nuevo día. / Ven, canta, sueña cantando / vive soñando el nuevo sol / en que los hombres / volverán a ser hermanos...”. 
                   
Escuchar las melodías apropiadas, entrelazadas con cada momento de un ritual Masónico, siempre es una experiencia maravillosa que no debe eclipsar a los dos principales protagonistas de los trabajos que son la palabra y el silencio, sino por el contrario constituir con ellos un solo corpus iniciático.
                            
                  
                         
 

 

miércoles, 24 de julio de 2024

JURAMENTOS CON PENAS CORPORALES

Por Iván Herrera Michel
                  

He oído y leído que los juramentos voluntarios basados en penas corporales en contextos privados poseen ventajas para los miembros y el grupo, como por ejemplo que demuestran un mayor compromiso y lealtad, cohesionan, preservan una tradición, son símbolos de seriedad, evidencian carácter, Etc.
                  
Pero la cuestión no es tan sencilla como eso, porque cuando son exigidos o impuestos en el transcurso de una ceremonia o ritual solemne sin previa advertencia de que solo son una figura simbólica sin efectos reales, conllevan sensibles alcances de tipo legal y ético relacionados con los derechos humanos y la dignidad de las personas.
              
Lo ideal es que las asociaciones que los tienen de manera simbólica en alta estima puedan encontrar maneras distintas de fomentar los mismos valores que pretenden inducir, incluso si se está frente al previo consentimiento del que jura. De hecho, el consentimiento no legitima ni legal ni éticamente situaciones que puedan entenderse en contra de la integridad física o moral de una persona.
                  
La mayoría de los países del mundo prohíben los castigos físicos en sus constituciones y leyes nacionales, y en el plano internacional podemos mencionar principalmente, en el mismo sentido, instrumentos tales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) y la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984). Lo que significa que desde una perspectiva legal estas exigencias de ingreso terminaron siendo problemáticas.
                  
A lo largo de la historia algunas asociaciones secretas, discretas, fraternidades, órdenes religiosas o militares, tradiciones tribales, ceremonias de vasallaje, Etc. han echado mano a juramentos y promesas que incluían amenazas físicas en el evento de traición o incumplimiento de deberes. Sin que esto se pueda considerar un asunto del pasado, porque, en pleno Siglo XXI existen asociaciones privadas, fundamentadas en tradiciones, que en sus ritualidades mantienen intimidaciones y exigen aceptarlas al nuevo miembro al momento de su ingreso.
                  
Por el lado de la ética estos juramentos con castigos físicos prestados por presión ritualística, afectan la autonomía personal, que es un valor central en la ética moderna, que tiene límites cuando vienen acompañados de amenazas a las que los nuevos miembros deben someterse para ser aceptados
                 
He sabido que desde hace varias décadas una importante organización tradicional inglesa ha prescindido de la parte del castigo corporal que tenía en el texto de sus juramentos de ingreso desde hace trescientos años, y han dotado a sus antiguos signos de orden con contenidos y valores más coherentes con sus principios y valores generales.
            
En lo personal, me parece una muy buena idea.