sábado, 20 de septiembre de 2025

REFLEXIONES EN EL DÍA DEL LIBREPENSAMIENTO

Por Iván Herrera Michel 
                     
Hoy, 20 de septiembre, día en que se recuerda la libertad de expresión del pensamiento, conviene detenerse en una paradoja que nos acompaña. La Masonería nació para pensar en voz alta, y sin embargo todavía hay quienes la confunden con un manual de magia.
               
Desde el siglo XVIII la Masonería arrastra dos corrientes que en América Latina chocan a diario. Una, la laica, la ilustrada, la que se jugó por la república y por la educación pública. La otra, inclinada al esoterismo, que se entretiene con cartas, energías, astros y alquimias.
                      
Y digo “se entretiene” porque, aunque respeto profundamente la fe de cada quien (como debe ser en un continente donde la religiosidad está en el aire mismo), no puedo dejar de señalar que una cosa es tener convicciones espirituales y otra muy distinta es confundir la Masonería con un sincretismo del tipo de la Nueva Era. Dejando claro que mi respeto es absoluto y total hacia los Masones y Masonas que profesan una religión y la practican con sinceridad, porque estoy convencido de que su fe personal les da un sentido espiritual a sus vidas y no es enemiga de la libertad de conciencia. El problema es otro. Es cuando la Orden la disfrazan de rito mágico.
                     
En México todavía hay quienes buscan en los templos Masónicos la llave de la Cábala. En Argentina no faltan los que adivinan la suerte con el Tarot. En Colombia convivimos con Logias que defienden con firmeza la ciudadanía crítica al lado de otras que parecen círculos de astrología. Y en Venezuela y Perú el espiritismo del siglo XIX sigue colándose como sombra persistente.
                            
No niego que estos esoterismos atraen. Claro que atraen. Muchos llegan convencidos de que detrás de la puerta hay misterios metafísicos esperando ser revelados. El problema se presenta cuando el imán se convierte en una prisión mental y la Logia deja de ser taller de ideas para volverse un club de iniciados en "energías secretas” en donde está prohibida o mal vista la libertad de conciencia.
                       
Pero justo es reconocer que no todas las obediencias han caído del todo en esta tentación. Por ejemplo, Chile y Uruguay son ejemplos de cómo se puede sostener la línea laica y republicana, y de que la Masonería no necesita vestirse de magia para ser atractiva. Su verdadero misterio está en sentar entre Columnas a personas distintas y obligarlas a dialogar, a discrepar y a respetarse. 
              
Hay, sin embargo, un esoterismo que sí le pertenece a la Masonería y que nada tiene que ver con conjuros. Es el esoterismo moral, ese trabajo interior que cada Masón y cada Masona hace sobre sí mismo, a solas con su conciencia y sin tutelas externas. Allí se afina el librepensamiento, porque no se trata de repetir verdades ajenas, sino de atreverse a construir las propias. 
                 
Y en ese ejercicio íntimo, secreto porque es personal, está la auténtica fuerza constructora de la Orden. Y en un día como hoy, cuando celebramos la libertad de decir lo que pensamos, vale recordarlo.