Por
Iván Herrera Michel
Ayelet Shaked |
Es
difícil no impresionarse con frases del calibre de “todas las madres palestinas deben ser asesinadas... y nuestras manos
deberían estar manchadas de su sangre” dichas en público por la hermosísima
parlamentaria israelí Ayelet Shaked. O del talante de “hoy he matado trece niños” con la que sacó pecho en Instagram el
soldado de ese país David Ovadía.
También
conmueven las lágrimas de quienes lloran a los 60 soldados israelíes caídos en
combates o a los cerca de 2.000 palestinos muertos. Dos tercios de ellos
civiles. Y en especial, es punzante escuchar los gritos de dolor de las madres
de más de 300 niños palestinos asesinados en escuelas, hospitales, mientras dormían,
jugaban futbol en la playa, aterrorizados se acurrucaban en algún rincón de su
casa en Gaza o un francotirador practicaba tiro al blanco con ellos. En realidad, todos son víctimas de lo absurdo de la dinámica de
los genocidios, que acaba tanto la vida de las víctimas como el corazón de los
victimarios.
Indiscutiblemente,
Hamas ha incurrido en terrorismo y en crímenes de guerra. Pero también es
cierto que Hamas es un movimiento político y militar de independencia nacional
nacido en 1987, como un hijo indeseado de la catástrofe que vive el pueblo palestino
desde 1948, cuando la ONU creó un estado confesional en su territorio para
albergar a los ciudadanos europeos de religión judía que estaban enviando por
montones los países del viejo mundo, luego de haberlos perseguido, expulsado y
asesinado durante 1.500 años y exterminado de la peor manera a dos tercios de
ellos durante el holocausto que llevó a cabo el estado alemán desde 1939 hasta
1945, con el apoyo de Italia, España, Etc. En aquel entonces, Hitler dijo: “es indudable que los judíos son una raza
pero no son humanos”, frente a una comunidad internacional a la que muy poco le
importó que los aniquilaran.
En
desarrollo de esta política, a partir de 1948 fue expulsado de sus lugares de
origen el 57% de la población
palestina, destruidos completamente 531 de sus ciudades
y pueblos, en medio de 70 masacres que dejaron unos 15.000 hombres, mujeres y
niños muertos. Y eso fue solo el principio. Hoy también importa muy poco al
establecimiento internacional cuando la parlamentaria Ayelet Shaked dice los
horrores que dice, sobre un pueblo al que ha llevado el estado de Israel, en 67
años, a tener al 44% de sus miembros malviviendo en 58 campamentos de
refugiados regados en cuatro países, sin contar la ocupación de los escasos territorios
que le queda en Cisjordania y Gaza.
En
medio de la vorágine noticiosa diaria, a lo largo de un mes fue perdiendo
importancia y protagonismo el genocidio, de tal manera que pareciera tener
razón Stalin cuando dijo que “la muerte
de una persona es un hecho trágico, pero la muerte de un millón es simple
estadística”.
La verdad es que los genocidios y las masacres parecen formar
parte de la humanidad desde siempre. Ejemplos
no faltan en los últimos dos milenios. Veamos unos cuantos:
En
la conquista de las Galias por Julio Cesar, que terminó en el año 52 A. de N.
E., murieron tres millones de personas; en el siglo VII la rebelión del chino An
- Lushan arrojó 35 millones de muertos; entre los años 1096 y 1777 las cruzadas
católicas al Medio Oriente, Asia y Europa provocaron 5 millones de muertes;
durante el siglo XII las invasiones de los Mongoles produjeron 60 millones de
muertos; la conquista de América en el siglo XVI provocó 90 millones de muertes;
las guerras de religión en la Francia del siglo XVI causaron tres millones de
muertes; la conquista Manchú de China arrojó la muerte de 25 millones de
personas; la guerra del opio en el siglo XIX declarada por los británicos dejó
60 millones de chinos muertos; la expropiación en el siglo XIX por el Rey de
Bélgica Leopoldo I a los congoleños dejó 10 millones de muertos; la primera
guerra mundial dejó 9 millones de militares y 14 millones de civiles muertos;
la segunda guerra mundial dejó 25 millones de militares y 35 millones de
civiles muertos (entre ellos, seis millones de ciudadanos europeos
de fe judía); Stalin fue responsable de 40 millones de muertos; entre 1956 y
1962 la represión de Francia en Argelia dejó un millón doscientos mil muertos;
la guerra de Vietnam entre 1964 y 1975 dejó 6 millones de vietnamitas muertos; la
Revolución Cultural de Mao Tse Tung dejó 50 millones de muertos; el movimiento Pol
Pot asesinó a dos millones de camboyanos entre 1975 y 1979; en 1994 el gobierno
Hutu de Ruanda promovió la muerte de 800.000 Tutsis, y cuando los
Tutsis tomaron la capital mataron a 250.000 Hutus.
