Por Iván Herrera Michel
Desde mucho antes de que existieran los
calendarios y las palabras que hoy usamos para nombrarlo, el Solsticio fue
reconocido como un punto de inflexión, un momento en el que la luz y la sombra
marcan el ritmo de la vida y la existencia avanza por alternancia de albores y
crepúsculos. Las antiguas civilizaciones entendieron que allí se abría un
umbral, y la Masonería tomó ese símbolo para recordarnos que todo reinicio es también
un tránsito consciente, una oportunidad para un examen sereno de lo que somos y
de lo que pretendemos llegar a ser.
El Solsticio llega para recordarnos que
la luz y las sombras van siempre seguidas y que la vida personal y colectiva no
se despliega en línea recta. Hay momentos de claridad que creemos firmes y se
derrumban, y hay tiempos de penumbra que terminan enseñándonos más de lo que
pensábamos.
En la Masonería aprendemos con los solsticios
que las luces y las sombras se superponen y se heredan. Los logros iluminan,
pero también pueden distraer, las pérdidas no enseñan de inmediato, los avances
no están asegurados y los retrocesos no siempre son un descuido, porque a veces
nacen de la comodidad o de esa prisa que nos lleva a dar por sentado
lo que costó mucho construir.
El Solsticio trae implícita la
advertencia de que la luz no vuelve mejores a quienes la habitan ni la sombra deshonra
a quienes la atraviesan. Las Masonas y los Masones sabemos que hay luces que
adormecen la conciencia y sombras que obligan a pensar con más rigor. Por eso
la Masonería no ofrece aplausos ni consuelos fáciles, sino un trabajo personal
sostenido y paciente que exige saber cuándo avanzar, cuándo detenerse y cuándo
escuchar en silencio.
La verdadera luz consiste en atravesar
la sombra sin insensibilizar la conciencia y sin perder el sentido de lo humano,
en un trabajo persistente y casi siempre silencioso que permite que otros
continúen cuando nosotros ya no estemos o cuando la luz mientras avanza va dejando un
tramo del camino en penumbra.
Que este Solsticio encuentre a la
Masonería, a las Masonas y a los Masones con lucidez ante el tránsito en curso y
fieles a la tarea de mantener viva una fraternidad que no se rinde ante la
sombra ni se embriaga con la luz, porque sabe que ambas forman parte integral del
camino.
¡Que tengan unas muy útiles reflexiones
solsticiales!
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