miércoles, 11 de abril de 2012

EL NIVEL


Por Iván Herrera Michel

Comencemos aclarando que el nivel en la albañilería no es una herramienta, sino un instrumento de control que se usa para verificar la horizontalidad de los trabajos, que es algo muy distinto.

Al pasar el nivel a la Masonería Moderna entre los utensilios morales de construcción, vino a simbolizar la igualdad absoluta de los Masones y Masonas por encima de cualquier particularidad personal, ya sea esta Masónica o no, así como el deber de trabajar en la construcción de un mundo más igualitario.

A grandes rasgos, estas dos convocatorias las podemos describir así:

a) La Igualdad de los Masones: En un Taller, los obreros y las obreras de la construcción poseen la característica de ser todos iguales sin distingos de ninguna clase, privilegios ni prerrogativas jerárquicas con respecto a la construcción colectiva. Todo Masón tiene derecho a la igualdad, como algo inherente a su dignidad humana, que es algo que no varía en virtud de su Iniciación Masónica.

Una Logia Masónica solo tiene un líder, que es el Venerable Maestro, y, bajo su dirección, dos coordinadores de la labor de las Columnas, que son el Primero y el Segundo Vigilante, quienes tampoco dejan de ser unos más entre sus iguales, por el hecho de tutelar la labor de los obreros a su cargo. El punto aquí, es que sus jerarquías solo son funcionales y no personales.

Las veleidades monárquicas, dictatoriales o absolutistas, son proscritas en el método Masónico en aras de la calidad de “Primo Inter Pares” del Venerable Maestro. Bajo ningún pretexto se puede pretender una jerarquía de clases al interior de la Orden.

Por lo tanto, los Grados alcanzados en la vida Masónica no deben ser considerados como contrarios al derecho a la igualdad de los Hermanos y Hermanas, sino asumidos a partir de un criterio de disposición Iniciática que no impone superioridad ni subordinación frente a ningún otro Masón o Masona. Esos Grados, en el mejor de los casos, solo pueden ser interpretados como indicadores personales del calado personal de los referentes Masónicos.

b) La Búsqueda de un Mundo más Igualitario: Quizás la misión más importante de la Masonería, y la que mejor ha llevado a cabo a lo largo de sus tres siglos de querer “unir lo que está disperso”, es la del combate a favor de crear las condiciones necesarias para una humanidad más horizontal en sus condiciones de vida y en sus oportunidades.

Es una realidad evidente, que a los más de 7.000 millones de personas que actualmente habitamos el planeta nos distinguen múltiples diferencias físicas, de personalidad y de temperamento. Y estas asimetrías naturales se observan aún entre gemelos monocigóticos originados a partir de un mismo óvulo y un mismo espermatozoide que han sido criados juntos.

No obstante, no es a zanjar estas desigualdades naturales a lo que nos convoca la Masonería con el simbolismo del nivel, sino a las que generan el poco o ningún acceso de todos los seres humanos al ejercicio de unos mismos derechos y al disfrute de unos mismos beneficios, y, como diría la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

Cuestiones como la erradicación de la pobreza, la mejor distribución del ingreso, el acceso universal a la educación y a la salud, la paridad social, la igualdad frente a la Ley, la justicia distributiva, el equilibrio en las relaciones internacionales, y el sufragio universal, entre muchos otros temas de equidad, siempre han estado relacionados con los sistemas de valores que defiende la Masonería, así como con el simbolismo Masónico de aprender a controlar nuestros trabajos con un nivel.

Una prueba de ello, es que la sociedad en general los identifica con el modo de pensar de los Masones.







sábado, 31 de marzo de 2012

UNA CUMBRE DEL “DERECHO HUMANO” EN BOGOTÁ


Por Iván Herrera Michel

El día 10 de marzo de este año tuve la honrosa oportunidad de asistir en el Oriente de Bogotá, a la ceremonia solemne de Consagración de la Federación Colombiana de la Orden Masónica Mixta Internacional “El Derecho Humano” (OMMI - DH), así como a su posterior Banquete fraternal.

