Por: Iván Herrera Michel
Si bien es cierto que la
Masonería con un carácter asociativo, filosófico, positivista, artístico,
libertario, metafísico, solidario, igualitario, librepensador, cristiano, espiritual,
filantrópico… y hasta iniciático, brindó la más grande lección de altruismo en
los siglos XVIII, XIX y XX, también lo es que su primera Gran Logia no fue fundada
para tan altos designios, ni concebida por la upper class británica, ni ideada por
alumnos del Eton College, ni en ella se entonaban las notas románticas del Greensleeves que dicen que
Enrique VIII le compuso a Ana Bolena.
Muy por el contrario de
los clichés doctrinales que acompañan a la Orden, los precursores de 1717 eran obreros
de su tiempo, personas sin mayor preparación, cercanas a la construcción, que
vivían en una sociedad estamental y miembros de cuatro pequeñas cuadrillas que eran
contratadas por maestros de obras de mayor influencia encargados
de los trabajos más rentables bajo la dirección suprema de Sir Christopher Wren,
que para finales del XVII y principios del XVIII era el gran contratista del
sector público en el Reino Unido y desde hacía medio siglo el encargado de la
reconstrucción de Londres.
Sir Christopher Wren |
Las cuatro Logias fundadoras
de la Gran Logia de Londres y Westminster se reunieron sin ritual alguno (eso
vendría después) y con un interés exclusivamente especulativo en lo económico,
sin veleidades filosóficas, esotéricas o filantrópicas. De hecho, los nuevos
miembros se “aceptaban”, en vez de “iniciarse”, como empezaría a hacerse
varias décadas después en Francia. La solidaridad derivaba del colegaje, la
fraternidad era camaradería y un “sistema
de moral velado en alegorías e ilustrado por símbolos” no estaba en las
cuentas de nadie en la “Goose and
Gridiron Ale House”.
Solo fue a partir de 1718
durante la primera Gran Maestría del anticuario y empleado público George Payne
y la incorporación y Gran Maestría en 1719 del francés Jean Théophile
Desaguliers, filósofo, miembro de la Royal Society y asistente de Isaac Newton,
que se fue conformando un entramado ideológico latitudinario que comenzó
quemando las reglamentaciones anteriores del gremio, y terminó en 1723 con la
aprobación de unas nuevas constituciones y la introducción formal de pompa y
circunstancia a los usos y costumbres. Ya desde 1720, para la segunda
instalación como Gran Maestro de George Payne en la Sala de Librea de la ciudad,
se llevó a cabo el primer desfile público de la Masonería, que partiendo de su
residencia fue presidido por nobles en carruajes seguidos de Masones
decorados con sus mandiles.
A partir de allí, y en
medio de las nuevas tendencias, la nobleza que tuvo en la Gran Maestría desde
1721 al hombre más rico de Inglaterra (John Montagu, Segundo Duque de Montagu,
Vizconde de Monthermer, Marqués de Monthermer y Coronel de la Guardia Montada)
no se hizo esperar, algunos Grandes Maestros estuvieron prontos a izar “el pendón de su yo” (como dijo Ortega y
Gasset) y las cosas nunca más volvieron a ser iguales. En adelante se
configuraría una orientación mezcla de nobles y científicos que contó de todos
modos con que los fundadores no eran simples obreros a semejanza de los jornaleros
del mercado, sino unos operarios que estaban al tanto del poder evocador de los
símbolos y de la forma en que estos interactúan con las personas. No se
construye una catedral sin estar en contacto con un pensamiento abstracto y
sofisticado, ni se trabaja durante años en su levantamiento sin irse
sensibilizando en un sistema de comprensiones determinado.
Si bien estaban lejos de
ser semiólogos, esos albañiles percibían cómo los símbolos que creaban se
revelaban a los observadores desde el contexto y la asociación de pensamientos.
Sin esta predisposición inicial las nuevas doctrinas difícilmente hubieran
podido conectarse con la funcionalidad del simbolismo moralizado que siguió.
