miércoles, 31 de julio de 2013

LA INQUIETUD DE SÍ MISMO


Prólogo de mi más reciente libro “Las Herramientas Masónicas”.  Editorial Masónica.es (http://www.masonica.es/ficha/?i=108)
       
Por Javier Otaola Bajeneta
Ex Presidente de CLIPSAS, y
Ex Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica de España
                   
Javier Otaola B.
La Masonería como tradición iniciática se arraiga en la experiencia de la acción constructiva, en el trabajo creador, en la confección y estudio de las herramientas, a través de las cuales el ser humano multiplica su capacidad de acción y dialoga con el mundo que habita.  En la elección de sus herramientas elige el ser humano sus proyectos, su originalidad personal y sobre todo le descubre el problema de su propio ser: la inquietud de sí mismo (Michel Foucault) que ha sido desde siempre la tarea del pensamiento filosófico y de la espiritualidad humana, el precepto del Oráculo de Delfos - gnothi seauton - conócete a ti mismo.
                    
No es casualidad por eso que Iván Herrera Michel haya escogido el análisis de las herramientas, su significado simbólico y su valor hermenéutico para entender el método Masónico. 
                       
Esa inquietud del sí-mismo, esa necesidad de preguntarse ¿Quién soy? Es un privilegio de
los seres humanos que no alcanza ni a los animales ni a los dioses, y nos obliga a realizar una reflexión ética.  La Masonería nos sugiere que la respuesta a esa pregunta la hemos de encontrar en la ACCIÓN  en las obras que emprendamos, no tanto en los logros de esa acción sino en la intencionalidad de nuestros actos: Lo que tú haces, te hace. 
                      
La Masonería en sus rituales, en su sociabilidad y en su método desarrolla lo que Foucault denominaría “prácticas de transformación del yo” que no son sino INICIACIONES.  Iniciaciones que de diversas maneras ya se practicaban en la Grecia Clásica.  Iván Herrera Michel no deja de analizar ninguna de las herramientas que definen el trabajo del Masón, y saca de su hermenéutica luminosas reflexiones: del mazo, del cincel, de la regla de 24 pulgadas, de la palanca, del nivel, de la plomada, de la llana, del compás, de la escuadra.  Y merece destacar su reflexión sobre la piedra bruta, imagen de nuestro propio ser. 
                     
Platón recoge en el diálogo Fedón el pensamiento de Sócrates, que pone en relación nuestros actos, nuestros hechos, nuestras intenciones con el Ser que hemos llegado a ser a través de nuestros actos.  Se podría decir que terminamos EX –sistiendo a base de IN-sistir en nuestros actos, esa In-sistencia son los golpes del mazo y el cincel sobre la piedra que tallan así nuestros vicios y virtudes, nuestras cualidades y a la postre nuestro perfil humano.
                   
 Dice Sócrates.
                  
Quien en su vida ha cuidado de su alma y ha filosofado, purificándose, no teniendo en nada las riquezas y honores, quien al conocer ha despreciado los sentidos por ser engañosos, utilizando para saber solo el alma, quien de este modo obra viviendo según la razón, se libera y es digno de pertenecer a la estirpe de los dioses.
                 
La inquietud de Sí implica la experiencia de la oscuridad, del peligro de perderse en el laberinto, la búsqueda de la luz para encontrar nuestro camino nos lleva al cuidado de Sí y en ese cuidado está incluido el cuidado de los Otros: la ética.
                  
Ese conocerse a sí mismo, cuidar de sí mismo, pulir nuestro ser, no nos lleva al ensimismamiento y al enamoramiento de nosotros mismos sino que es una cierta manera de “relacionarse con”, ese cuidado de sí mismo, lo que llamamos el “pulimento de nuestra piedra” se desarrolla, en relación fraternal con otros mediante una actividad de palabra y escritura, donde se enlazan el trabajo de sí sobre sí y la comunicación con el otro: se alcanza sólo en el reconocimiento mutuo. 
                
No es un ejercicio solitario sino una práctica social. 
               
La actitud iniciática que nos propone la Logia constituye una manera nueva – no profana - de relacionarse con los otros y también con las cosas. 
                   
La iniciación a través de las “desfamiliarización” del mundo, colocándonos en nuestra desnuda humanidad, extrañándonos de la cotidianidad suscita en nosotros un sentido agudizado de lo real.
                 
