Por
Iván Herrera Michel
Hace
unos días, conversando con un muy Q:. H:. italiano tocábamos el siempre decepcionante
tópico de la “venta” de Grados en la
Orden, que es algo sobre lo que además me consta que se ha comenzado a hablar
en voz alta en los principales encuentros Masónicos internacionales.
Y
como ha sido desde hace tres siglos un secreto de Polichinela quien, cuando, como,
con quien, a quien y donde venden los Grados Masónicos, y quien, cuando, como, con
quien, a quien y donde los compran, para mí ha sido una grata sorpresa esta
nueva puesta sobre el tapete.
Al
parecer, el Internet ha escalado y brindado novedosas redes atrapamoscas a sus
impulsores hasta el extremo de que existen “Confederaciones”
de Obediencias muy visibles en las redes sociales que ofrecen Grados en un
abrir y cerrar de ojos por un precio cómodo. Hasta supe de alguien que recibió en
el REAA desde el Grado de Aprendiz (1°)
hasta el de P:. del R:. S:. (32°) “A la Vista” el mismo día. Nunca supe exactamente cuánto pago el
incauto por ello, pero por lo que se rumora debieron ser el equivalente a un
par de miles de dólares.
En
ocasiones al cándido profano le sucede lo que al Rey de “El traje nuevo del emperador” (1837) de Andersen. Que creyéndose
vestido con un ropaje invisible confeccionado por un par de modistos que le
cobraron una fortuna, se expuso desnudo a la burla en un desfile público hasta
que un niño señaló “Pero si va desnudo”.
El
mercado de Grados Masónico tiene efectos en varias direcciones y cuenta con un
ingenioso arsenal de técnicas de engaño. El vendedor con su parodia se gana un
dinero inescrupulosamente, y el adquirente termina tarde o temprano
descubriendo que su “Obediencia” no
tiene ninguna respetabilidad. Y que es su Grado es tan autentico como un Rolex de 30 dolares en el Chinatown de Nueva York.
Lo
malo para la Masonería es que muchas veces se pierde un aspirante a la Orden
que fácilmente pudo haber sido un excelente Masón de no ser porque tocó la
puerta equivocada o porque se dejó seducir por un canto de sirena. Es decir, la
Orden deja de contar con un candidato del que pudiera decirse como del Cid
Campeador, “que buen vassalo! ¡Si oviesse
buen señor!”. Pero en honor a la verdad, también nos encontramos con el que
a sabiendas por ambición o ganas de obtener rápidamente lo que se ofrece por el
estudio aplicado elabora una fantasía propia para especular con ella.
No
obstante, también existen Obediencias con papeles en orden que permiten la
facilidad
de ascender mediante saltos de canguros y/o con toda seguridad en la
escala gradual, a la manera de aquellas universidades que anuncian que el 98%
de sus matriculados en Primer Grado obtiene el título. Esto también es corrupción.
Si hay dinero, hay grado, y se tendrán tantos Grados como dinero, egolatría o
sumisión se tenga. Conozco una Obediencia que ofrece su Iniciación con el
atractivo 'Trabaje desde casa', que
en la práctica, y en el mejor de los casos, lo que se ofrece es más una
educación a distancia que una construcción iniciática caracterizada por
desarrollar su método en forma grupal.
Lo
Iniciático de la Masonería es como el cariño verdadero de Manolo Escobar: “Ni se compra ni se vende”. Para todo lo
demás existen títulos que algunos se encargan de regalar, facilitar, vender o extorsionar
con ellos volviéndolos extremadamente lentos para quienes no les son afectos o
inusualmente rápido en caso contrario. Un Grado debe obtenerse paulatinamente,
en orden, con independencia del poder económico, ajeno a un sistema de premios
y castigos, y de tal manera que todos puedan llegar a la cumbre si se
aplican a ello.
Lo
de la venta de Grados no es una práctica exclusiva de la Masonería por muy
reprobable y antigua que pueda ser. Para citar un ejemplo muy diciente, podemos
recordar que, según datos suministrados por la UNESCO hace un par de años, más
de 800 “universidades” artificiales
ofrecen ilegalmente diplomas universitarios a través del Internet. Es un
mercado negro en plena expansión, y el fraude ha manchado a organismos tan
emblemáticos como la Universidad de Oxford, cuyos diplomas se llegaron a vender
por 240 euros.
Vivimos
inmersos en una sociedad en la que el mercado se ha entrometido en aspectos de
la vida que no deberían ser regidos por normas comerciales como los de la venta
de óvulos, espermas y sangre, el alquiler de vientres, el cobro del servicio de
salud pública, una celda más cómoda, el derecho a cazar un rinoceronte negro sudafricano
o una morsa canadiense en vías de extinción, combatir en Afganistán para una
patria ajena, pagar a alguien para que se someta a una esterilización, dar
dinero a un niño para obtener buenas notas, obtener el derecho a inmigrar…
En
estas condiciones, me parece lo más normal del mundo la existencia de quienes
han desarrollado un Kit “Masónico” acorde
con la liviandad de una sociedad regida por el mercado de la cultura y los
saberes enlatados, lo listo para consumir y en la que es un éxito internacional
un libro que privilegia los consejos de un padre rico, sobre los que podría
brindar un padre pobre. En este tenor, es claro que siempre habrá un
comerciante y nunca faltará un consumidor de baratijas.
Es
muy difícil impedir que el comercio de Grados Masónicos siga prosperando. Pero
siempre podremos separar la cizaña del trigo en una conversación no mayor de
cinco minutos. Soy un convencido de que a pesar de certificarlo la literatura de
la Orden desde hace tres siglos, a un verdadero Masón se le reconoce por algo más
que unos signos, unos toques y unas palabras.