Sobre esta base, la asociación
de ideas vinculada al símbolo arquetípico y la imagen se
Jean Théophile Desaguliers |
trasformaron en una
especie de metáfora dirigida a avivar la especulación al tiempo que la
suntuosidad anglosajona sentaba sus reales. El Duque de Montagu se posesionó
con las mismas cuatro Logias fundadoras y al año entregó veinticuatro y una
percepción social diferente de lo Masónico. Y como diría Valle Inclán “en aquella atmosfera de fuego, cargada de pólenes
misteriosos y fecundos, como si fuera el serrallo del universo”, se iniciaba
el Big Bang de una Masonería que trescientos años después tiene hasta una
bandera clavada en la luna.
Y no es de extrañar que la
fastuosidad se haya introducido, ya que como afirma Jon Hamill, actual Director
de Proyectos Especiales de la Gran Logia Unida de Inglaterra “el boato es algo por lo que los ingleses son
reconocidos internacionalmente como unos maestros Ya se trate de una importante
ocasión oficial como la apertura del Parlamento, una presentación del Alcalde
Mayor de Londres o un festival de verano en alguna ciudad del país, ellos tienen
un gran sentido de la tradición, el color, la precisión y el estilo”.
En contraste, las Logias
que inicialmente se reunieron en 1717 en una cervecería popular tenían como
meta vital crear un pool de la construcción que les brindara ventajas para
obtener contratos, restringir la competencia y aumentar sus ganancias. Y si
aspiraron a que los gobernara un noble, lo hicieron calculando que con su concurso
lo podrían logran con mayor facilidad ahora que una nueva dinastía (la de los
Hannover) y un nuevo rey (Jorge I) habían asumido el trono de la Gran Bretaña hacía
tres años y al anciano contratista del reino desde hacía casi medio siglo,
Christofe Wren, le pesaban sus 85 años de edad y su rol en la construcción de
Londres tenía el sol a las espaldas.
John Montagu |
Sobre todo, desde que sus
protectores de la dinastía Estuardo habían perdido la corona al fallecer Ana I
sin descendencia directa en 1714 y fueran derrotados en la sublevación y toma
de ciudades que propiciaron en 1715 y 1716, que dio lugar a que el Rey Jorge I
suprimiera el partido de los tories que apoyaba a los Estuardos y conformara un
gobierno amigo de corte liberal exclusivamente con el partido whig. Los
estuardistas lo volverían a intentar en 1719 con el apoyo de España que destinó
300 hombres de infantería a Escocia para iniciar la rebelión y un ejército de 7.000
soldados a Gales, para tomar Londres y coronar a Jacobo III. De nuevo fueron
vencidos.
La primera Gran Logia
surge en tiempos turbulentos de cambio y de definiciones en Inglaterra. La
imposición de un rey alemán que solo hablaba en ese idioma y delegaba excesivo
poder en su gabinete creó tensiones adicionales con los partidarios de unos pretendientes
Estuardos que tenían mayores razones para aspirar al trono, y por sobradas
razones Wren fue hostil hasta su muerte en 1723 a una iniciativa constituida
por cuatro Logias que buscaban socavar su poder. James Anderson afirmaría con
flema inglesa en 1738 en sus “Nuevo Libro
de las Constituciones” que Wren “las
tenía descuidadas”.
Christopher Wren fue uno
de los amigos de infancia más favorecidos por el Rey Carlos II (Estuardo). Tres
años después del gran incendio de Londres de 1666, lo nombró Inspector del
Reino (Royal Surveyor) encargándolo de las obras civiles que requirieran todos
los palacios y de la reconstrucción de la ciudad. De las 87 iglesias destruidas
por el fuego Wren reconstruyó 51, además de hospitales y bibliotecas en toda
Inglaterra y la Catedral de San Pablo en Londres en donde está enterrado. Su
propuesta de diseño de un nuevo Londres con plazas y avenidas no corrió con
suerte, y finalmente lo reconstruyó a partir del esquema original pero con
ladrillos y piedras, minimizando el uso de la madera para evitar nuevos incendios.
