Por Iván
Herrera Michel
De
acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, el compás es un “Instrumento formado por dos piernas agudas,
unidas en su extremidad superior por un eje o clavillo para que puedan abrirse
o cerrarse. Sirve para trazar circunferencias o arcos y tomar distancias.” Y como
suele suceder con las herramientas y los instrumentos utilizados por los
constructores, existen varias clases de ellos según su uso y manejo.
De esa
variedad, la Masonería especulativa tomó la imagen del compás que utilizaban
los canteros del siglo XVII en el labrado de piedras para duplicarlas reproduciendo
en ellas las medidas exactas de otra cincelada previamente.
El compás
es uno de los dos utensilios que más identifica a la Masonería especulativa
desde sus albores en el siglo XVII - encima, entrecruzado o debajo de una escuadra
- figurando el avance en la tarea de
imponer nuestra mejor parte y nuestro talante superior sobre nuestra condición
inferior y básica.
En la
Orden Masónica, simboliza la esencia de lo trascendente que debe animar al
Masón en
su aproximación a las decisiones y acciones que la sociedad le demanda.
Es la memoria moral de la Orden ofreciendo
instrucciones conductuales.
Expresa fundamentalmente
valores y virtudes tales como los buenos sentimientos, el altruismo, la generosidad,
el desinterés, la filantropía, la magnanimidad, la nobleza, la felicidad, la caridad,
el idealismo, la elevación de miras, la superación personal, la hidalguía, la
caballerosidad, las emociones sanas, el afecto sincero, la filosofía, la dignidad
humana, la honorabilidad, la conciencia esclarecida, la sabiduría, el honor, la
amistad, el buen comportamiento ciudadano, la inteligencia activa, el amor al
prójimo, el saber, una vida comprometida, la libertad como objetivo, la
igualdad como meta, la fraternidad como distintivo, etc.
El compás
es también el instrumento que más simboliza el trabajo intelectual y el
entendimiento del Masón, y el que, de acuerdo con los diferentes grados de
apertura de sus brazos, permite trazar círculos para delimitar nuestros
derechos y nuestros deberes en nuestras relaciones con los demás. Nos impone linderos para mantener a raya
nuestras pasiones, prejuicios y defectos, y nos indica la posibilidad del
conocimiento dentro de límites precisos que no podemos traspasar.
El
compás, con sus trazos, incita al Masón a situarse en el lado bueno de su vida
al perfilar la delicada frontera que existe entre la luz y la oscuridad, entre
el bien y el mal, entre lo apropiado y lo inapropiado, entre lo justo y lo
injusto, entre lo benevolente y lo agresivo, entre la responsabilidad y la ociosidad,
entre lo empático y lo desconsiderado, entre lo útil y lo inútil. Es por excelencia, y en consecuencia, el
instrumento para delinear una compostura elegida a partir de un andamio ético.
Pasar de
la escuadra al compás, es prosperar en el método Masónico. Es apoyarse en la base doctrinal más sólida que
puede existir – que es el corazón mismo del Masón - para la indispensable
armonía de la obra.
Implica
una razón para querer seguir siendo Masón, con todo lo que ello conlleva de construcción
interior auténtica, autosatisfecha y decidida.
En
resumen: estimula a navegar hacia el horizonte.
1 comentario:
Me parece interesante tu trabajo. Te leo desde Uruguay
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