miércoles, 28 de agosto de 2019

SAN MARTÍN, SUCRE Y O’HIGGINS. ¿MASONES?


                      
Por Iván Herrera Michel
          
Sobre el General José de San Martín y el Mariscal Antonio José de Sucre, si bien no hay evidencia de que hayan pisado una Logia Masónica alguna vez en su vida, existe un debate sobre su condición de Masones basado en fuentes que aún se encuentran en discusión. De Bernardo O’Higgins definitivamente no hay rastro alguno.
                   
Suele afirmarse que San Martín y O’Higgins fueron Masones bajo el supuesto errado de que la organización político-patriótica la “Gran Reunión Americana”, fundada en Londres, y sus derivadas “Logias Lautarinas”, en España, Argentina y Chile, a las que pertenecieron, eran Masónicas. Quienes así lo afirman, para justificarlo, las califican como “Logias operativas”, variando ex professo el significado semántico e histórico del concepto para conferirles etiquetas Masónicas a los dos próceres suramericanos.
                   
Sentado lo anterior, y alejados de conjeturas y suposiciones, los siguientes son los términos de la discusión en torno a una posible membresía Masónica de San Martín y Sucre.
            
JOSÉ DE SAN MARTÍN
                                       
Del General José de San Martín no está documentada su pertenencia a una Logia Masónica desde su nacimiento en 1778, en Yapeyú, Argentina, hasta su muerte en 1850, a la muy avanzada edad (para esos tiempos) de 72 años, exiliado de su patria desde hacía 26 años (huyéndole a sus enemigos en Argentina y Chile), ciego (por una mala operación de cataratas), adicto al opio (como resultado del tratamiento médico por cerca de 40 años para una úlcera gastroduodenal), rodeado únicamente por su médico, su hija, su yerno, sus dos nietas y un amigo chileno, en una casa alquilada en un pueblo pesquero francés llamado Boulogne – Sur – Mer, al lado del Canal de La Mancha.
                        
A partir de su muerte, se inició un culto patriótico a su nombre que incumplió la última voluntad expresada en su testamento, firmado en París el 23 de enero de 1844, que prohibía la realización de un funeral y un acompañamiento hasta el cementerio. El peregrinar de sus restos culminó en 1999.
                              
Se emplea como fuente primaria para probar su membresía en la Orden una medalla que circuló en plata y bronce con el perfil de su rostro, acuñada por la Logia “Perfaite Amitié” de Bruselas, Bélgica, con el texto “La parfaite amitié const.’. à l’Or.’. de Bruxelles le 7 juillet 5807, au Général San Martin, 5825” (La perfecta amistad const., al Or:. de Bruselas el 7 de julio de 5807, al General San Martín, 5825). 
                                           
Abona en beneficio de la hipótesis, no solo la forma de datar los años en la medalla, usual en la Masonería (sumando 4.000 a la era común), sino además que en 1825 San Martín residía en Bruselas, en donde pronunció su famosa frase de "Serás lo que debas ser o sino no serás nada" y escribió sus famosas “Máximas para Mercedita” dedicadas a su hija Mercedes Tomasa, que para esos años se asomaba a la adolescencia.
                            
Pero una duda nace a partir del contexto en que fue acuñada la medalla, porque seis meses antes de esa fecha (el 19 de enero de 1825), había sido publicado en el periódico “La Belge Ami du Roi et de la Patrie” (La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria), que al grabador real y Masón Henry Simon, le fue comisionado hacer una decena de medallas con el perfil de personajes, no necesariamente Masones, de la época (entre ellos Miranda).
                        
Por otra parte, no se ha encontrado una sola evidencia que muestre que San Martín recibió la Medalla. No lo menciona en su correspondencia, ni ninguno de sus allegados se refiere al tema en público o en privado.
                        
Tampoco se ha podido confirmar que para la época existiera una Logia llamada “La Perfaite Amitié” en Bruselas, aunque sí en Amberes, en cuyos archivos no se conserva memoria de la presencia de San Martín, de haber tenido correspondencia con él o de haber acuñado una medalla en su honor. 

En definitiva, la incertidumbre persiste.

JOSÉ ANTONIO SUCRE
                         
Los masones venezolanos Francisco Castillo Sanoja y Hello Castellón en la página 63 del libro “Quién es quien en la Masonería venezolana”, publicado en Caracas en 1974, sostienen que "en el archivo de la Resp:. Log:. “Perfecta Armonía No 2”, al Oriente de Cumaná, actualmente en poder de la Resp:. Log:. Bella Altagracia N 24, hay un libro de actas, con las hojas amarillentas por la acción del tiempo, donde aparece registrado con fecha de 1811, el nombre del Mariscal José Antonio (sic) de Sucre, como asistente a unas tenidas”.
               
A esta anotación se le glosa que Sucre, para ese tiempo, solo contaba con 16 años de edad, y la Masonería en Venezuela no recibe miembros tan jóvenes.
                       
En lo personal, yo sí creo en la posibilidad de que se hubiera podido hacer una excepción con un Sucre adolescente. He visto demasiadas dispensas, por diferentes motivos, en muchas partes, y esta no me sería extraña por las siguientes razones:
                    
Mariscal José Antonio de Sucre
Para alguien que a los 16 años de edad era un precoz joven Teniente, miembro de una de las más aristocráticas y adineradas familias venezolanas, con “pureza de sangre”, descendiente de nobles belgas, domiciliado en la Isla de Margarita como Comandante de Ingenieros e hijo de un Gobernador, no es difícil pensar que haya recibido el privilegio excepcional de ser Iniciado en la Masonería a una temprana edad, y que visitara con cierta frecuencia a su familia y a su Logia en su cercana ciudad natal de Cumaná. En este contexto, el acta mencionada encaja perfectamente en cuanto a tiempo y lugar.
                    
El problema surge porque en el archivo del Instituto Venezolano de Estudios Masónicos (IVEM), reposa una lista elaborada por el historiador venezolano Manuel Landaeta Rosales (1847 – 1920) en la que la fecha de fundación de la Logia “Perfecta Armonía No 2” es la del cuatro de noviembre de 1822. Es decir, once años después de la que aparece en el acta.
                    
Landaeta tuvo acceso a una enorme base de datos, gracias a que se desempeñó como Director de la Oficina para la Publicación de la Gran Recopilación Geográfica, Estadística e Histórica de Venezuela y fue Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
              
Es posible que Landaeta se haya equivocado, o que, por el contrario, los equivocados sean Castillo y Castellón.
                            
En definitiva, la incertidumbre persiste.  
                
                        
                 

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