Fungió durante 49 años como el
máximo contratista británico, durante los cuales adquirió una fuerte autoridad
sobre los gremios de constructores.
Catedral de San Pablo de Londres |
Según datos oficiales, la
conflagración destruyó en cuatro días con sus noches 13.200 casas, 87 iglesias,
44 casas gremiales, la Casa de Aduanas, la Catedral de San Pablo, el
ayuntamiento de Londres, el palacio correccional del centro medieval y otras prisiones,
cuatro puentes sobre los ríos Támesis y Fleet y tres puertas de la ciudad. Dejó
a unas 80.000 personas sin hogar y la cifra de muertos se calcula en varios
cientos. Una verdadera tragedia que siguió a la de la gran peste que azotó a
Londres un año antes y que dejó entre 70.000 y 100.000 muertos de los 450.000
habitantes que tenía la ciudad. Frente a esto el eficiente Wren en ocho años
construyó 10.000 casas que le trajeron un gran prestigio.
Wren era toda una
personalidad para la época, había sido profesor de astronomía, arquitecto,
médico, dos veces parlamentario (1685-1688 y 1702-1705), presidente de la Royal
Society (1680 y 1682) y el mismo Isaac Newton se refería a él como un
científico brillante. Además, en virtud de sus funciones era el gran dirigente
de las Logias del reino, lo que en ocasiones se asimila en forma imprecisa a un
cargo de Gran Maestro de la Masonería Operativa, que nunca existió.
La vejez, la falta de
apoyo oficial, la incapacidad física y el largo ejercicio del octogenario
Christopher Wren fue un motivo muy importante para que cuatro logias de obreros
concibieran un cartel de la construcción al que denominaron Gran Logia de
Londres y Westminster debido a que tres de las fundadoras se reunían en
tabernas de Londres (The Goose and Gridiron, The Crown y The Apple-Tree), y la cuarta (Rummer and Grape)
en la cercana ciudad de Westminster, que era para entonces la segunda en
población del país y actualmente está ubicada en el centro del Gran Londres.
El control de larga data
de las obras por parte de Wren y el novedoso diseño de la Catedral de San Pablo
(que hoy es motivo de orgullo), construida
de 1675 a 1710 e inspirada en la de San Pedro de Roma y en la iglesia de Val de
Grace en París, ya venían recibiendo acidas críticas. Una fuerte oposición irrumpía
y fue famoso el escrito de Anthony
Ashley Cooper, tercer Conde de Shaftesbury, contra un Wren que fue despedido
finalmente en 1718 para dar paso al nombramiento de William Benson, que a su
vez duró en el puesto solo quince meses dejando una complicada estela de
enfrentamientos con sus subordinados, sus colegas, la tesorería del reino y la
Cámara de los Lores.
Jorge I Hannover |
La novedad asociativa de
1717 y la deriva de su mutación preocupó en gran medida al resto de Logias
operativas, especulativas y heterogéneas esparcidas por la Gran Bretaña que
continuaban siendo fieles a la tradición y alejó para siempre a la Masonería
del ofició de la construcción. De ahí la sátira de llamarla “moderna” con que se le comenzó a
conocer con intención mordaz.
Christopher Wren murió el
25 de febrero de 1723, cuatro meses antes que las primeras Constituciones de
Anderson abrieran las puertas a una nueva Masonería que abandonaba la idea de
ser un cartel de la construcción para tratar de unir lo disperso, ser centro de
unión y de armonía y abrir espacios a las ciencias experimentales.
Conociendo los
antecedentes de Wren, es muy posible que una asociación especulativa a medio
camino entre la Royal Society y la aristocracia británica hubiera sido de su
agrado. Aunque es muy poco probable que se hubiera incorporado al universo
hannoveriano que nacía en la Orden.