Por Iván
Herrera Michel
"No es la mujer en la Masonería,
Tampoco es la Tradición.
Es el patrañero sin empatía,
Ya hay suficiente ilustración."
La
leyenda cuenta que mientras el Titanic naufragaba una pareja decidió morir abrazada
como la de Pompeya, dos caballeros se vistieron de frac para hacerlo como los
Gentleman que siempre habían sido, la Wallace Hartley Band interpretó 'Nearer, my God, to Thee' y hubo quien al
oírla se olvidó de la prisa. Por su lado, el chef de la pastelería pensó que era una
magnífica oportunidad para un brindis y se sirvió una copa.
Era la
medianoche de un día perfecto de suave brisa. Con un mar maravillosamente
quieto en el más hermoso de los paisajes, y un viaje que partiendo de las costas
inglesas conducía más de un millar de sueños a la primavera de un nuevo mundo.
El invierno se alejaba y los últimos Icebergs se acercaban imponentes. La
tripulación había recibido cinco advertencias de choque con hielos ese día,
pero continuaron a la misma velocidad. Y sin saberse como, cuando ni por qué, la
galanura, el savoir faire y la distinción
se mezclaron con la agonía del ensueño y el tropel de la salvación.
En grandes
áreas de la Masonería parece estar sucediendo algo parecido. Embelesadas en
discusiones eternas, oratorias sublimes, declaraciones que pocos leen,
aferrados a un pasado que no existió como lo cuentan, disfrutando conflictivas
fraternidades, galantes en glamorosos cocteles, ufanos parientes de antiguas
familias, asaltados por curiosos esoterismos, abandonadas las grandes avenidas
doctrinales, de cara a una inigualable oportunidad para el sueño de seguir
construyendo el Templo inacabado de una humanidad más feliz, pareciera que no
perciben el riesgo de ser un Titanic que choca en un océano postmoderno contra
un iceberg ecléctico, sin paradigmas y sin axiomas.
El tema
no es la mujer. Aunque su exclusión pertenezca al repertorio de la orquesta del
Titanic.
Para invalidar
la presencia de la mujer en la Masonería en igualdad de condiciones con el
varón, he escuchado toda clase de explicaciones subjetivas, raras, extrañas, esotéricas,
bíblicas, energéticas, seudocientíficas, falsos históricos, con una racionalidad
insólita, de una sociabilidad subordinada, inspiradas en San Pablo o en el
modelo mariano, prevenidas ante la lujuria de los varones, pregonando que las
mujeres antiguamente, que los incas esto, que los egipcios aquello, que los
celtas aseveran, que los anunnakis sostienen, que los reptilianos afirman, que
la cábala muestra, que el tarot enseña, que los extraterrestres consideran, que
el Kybalión dice, que la tradición indica…
El tema
no es la mujer. Aunque su discriminación forme parte de una contumaz estulticia.
La Masonería
afronta naufragios inesperados que la sorprendieron en pleno baile de celebración de pasadas glorias. Por primera vez se plantea la desaparición de
la humanidad por el cambio climático, el derretimiento de los polos, el
deterioro de la biodiversidad, la falta de agua, la insostenibilidad de la alimentación,
la deforestación de los bosques, la contaminación de los océanos, el aumento de
la población, las ecomigraciones, algún cataclismo nuclear... No se sabe qué
hacer con la inteligencia artificial, ni si hay que ponerle límites al
posthumanismo, ni como organizar una fuga a otros planetas, ni cómo enfrentar
los negacionismos, ...
Un
ejemplo al canto de necedad innecesaria, lo podemos ver en el Secretario
Ejecutivo de la Conferencia Mundial de Grandes Logias Regulares, en la XLII reunión
de la VI Zona de la Confederación Masónica Interamericana (CMI), en septiembre
de 2019, en Asunción, Paraguay, afirmando que la Masonería masculina de corte
anglosajón no supera actualmente los 700.000 miembros en total.
Claramente
es una exageración histriónica dirigida a la gradería que le pareció más
importante que un asunto doctrinal, porque no es cierto.
Si un
dato confiable existe en Estados Unidos, es el que ofrece la “Masonic Service Association” (MSA), que publica
desde 1924 el número de Masones que las Grandes Logias de hombres blancos de
USA reportan anualmente para asuntos fiscales. El guarismo de 2017 fue de 1.076.626.
Si persiste la marcada tendencia a la baja que se observa desde 1964, al cierre
del año fiscal de 2019 se estima que serán menos de un millón. La menor
cantidad contabilizada desde el inicio. Y en 25 años desaparecerían.
En lo
personal, no creo que sea importante que los Masones sean 7 millones o 700 mil.
El dato no es tan significativo, después de que se tomen el trabajo de ponerse
a trabajar en clave constructiva alejados de burbujas distractoras y autismos
institucionales.
De
hecho, aprendí de la Gran Maestra de la Gran Logia Simbólica Española y ex Vice
Presidenta de CLIPSAS, Ascensión Tejerina, citando a la antropóloga Margaret
Mead, que “nunca dudes de que un pequeño
grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. En
realidad, son los únicos que lo han cambiado.”
El tema
no es la mujer. Es algo más de fondo.
Es el patrañero
sin empatía.