domingo, 18 de mayo de 2025

DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA DEL RITUAL MASÓNICO

Por Iván Herrera Michel
 
Desde una perspectiva antropológica e histórica, una Iniciación Masónica encarna los elementos esenciales de lo que Arnold van Gennep en 1909 y Victor Turner en 1969 denominaron “ritos de paso”, resaltando el estado de transición (liminal, le llamaron) que se vive cuando alguien atraviesa un umbral simbólico entre dos etapas específicas, sin pertenecer completamente a ninguna de ellas.
          
La Masonería, con su riqueza simbólica y su metodología ritual, ha venido desde su fundación hace tres siglos reproduciendo este esquema con una fidelidad sorprendente, en el marco de su especificidad de no contar con un único rito de paso, sino con una serie que marca el camino a través de distintos Grados.
             
Van Gennep identificó tres fases fundamentales en todo rito de paso, que no serían simples categorías teóricas, sino experiencias que se viven desde el primer momento en que se cruza el umbral, a las cuales llamó separación, liminalidad e incorporación, y en la Masonería tendrían las siguientes características:
            
SEPARACIÓN: Desde el momento en que el candidato solicita su recepción en una Logia o en un nuevo Grado, inicia un proceso de desapego de su estado anterior. Para citar un solo ejemplo, el aislamiento en la Cámara de Reflexión, las preguntas que se le plantean y los elementos simbólicos que lo rodean buscan inducir una introspección profunda. Esta etapa es análoga a las prácticas de iniciación de antiguas sociedades, en las cuales el aspirante debía dejar atrás su identidad pasada antes de poder acceder a un nuevo conocimiento. Mary Douglas, en su obra “Pureza y Peligro” (1966), explora cómo las transiciones en los ritos implican la reestructuración de la identidad y el enfrentamiento con lo desconocido. También Catherine Bell, en “Ritual: Perspectivas y Dimensiones” (1997), introduce la noción de agencia ritual, destacando cómo los participantes en los ritos no son solo receptores pasivos, sino que contribuyen activamente a la construcción de su propio significado.
                   
LIMINALIDAD: Aquí es en donde la transformación alcanza su clímax. Turner, en “El Proceso Ritual”, describe este estado como un espacio intermedio, ambiguo, en donde el individuo no está “ni aquí ni allá”, ya no es lo que era, pero tampoco es lo que será, y se encuentran en tránsito hacia un nuevo estado del ser. Durante los ritos de paso Masónicos, el candidato experimenta este pasaje conducido a través de pruebas, sicodramas, alegorías y símbolos que lo confrontan con sus propias limitaciones, en un estado de vulnerabilidad controlada, en donde cada detalle está diseñado para provocar en él una toma de conciencia sobre su propio potencial y sus responsabilidades futuras. Claude Lévi-Strauss, en “El Pensamiento Salvaje” (1962), nos muestra cómo los mitos y rituales estructuran la realidad de los iniciados, permitiendo que este tránsito simbólico tenga un impacto real en su psique. Más recientemente, Richard Schechner, en “Estudios de la Performance: Una Introducción” (2002), ha explorado el concepto de ritual como performance (representación), sugiriendo que los ritos de paso son experiencias dramatizadas en las que los participantes reinterpretan activamente su propio papel en la comunidad.
               
INCORPORACIÓN: Una vez superadas las ritualidades, el iniciado es reconocido como parte de un nuevo nicho de la fraternidad. No es el mismo que llegó, pues ha pasado por un proceso de transformación que lo ha cambiado. La entrega de los signos distintivos del nuevo Grado es la validación de que ha superado su etapa liminal y ahora forma parte de una comunidad con la que comparte valores y aspiraciones. Edmund Leach, en “Cultura y Comunicación” (1976), enfatiza la importancia de los signos y símbolos en los rituales de paso, mostrando cómo estos consolidan la nueva identidad del iniciado dentro de su comunidad. Adicionalmente, Ronald Grimes, en “Hasta lo más Profundo del Hueso: Reinventando los Ritos de Paso” (2000), argumenta que los ritos contemporáneos han evolucionado para adaptarse a las necesidades cambiantes de las sociedades modernas, sugiriendo que la Masonería, al igual que otros sistemas rituales, continúa redefiniendo sus procesos para seguir siendo relevante.
                 
Los diferentes ritos de paso de la Masonería marcan transiciones dentro de su sistema estructural, y, más que unas simples ceremonias, son eventos cargados de simbolismo y de significado humano. Lo que se experimenta en ellos no se limita al contexto de la Logia, sino que resuena en la vida cotidiana del iniciado. Turner hablaba de la "communitas", esa sensación de fraternidad genuina que se experimenta en los momentos de tránsito ritual. Esto es especialmente evidente en la Masonería, en donde la Iniciación no solo marca la entrada a una institución, sino además la integración a una comunidad. Por ejemplo, y en lo personal, puedo mencionar con especial afecto la primera vez que estreché la mano de un Masón desconocido lejos de mi ciudad y sentí que lo conocía desde hacía mucho tiempo.
                 
Históricamente, la Masonería ha sabido preservar y adaptar este legado iniciático continuado. Sus raíces se hunden en las antiguas cofradías de constructores, pero su método ha sido refinado por influencias del simbolismo renacentista, el pensamiento ilustrado y el contacto con diferentes sistemas de creencias. Esta riqueza es lo que hace que sus ritualidades no pierdan vigencia y sigan tocando fibras esenciales de la experiencia humana. Porque al final del día, más allá de títulos, mandiles y rituales, lo que nos queda es el viaje interior que cada uno emprende a su propio ritmo, descubriendo sus propias respuestas en el proceso. Tal vez la verdadera magia del simbolismo Masónico radique en su capacidad de decirnos algo distinto a cada uno, dependiendo del momento de nuestra vida en que nos encontremos.
             
