viernes, 8 de agosto de 2014

LOS MASONES Y GAZA. UNA REFLEXIÓN NECESARIA



Por Iván Herrera Michel

Ayelet Shaked
Es difícil no impresionarse con frases del calibre de “todas las madres palestinas deben ser asesinadas... y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre” dichas en público por la hermosísima parlamentaria israelí Ayelet Shaked. O del talante de “hoy he matado trece niños” con la que sacó pecho en Instagram el soldado de ese país David Ovadía.

También conmueven las lágrimas de quienes lloran a los 60 soldados israelíes caídos en combates o a los cerca de 2.000 palestinos muertos.  Dos tercios de ellos civiles. Y en especial, es punzante escuchar los gritos de dolor de las madres de más de 300 niños palestinos asesinados en escuelas, hospitales, mientras dormían, jugaban futbol en la playa, aterrorizados se acurrucaban en algún rincón de su casa en Gaza o un francotirador practicaba tiro al blanco con ellos. En realidad, todos son víctimas de lo absurdo de la dinámica de los genocidios, que acaba tanto la vida de las víctimas como el corazón de los victimarios.

Indiscutiblemente, Hamas ha incurrido en terrorismo y en crímenes de guerra. Pero también es cierto que Hamas es un movimiento político y militar de independencia nacional nacido en 1987, como un hijo indeseado de la catástrofe que vive el pueblo palestino desde 1948, cuando la ONU creó un estado confesional en su territorio para albergar a los ciudadanos europeos de religión judía que estaban enviando por montones los países del viejo mundo, luego de haberlos perseguido, expulsado y asesinado durante 1.500 años y exterminado de la peor manera a dos tercios de ellos durante el holocausto que llevó a cabo el estado alemán desde 1939 hasta 1945, con el apoyo de Italia, España, Etc. En aquel entonces, Hitler dijo: “es indudable que los judíos son una raza pero no son humanos”, frente a una comunidad internacional a la que muy poco le importó que los aniquilaran.

En desarrollo de esta política, a partir de 1948 fue expulsado de sus lugares de origen el 57% de la población

palestina, destruidos completamente 531 de sus ciudades y pueblos, en medio de 70 masacres que dejaron unos 15.000 hombres, mujeres y niños muertos. Y eso fue solo el principio. Hoy también importa muy poco al establecimiento internacional cuando la parlamentaria Ayelet Shaked dice los horrores que dice, sobre un pueblo al que ha llevado el estado de Israel, en 67 años, a tener al 44% de sus miembros malviviendo en 58 campamentos de refugiados regados en cuatro países, sin contar la ocupación de los escasos territorios que le queda en Cisjordania y Gaza. 

En medio de la vorágine noticiosa diaria, a lo largo de un mes fue perdiendo importancia y protagonismo el genocidio, de tal manera que pareciera tener razón Stalin cuando dijo que “la muerte de una persona es un hecho trágico, pero la muerte de un millón es simple estadística”. 

La verdad es que los genocidios y las masacres parecen formar parte de la humanidad desde siempre. Ejemplos no faltan en los últimos dos milenios. Veamos unos cuantos:

En la conquista de las Galias por Julio Cesar, que terminó en el año 52 A. de N. E., murieron tres millones de personas; en el siglo VII la rebelión del chino An - Lushan arrojó 35 millones de muertos; entre los años 1096 y 1777 las cruzadas católicas al Medio Oriente, Asia y Europa provocaron 5 millones de muertes; durante el siglo XII las invasiones de los Mongoles produjeron 60 millones de muertos; la conquista de América en el siglo XVI provocó 90 millones de muertes; las guerras de religión en la Francia del siglo XVI causaron tres millones de muertes; la conquista Manchú de China arrojó la muerte de 25 millones de personas; la guerra del opio en el siglo XIX declarada por los británicos dejó 60 millones de chinos muertos; la expropiación en el siglo XIX por el Rey de Bélgica Leopoldo I a los congoleños dejó 10 millones de muertos; la primera guerra mundial dejó 9 millones de militares y 14 millones de civiles muertos; la segunda guerra mundial dejó 25 millones de militares y 35 millones de civiles muertos (entre ellos, seis millones de ciudadanos europeos de fe judía); Stalin fue responsable de 40 millones de muertos; entre 1956 y 1962 la represión de Francia en Argelia dejó un millón doscientos mil muertos; la guerra de Vietnam entre 1964 y 1975 dejó 6 millones de vietnamitas muertos; la Revolución Cultural de Mao Tse Tung dejó 50 millones de muertos; el movimiento Pol Pot asesinó a dos millones de camboyanos entre 1975 y 1979; en 1994 el gobierno Hutu de Ruanda promovió la muerte de 800.000 Tutsis, y cuando los Tutsis tomaron la capital mataron a 250.000 Hutus.

