Por: Iván Herrera Michel
¿Por qué un artículo sobre la mujer y la Masonería podría ser de mayor interés que uno sobre el hombre y la Masonería?
Sencillamente, por que gran parte de los Masones del mundo, así como de los no Masones que han oído hablar de la Masonería, sostienen que la Orden es un asunto de hombres y no de mujeres.
El hecho cierto, innegable y fácilmente constatable es el de que pese al mandato fundacional de Anderson de “unir lo que está disperso”, está unión de diferentes se presenta en muy pocas partes en la Orden.
Aunque, en honor a la verdad, tampoco el Pastor Anderson pensó en la posibilidad de que las mujeres fueran Masonas en sus celebres Constituciones de 1723 y 1738. Y si lo pensó, no dijo nada al respecto. Eso está claro.
Después vinieron las interpretaciones de estos textos, y se abrieron algunos pórticos para las mujeres, para la satisfacción de algunos y el escándalo de muchos.
Entonces, podríamos abordar el interrogante inicial en un marco general de “desunión de lo disperso”, al mismo tiempo que adoptamos una óptica de perfectibilidad de la Masonería para ir puliendo aristas del talante del respeto por el otro, la empatía, la tolerancia, el sexismo, la homofobia y el racismo, que vamos descubriendo aquí y allá en una inmensa Piedra Bruta institucional de tres siglos de existencia.
No obstante, este marco conceptual interno también está inmerso en otro mucho más amplio que lo influencia y lo determina: LA CIVILIZACIÓN HUMANA, en el entendido de que la Masonería evolucionó como un subproducto cultural que estandariza y conceptualiza un conjunto de intuiciones morales con diferentes alcances en la vida social y personal.
Es decir, que el rol que ha desempeñado la mujer en la Masonería no es más que una particularización más del PATRIARCADO que nos acompaña desde hace unos 10.000 años cuando el varón inventó el neolítico a partir del desarrollo de sus destrezas para la agricultura y la domesticación de animales, prefirió dejar la vida nómada y se quedó con los puestos de liderazgo de su comunidad.
La Masonería, no podía ser ajena a esta realidad sociológica en la que nació inmersa, ya que en realidad, el patriarcado fue un componente importante del caldo de cultivo que la propició. Ni Anderson ni Desagulier podrían negarlo.
O sea, que la respuesta a nuestro interrogante inicial sobre el rol de la mujer en la Masonería hay que buscarla en la sociología, y no en la filosofía ni en otra parte.
Hoy, con mayor conciencia y sensibilidad sobre la injusticia, hablamos de igualdad de género, que es un valor superior al que hemos elevado a “Derecho Humano” desde 1948.
En 1949 se publicaba en París con el sello Gallimard por primera vez el libro “El Segundo Sexo” de Simone de Beauvoir, que colocó el acento en la condición de inferioridad de las mujeres a lo largo del tiempo debido a las tradiciones y los prejuicios que las desplazaban a un segundo plano en la sociedad. Lo cual, es algo que puede aplicarse perfectamente a los tres siglos de la Masonería.
A partir de su lectura, una gran cantidad de mujeres y hombres entendieron, en la sociedad en general y en la Masonería, mucho mejor la vida de las mujeres.
Consultando rápidamente estadísticas encontramos que los hombres hoy ocupan la mayoría de las posiciones de poder y de toma de decisiones en la esfera pública, dando lugar a que las decisiones y políticas tiendan a reflejar las necesidades y preferencias de los hombres, no de las mujeres. Y aunque se calcula que ellas realizan dos terceras partes del trabajo en el mundo, sólo obtienen una tercera parte de los ingresos, y poseen menos del 1% de la propiedad mundial.
Según un informe del Consejo de la Unión Europea, se calcula que entre el 20% y el 25% de las mujeres en Europa han sufrido actos de violencia física al menos una vez en su vida adulta, y más del 10% han sido víctima de violencia sexual. Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida.