No
sin muchas dificultades, se ha ido abriendo paso la necesidad de contar con una
justicia internacional desde que en el siglo XIX se tipificaron como conductas
lesivas para la comunidad internacional la piratería en alta mar y el tráfico
de esclavos y drogas, que posteriormente la Convención de Ginebra de 1937
definió como crímenes internacionales. Ya el Tratado de Versalles de 1919 había
creado un tribunal especial para juzgar al emperador alemán y último rey de
Prusia Guillermo II por “ofensa suprema a
la moral internacional y a la autoridad de los tratados”.
Acusados NAZIs del Tribunal de Nurembreg (1945) |
Porsu parte, el
Tribunal
de Nuremberg de 1945 introdujo la novedad de no solo juzgar delitos personales
sino además los crímenes contra la paz, de guerra y contra la humanidad cometidos
por una persona en el ejercicio de un cargo público o al servicio del estado. Y en 1948 se creó
un Tribunal
Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, o Tribunal de Tokio.
En
1945 la ONU se fijó como meta regular la “más
grave expresión de crímenes contra la humanidad”, viabilizando la “Convención para la Prevención y la Sanción
del Delito de Genocidio” de 1948, con el fin de conocer todo “acto cometido
con el propósito de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico,
racial o religioso”. En este orden de avances, en 1996 la Comisión de
Derecho Internacional aprobó el Código Internacional de Crímenes contra la Paz
y la Seguridad de la Humanidad, para juzgar los delitos de agresión, genocidio,
crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, y crímenes contra el personal
de Naciones Unidas, pero con el defecto de no haber previsto unos mecanismos de
control y sanción en caso de incumplimiento.
En
lo sucesivo se ha ido abriendo paso la incorporación de esos delitos a las
legislaciones internas, la extradición y la jurisdicción universal, que
consiste en que jueces nacionales juzguen, con base en su propia legislación, delitos
cometidos en el exterior, por un extranjero, siendo la victima extranjera.
Todo esto con la intención de evitar la impunidad de los crímenes contra la
humanidad.
La
justicia internacional marcha muy lento pero hay adelantos. De hecho, la
primera sentencia en firme de la Corte Penal Internacional en sus diez años de
funcionamiento, tiene fecha del 14 de marzo de 2012, contra el antiguo jefe de
la milicia congoleña Thomas Lubanga por su reclutamiento de niños entre los
años 2002 y 2003 para ser usados en combates o como esclavos sexuales.
Por
su parte, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia encarceló
en el año 2001 a Slobodan Milošević por sus crímenes de guerra, contra la
humanidad y genocidio, cometidos durante la guerra de Yugoslavia. Finalmente
moriría en prisión en La Haya el 11 de marzo de 2006.
El
4 de marzo de 2009 la Corte Penal Internacional ordenó el arresto del
presidente de Sudán, Omar Bashir, por crímenes de guerra y contra la humanidad
cometidos en la región de Darfur. Bashir, que es el primer Jefe de Estado
acusado de un crimen por la Corte, sigue libre ya que el tribunal no posee una
fuerza policial propia. Y como respuesta expulsó de Sudan a una docena de ONGs
que brindaban ayuda humanitaria a más de un millón de refugiados.
121
de las 196 naciones que conforman la ONU, han aceptado hacer parte de la Corte
Penal Internacional, lo que representa un gran avance para la humanidad, aunque
todavía falten 72 (entre ellos USA). Israel firmó el Estatuto de Roma, pero aún
no lo ha ratificado. La Autoridad Palestina como no es un Estado de pleno de
derecho de la ONU, sino un Estado miembro en calidad de observador desde 2102,
no ha sido aceptado en la Corte a pesar de haber solicitado recientemente serlo
para “este mismo año”.