No sin muchas dificultades, se ha ido abriendo paso la necesidad de contar con una justicia internacional desde que en el siglo XIX se tipificaron como conductas lesivas para la comunidad internacional la piratería en alta mar y el tráfico de esclavos y drogas, que posteriormente la Convención de Ginebra de 1937 definió como crímenes internacionales. Ya el Tratado de Versalles de 1919 había creado un tribunal especial para juzgar al emperador alemán y último rey de Prusia Guillermo II por “ofensa suprema a la moral internacional y a la autoridad de los tratados”.

Acusados NAZIs del Tribunal de Nurembreg (1945)
Porsu parte, el Tribunal de Nuremberg de 1945 introdujo la novedad de no solo juzgar delitos personales sino además los crímenes contra la paz, de guerra y contra la humanidad cometidos por una persona en el ejercicio de un cargo público o al servicio del estado. Y en 1948 se creó un Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente, o Tribunal de Tokio. 

En 1945 la ONU se fijó como meta regular la “más grave expresión de crímenes contra la humanidad”, viabilizando la “Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio” de 1948, con el fin de conocer todo “acto cometido con el propósito de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. En este orden de avances, en 1996 la Comisión de Derecho Internacional aprobó el Código Internacional de Crímenes contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad, para juzgar los delitos de agresión, genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, y crímenes contra el personal de Naciones Unidas, pero con el defecto de no haber previsto unos mecanismos de control y sanción en caso de incumplimiento.

En lo sucesivo se ha ido abriendo paso la incorporación de esos delitos a las legislaciones internas, la extradición y la jurisdicción universal, que consiste en que jueces nacionales juzguen, con base en su propia legislación, delitos cometidos en el exterior, por un extranjero, siendo la victima extranjera. Todo esto con la intención de evitar la impunidad de los crímenes contra la humanidad.

La justicia internacional marcha muy lento pero hay adelantos. De hecho, la primera sentencia en firme de la Corte Penal Internacional en sus diez años de funcionamiento, tiene fecha del 14 de marzo de 2012, contra el antiguo jefe de la milicia congoleña Thomas Lubanga por su reclutamiento de niños entre los años 2002 y 2003 para ser usados en combates o como esclavos sexuales.

Por su parte, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia encarceló en el año 2001 a Slobodan Milošević por sus crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio, cometidos durante la guerra de Yugoslavia. Finalmente moriría en prisión en La Haya el 11 de marzo de 2006.

El 4 de marzo de 2009 la Corte Penal Internacional ordenó el arresto del presidente de Sudán, Omar Bashir, por crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en la región de Darfur. Bashir, que es el primer Jefe de Estado acusado de un crimen por la Corte, sigue libre ya que el tribunal no posee una fuerza policial propia. Y como respuesta expulsó de Sudan a una docena de ONGs que brindaban ayuda humanitaria a más de un millón de refugiados.

121 de las 196 naciones que conforman la ONU, han aceptado hacer parte de la Corte Penal Internacional, lo que representa un gran avance para la humanidad, aunque todavía falten 72 (entre ellos USA). Israel firmó el Estatuto de Roma, pero aún no lo ha ratificado. La Autoridad Palestina como no es un Estado de pleno de derecho de la ONU, sino un Estado miembro en calidad de observador desde 2102, no ha sido aceptado en la Corte a pesar de haber solicitado recientemente serlo para “este mismo año”.

