Por Iván Herrera Michel
En Colombia es poca la
literatura relacionada con la Masonería que se publica y buena parte de ella se
debe a nuestro infatigable H:. Oscar Aguirre Gómez, comprometido como el que
más con la investigación y la difusión de diversos aspectos de la Orden.
En esta ocasión,
debemos saludar la aparición de su más reciente libro “Simón Bolívar y la Francmasonería”, editado por Grafitel y Cía. S.
en C., que cuenta en su portada con una hermosa reproducción del óleo “Bolívar” pintado en París por la cubana
Rita Matilde de la Peñuela en 1870, así como con una abundante y rigurosa
bibliografía.
En realidad, la
relación de Bolívar con el pensamiento Masónico y con los Masones de su época
(que son dos historias distintas, y de ambas se ocupa Oscar Aguirre) ha sido
fuente de vivas controversias desde hace casi 200 años.
Enviado a Europa a
completar su formación, Bolívar regresará a Venezuela casado con una aristócrata
que morirá en Caracas de fiebre amarilla el 22 de enero de 1803, tan solo ocho
meses después del matrimonio, en un giro del destino que será determinante para el
futuro del joven viudo, que entonces buscó nuevas rutas para su vida viajando de
nuevo a Europa en diciembre de ese mismo año.
Al parecer, se inició
en una Logia Masónica en Cádiz en febrero del año 1804, y aunque Michele
Varcaire en su escrito “Bolívar. El
Libertador”, sostiene haberle conocido un Diploma Masónico en su viaje de
regreso a América en 1806, la prueba reina e irrefutable de su membresía a una
Logia la constituye el Acta de la Tenida de su Aumento de Salario al Grado de
Compañero celebrada en París el 11 de noviembre de 1805, por la Logia San
Alejandro de Escocia.
Oscar Aguirre se
refiere este Acta, en cuyo texto la presentación de las firmas y el lugar
asignado al recipiendario en el Taller, muestran con toda claridad que la
ceremonia se llevó a cabo en el REAA, que es algo que no se puede afirmar de su
Iniciación en Cádiz, por cuanto para el año 1804 el Conde Grace Tilly apenas estaba
implementándolo en Francia, y mucho menos de su Exaltación al Grado de Maestro
en Londres en la célebre Gran Reunión Americana, fundada por Francisco Miranda
en 1797, sobre la cual existe una discusión aún no concluida acerca de su real
naturaleza Masónica.
No obstante, en 1828,
el mismo Bolívar le dice a Louis Perú De Lacroix que había recibido el
Grado de
Maestro Masón en París, lo que coincide con una lista de membresía publicada
por la Logia San Alejandro de Escocia en el mes de diciembre de 1805, en la que
aparece su nombre entre los Maestros Masones del Taller.
En adelante, Ángel S.
Parodi en su libro “Vida Masónica de
Bolívar” sostiene que Bolívar solicitó y le fue negado en 1814 el Grado 18 del
REAA, y la “Gaceta de Caracas” afirma
que recibió el Grado 33° del REAA en Lima, al finalizar la campaña del sur, de
manos de Antonio Valero de Bernabé, miembro de la Logia Fraternidad Bogotana N°
1. Pero esta afirmación es insostenible
si tenemos en cuenta el que Valero solo recibió el Grado 33° del REAA en el año
1843, y no podía, por elementales razones, trasmitirlo 20 años antes.
Igualmente, existe la
hipótesis de que Bolívar nunca recibió el Grado 33° por encontrarse en
Trujillo, Perú, el 21 de abril de 1824 cuando Joseph Cerneau viajó a Caracas,
procedente de Nueva York, para otorgar el Grado 33° a setenta y siete
distinguidos ciudadanos, en su mayoría que se hubieran distinguido en las
luchas independentistas, once Grados 32°, ocho Grados 30° y treinta y tres
Grados variados. Para un total de ciento
veintinueve Masones, con quienes se instalaron el 24 de junio de ese mismo año
el primer Supremo Consejo del REAA de Venezuela y la primera Gran Logia de
Venezuela con el nombre de “Gran Logia de
Colombia”, con Carta Patente de la Gran Logia de Maryland.
Para tal efecto, Cerneau
arribó y actuó con plenos poderes otorgados por el Supremo Consejo de Nueva
York, que fundado en 1813 se fusionó con el Supremo Consejo de Boston en 1867, para
instaurar el Supremo Consejo para la Jurisdicción Norte de los Estados Unidos
que desde entonces tiene su sede principal en Lexington, Massachusetts.
De todos modos, en
Nueva York existe un museo Masónico que muestra un Mandil y un Collarín del
Grado 32° supuestamente pertenecientes a Bolívar, y esto deja planteada la
posibilidad de que a Bolívar lo que se le aprobó fue el Grado 32° del REAA, sobre
el que tampoco existe indicio de que lo haya efectivamente recibido. Es posible
que Cerneau, al no haber podido conceder el Grado 32° a Bolívar se haya
devuelto con esas decoraciones escocistas a Nueva York y allí se le haya dado
una importancia acorde con la trascendencia histórica de su destinatario
inicial. De ser autentico el Mandil y el
Collarín, para los historiadores queda abierta la cuestión de que porque se le
aprobó el Grado 32° y no el 33°.
Sin embargo, la
anécdota sirvió para que algunos autores afirmaran con base en una generosa y
admirada tradición que El Libertador ostentó el Grado 33°. La verdad, es que no existe evidencia
conocida de que Bolívar haya ascendido en la escala Masónica más allá del Grado
de Maestro Masón, sin perjuicio de la influencia que la doctrina Masónica haya
podido tener en el contenido de la Carta de Jamaica, el Manifiesto de Cartagena,
el Discurso de Angostura, y en su copiosa correspondencia. Tampoco se conoce evidencia de que haya sido
en América un Masón logialmente activo.
Oscar Aguirre en su
obra “Simón Bolívar y la Francmasonería”,
se refiere con erudición a muchos otros aspectos, entre los que podríamos
resaltar la mirada estrictamente Masónica que propone sobre la coincidencia
entre el pensamiento Masónico en boga y el de Bolívar, los hechos que rodearon
el arresto de Francisco Miranda en Puerto Cabello en julio de 1812, el día en que
Bolívar compartió “habitación y techo”
con Morillo en Santa Ana el 27 de noviembre de 1820 y el encuentro con el
General San Martín en Guayaquil el 26 y 27 de julio de 1822.
Asimismo, resulta
imperdible el capítulo dedicado al Bolívar íntimo que “bastante fastidiado” se rebela a su
edecán De Lacroix, del 2 de mayo al 26 de junio de 1828, en el célebre “Diario de Bucaramanga”, que compara con
las reflexiones finales de las “Memorias
de Napoleón en Santa Elena”, reproducidas por el secretario de Bonaparte, Emmanuel
de las Cases, desde su abdicación hasta finales de 1816, cuando el autor fue
expulsado de la isla de Santa Elena por las autoridades británicas.
Y tiene por que, con qué
y cómo hacerlo Oscar Aguirre, puesto que además de Masón y escritor, ha sido
Presidente de la Sociedad Bolivariana de Santa Rosa de Cabal (1997 – 98),
fundador y director de la Gaceta Bolivariana (2000 - ), miembro fundador y
primer Presidente de Sociedad Bolivariana de Pereira (2000 – 2003), y en
especial, publicó en el año 2009 el ensayo “Entorno
a Bolívar”, y tiene inéditos los textos “Manuela Sáenz, Caballeresa del Sol” y “Flora Tristán, Hija de Bolívar”.