Por Iván Herrera Michel
En realidad, la pregunta no se puede
contestar con un simple sí o un sencillo no porque hay que partir
necesariamente de la base de que entre la Masonería y la implicación social
existe un viejo romance que se remonta a sus orígenes ilustrados. La dificultad
surge cuando la palabra “woke” (despertad, en inglés) se emplea de manera
peyorativa contra toda clase de iniciativas progresistas generando una carga
semántica ambigua y un uso polarizado.
De hecho, a mí me enseñaron desde el
primer día, que la Orden trabaja en favor de la libertad, la igualdad y la
fraternidad, y que, desde sus comienzos, fue refugio para librepensadores que defendían
ideas relacionadas con el progreso, la libertad de pensamiento, la de
conciencia y los derechos del hombre y el ciudadano, entre otras. Por su lado, la Real Academia de la Lengua
Española, frente a una consulta que se le hizo contestó el 7 de abril de 2021
que “en español, con sentido equivalente al inglés “woke”, existe el adjetivo
tradicional “concienciado, - da””.
También habría que decir que para la
Masonería apoyar causas basadas en la búsqueda de la igualdad, como las del
sufragio universal, la abolición de la esclavitud, los derechos de los
ciudadanos y la educación para todos, era lo más "woke" que podía hacer en los Siglos XVIII y XIX, y aunque no se usaba esta palabra, la
esencia era la misma: ser conscientes (concienciado, diría la RAE) de las
injusticias y mover fichas para cambiar las estructuras y los sistemas de poder
reaccionarios, porque, en honor a la verdad, el progreso nunca fue opcional para una Orden
que se jacta de llevar sus luces a la humanidad, y que tampoco frunció el ceño a
la hora de hablar de derechos.
Ahora bien, también es cierto que la Masonería
tiene su lado conservador y contrario a lo “woke” que no solo está en su
estética, sino también en su resistencia a cambios estructurales. Nuestras
ceremonias, nuestras estructuras de poder administrativo, nuestros símbolos y el uso obligatorio de mandiles puede parecer un
tanto arcaico para quienes no entienden su significado profundo, pero somos una
Orden con tres siglos de existencia, y esa mezcla de tradición y modernidad constituye,
en cierto modo, una esencia dual.
En algunas obediencias, de todas las
orillas, por ejemplo, los debates sobre la Iniciación de mujeres, homosexuales
y transexuales, el reconocimiento Masónico de matrimonios igualitarios, o el
apoyo a los derechos LGBTIQ+, han sido de todo menos tranquilos. En este
sentido, es conocido que la Gran Logia Unida de Inglaterra, reputada como el guardián
mundial del masculinísmo supremacista, no solo Inicia transexuales vestidos de
mujer, sino que además participa activamente en las marchas del Día del Orgullo
Gay y se solidariza con sus reclamos a través de su sitio web y publicaciones oficiales.
Por lo que es legítimo preguntarnos sobre la paradoja de que la Masonería haya
sido progresista en el pasado, pero hoy tenga sectores que rechazan el
progresismo contemporáneo, o si es progresista solo cuando el cambio ha sido
validado por la historia, o si, por el contrario, el progresismo sigue siendo
un motor interno.
No obstante, separando el arte del artista,
si entendemos por "woke" el estar “despierto” y “concienciado”
sobre las injusticias y, en consecuencia, actuar para corregirlas, no habría mayor
dificultad en admitir la cercanía de su concepto e ideología con la historia y el texto de los rituales de
la que los Masones se enorgullecen, en especial los que tienen que ver con principios
capitulares para la Orden, como los de la libertad, la igualdad y la descolonización
del pensamiento. Por lo que se faltaría a la verdad si se niega que la
Masonería históricamente ha enarbolado banderas igualitarias e inclusivas que
coinciden con las que hoy se conocen como “woke”.
Sin embargo, ser Masón no significa surfear
en todas las modas ni ser miembro de una asociación activista. La Masonería conlleva
una actitud proactiva en las luchas sociales a la vez que es un espacio de
reflexión. Su fortaleza siempre ha estado en la reflexión pausada, en el
diálogo fraterno y en el compromiso
personal, sin que le sea dado hacer como que no ve lo que pasa fuera de sus Logias.
La Masonería no se construye en el vacío ni es una burbuja. Es una parte
integral del mundo en el que vivimos y a él se debe.
Sentado lo anterior, quizá la pregunta
no sea si la Masonería es "woke", sino si estamos siendo
fieles a nuestros principios rectores y al mandato fundacional de unir lo que
está disperso. El problema no es si la Masonería lo es, sino si la preferimos
sin riesgos, sin debates, sin consecuencias y, por consiguiente, sin colaborar con la construcción del Gran Templo de la Humanidad.
Alguna vez leí que “la Masonería no
es para vivir de los laureles del pasado, sino para construir el futuro con las
herramientas del hoy". Ser Masón es actuar con conciencia, empatía y,
sobre todo, con un compromiso activo alejado de la elegancia discursiva incolora
de decir que es progresista, pero sin exagerar, conservadora, pero solo en las
decoraciones, liberal, pero no en todo, y activista, pero no demasiado.
Un vistazo general al panorama
internacional nos muestra que en algunas Obediencias las discusiones sobre
derechos e igualdad no son diálogos fraternales desde las Columnas, sino aguerridos
combates desde las trincheras. El mayor peligro para una Obediencia no es la
modernidad, sino su incapacidad de definir si quiere ser un faro de pensamiento,
un museo de tradiciones o un grupo de buenos amigos.
En este orden de ideas, la Masonería no
es, ni debería ser, esclava de los usos en boga, pero tampoco puede permitirse
ser insensible a corregir las injusticias heredadas y combatir las de su
tiempo. Un posicionamiento personal y colectivo que sigue siendo un cincel y un
mazo con el que trabajar en la piedra bruta del presente.
Y eso, al final, siempre será atemporal
y estará más allá de cualquier etiqueta con que se le quiera exaltar o agraviar,
aunque si usamos la palabra "woke" en su sentido original (despertad,
en inglés, y concienciado, en español) frente a las injusticias sociales, la
historia de la Masonería tiene bastantes elementos que encajan en esta
definición.
Así que, cuando se pregunta si la
Masonería es “woke”, la respuesta se cae de su propio peso: la Masonería es la
encarnación histórica del espíritu de libertad e igualdad que se busca en la
era de lo woke. Estos valores constituyen un fuerte latido en el corazón de una
institución que busca guiar a la humanidad hacia un futuro más despierto y concienciado.
Y eso, por donde se le mire, es "woke" en el sentido preciso del término, gústenos o no la palabra.
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