Aunque he sido testigo desde hace más de una década de la calidad de los trabajos de las Logias de la OMMI - DH en Colombia, gozado de la fraternidad de sus Talleres en otros países y asistido a su VI Encuentro Latinoamericano hace un par de años, esta vez la ocasión revistió un particular carácter internacional, histórico y de esplendor. La Tenida se celebró en un amplio salón decorado para la ocasión del piso diecisiete del emblemático Hotel Tequendama, en el Oriente de Bogotá, y contó con la presencia de la Gran Maestra Internacional, Danielle Juette, el Gran Maestro Internacional Adjunto, Antonio Ceruelo, los Consejeros de la Orden, María Francoise Passini y Francois Mettier, los Presidentes de las Federaciones nacionales de Estados Unidos, Brasil y Austria, y representantes de sus Logias en Paraguay, Perú y Ecuador. Además de grandes delegados de la Gran Logia Central de Colombia y de la Federación Colombiana de Logias Masónicas. Naturalmente, la asistencia de los Hermanos y Hermanas colombianos fue numerosa y entusiasta.

Con la GM Danielle Juette
Y como si fuera poco lo anterior, allí se hicieron presentes la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica – CIMAS -, y la Federación Americana de Supremos del REAA – FASCREAA –, cuyos representantes viajaron al Oriente de Bogotá, expresamente para saludar a este nuevo fortalecimiento de la Masonería liberal en nuestro continente.

Dicho sea de paso, en la OMMI – DH una Federación es una estructura administrativa del orden nacional que consta de por lo menos cien miembros activos y cinco Logias. En este sentido, la jurisdicción colombiana ya había excedido los requisitos por cuanto a la fecha posee cerca de 150 Masones y Masonas activos que se reúnen en siete Logias Simbólicas y una de Perfección, conformando al mismo tiempo el tercer colectivo Masónico del país, después de la Gran Logia de Colombia (masculina) y la Federación Colombiana de Logias Masónicas (mixta).

Es innegable que la larga presencia de la OMMI – DH en América es digna de destacar. Para citar unos pocos ejemplos, en Brasil posee una Logia que ya cumplió 82 años de labores ininterrumpidas, a Costa Rica llegó en 1919, y el infatigable estudioso argentino Mauricio Javier Campos acaba de publicar hace cerca de un mes un ejemplar del Reglamento de la Federación argentina que data de 1916. De igual manera, el discurso adogmático y progresista de sus Talleres, desde Chile hasta Canadá, siempre ha sido de muy buena factura.

Con la GM Danielle Juette,
MF Passini, y Antonio Caro
Por otra parte, acabada la Ceremonia de Consagración tuve la afortunada oportunidad de conocer la más reciente publicación de la “Fundación María Deraisme”. Es decir, los libros “La Plomada”, “Viajes” y “Akakia”, escritos por la ex Presidenta de la Federación belga, Thérèse Willekens, y traducidos al castellano por Paloma Martínez, Presidenta de la Federación española, en asocio con Yolanda Alba y María Ángeles Siemens. Los textos, se pueden obtener en su sitio web: http://www.fmd.es/

Precisamente, y para terminar esta nota, deseo compartir las siguientes líneas copiadas del libro “La Plomada”, que me parecen apropiadas para una buena reflexión:

“(...)” “Lo que aúna en Logia a una serie de seres humanos será, muy esquemáticamente:

- La creencia en la perfectibilidad del ser humano, y en particular en la suya propia.

- La creencia en la perfectibilidad de las sociedades humanas, acompañada por la convicción de que los destinos de dichas sociedades pueden ser modificados por el efecto de las voluntades individuales.

- Ciertas tendencias al gregarismo que encuentra en la puesta en común de estas convicciones y creencias un elemento nuevo de tipo afectivo, al que llamaremos “egregor” (término empleado por los simbolista para designar la fuerza de cohesión de un grupo humano)

(...) ¡se es Masón en todas partes o no se es en ninguna!”





miércoles, 29 de febrero de 2012

LA PIEDRA BRUTA


Por Iván Herrera Michel

En el lenguaje simbólico Masónico, la Piedra Bruta representa el objeto sobre el cual debe aplicarse el Aprendiz para convertirlo en útil en la labor de levantamiento metafórico (interior y exterior) del primer Templo de Salomón, ya no en la ciudad de Jerusalén, sino dentro de sí mismo.

