Por Iván Herrera Michel
Puede parecer un simple diseño de piso o
un adorno geométrico, tan propio de la Orden, pero lo cierto es que allí, bajo
nuestros pasos, se despliega una enseñanza que, por ser tan evidente, a veces
pasamos por alto. De hecho, el mosaico no está afuera de la Logia, ni en Pasos
Perdidos, ni separa lo profano de lo iniciático. Está adentro, bajo nuestros
pies, recordándonos que la vida misma con sus claros y oscuros se cuela hasta
el corazón mismo de nuestros trabajos Masónicos.
Ese detalle, aparentemente menor, lo
cambia todo. Porque si el mosaico estuviera afuera, se leería como una especie
de filtro moral en donde termina el mal y comienza el bien, para indicarnos que
dejemos nuestras sombras al cruzar el pórtico para entrar puros, limpios y éticamente
impecables.
Por el contrario, quienes lo incluyeron en
el decorado simbólico de la Logia no lo pusieron afuera, sino en medio de ella,
a la vista y bajo el andar de todos, y el mensaje en la Orden se transformó en que
lo luminoso y lo sombrío, lo virtuoso y lo mezquino, lo justo y lo torcido, no
se quedan afuera. Vienen con nosotros, habitan entre nosotros y forman parte
del suelo mismo donde debemos aprender a caminar Masónicamente. Sin importar
que se hayan inspirado en los “pavimentos ajedrezados” de la arquitectura sacra
y cortesana del Renacimiento y del Barroco, o incluso en la tradición
pitagórica de la dualidad numérica.
Si la Masonería nos prometiera un
refugio perfecto o un santuario idealizado, sería demasiado fácil imaginar que,
al cubrirnos con el mandil y tomar asiento en Logia, quedamos automáticamente
libres de debilidades humanas. Eso sería infantil. La verdad es que en la Logia
seguimos siendo hombres y mujeres de carne y hueso, con nuestras virtudes y
también con nuestras miserias. Y esa es, precisamente, la materia de trabajo de
la Masonería, que no es otra que el ser humano real, no el ser humano ideal.
Por eso el mosaico es incómodo cuando nos
recuerda que el método Masónico no se ejercita en una sala estéril, sino en
medio de tensiones, contrastes y contradicciones. Nos toca aprender a caminar
sobre ese tablero sin caer en la tentación de absolutizar ninguno de sus
colores. Quien solo ve el blanco corre el riesgo de volverse ingenuo y quien
solo ve el negro se condena a la desesperanza. El arte del Masón y la Masona consiste
en caminar en equilibrio, sin negar ni dejarse dominar por ninguno de ellos.
Y aquí conviene decir algo que pocas
veces se menciona abiertamente, y es que las sombras no solo se encuentran en
el mundo profano. También las encontramos (y a veces de manera dolorosa, en forma
de “fraternales puñaladas”), dentro de la Masonería misma. Quien haya recorrido
algunos años de trabajo en las Logias sabe que no faltan las experiencias
amargas, y las rivalidades y celos encubiertos, autoritarismos que se escudan
en la tradición, egos que buscan brillo personal bajo la máscara de servicio,
envidias pequeñas que terminan siendo venenos grandes. Todo eso existe. Y
cuando lo encontramos en medio de un espacio que debería ser escuela de libertad,
igualdad y fraternidad, duele más.
Es allí donde el mosaico cobra una
vigencia ineludible mostrándonos que lo perverso es parte del terreno en que
caminamos dentro de la Masonería. Y que lejos de ser motivo para
desilusionarnos, es una invitación a trabajar con más ahínco. Porque la Masonería
nunca prometió una hermandad de ángeles, sino una hermandad de seres humanos
que buscan construirse. Y el mejoramiento, como toda obra de construcción, se
hace con materiales imperfectos. A veces ese “material” incluye experiencias
ingratas que nos ponen a prueba.
Recuerdo más de una vez haber observado situaciones
que hubieran hecho fácil abandonar la senda con una justificación comprensible
para propios y extraños. La lista incluye, por ejemplo, incomprensiones,
injusticias, síndrome de Procusto y voces que levantan murallas en lugar de
tender puentes. Pero también recuerdo lo que aprendí de cada una. El mosaico me
enseñó que esas experiencias no son “accidentes” ajenos al método, sino parte
de él. El reto está en no quedarnos atrapados en la oscuridad de un cuadro
negro, sino usarlo como contraste para valorar más la claridad de los blancos.
En la Logia no se nos pide negar la existencia de la sombra, sino mirarla de
frente y seguir caminando.
El mosaico no es, entonces, un
recordatorio de un dualismo estático, sino una pedagogía de la marcha. Nos
enseña a no escandalizarnos con lo humano, sino a trabajarlo. Nos advierte que
los desaciertos de un Hermano o una Hermana, incluso las actitudes más bajas,
forman parte del escenario donde ejercitamos la fraternidad. Y nos recuerda que
la fraternidad no se mide en los aplausos fáciles, sino en la capacidad de
sostener el vínculo incluso cuando se tambalea y el timón en medio de la
tormenta ética.
Si todo en la Masonería fuera blanco,
sería ingenua y frágil. Si todo fuera negro, sería invivible. Pero como es un
mosaico, tiene sentido porque el blanco sin negro no brilla, y el negro sin
blanco no enseña. De esa tensión surge la experiencia viva del método, que no
consiste en no mirar los contrastes, sino en aprender a vivir con ellos y a
transformarlos en construcción.
El mosaico, con su geometría simple, nos
dice algo que vale tanto dentro como fuera de la Logia y es que el trabajo del Masón
y la Masona comienza siempre sobre el mismo suelo que pisa. La Logia no es
burbuja ni santuario para puros, sino un taller humano, atravesado por luces y
sombras.
Quizá por eso está adentro y no afuera,
para que nunca olvidemos que la Masonería se vive no a pesar de lo humano, sino
precisamente dentro de lo humano.

4 comentarios:
Querido hermano Iván Herrera destaco de esta entrada la importancia del equilibrio en la vida amazónica donde no podemos inclinarnos a una de las dos tendencias radicales que representa el piso ajedrezado es por eso que lo más importante que veo es la armonía interior en la vida del masón y la amazonas y su implicaciones en su desempeño personal y social
Absolutamente de acuerdo con la apreciación del símbolo espejo del mosaico . Buen centro en la Diana !
Un querido TAF desde: Oviedo España
Mil gracias Q:. H:. por poner en primera plana este importante tema, y de la forma como lo hace, en este contexto social actual. T:. A:. F:.
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