Ese cuidado de sí no se puede convertir en una especie de narcisismo moral, a modo de un culturismo del espíritu, no debe quedar fijado en sí mismo o en la auto-fascinación sino que debe conducir a la materialización del imperativo ético de la Masonería: Libertad, Igualdad, Fraternidad
                   
La Masonería no es dogmática ni siquiera doctrinaria pero sí es proactiva y propone una serie de pautas abiertas que han de concretarse en cada uno de nosotros, la Masonería se presenta como el arte de sí mismo, el arte de llegar a ser de una manera plena lo que ya somos como posibilidad: la mejor versión de nosotros mismos. 
                   
El libro de Iván Herrera Michel nos ayuda en ese arte. 
              
                     
Javier Otaola B. 
                      
              

martes, 2 de julio de 2013

EL TALLER MASÓNICO

           
Por Iván Herrera Michel
                            

En la edad media, un Taller era un elemento productivo y pedagógico, práctico y teórico, que constituía de manera reglamentada la célula básica de un gremio.  Para esa época, los Talleres poseían un dueño que recibía el título de Maestro, el cual tenía bajo su responsabilidad, en disposición jerárquica laboral descendente, los oficiales o compañeros y los aprendices. 
   
No necesariamente era el lugar en donde se realizaba la labor artesanal.  El término podía referirse además (o solamente) al sitio de reunión o a la unidad económica.
       
En la terminología Masónica se denomina Taller o Logia, a la unidad primordial de la Masonería.  Es decir, al mismo tiempo, designa a un grupo de Masones trabajando mancomunadamente o al sitio en que se reúnen. 
          
Un conjunto de Talleres conforman una Obediencia Masónica (Gran Logia, Gran Oriente, Federación, Gran Priorato, Asociación, Etc.), aunque algunos de ellos prefieren trabajar de manera independiente, o, para decirlo en el lenguaje Masónico, “Bajo la Bóveda Celeste”.  Estas Obediencias, aunque son en teoría autocéfalas, suelen agruparse en asociaciones de variado espectro ideológico, con diferentes clases de delegación de la soberanía.
             
En la Masonería una Logia representa una pequeña parte de una realidad atemporal mucho más grande que excede las tres dimensiones espaciales.  A raíz de este fenómeno, la Iniciación Masónica preside una serie consecutiva de percepciones y la cognición plena de los encuentros de nuestro universo vital con el de los demás.  Una Logia figura la realidad, a la vez que es el preámbulo de esa realidad
            
En un Taller Masónico sus participantes se sirven de la realidad para crear, en la ficción, una reflexión sobre la misma.  Y aunque tengan distintas versiones de ella, en el trabajo comunitario perciben un mundo más complejo, completo y refinado.  En una Logia, cada Masón o Masona puede decidir por sí mismo la clase de persona que desea y puede ser.  O que rol quiere desempeñar en la vida.  Igual que todo el mundo. 
           
Pero con la diferencia de que emplea para la decisión una perspectiva simbólica constructiva.  Que en la Masonería está formada por eso que Charles Porset definió como una “voluminosa oferta acumulada a través del tiempo”.
           
En el Taller, los Masones y las Masonas están llamados a habitar entre la tradición y lo contemporáneo, entre el pasado y el futuro, entre lo racional y lo intuitivo, entre lo que recordamos y lo que imaginamos, entre lo que viene de vuelta de los grandes relatos y lo que está descubriendo un escenario expectante, entre lo personal y lo social, entre lo pensado y lo actuado.  Es a la vez un éxodo y un adviento, en el que la cuestión de la construcción brota de la especulación y la voluntad de cada quien.
               
En el Taller, el Masón y la Masona pueden abrirse a una clase de racionalidad no centrada
en si misma que emana de su propia esencia, y se proyecta a lo comunitario y trascendente, buscando en la especulación una razón de ser para el presente.  Puede hacer uso de su capacidad metafórica.  Mezclar multidisciplinariamente estados funcionales diferentes.
             
Por eso, siempre se ha enseñado que las dimensiones de una Logia son: de este a oeste, de norte a sur y del cielo al centro de la tierra. 
         
O sea, que todo lo abarca.  Que nada le es ajeno.