Este primer Templo arquetípico de Salomón, según la Biblia, fue construido en el siglo décimo A. de N. E., para reemplazar el santuario portátil elaborado durante la salida de los israelitas de Egipto con el nombre hebreo de mishkán (en latín, tabernaculum, que significa caseta), tenía una forma rectangular de 27 metros de longitud, 13.5 de alto y 9 de ancho, y a su vez había reemplazado a una carpa móvil, que colocaban en el centro del campamento cuando se mudaban de sitio.

El templo, en una innegable referencia solar, estaba orientado de este (oriente) a oeste (occidente), lo que se tomó posteriormente por la cristiandad como lo ideal para la construcción de sus edificios religiosos. De allí, con la introducción en Londres de un tercer Grado a la Masonería a finales de la década del 20 del S. XVIII, el relato pasó al simbolismo de los Talleres de la Orden Masónica. Un punto importante a tener en cuenta en esta filiación religiosa y simbólica, es que los israelitas según el mito bíblico se congregaban en el exterior del templo y no en el interior, al cual solo ingresaban el Rey y los sacerdotes.

Dada esta circunstancia, para la temprana Masonería Moderna del siglo XVIII los Masones no son reyes ni sacerdotes. Muy lejos de lo anterior, son los obreros que prefiguran en su mente un edificio futuro, pulen las piedras en bruto que habrán de utilizar, y las colocan “a plomo” (verticalmente) y “a nivel” (horizontalmente), erigiendo los muros de la obra imaginada, esperando con ella realizar una labor útil y trascendente para sí mismos y para la humanidad. Es decir, que son los simbólicos constructores del primer Templo de Salomón.

Los Masones, de acuerdo con las responsabilidades inherentes a sus cargos y oficios, son obreros y obreras que reciben un salario, y su sitio de reunión original en la Masonería de los Modernos es la cabaña que está a un lado de la construcción del templo. Es decir, en donde guardan sus herramientas, se reúnen en torno a ellas, ocupan sitio de acuerdo a su rol en la empresa constructiva y reciben sus salarios.

No obstante lo anterior, algunos estilos Masónicos han desarrollado una variante monárquico – sacerdotal que se escenifica bajo la presunción de que los obreros se encuentran en el interior de un Templo de Salomón ya acabado, y no en uno en construcción, y que estos estarían bajo las ordenes de un Venerable Maestro que representa una especie de sacerdote o de Rey Salomón, y no un Maestro de Obra.

En este trabajo colectivo y alegórico, es al Aprendiz al que le corresponde la tarea más básica del equipo, pero no por eso la menos importante, que es la de despojar de los pedazos más hoscos el material con el que luego va a seguir levantando la edificación de su propia vida, en una tarea en la que el método Masónico ha querido que él mismo sea el desbatador y lo desbastado, el refinador y lo refinado, el perfeccionador y lo perfeccionado, el obrero y el material. Es decir, simultáneamente el hombre y su ideal.

Por ello, es oportuno que en medio del boato y decorum de la Iniciación Masónica, que siempre estimula a fijarnos en lo importante de nuestra vida, al Aprendiz se le señale que en su labor primordial de pulimento es él, y solo él, quien posee el conocimiento exacto de las carencias, imperfecciones, virtudes y potencialidades de su carácter personal, y que a nadie más le está dado “pulirlas” ni fijarle sus expectativas de vida.

Entre otras cosas, porque las personas, al igual que sucede con las piedras brutas recién extraídas de la cantera, no poseen similar personalidad, sociabilidad, creatividad, inteligencia, Etc., y esta diversidad hace que la tolerancia frente a las diferencias sea un requisito sine qua non para la armonía de la construcción.

En este orden de ideas, el objeto de trabajo de un Aprendiz, de conformidad con el sistema de valores de la Masonería, será siempre el mejoramiento de sí mismo, y el fortalecimiento de su tolerancia y del respeto al otro. Es decir, el pulido de su propia índole, de su naturaleza y de su carácter privado para construir un yo más noble y mejor integrado en la sociedad.