Resulta un craso error responsabilizar del genocidio a los palestinos de Gaza a los cerca de 15 millones de judíos que existen en el mundo. De los cuales solo cinco millones habitan en Israel. Es inaceptable caer en esa trampa mediática. Los únicos responsables del genocidio son las autoridades del estado de Israel que lo han planificado y ejecutado. Tampoco se debe soslayar la cada vez más visible protesta de ciudadanos israelíes de religión judía contra los crímenes de guerra sistemáticos de su gobierno contra los palestinos.

Siempre he tenido un gran respeto por los fieles de la religión judía y por su contribución general a la humanidad en el campo de la filosofía, la economía y las ciencias. De los judíos he aprendido que el racismo, el apartheid y los crímenes contra la humanidad son incompatibles con la vitalidad de la experiencia espiritual del judaísmo.

Protesta frenta a la Casa Blanca
Por eso no me sorprenden las marchas y manifestaciones públicas de judíos en Jerusalem, Tel-Aviv y las principales capitales de Europa y Estados Unidos, que se pronuncian en contra del carácter confesional del estado de Israel y condenan las matanzas, atropellos, violación a los derechos humanos, y desplazamientos forzados que sistemáticamente viene adelantando desde 1948 contra los palestinos, a la vez que claman por que la justicia penal internacional actúe y castigue a los responsables, que es lo mismo que el Premio Nobel de la Paz palestino Yaser Arafat denunció ante el mundo con gran vigor hasta su muerte el 11 de noviembre de 2004.


.POSICIÓN DE LA MASONERÍA

Ya quisiéramos muchos que los Masones se pronunciara con una sola voz frente a los crímenes contra la humanidad. Lamentablemente, sus parcelaciones internas no se lo permiten. También hay quienes refugiados en el discurso de no participar en política ni en religión hacen pasar a la Orden de puntillas frente a los grandes temas de la humanidad.

Tampoco he podido saber cuál es la posición oficial frente al genocidio que han adoptado la Gran Logia del Estado de Israel y las Logias de la Orden Masónica Mixta Internacional El Derecho Humano y del Gran Oriente de Francia que funcionan en Israel y en los territorios Palestinos, sucesoras de las del Gran Oriente Otomano y de la Gran Logia de Palestina (borrada de la historia oficial) que funcionaron desde el siglo XIX hasta la consagración de la Gran Logia del Estado de Israel, el 20 de octubre de 1953. Parafraseando a Napoleón, podemos decir que tres siglos de historia en favor de la independencia de los pueblos del mundo interpelan a los actuales Masones.

Un genocidio no es un tema político ni religioso, así sus motivaciones tengan alcances y efectos políticos o religiosos. Un genocidio es un tema de la justicia. internacional. He oído y leído toda clase de miradas esotéricas, metafísicas, históricas, racistas, desde la negación, llamando “conflicto” al genocidio, Etc., para justificar el primer genocidio que la humanidad puede observar en directo y en tiempo real gracias a la televisión y a las redes sociales. Algunas de esas explicaciones rayan en la fantasía, el descaro o la ignorancia del tema. También, hemos sido testigo de la ofensiva mediática que trata de justificar lo injustificable.

Sin embargo, hay expresiones Masónicas públicas que se apartan de las “prudentes” equidistancias y las expresiones genéricas polivalentes, sacando la cara por la Orden. Por ejemplo: un grupo de Masones españoles de la Gran Logia de España denominado “+ del 8%”, emitió en el mes de julio de este año un comunicado (cuando apenas iban 192 palestinos muertos de los alrededor de 2.000 que según fuentes oficiales van al día de hoy) mediante el cual afirma que:

Los masones, no podemos permanecer impasibles ante la terrible incursión del ejército israelí en la franja de Gaza que tantos cientos de víctimas están generando. El gobierno israelí, debe reflexionar ante esta barbarie en la cual se están cometiendo los más horribles crímenes contra la humanidad, atentando contra la población civil y lo más execrable: están muriendo niños y niñas (a día de hoy, según UNICEF, 192).