Resulta
un craso error responsabilizar del genocidio a los palestinos de Gaza a los
cerca de 15 millones de judíos que existen en el mundo. De los cuales solo
cinco millones habitan en Israel. Es inaceptable caer en esa trampa mediática.
Los únicos responsables del genocidio son las autoridades del estado de Israel
que lo han planificado y ejecutado. Tampoco se debe soslayar la cada vez más
visible protesta de ciudadanos israelíes de religión judía contra los crímenes de
guerra sistemáticos de su gobierno contra los palestinos.
Siempre
he tenido un gran respeto por los fieles de la religión judía y por su
contribución general a la humanidad en el campo de la filosofía, la economía y
las ciencias. De los judíos he aprendido que el racismo, el apartheid y los
crímenes contra la humanidad son incompatibles con la vitalidad de la
experiencia espiritual del judaísmo.
Protesta frenta a la Casa Blanca |
Por
eso no me sorprenden las marchas y manifestaciones públicas de judíos en
Jerusalem, Tel-Aviv y las principales capitales de Europa y Estados Unidos, que se pronuncian en
contra del carácter confesional del estado de Israel y condenan las
matanzas, atropellos, violación a los derechos humanos, y
desplazamientos forzados que sistemáticamente viene adelantando desde 1948
contra los palestinos, a la vez que claman por que la justicia penal internacional actúe y
castigue a los responsables, que es lo mismo que el Premio Nobel de la Paz palestino
Yaser Arafat denunció ante el mundo con gran vigor hasta su muerte el 11 de
noviembre de 2004.
.POSICIÓN DE LA MASONERÍA
Ya
quisiéramos muchos que los Masones se pronunciara con una sola voz frente a
los crímenes contra la humanidad. Lamentablemente, sus parcelaciones internas
no se lo permiten. También hay quienes refugiados en el discurso de no
participar en política ni en religión hacen pasar a la Orden de puntillas
frente a los grandes temas de la humanidad.
Tampoco
he podido saber cuál es la posición oficial frente al genocidio que han
adoptado la Gran Logia del Estado de Israel y las Logias de la Orden Masónica
Mixta Internacional El Derecho Humano y del Gran Oriente de Francia que
funcionan en Israel y en los territorios Palestinos, sucesoras de las del Gran
Oriente Otomano y de la Gran Logia de Palestina (borrada de la historia oficial) que funcionaron desde el siglo
XIX hasta la consagración de la Gran Logia del Estado de Israel, el 20 de
octubre de 1953. Parafraseando a Napoleón, podemos decir que tres siglos de
historia en favor de la independencia de los pueblos del mundo interpelan a los
actuales Masones.
Un
genocidio no es un tema político ni religioso, así sus motivaciones tengan
alcances y efectos políticos o religiosos. Un genocidio es un tema de la
justicia. internacional. He oído y leído toda clase de miradas esotéricas, metafísicas, históricas,
racistas, desde la negación, llamando “conflicto”
al genocidio, Etc., para justificar el primer genocidio que la humanidad puede
observar en directo y en tiempo real gracias a la televisión y a las redes
sociales. Algunas de esas explicaciones rayan en la fantasía, el descaro o la
ignorancia del tema. También, hemos sido testigo de la ofensiva mediática que
trata de justificar lo injustificable.
Sin
embargo, hay expresiones Masónicas públicas que se apartan de las “prudentes” equidistancias y las
expresiones genéricas polivalentes, sacando la cara por la Orden.
Por ejemplo: un grupo de Masones españoles de la Gran Logia de España
denominado “+ del 8%”, emitió en el
mes de julio de este año un comunicado (cuando apenas iban 192 palestinos muertos de los
alrededor de 2.000 que según fuentes oficiales van al día de hoy) mediante el
cual afirma que:
“Los masones, no podemos permanecer
impasibles ante la terrible incursión del ejército israelí en la franja de Gaza
que tantos cientos de víctimas están generando. El gobierno israelí, debe
reflexionar ante esta barbarie en la cual se están cometiendo los más horribles
crímenes contra la humanidad, atentando contra la población civil y lo más
execrable: están muriendo niños y niñas (a día de hoy, según UNICEF, 192).