Y en un informe del Banco Mundial, se estimaba que la violencia contra la mujer era una causa de muerte e incapacidad entre las de edad de procrear tan seria como el cáncer y una causa de mala salud más frecuente que los accidentes de tráfico y la malaria juntos
En España solamente, en el año 2009 una mujer fue asesinada por su pareja o ex pareja cada 7 días en promedio. En Colombia cada 4 días.
Podríamos seguir recordando muchos más datos para mostrar una verdad dolorosa, invisible, generalizada y sistémica, que asoma sus narices en la Masonería.
En los veintiún estados independientes y los siete territorios dependientes que conforman Latinoamérica, el acceso de la mujer a la Iniciación Masónica en igualdad de condiciones con el varón ha seguido los vaivenes pendulares de las corrientes liberales y conservadoras que se han ido turnando el poder civil, así como la Cápiti Diminutio que ha sufrido la mujer occidental.
Desde que en 1833 el Rito Nacional Mexicano, decide en México Iniciar mujeres, hasta el Levantamiento de Columnas de la Logia “Ceterni Nº 9”, el 13 de enero del año 2010, jurisdiccionada a la Gran Logia Oriental del Perú, el camino por la igualdad de género al interior de la Orden en Latinoamérica ha sido largo, lleno de obstáculos y objeto de aguerridos ataques.
A partir de 1833, y a lo largo del Siglo XIX, casi no existen países latinoamericanos que no cuenten con Logias Mixtas. Y no me refiero a las de Adopción, sino a Talleres trabajando mayoritariamente en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y en el Rito Francés, en segundo lugar.
Sin embargo, desde comienzo del Siglo XX se impuso el patriarcado al interior de la Orden, alejando a las mujeres de la Iniciación Masónica, y se desarrolló una literatura que en principio invisibilizó a las Masonas y después negó su existencia. Aún hoy, con plena conciencia de su presencia y de la calidad de sus trabajos Masónicos, subsisten amplios sectores que prohíben que se les visite bajo la pena de expulsión.
No obstante, hoy no existe un solo país latinoamericano que no cuente con Logias femeninas o mixtas, ya sea trabajando independientemente, como la Logia Femenina “Julia de Burgos”, en Puerto Rico, o federadas obediencialmente, como la Gran Logia Unida ALMA MEXICANA, que cumple este año 51 de haber sido fundada, trabaja en el REAA y reúne cerca de 1.000 Masonas, agrupadas en 47 Logias esparcidas en 14 Estados de México.
Otra experiencia de interés que se desestima con mucha diligencia en las Obediencias masculinas, aunque el Internet la ha hecho muy pública en los últimos años, lo constituye la Gran Logia Mixta de Chile, fundada el 23 de febrero de 1929 a instancias del destacado filósofo hindú Curuppumullaje Jinarajadasa, miembro del Supremo Consejo del Grado 33 de la Orden Masónica Mixta Internacional "Le Droit Humain".
Lo anterior, sin mencionar la gran cantidad de Logias mixtas con que la Orden Masónica Mixta Internacional "Le Droit Humain" pobló Latinoamérica a partir del Levantamiento de Columnas, en 1919, de la Logia Nº 621 “Saint Germán” en el Oriente de San José de Costa Rica, gracias al empuje de ese gran Masón costarricense que fue José Basileo Acuña Zeledón.
Yo he conocido, en mi experiencia personal dentro de la Orden, la lucha que las Grandes Logias masculinas llevan a cabo contra la Iniciación de las mujeres, en nombre de la tradición, la regularidad, la libertad de asociación, lo Iniciatico, la pureza del Rito, los Landmarks, los 8 puntos de Londres, y un largo Etc., de discursos validantes de la discriminación y el patriarcado reinante.
Es una mancha oscura en la faz de la Masonería, que, tarde o temprano, habrá de superarse, ya que la historia es implacable.
Con el tiempo he descubierto que la ofensiva en contra de la Iniciación femenina, y el combate a favor de ella, no es un patrimonio exclusivo de mi región. Lo compartimos con todos los otros continentes, sin excepción alguna.
La historia se preguntará, sin lugar a dudas, sobre la clase de asociación que es la Masonería contemporánea, y sobre la competitividad ideológica de ella en el mundo de hoy.