Visto lo anterior, mientras un Aprendiz asiste a una Tenida, es bueno que interiorice la ficción de que el Templo a construir es su propia vida con sus diferentes alcances, y se acostumbre a sentir y pensar que el lugar en el que está, le convoca permanentemente a mejorarse a sí mismo, puliendo su Piedra Bruta, en tanto que unidad básica de su biografía personal y del desarrollo de su comunidad, desbastando con determinación y coherencia sus errores y defectos, con miras a reubicarse y ser más útil a sus semejantes.




domingo, 12 de febrero de 2012

DEL LIBRO “LA MASONERÍA EN LA LITERATURA” DE OSCAR AGUIRRE GÓMEZ


Por Iván Herrera Michel

A los Masones colombianos, el fin y comienzo de año 2011/12 nos sorprendió en medio de una “fraternal” trifulca en el norte del país que involucró a tres Grandes Logias, una Confederación nacional de ellas, otra internacional, y a dos Supremos Consejos del REAA, peleándose por temas como regularidad, territorios, Masonas y reconocimientos, e inundó el Internet, los correos electrónicos y los teléfonos celulares, con expulsiones, prohibiciones, cierres de Logias, comunicados, pronunciamientos, “silencios cómplices” y acusaciones mutuas subidas de tono, en una contienda absolutamente estéril para la Masonería y la sociedad.

Oscar Aguirre recibiendo la Copa Miguel Álvarez de los Ríos,
otorgada por el  Parnaso Literario
En medio de la febril barahúnda, llegó a mis manos el libro “La Masonería en la Literatura”, que constituye la más reciente publicación del Masón Oscar Aguirre Gómez y una seductora oportunidad para refrescarnos con una visión más constructiva de los diferentes alcances que ha tenido (y sigue teniendo) la Masonería y los Masones. El libro se puede adquirir escribiendo al autor al correo electrónico: oscar.aguirre.2007@hotmail.com

Recuerdo que conocí a Oscar Aguirre en el año 1997, en el marco de un encuentro nacional Masónico que se celebró en el Hotel Soratama, de la ciudad de Pereira, Colombia, ubicado frente a la estatua del Bolívar Desnudo, de Rodrigo Arenas Betancourt, en la céntrica plaza que lleva el apellido del libertador.

En esa ocasión, captó mi atención un libro de relatos cortos de su autoría de apenas 119 páginas, recién publicado, titulado “El Viejo Baúl” que ya había terminado de leer cuando regrese a casa. Igualmente, comenzaba Oscar Aguirre a publicar, fruto de un solitario esfuerzo personal, la revista “Iris – Una Visión de la Cultura” dedicada al arte, la literatura y el cambio climático.

Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente y hoy estamos frente a un galardonado y prolífico escritor “pereirano que nació en Finlandia (Colombia) y vive en Dosquebradas” que ha publicado cuatro libros sobre la Masonería, nueve libros de arte, poesía e historia, la revista “Iris” va por la edición 53 de su quinceavo año, la revista esotérica “Magister” que ya lleva ocho números, la “Gaceta Bolivariana” que va por el doceavo, y posee ocho obras inéditas. La verdad, es que son pocos los Masones en la historia de Colombia que pueden mostrar en su haber semejante producción intelectual.

Leída “La Masonería en la Literatura”, comenzaré diciendo que no se limita su contenido a ser una buena fuente de consulta sobre la presencia de la Orden y sus miembros en la literatura en prosa y en verso en Colombia y el mundo, sino que extiende su trasegar a la música clásica, la arquitectura, y la historia de la Masonería desde 1717, culminando con tres narraciones y siete poemas propios de impecable factura.

IPH:. José Stevenson Collantes
Dedica la obra casi noventa de sus 258 páginas, a una serie compendiada de biografías de personajes Masónicos nacionales e internacionales, que me ha recordado gratamente el libro “Perfiles Masónicos” que en el año 1999 publicó en Barranquilla el intelectual y Masón José Stevenson Collantes, y que yo tuve el honor de prologar.

Ahora, frente a una reseña de la “La Masonería en la Literatura”, puedo escribir nuevamente, como en aquel prólogo, que el libro “… es una oportunidad valiosa para seguir el hilo conductor Masónico que guía las vidas destacadas de los Masones ilustres que en él se incluyen. Buscando el sentido oculto del fenómeno ideológico llevado a la práctica cotidiana. Y como en los buenos cuentos, encontrar la moraleja de unas vidas dedicadas al honor, al saber y a la virtud.”