Merece especial mención que
pedimos a las Naciones Unidas que actúen contundentemente para forzar un alto
el fuego inmediato y que el Estado de Israel sea sancionado por el abuso de la
fuerza militar. También pedimos que los responsables de estas matanzas sean
llevados al Tribunal Penal Internacional de la Haya para que sean juzgados por
sus crímenes una vez identificados los culpables, desde la cúpula política
hasta los altos mandos militares.
Por ello, queremos expresar
que no seríamos masones si miráramos hacia otro lado. No sería propio de
nuestra Orden y de los principios que una vez juramos defender con nuestra
vida, callarnos ante el uso desproporcionado de la fuerza contra civiles, entre
ellos niños, escuelas y objetivos no militares. (..)”
Si
esto se presentó en el sector de la “regularidad”
anglosajona de España, en el área liberal de la Masonería de ese país también observamos
sus méritos. El 27 de julio de 2011, el “Espacio
Masónico de España” (EME), constituido por la Gran Logia Simbólica Española,
la Gran Logia Femenina de España, la Federación Española de la Orden Masónica
Mixta Internacional El Derecho Humano y el Gran Oriente de Francia (que tiene
Logias en España), emitió el siguiente comunicado sobre la masacre que cometió
Anders
Breivik el 22 de julio de 2011 en Noruega con un saldo de 77 muertos y más de
un centenar de heridos, especialmente adolescentes. El comunicado es del
siguiente tenor:
El Espacio Masónico de
España (EME) condena enérgicamente la masacre cometida el pasado viernes en el
centro de Oslo y la isla de Utøya tras un doble atentado que, de manera brutal
e injusta, acabó con la vida de casi un centenar de personas. Ciudadanos
noruegos que involuntariamente han pasado a convertirse en víctimas
homenajeadas de la mayor masacre que ha conocido Noruega desde la Segunda
Guerra mundial por motivos xenófobos y racistas.
Así mismo, todos y cada uno
de los Hermanos y Hermanas que conforman el Espacio Masónico de España expresan
públicamente su apoyo y solidaridad incondicional a las familias de las
víctimas y a todo el pueblo noruego en estos difíciles momentos de dolor y
angustia.
Consternados ante tales
hechos y ante determinadas informaciones relativas a que el autor material de
los hechos pudiera ser, o hubiera sido masón, como institución destacamos que
la francmasonería basa sus principios en el respeto hacia los demás y hacia uno
mismo, es esencialmente filantrópica y de valores progresistas. Por tanto se
manifiesta y es de per se totalmente contraria a cualquier forma de
discriminación ya sea por razones de raza, sexo, religión u otros y totalmente
contraria a cualquier forma de violencia, compartiendo la divisa universal de
libertad, igualdad y fraternidad.
Bajo esta premisa
consideramos oportuno hacer un llamamiento sobre las motivaciones derivadas de
tales acciones ya que ponen de manifiesto una vez más la urgente necesidad que
existe a nivel global de ejercer con responsabilidad política y social el
fomento de opiniones y discursos relacionados con la diversidad cultural y
religiosa en nuestra sociedad. (…)
En
claro contraste, me ha sorprendido conocer un poema a favor del genocidio a los
palestinos redactado por un Masón suramericano descendiente de rusos y de
religión judía que emigró a Israel hace medio siglo por razones religiosas, en
donde ha ocupado cargos importantes en la Masonería de ese país.
Por
mi parte, yo me adhiero a las palabras de los Masones españoles del colectivo “+ del 8%”, cuando piden que “…los responsables de estas matanzas sean
llevados al Tribunal Penal Internacional de la Haya…”, (con mayor razón, porque el Estatuto de Roma que lo rige excluye la pena de muerte), ya que
me parece que no solo es lo más coherente con nuestros juramentos y promesas,
sino además lo más útil para la construcción moral, intelectual y espiritual del Gran Templo
de la Humanidad, en que estamos empeñados.