Merece especial mención que pedimos a las Naciones Unidas que actúen contundentemente para forzar un alto el fuego inmediato y que el Estado de Israel sea sancionado por el abuso de la fuerza militar. También pedimos que los responsables de estas matanzas sean llevados al Tribunal Penal Internacional de la Haya para que sean juzgados por sus crímenes una vez identificados los culpables, desde la cúpula política hasta los altos mandos militares.

Por ello, queremos expresar que no seríamos masones si miráramos hacia otro lado. No sería propio de nuestra Orden y de los principios que una vez juramos defender con nuestra vida, callarnos ante el uso desproporcionado de la fuerza contra civiles, entre ellos niños, escuelas y objetivos no militares. (..)”

Si esto se presentó en el sector de la “regularidad” anglosajona de España, en el área liberal de la Masonería de ese país también observamos sus méritos. El 27 de julio de 2011, el “Espacio Masónico de España” (EME), constituido por la Gran Logia Simbólica Española, la Gran Logia Femenina de España, la Federación Española de la Orden Masónica Mixta Internacional El Derecho Humano y el Gran Oriente de Francia (que tiene Logias en España), emitió el siguiente comunicado sobre la masacre que cometió Anders Breivik el 22 de julio de 2011 en Noruega con un saldo de 77 muertos y más de un centenar de heridos, especialmente adolescentes. El comunicado es del siguiente tenor:

El Espacio Masónico de España (EME) condena enérgicamente la masacre cometida el pasado viernes en el centro de Oslo y la isla de Utøya tras un doble atentado que, de manera brutal e injusta, acabó con la vida de casi un centenar de personas. Ciudadanos noruegos que involuntariamente han pasado a convertirse en víctimas homenajeadas de la mayor masacre que ha conocido Noruega desde la Segunda Guerra mundial por motivos xenófobos y racistas.

Así mismo, todos y cada uno de los Hermanos y Hermanas que conforman el Espacio Masónico de España expresan públicamente su apoyo y solidaridad incondicional a las familias de las víctimas y a todo el pueblo noruego en estos difíciles momentos de dolor y angustia.

Consternados ante tales hechos y ante determinadas informaciones relativas a que el autor material de los hechos pudiera ser, o hubiera sido masón, como institución destacamos que la francmasonería basa sus principios en el respeto hacia los demás y hacia uno mismo, es esencialmente filantrópica y de valores progresistas. Por tanto se manifiesta y es de per se totalmente contraria a cualquier forma de discriminación ya sea por razones de raza, sexo, religión u otros y totalmente contraria a cualquier forma de violencia, compartiendo la divisa universal de libertad, igualdad y fraternidad.

Bajo esta premisa consideramos oportuno hacer un llamamiento sobre las motivaciones derivadas de tales acciones ya que ponen de manifiesto una vez más la urgente necesidad que existe a nivel global de ejercer con responsabilidad política y social el fomento de opiniones y discursos relacionados con la diversidad cultural y religiosa en nuestra sociedad. (…)

En claro contraste, me ha sorprendido conocer un poema a favor del genocidio a los palestinos redactado por un Masón suramericano descendiente de rusos y de religión judía que emigró a Israel hace medio siglo por razones religiosas, en donde ha ocupado cargos importantes en la Masonería de ese país.  


Por mi parte, yo me adhiero a las palabras de los Masones españoles del colectivo “+ del 8%”, cuando piden que “…los responsables de estas matanzas sean llevados al Tribunal Penal Internacional de la Haya…”, (con mayor razón, porque el Estatuto de Roma que lo rige excluye la pena de muerte), ya que me parece que no solo es lo más coherente con nuestros juramentos y promesas, sino además lo más útil para la construcción moral, intelectual y espiritual del Gran Templo de la Humanidad, en que estamos empeñados.