En mi opinión personal, el mensaje central del libro invita a retomar la senda trascendente que se ha perdido en amplios sectores de la Orden, por las inútiles confrontaciones internas de sus miembros.

O sea, que es un es un libro muy oportuno.



martes, 31 de enero de 2012

EL CINCEL


Por Iván Herrera Michel


Existen varias clases de cincel: para trabajar la madera, para cortar metales a altas y bajas temperaturas, para ser usado en demolición, y para un largo etc., de modalidades manuales, hidráulicas y mecánicas.

Sin embargo, la Masonería tomó el utilizado por los canteros de los gremios de constructores del renacimiento para cortar, ranurar y desbastar las piedras recién extraídas de las canteras, caracterizado por una hoja ancha y plana en un extremo que se golpea con un mazo desde el otro, para desprender las tosquedades y hacerla apta en la construcción de edificios.

En la Masonería no se emplea el cincel en la búsqueda de trasformar una piedra bruta en una obra artística plástica o apta para el goce estético, sino con el fin de hacerla útil en la construcción de un edificio acorde con un conjunto de principios morales, lo cual exige más una técnica y una geometría que un arte, pero siempre un interés trascendente.

Quiere el lenguaje Masónico, que el cincel de piedra simbolice el empleo inteligente de la voluntad, representada en un mazo que lo golpea e impulsa, pero que no lo dirige ni guía. Es decir, que el cincel y el mazo en acción simbolizan la voluntad conciente y soberana utilizada de manera sutil.

Esta sutileza metafórica debe estar clara en el método Masónico: es la inteligencia, la que conduce y aplica en el lugar adecuado la fuerza voluntaria y medida, en una labor conjugada que persigue refinar la aspereza adecuada de la mejor manera. Es la inteligencia, la encargada de poner en contacto nuestra energía en acción con la realidad a modificar.

Según los entendidos, la inteligencia humana implica un pensamiento abstracto. A su vez, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la define como la capacidad para entender, comprender y resolver problemas, y los sicólogos la encuentran muy cercana a nuestra propia capacidad de percepción y de ser receptor de información, así como con el poder memorizarla.

Esta capacidad de pensamiento abstracto está determinada, por lo menos, por factores hereditarios y ambientales. Así como por los hábitos de vida. Por su lado, el profesor de Harvard, Howard Gardner, que ganó prestigio mundial por sus trabajos sobre lo cognitivo, planteó en 1983 su teoría de las inteligencias múltiples, que pretende que hay personas con una gran capacidad intelectual para una cosa y no para otra.  Por ejemplo: Einstein fue un genio inigualable en física teórica, y al mismo tiempo un completo torpe al momento de establecer lazos familiares, y Mozart, podía componer una sinfonía a los 6 años, pero lo más probable es que se sacaría un ojo obteniendo las raíces cúbicas de un número.

En este orden de ideas, el equipo de investigaciones de Harvard, liderado por Howard Gardner, ha identificado ocho clases de inteligencia: lingüística, lógica – matemática, espacial, musical, corporal cinética, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Cada una de ellas, relacionada con unas determinadas características biológicas, unas habilidades propias y unas capacidades específicas, aunque presentes en todos los seres humanos en diferentes medidas. Sin contar con la famosa Inteligencia Emocional, popularizada por Daniel Coleman en 1995, según la cual podemos reconocer y manejar sentimientos con mayor o menor capacidad personal, crear motivaciones y encargarnos de las relaciones.

Visto lo anterior, es claro que existen diferencias individuales al momento de aproximarnos colectivamente al tallado de la Piedra Bruta en el método Masónico, por lo que es apenas natural, que la labor no se presente de la misma forma para todos.

Ese conjunto de rasgos personales que diferencian a un Masón de otro, es lo que no permite que pretendamos hacer de la Orden una sociedad de genios, a la manera de MENSA, una organización internacional fundada en Inglaterra en 1946, que hoy agrupa unas 110.000 personas con una inteligencia superior al 98% del resto de la humanidad, en la que, entre muchos otros nombres conocidos, han militado Stephen Hawking e Isaac Asimov.

