martes, 3 de marzo de 2009

LÍMITES DE LA TOLERANCIA Y LA FRATERNIDAD

Por: Iván Herrera Michel

La Fraternidad y la Tolerancia son vínculos Masónicos que constituyen, sin lugar a dudas, unos de los rasgos más característicos con que se conoce a la Orden en la sociedad civil y uno de los pilares fundamentales de la sociabilidad Masónica.

 Y es afortunado su análisis en momentos en que muchas de las energías parecen convocarse para atender las adversidades de la coyuntura y las herencias de un pasado cismático con miras a colaborar en la construcción de un futuro superior.

 Entre los Masones y Masonas del mundo se observa que comienza a consolidarse una tendencia de pensamiento que está llamada a producir hondas mutaciones en la configuración de la Orden en el futuro. 

 Las nociones tradicionales que identificaban lo Masónico están siendo desplazadas en forma lenta pero consistente, por concep­ciones que - inspiradas en referentes contemporáneos que invocan lo fundacional -, entienden que lo Masónico no se agota en la tradición, sino que es, por el contrario, un punto de encuentro que sigue siendo innovador.

 En esta nueva acepción, lo Masónico incluye espacios liberales cada vez más amplios que no pueden ser legitimados ni gestionados en forma exclusiva y excluyente bajo la óptica ortodoxa. 

 Etimológicamente el término Tolerancia deriva del verbo latino tolerar, que significa aguantar, soportar, resistir, sufrir, consentir, permitir, etc.  Y paradójicamente, de esta definición proviene la mayor perversión del concepto filosófico del término. 

Muy flaco favor nos haríamos si, como dice el filósofo español Fernando Savater, soportamos la antropofagia como una especialidad culinaria que no compartimos pero que habría que respetar, o dejamos introducir en nuestros Talleres paradigmas que pretenden ser verdades absolutas, para no quebrantar el principio de Fraternidad, y permitir una Tolerancia concebida en los términos del Diccionario de la Real Academia Española, que significa, en su acepción más conocida: "respeto o consi­deración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras".

 Dicho lo anterior, es conveniente aclarar que la Tolerancia como condición necesaria para la socialización no contempla complicidades silenciosas hacía todo tipo de doctrina.  No se trata del "todo está bien" por el que llegamos al "nada está mal".  A contrario sensu, en nuestro caso la Tolerancia se perfecciona en el respeto de todos por los valores primordiales de la Masonería, y va de la mano con el "combate activo contra el mal".

 La Masonería, su necesidad de librepensamiento y su absoluto respeto por las convicciones de sus miembros, no es un orden vacio, sin reglas, ni valores, ni límites.

 Muy por el contrario, permitir sin reaccionar la trasgresión de los límites del cimiento pluralista de la Orden, o los intentos de atarla a una doctrina religiosa, a un partido político, a intereses mezquinos, a solapadas discriminaciones o a referentes dogmáticos, coloca de presente la debilidad de nuestras convicciones filosóficas, cuando no la complicidad con quienes no respetan el terreno ideológico que se necesita para el ejercicio de la libertad de conciencia que ha caracterizado a la institución en los últimos cuatro siglos.

 Una Masonería que se rehúsa a entregar una Tolerancia de alto nivel a la próxima generación, que se distingue por su indiferencia con respecto a las ambiciones, vicios y pasiones de sus miembros, a la que todo le da igual, y que se acostumbra a transitar por la calle del medio, a nadar entre dos aguas, por decencia, consideración o deseos de no polemizar, renuncia al contenido ético que soporta el deber ser institucional.  Es decir, pone en grave riesgo la posibilidad del libre examen que nos enorgullece.

 De igual manera, podríamos referirnos a la Fraternidad Masónica, para el caso que nos ocupa no la que proclamó la Revolución Francesa del siglo XVIII, con matices políticos, sino la que se relaciona con el afecto y la amistad que nece­sariamente produce el colegaje entre aquellos que unen sus vidas y sus esfuerzos a un proyecto trascendente común.

 ¿Debe un Juez Masón, en aras de la Fraternidad, absolver a un delincuente que asiste regularmente a una Logia Masónica?

 ¿Son tolerables todas las doctrinas y opiniones, cualquiera sea su naturaleza e intención, incluso a costa de que vayan claramente contra los derechos humanos y el progreso de la humanidad?

 ¿A qué estamos obligados exactamente, bajo la perspectiva de la Tolerancia y la Fraternidad Masónica, cuando nos referimos al régimen del Masón Augusto Pinochet?

 ¿Qué conducta debe asumir un Masón hacer cuando una Gran Logia comienza a girar en torno a los metales o cuando es evidente el aprovechamiento personal del patrimonio de la Orden? 

 ¿Estamos obligados a tener relaciones fraternales con las 51 Grandes Logias "de blancos" de los Estados Unidos y no con las 63 "de negros" ni con las femeninas?

 ¿Tiene derecho una autoridad Masónica a exigirnos antipatías hacia otros Masones o a arrastrar una Gran Logia hacia la confrontación con otra?

 No sería sorprendente que la respuesta mayoritaria a estos interrogantes sea negativa, por lo que en consecuencia podríamos concluir que la Tolerancia y la Fraternidad Masónica tienen un sentido coherente con el discurso social y moral de la Orden y posee unos limites claros, como son los de que la obligación de tolerar y fraternizar - de un Masón con respecto a otro Masón, o en relación con otra Logia o Gran Logia - desaparece cuando uno de ellos se aparta del proyecto fundacional Masónico, o socava las bases de la libertad de conciencia del grupo.

 Lo anterior, aun en el evento de que el infractor se encuentre a plomo con los deberes formales de su Logia, aparezca en la lista de sus miembros actuales, ostente un alto cargo o de que la Gran Logia en cuestión sea reconocida por una o muchas Grandes Logias.

 Lo correcto para un hombre o mujer libre y de buenas costumbres es que en tiempos de dificultades, obre con el realismo, la cordura, el valor y la gallardía que el imaginario Masónico exige. 

 Al hacerlo así, no me cabe la menor duda, la Orden merecerá el futuro, y la Masonería - la verdadera Masonería - saldrá adelante.

1 comentario:

jorge espinoza navarro dijo...

Respeto mucho las opiniones del QH Iván, sin embargo creo que hay una falla al erigirse en juez y jusgar la tolerancia o fraternidad que se debería ejercer en determinadas circunstancias extremas o No,cuando el único Juez para ejercerlas es nuestra propia conciencia.En el caso de un juez que jusga a un masón delincuente debe aplicar la ley como a cualquier otro de lo contrario sería complicidad y puede ser Jusgado por ello,sin embargo si puede aplicar la fraternidad en otros aspectos,quizás aconsejando una defensa adecuada etc.
La fraternidad y la Tolerancia como virtudes que debemos practicar su límite está en nuestra propia conciencia y comprensión. Son principios no cambian ni se adecuan colectivamente sino individualmente como es la enseñanza masónica.