He sido
testigo de un vivo debate sobre un artículo publicado en el mes de septiembre
de 2013 en “Freemasonry Today”, que
es la revista oficial de la Gran Logia Unida de Inglaterra, escrito por John
Hamill, su Director de Proyectos Especiales, preguntándose si ya “es tiempo de modernizar los rituales… en las palabras y frases utilizadas… para
dar mayor claridad”.
El texto
se refiere tanto a las formas habladas como a las escritas en donde la
evolución del tejido ideológico de las palabras, de su significado y de su pronunciación,
varía de acuerdo con las épocas y los lugares.
Una
muestra al canto que trae Hamill, es la de la palabra inglesa “mystery” (misterio, en español) usada
comúnmente desde el siglo XVII en las Logias británicas, y hoy en día,
traducida a múltiples idiomas, con muy diferentes significados.
Si queremos
rastrear en el tiempo el significado de “mystery”
hasta el inglés que hablaban las Logias anglosajonas del siglo XVII, tenemos
que apoyarnos en el Oxford English Dictionary, que es el más respetado y
completo referente para estudios etimológicos de esa lengua. Aunque el
diccionario data de mediados del siglo XIX, de todos modos, muestra que en el
XVI con el vocablo “mystery” se
referían a una ocupación, un servicio o al ministerio de un arte, explicando
que la expresión “art and mystery””
era de común uso en los contratos en los que un aprendiz se obligaba a aprender
el oficio que el maestro le enseñara.
En otra
acepción del mismo diccionario aparece que “mystery”” denominaba un gremio comercial y conexiones, directas o
indirectas, con el oficio de los albañiles. Por otra parte, la palabra inglesa
“mystery” deriva del francés "metier, que significa "profesión” u “oficio”.
Si esta evolución llamativa del significado de una palabra se presenta en el transcurso del tiempo, en un mismo idioma y en una misma geografía, es fácil imaginar cuanto varía cuando además hace
tránsito a otro idioma. Por ejemplo, en claro
contraste con lo anterior, “misterio”
significa algo muy distinto en castellano, de acuerdo con el Diccionario de la
Lengua Española que edita la Real Academia Española:
“1. Cosa arcana o muy recóndita, que no se
puede comprender o explicar; 2. Negocio muy reservado; 3. Arcano o cosa secreta
en cualquier religión; 4. En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón
y que debe ser objeto de fe; 5. Cada uno de los pasos de la vida, pasión y
muerte de Jesucristo, cuando se consideran por separado. Los misterios del
Rosario; 6. Cualquier paso de estos o de la Sagrada Escritura, cuando se
representan con imágenes; 7. Pieza dramática que desarrolla algún paso bíblico
de la historia y tradición cristianas. Reciben especialmente este nombre
determinadas obras medievales de Francia y del antiguo reino de Aragón; 8. pl.
Rel. Ceremonias del culto sagrado; 9. pl. Ceremonias secretas del culto de
algunas divinidades.”
El paso
del “mystery” inglés al “misterio” castellano representa apenas
un ejemplo de una problematizada traducción inglés/español que degeneró el
concepto, creó nuevas asociaciones y fomentó en la Orden una deriva alejada de
la tradición Masónica inicial que propició líneas inéditas de desarrollo místico. Es un
caso entre muchos, que igualmente se presentan en todos los idiomas, porque la
traducción nunca ha sido fácil ni en su forma literal ni de manera libre.
Nuestro
patrimonio Masónico no solo es un compromiso, una propuesta y un decorum. Es también
lo que cimentó la Masonería que recibimos y consideramos útil. Envuelve
evocaciones, formas y costumbres que poseen un significado o despiertan una
inspiración.
Una
parte de ese patrimonio es material y visible (decorado, Mandiles, herramientas,
edificios, Logias…), otra es intangible (rituales, tradición, simbolismo, usos,
costumbres, metalenguajes, alegorías, leyendas, metáforas, inferencias, egregor,…), y
una más es de reconocimiento (signos, toques, palabras…). Y todas forman lo que trasmitimos
a las próximas generaciones para entender como, por qué y para que se es Masón.
He
conocido debates interminables entre los que defienden la trasmisión de lo
heredado tal cual como lo recibimos, y los que sostienen que el mensaje debe trasmitirse
de una manera más clara. Es decir, con la capacidad de remozarse conservando su
sentido, esencia y utilidad.
¿Es indispensable
conservar todas las partes sin variación? ¿Es preciso abrirnos a una
actualización del lenguaje que nos parece vetusto? ¿Existe una tercera opción?
El
debate es oportuno. Al fin y al cabo, estamos hablando de comunicar tradiciones
y conceptos por medio de palabras y símbolos que estimulan conexiones
inconscientes con el pasado.