Por el contrario, la Masonería es una asociación de hombres y mujeres “normales”, libres y de buenas costumbres, a quienes se les ha aceptado como Aprendices sin exigírseles previamente una prueba sicológica sobre sus facultades intelectuales, ya que se entiende que la posibilidad de construcción Masónica es inherente a la sola presencia de la dignidad humana, administrada libremente, con deseos de mejorarse a sí mismo y a sus semejantes, a partir de su propia realidad cualquiera que ella sea.

Esta singularidad Masónica de inteligencia activa y autónoma, simbolizada en el cincel que desbasta inteligentemente la irregularidad que nosotros mismos hemos escogido de nuestra propia Piedra Bruta, posibilita que cada Masón según sus alcances, disminuya la incertidumbre y aumente las probabilidades de éxito de su proyecto constructivo, en una orquestación colectiva que finalmente debe edificar el gran templo de la humanidad.

Como bien lo dijo el filósofo Nicolai Hartmann, “la inteligencia es la función que adapta los medios a los fines”. Y en el mundo real, cada quien cuenta con sus propios medios diferentes a los de los demás.

Y además, sueña sus propios sueños.




sábado, 14 de enero de 2012

EL MAZO


Por Iván Herrera Michel

El Mazo es una herramienta manual que se usa en la construcción para golpear directamente, o por intermedio de otro instrumento, un material con el fin de producir un determinado efecto en él.

En la Masonería, se usa la figura del mazo que golpea un cincel para simbolizar la voluntad y la fuerza material aplicadas a la desbastación de las asperezas de la propia Piedra Bruta en el afán de convertirla en Pulida y apta para la construcción de nuestra mejor forma de ser.

Es una acción que se sugiere que no se ejerza por reflejo o hábito, sino que, por el contrario, comprometa la capacidad libre del Masón de autodeterminarse y pasar a la gestión elegida. Una acción, que en términos aristotélicos, conlleva opción, decisión, transformación de la realidad y creación.

Es decir, que el mazo le simboliza al Masón su potencial para estimular su conducta, impulsándola hacia un destino previamente autodecretado, de acuerdo con su moral personal y su ética social.

Esta voluntad, independiente de cualquier imposición externa, presupone la existencia de dos o más opciones viables, y el tomar un camino con base en una decisión pensada o deliberada que no sea mecánica ni automática. En este contexto, Nietzsche afirmó que la voluntad supone una competencia y una lucha entre una parte de nosotros mismos contra otra.

La voluntad conciente precede a la acción, y por eso podemos detenerla desde las ideas antes de ponerla en movimiento. Es la fuerza deliberada de nuestros pensamientos, con pleno y responsable conocimiento de las causas y sus efectos, y con control absoluto sobre sí mismo.


La volunta conciente del Masón, requiere renuncias y expiaciones, así como el obligarse desde un principio a hacer cosas que le cuestan, a organizar un plan de vida, a aplazar el placer, a administrar sus pasiones y a jerarquizar sus valores. Y por último, a entrar en acción en la dirección resuelta.

La destreza de un Masón para el uso del mazo requiere concentración, disposición, consistencia y tenacidad en el seguimiento de un ideal hasta alcanzar el resultado propuesto. También demanda medida y certeza en el golpe, en una tarea que exige cuidado, ya que el real fin de la voluntad Masónica es obtener una victoria sobre nosotros mismos, para, a partir de allí, construir una vida que nos agrade.

Mucha fuerza en el golpe con el mazo puede estropear la obra, y muy poca, hacer ineficaz el trabajo. De igual manera, un golpe errado puede malograr el resultado deseado.

De allí, la necesidad del Masón de dominar los impulsos de su voluntad, en el afán de ser responsable de su desarrollo personal y dueño de su devenir, en una tarea que exige mucho cuidado y no poca destreza.


domingo, 1 de enero de 2012

DE LA VIEJA Y TERCA COSTUMBRE DE LA MASONERÍA DE IR AL COMPÁS DE LOS TIEMPOS


Por Iván Herrera Michel

Tomado de la revista CULTURA MASÓNICA N° 10, enero - marzo 2012, ( http://www.masonica.es/revista-cultura-masonica/164-revista-cultura-masonica-10.html )


Se espera que para el año 2018 el cincuenta por ciento del mercado laboral de los países desarrollados esté constituido por miembros de la llamada Generación Digital (Digital Natives o Generación Me), y no creo que sean muchos los Masones que consideren que las Logias se escaparán de semejante irrupción, u opinen que la Orden debe retirarse a un castillo sobre la cumbre de una montaña de cristal ubicada al final del mundo, como hicieron “Los Siete Cuervos” de los hermanos Grimm.