Comprender las iniciaciones sucesivas Masónicas como unos ritos de pasos nos permite verlas en su verdadera dimensión humana como un proceso de transformación individual y colectiva. 
      
La Masonería, al preservar este mecanismo ancestral, no solo perpetúa un método de enseñanza simbólica, sino que ofrece la oportunidad de reencontrarse consigo mismo en un nivel más profundo que puede ser asumido desde una sociología del ritual o una epistemología de la experiencia iniciática.
                   
                   
                        
                           
 
 

 

sábado, 3 de mayo de 2025

LE C.M.I. AU CARREFOUR JUDICIAIRE.

 QUAND SE METTRE DE CÔTÉ EST UN ACTE DE RESPONSABILITÉ

Par Iván Herrera Michel

Traduit de l'espagnol au français par Serge Llorca 


Il était prévisible que le scandale judiciaire qui a éclaté au Mexique début avril 2025 contre les dirigeants de la Confédération maçonnique interaméricaine (IMC) déborderait du black-out d'information du secteur masculin de l'Ordre et circulerait largement dans d'autres branches de la franc-maçonnerie. Et cela, en plus, l’a exposée à un ridicule public inutile qui ne fait que commencer.

Et ce n’était pas étonnant. Selon la presse et les médias électroniques (macronews, PressReader, Luces del Siglo, Milenio, Sol Quintana Roo, el Oriente de México, Enfoque Noticias, Denuncia Península, El Despertador de Quintana Roo, Yahoo, X, etc.), le Bureau du Procureur général de l'État de Quintana Roo, au Mexique, mène une enquête criminelle contre le président et le secrétaire exécutif de la Confédération maçonnique interaméricaine (CMI), pour les délits présumés d'extorsion, menaces, intimidation et corruption. Cela a été confirmé par les communications publiques avec lesquelles les personnes impliquées ont cherché à expliquer les événements et le contexte dans lequel ils se sont produits. Et, soit dit en passant, les présenter comme résultant d'un conflit interne entre une Grande Loge membre et la Confédération elle-même, en raison de la violation de ses Statuts, qui n'aurait jamais dû déborder vers l'extérieur.

Si les informations des médias sont vraies, la réaction des personnes concernées – fuir précipitamment le Mexique pour échapper à la capture – a non seulement ajouté au caractère spectaculaire de l'affaire, mais a également conduit le ministère public, selon la presse, à déclarer formellement le délit d'extorsion prouvé et, ce faisant, puisqu'il s'agit d'un délit poursuivi d'office, à les déclarer fugitifs de la justice.

Au vu de ce qui précède, deux aspects fondamentaux se posent ici et méritent une critique sérieuse. La première est d’ordre juridique et statutaire. Personne de sensé ne remet en question l’importance de la présomption d’innocence comme pierre angulaire de l’État de droit. Mais si ce principe devient un prétexte pour maintenir à tout prix des positions de pouvoir face à des accusations de crimes graves présumés qui compromettent la bonne réputation de la Franc-Maçonnerie, tout en étant une garantie de justice, il devient aussi un bouclier pour l’insensibilité aux dommages causés à l’Ordre.

Le deuxième niveau est celui des institutions et du bon sens. La franc-maçonnerie a toujours cherché à se présenter comme une école de vertu, un espace où l’éthique, le devoir et la décence sont cultivés. Permettre à des cadres supérieurs, alors qu’ils font l’objet d’une enquête pour des crimes présumés incompatibles avec cet idéal, de continuer à occuper leurs postes ne constitue pas une forme de neutralité institutionnelle : c’est une collusion et une manière de déclarer tacitement que les postes valent plus que la vertu qu’ils proclament.
Certains diront que la meilleure chose à faire est d’attendre la décision du tribunal. Mais dans les cas où l’image d’une communauté entière est en jeu, et pas seulement le sort de deux individus, le jugement éthique doit primer sur le jugement juridique. Il ne s’agit pas de condamner les choses à l’avance, mais plutôt d’empêcher que le cadre institutionnel ne s’enfonce dans un système où le prestige de l’Ordre est sacrifié.

La démission de ces dirigeants est un impératif éthique et ne doit pas être considérée comme une concession à la pression médiatique, mais plutôt comme un acte de décence minimale. Une déclaration silencieuse mais puissante selon laquelle l’intégrité l’emporte sur la chaise. La Franc-Maçonnerie ne peut pas se permettre de rester indifférente au scandale, car le silence parle aussi, et il parle généralement fort.

À l’heure où tant de structures s’effondrent à cause d’un refus de prendre ses responsabilités, le geste de prendre sa retraite dans la dignité pourrait faire la différence. On ne leur demande pas de plaider coupable. Personnellement, je vous souhaite bonne chance dans votre défense devant le tribunal.

Il leur est demandé d’être responsables devant l’Ordre. Pour éviter d’autres dommages. Qu’ils comprennent que le leadership, lorsqu’il est compromis par la suspicion, n’est pas défendu depuis les tranchées du bureau, mais depuis la hauteur morale qui consiste à savoir se retirer et à laisser quelqu’un d’autre, en dehors du processus pénal, prendre en charge la conduite du navire à travers la tempête.

Au-delà de la légalité, la véritable grandeur ne consiste pas à résister à tout prix, mais à savoir reculer à temps pour sauver ce qui compte le plus.