martes, 12 de junio de 2007

Los Masones y la Próxima Cruzada a Palestina

Iván Herrera Michel


La versión oficial de la historia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado sostiene que en 1736 Andrés Miguel de Ramsay, noble escocés refugiado en París, pronunció un discurso, en calidad de Orador, en una Tenida de Iniciación celebrada en la Logia Saint Thomas N° 1 de esa ciudad, en la que sostuvo lo que él cree que debe ser la Masonería Especulativa, da una versión de su historia y elabora una filosofía moral Masónica acorde con el humanismo en boga en Europa para aquellos días.

Este discurso del Caballero de Ramsay, pasa a la historia como la génesis remota de los altos Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y tiene la particularidad de introducir a la Masonería la versión de la descendencia de la Orden de unos monjes guerreros conocidos como los Caballeros del Templo – o Templarios – en clara alusión a que, en su fundación, esta Orden se ubicó en un ala del antiguo Templo de Salomón en la ciudad de Jerusalén.

Por este camino, igualmente arribó a la Orden Masónica, los relatos de las Cruzadas y los de la conquista de los Caminos de Jesucristo que enluto al medio Oriente en los siglos XII y XIII, los cuales hicieron tránsito al Rito Escocés antiguo y Aceptado que los recuerda en alguno de sus Grados.

Estas Cruzadas, que fueron el resultado de la ambición de unos Papas que buscaron ampliar su poder político y religioso, alentando a un grupo de reyes y nobles empobrecidos, fanáticos y analfabetas, a atravesar el Mediterráneo en la búsqueda de riquezas, fueron varias, partiendo la primera el 27 de noviembre de 1095.

De este primer embate del Catolicismo al Oriente Medio surgió el Reino Latino de Jerusalén. Un estado artificial que buscó despojar a los legítimos dueños de estas tierras de su organización social, sus riquezas y su historia pacifica. Es famosa la anécdota del río de sangre que corrió por las calles de Jerusalén cuando cayó en poder de los cruzados y los testimonios de algunos de ellos que quedaron para la historia: “Los arroyos de sangre árabe es un hermoso testimonio del juicio de Dios”, “Todo acto que se hace en nombre del señor es un acto pío”, expresiones que fueron antecesoras de la del aquel Obispo Católico que en otra sangrienta Cruzada – esta vez al sur de Francia - ordenaba que mataran a todos los habitantes de una ciudad ya que “Dios sabrá distinguir en el cielo cuales son los suyos y cuales no”

El derramamiento de sangre y las montaña de cadáveres que comenzó cuando un Papa ordenó que había que conquistar Palestina, so pena de excomunión, por que Dios así lo quería, terminó definitivamente el 18 de mayo de 1291 – dos siglos después - cuando los invasores cruzados, junto con las opulentas órdenes militares de los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios, buscaron refugio en Chipre, al ser expulsados por Saladino.

Posteriormente, el término Cruzada, se aplicó también, a las guerras contra los pueblos no católicos, contra los herejes cristianos y contra los enemigos políticos del Papado. El genocidio, la persecución y el sufrimiento del que pensara diferente, o tuviera una riqueza que expropiar, fue siempre el denominador común. La conquista sangrienta de Bizancio en Anatolia, de Damasco, en Siria y Albis en Francia, son tres ejemplos de esta ambición desmedida.

Y aquí es en donde está el centro de la cuestión Masónica, del de sus Ritos, y en particular el del Escocés Antiguo y Aceptado. Siempre debe entenderse no representan una real invitación para que un día de estos, obedeciendo ordenes del Papa Benedicto XVI, o de quien le suceda, abandonemos a nuestras familias y nuestras patrias para ir a conquistar militarmente la tierra de los palestinos.

Ya tienen los palestinos suficientes problemas con la inmigración eslavos de Polonia, Ucrania y Rusia, Arios de Austria y Alemania, latinos del sur de Europa, y negros de Etiopía, de todas las razas y de todas las nacionalidades, practicantes de la religión judía, que durante el siglo XX han invadido su país buscando su “tierra Prometida”, y que se han apoderado del 87% de sus tierras, ocupado militarmente el otro 13%, desplazado cuatro millones de personas fuera de sus fronteras, destruido completamente cerca de seiscientas poblaciones, muerto a centenares de miles de lugareños, destruido su economía, derribado sus escuelas, acabado su red de salud, encarcelado sus pueblos con muros, pisoteado su cultura, ultrajado a sus mujeres, humillado a sus ancianos, y asesinados a sus niños - lo cual ha sido en vano condenado por 97 Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y 429 de la Asamblea General - para que ahora una asociación de hombres libres y de buenas costumbres como la Masonería – en plena época de las computadoras y los viajes a Marte - invite a sus miembros a ponerse al servicio del Papa para llenar el medio oriente de cristianos con el fin de conquistar los Caminos del Señor a costa de la sangre y la fortuna de sus milenarios dueños.

Una invitación a semejante Cruzada sería lo más antimasónico que pudiera existir y una gran falta de respeto a la inteligencia de hombres de estudio acostumbrados a los rigores de la vida académica y al amor a su patria. Nuestro compromiso como Masones, muy por el contrario, es colaborar para que el mundo sea cada vez un lugar más amable y más sensible al dolor ajeno.

La Jerusalén que debemos conquistar los Masones a toda costa, más que la famosa ciudad palestina, es nuestra propia conciencia individual. La invitación que hace el Rito Escocés Antiguo y Aceptado consiste en analizar, con el libre pensamiento que le es fundamental, esta etapa absurda de la humanidad que corresponde a las Cruzadas Católicas, con el ánimo de encontrar conclusiones que sean útiles para la humanidad y para la construcción de un pensamiento superior.

El Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en su conjunto, a la vez que ofrece las diferentes etapas del pensamiento occidental, brinda una filosofía humanista e invita a tener una conciencia esclarecida de la historia, para de esta manera conciliar la defensa de las libertades y las autonomías personales, con la pertenencia a un colectivo social, étnico, cultural o religioso. En donde el valor fundamental a observar, es que la humanidad es un fenómeno plural a cuya pluralidad debemos acercarnos con absoluto respeto.