Sin embargo, y a pesar de que a los nacidos antes de 1980 nos asalta el temor de que cueste más concentrarse mientras más abunde la información, la generación más conectada e informada de todos los tiempos no va a cambiar sus hábitos por el solo hecho de haberse Iniciado en una Logia Masónica. Es de esperar, que en la era de Google, Amazon y Facebook ella traerá a la Orden las herramientas que importan, y nosotros habremos de lidiar con novedosos comportamientos y expectativas.

Al estar estos nuevos Masones acostumbrados a roles más libres y horizontales, el intentar controlarlos con una lupa y un cordel es un craso error al momento de acercar las diferentes mentalidades. Por ende, la jerarquía Masónica, si no desea quedarse sola con su oropel, deberá revestirse de información idónea, argumentos válidos y disposición para escucharlos realmente, ya que ellos valoran más el conocimiento que la experiencia y son dados a comparar las fuentes. Consideran que tiene más conocimiento útil un joven de 28 años con un Doctorado, que un “viejo” de 50 con 25 años de experiencia.

Las cosas han cambiado mucho desde que alrededor de 1450, Gutenberg, para ganar una apuesta, inventó la imprenta de tipos móviles. 530 años después, en agosto del año 1981, la empresa IBM presentó en público, en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, el primer computador personal con un precio de US$1.565 que exigía un monitor que había que comprar separado. Ese día se inició una nueva etapa para la humanidad con un potencial difícil de pronosticar por ahora, y yo estoy convencido de que estos últimos treinta años representan solo la primera ola del tsunami que se nos vino encima.

Ya han transcurrido muchos siglos desde que la humanidad solucionó al problema de resguardar y divulgar en el tiempo y en el espacio sus creencias y conocimientos. Igualmente, ya han paso más de tres milenios desde la aparición, en lo que hoy es Irak, del Poema de Gilgamesh, la narración escrita de mayor antigüedad que conocemos. Desde entonces el libro, como solución efectiva para esa necesidad comunicativa, ha tenido cinco importantes innovaciones: de la tablilla de barro pasó al rollo de papiro, luego al códice de madera, de allí a la impresión de Gutenberg, y ahora al e - book.

Cada uno de estos inventos produjeron en su tiempo una revolución cultural que, más allá de impactar a la sociedad con la difusión de una mayor cantidad de información (que de por sí, fue importante), arrojó una transculturización invasiva de nuevas perspectivas que afectó las identidades anteriores, creando novedosos valores generacionales. En consecuencia, se variaron las características de los grupos sociales. Hoy en día, no existe un modelo asociativo, cualquiera que sea su finalidad, Iniciático o no, que pueda abstenerse por mucho tiempo de estar en los medios digitales.

Ahora es posible observar con facilidad los efectos de la revolución cultural que generó la imprenta en cinco siglos, así en lo personal gustemos también de admirar los textos manuscritos anteriores con sus hermosas representaciones. Pero ¿Son suficientes 30 años de la vertiginosa vida moderna para calcular el impacto de la tecnología informática? o ¿Habrá que esperar un tiempo prudencial mayor para tener la perspectiva adecuada sobre lo que representa la tecnología y las redes sociales para la Masonería?

Por lo pronto, es fascinante constatar los cambios irremediables que ya ha generado la tecnología informática en nuestras vidas, en nuestros trabajos y en nuestros grupos sociales, a partir de lo que les podemos contar los de la “vieja guardia” a nuestros hijos acerca del mundo en el que vivimos nuestra niñez y adolescencia. Es un lugar común escuchar que entonces éramos muy felices correteando sin celulares, sin jugar fútbol en 3D, sin Iphone, sin Facebook, y de cómo el “cara a cara” ofrecía un sabor humano que hoy no sentimos en los chats, pero el hecho real es que ellos son muy felices con estas novedades y pertenecen a un contexto que posee sabores y colores propios.

