Por:
Iván Herrera Michel
Al
principio de mi vida Masónica, con mis compañeros de la columna del norte asistíamos
a Tenidas en otra Logia de mi Obediencia que practicaba el mismo REAA que mi
Taller, pero en la que el Venerable Maestro usaba un sombrero panamá (jipijapa)
negro y en otra que visitábamos en Cartagena recitaban el miserere. En lo
sucesivo, en un ya algo extenso deambular por los caminos de la Masonería,
observé que Oriente tras Oriente, Obediencia tras Obediencia, Logia tras Logia,
aquí y allá, y en cada ocasión, había un uso obedencial propio, un uso Logial
propio y un uso fraternal propio. Y para rematar, cada Venerable Maestro tenía
un estilo propio.
No
obstante, siempre encontraba Masones y Masonas muy fraternales, estudiosos y con
un buen promedio de permanencia en la Orden. O sea que no era cuestión de que
estuviesen inventando cosas al compás de las modas, los pareceres y los
quereres. Un lugar común consistía en que continuamente se referenciaban con los
antiguos usos al explicar lo que para mí era una novedad.
Cuando
comencé en la Masonería jamás me hubiera imaginado que me atraería esa
diversidad, bajo el entendido de que cada diferencia contiene una inspiración
adicional para la construcción que me enriquece más que confundirme. Es una
diversidad que seguramente fue introduciéndose con poca conciencia de reflejar
una nueva modalidad a partir del tronco común de hace tres siglos, ni mucho
menos de estar iniciando la historia de una nueva versión.
Mucho
después sabría que los Masones que conocen estas diferencias tienen sus propias
reglas de cortesía para presentarse y relacionarse, aunque al principio algunos
de ellos se hayan estrellado de cabeza contra el muro.
En
Colombia los Masones hombres no intercambian besos para saludarse como en Francia,
pero suelen abrazarse con calidez. Tampoco se tutean sin importar la diferencia
de edad, el cargo desempeñado, el Grado, Etc., como en España, y muestra muy
mala educación un Masón de treinta años de edad que tutee a otro de setenta,
así el joven posea el Grado de Maestro y el viejo de Aprendiz. Los sofocos en
ocasiones no se hacen esperar cuando se trasgrede este uso. En Miami supe de
una Logia de cubanos que dedican la Tenida en honor a alguien. Algo totalmente
inédito en mi país. Tampoco tenemos un Capellán como en Perú, ni el Hermano
Experto (Terrible) se viste de monje y usa capirote como en México.
Podríamos
seguir mostrando una larga lista de asimetrías, sin siquiera meternos en las
inherentes a los diversos Ritos o a las modalidades de signos, toques y marchas dentro de uno mismo practicados al
amparo de diferentes Obediencias, geografías, creencias y concepciones
simbólicas físicas y metafísicas. Porque no terminaríamos por ahora.
La
Logia en donde me inicié hace más de tres décadas orgullosamente no era
cosmopolita, ni liberal ni mixta. La definición de progresista consistía en
pertenecer al partido liberal colombiano, que en no mucho se diferenciaba del
conservador, salvo, como dijo un Obispo, en la hora de ir a misa. Nuestra
genealogía estaba volcada y ordenada en parcelas locales “iguales pero distintas”. Nuestros viejos querían parecerse a sus
viejos, y aspiraban a que nosotros nos pareciéramos a ellos. Con un mundo que
se fue abriendo e intercomunicándose esa forma social de funcionar produjo
deserciones y conflictos.
Para
esa época, no había Internet y los libros Masónicos eran más valiosos en la
medida en que eran más antiguos. Ahora la red y los textos comprados en
plataformas virtuales han variado significativamente el imaginario colectivo interno
de la Orden. No obstante, la inercia se defiende siempre, y afirma que las
antiguas y nuevas luces a que se tienen acceso ahora, son una iniciativa
complicada con una más alta tasa de discusiones innecesarias que genera errores
en la observancia de la tradición y los antiguos usos y costumbres.
Pero
no pueden evitar que los Masones hablen con otra óptica, sobre todo a la hora
de los banquetes, que es
uno de los sitios en donde también se fraguan
continuamente en la vida Logial.
El
conocer otras Masonerías ofrece libertad a la hora de moldear el propio modo de
construirse. Las prioridades ya no están tan apegadas a un uso común. Es como
descubrir que la casa en donde se vive tiene un cuarto adicional que no se
conocía y es una experiencia actualmente generalizada que muestra la capacidad
de empatía del Masón. El conocimiento y las negociaciones sobre las pequeñas
diferencias resultan en una mayor conciencia sobre las posibilidades de la
Masonería y de sus variadas formas de expresarse.
Para
un Masón el contacto con otras Masonerías no solo es el descubrimiento de otros
usos y costumbres desconocidos, sino también el descubrimiento de sí mismo, de
sus cualidades y señas de identidad evidenciadas en el contraste con el otro.
Es
un regalo inigualable, porque permite el doble de luces y el doble de
fraternidad. Amplia el horizonte, mejora el análisis y ayuda a respetar a los demás.