A la Generación Digital, que ya está ingresando a la Masonería, le gusta poseer un espacio propio para ser creativa. Está acostumbrada a compartir información, la tecnología informática le regala significados distintos según sus necesidades y momentos de vida, y le ha desarrollado su crecimiento y su personalidad. Ni siquiera imaginan como se podía contar antes con tan poca información. Las enciclopedias y las bibliotecas de hace 40 años eran infinitamente más limitadas que lo que ofrece la Red en estos días, quedaban más lejos y había que hacer un curso para llevarse un libro para leerlo en casa. Y ni hablar de prestar a alguien un libro Masónico.

Hoy, desde los más jóvenes hasta los más viejos están contando con mayores posibilidades de conocer otras opiniones para construir la propia, y eso brinda la oportunidad de que podamos ser más plurales e incluyentes, y, en el caso de la Masonería, la nueva generación entiende de manera natural que las relaciones entre las estructuras Obedienciales y los Masones de a pie deben ser estrechas, trasparentes y horizontales.

Y, entre otras cosas, ¿No es eso lo que siempre se ha pedido?

Hoy valoramos mucho las cualidades de la rancia Masonería presencial tal como la conocimos cuando nos Iniciamos, pero ¿Qué pasará cuando la realidad virtual entre de lleno en la Logia? ¿Nos saldremos nosotros?

He sabido de experiencias Masónicas, que, apoyadas en el Internet, en video beam, y en otros aparatos electrónicos, se vienen presentando desde hace algunos años, tales como Tenidas virtuales, incorporación de hologramas, proyección de símbolos en las paredes, y quien sabe que cosas más.

Al parecer, ya está entrando la realidad virtual en la Orden sin que la mayoría perciba el fenómeno, y, naturalmente, no me refiero a la tecnología que se ha empleado para cambiar el órgano tubular de la Columna de la Armonía por un reproductor de CD (o un parlante de Ipod), o para usar micrófonos en vez de proyectar la voz por todo el recinto, o para usar bombillos eléctricos en vez de velas, o para usar aparatos de aire acondicionado para regular la temperatura de la Logia, o para leer Planchas en un Tablet en vez de hacerlo en una hoja de papel, o para que las citaciones a las Tenidas en vez de hacerse por tarjetas impresas se hagan mediante grupos web.

Ahora se trata de ir más allá: de extender los límites materiales de la Logia, de concebir rectángulos tan amplios como lo virtual lo permita, de trascender con mayor amplitud el tiempo, el espacio y los horarios, y de concebir una Logia universal de este a oeste, de norte a sur, y del cielo al centro de la tierra, en la que se pueda viajar de occidente a oriente, uniendo de paso lo que está muy disperso por el mundo

¿No es acaso esto lo que se enseña desde los mismos inicios de la Masonería moderna?

Indudablemente, los atrevimientos tecnológicos vendrán solos y el método Masónico, sin cambiar su condición ordenada y sistemática, se adaptará a los nuevos accidentes sin afectar su núcleo duro, de tal forma (de eso estoy seguro) que lo veremos practicarse válidamente… hasta sin la presencia física de los Masones que intervienen en las Tenidas!!.

En lo personal, y aunque como le dijo Steve Jobs a la Revista Newsweek, 2011, “cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”, espero no perderme de una de esas Tenidas virtuales, en las que antes, durante o después, seguramente contaré como eran las cosas “en mi época”. Por que también en el futuro será importante que la tradición oral transmita eso que el historiador y antropólogo Jan Vansina define como "mensajes verbales que reportan conocimientos del pasado al momento presente".

He conocido la resistencia que tienen algunos Masones a la vinculación de la tecnología informática a la Masonería, pero yo, para ser sincero, solo observo que en este campo, estamos, una vez más, en presencia de la vieja y terca costumbre de la Orden de ir al compás de los tiempos, sin transformar su esencia en lo fundamental.

Y también he notado, que todo está sucediendo, como diría Erich María Remarque, "en un día tan tranquilo y calmado, que el informe del ejército se limitó a la frase: sin novedad en el frente".