Por Iván Herrera Michel
En el mes de septiembre de 2011, la Gran Logia Unida de Inglaterra emitió una declaración oficial mediante la cual suspendió el “reconocimiento” Masónico a la Gran Logia Nacional de Francia, y el 18 de julio de 2012 su Oficina de Asuntos Generales recomendó que se anuncie la ruptura total en la comunicación trimestral del próximo 12 de septiembre/12.
Mientras tanto, el 10 de junio/12 la Gran Logia de Austria, la Gran Logia Regular de Bélgica, La Gran Logia de Luxemburgo, la Gran Logia Alpina de Suiza y una coalición de cinco Grandes Logias germanas fundada en 1958 denominada “Grandes Logias Unidas de Alemania”, a la par que lamentaban expresamente verse obligadas a hacerlo, suscribieron “solemnemente” la “Declaración de Basilea” (por el nombre de la ciudad en que se reunieron), no solo retirando el “reconocimiento” a la Gran Logia Nacional de Francia, sino además proponiéndoselo a la Gran Logia de Francia, que es una Obediencia liberal que goza de excelentes relaciones con las Grandes Logias y Grandes Orientes franceses y del mundo que no poseen, ni están solicitando, ni aceptan un “reconocimiento” dogmático y subordinante en tópicos tan sensibles como la libertad de conciencia y la Iniciación Masónica femenina.
Las condiciones de Basilea (que son las mismas de Londres) no se hicieron esperar: Para tal efecto, la Gran Logia de Francia debe antes: 1) cortar todo vinculo de forma inequívoca con las actuales Obediencias de su amistad; y 2) no estar subordinada a un Supremo Consejo del REAA.
Sobre la segunda premisa, la semántica puede ayudar en el sentido que se quiera, pero para la primera exigencia se requiere un drástico cambio de 180 grados en el significado del vocablo y el concepto de “regularidad” frente a lo que venía sosteniendo públicamente la Gran Logia de Francia a Londres, en el simbolismo, y su Supremo Consejo del REAA a Washington, en los Altos Grados. Sin contar con la gran variación a que se vería obligada en la interpretación de las Constituciones de Anderson de 1723, sobre todo en aquello que ordena “unir lo que está disperso”
En consecuencia, el verano europeo trajo consigo una oleada de exaltación Masónica, y casi no ha habido día en que un alto funcionario de la Masonería francesa, (o en su defecto un ex, o un bloguero) con eco en la prensa, se pronuncie sobre el tema desde diferentes ópticas, en un debate que en mi concepto no se ha centrado en el punto principal:
- La locura que significa que sigamos manteniendo en el planeta Masónico los cismáticos ocho puntos de Londres de 1929 con sus reformas y afinaciones que tantos males le han traído a la Orden -
De seguir como va la discusión, el entusiasmo estival se extinguirá y como resultado tendremos a mediano plazo unas Obediencias francesas nuevas (ya nacieron de la implosión de la Gran Logia Nacional de Francia), una o dos “regulares” en ese país, y “más de lo mismo”. Es decir, que solo estaremos ante un cambio estético y facial.
El debate se ha limitado a los alcances que pudieran derivarse de este fastidioso lío, y los cambios que traería en lo que llaman el “paisaje Masónico francés”, con un terremoto que hasta ahora ha liberado energías en Bruselas, Berlín, Luxemburgo, Viena y Basilea, pero cuyos epicentros siguen siendo indiscutiblemente la Great Queen Street de Londres y la Rue Cadet de París. Y en la línea de la historia, 1877 y 1929.
Pero la verdad es que, dada la publicidad que ha tomado el asunto en este verano, así como la calidad, historia, trascendencia y tamaño de las Obediencias involucradas de una u otra manera, sería de gran utilidad para todos que se intente un paso doctrinal y geopolítico adelante y, de una vez por todas, asumamos un gran debate sobre lo que han significado para la Masonería universal los ocho puntos de Londres, sus “reconocimientos” y el dogmatismo que procura, corrigiendo lo que haya que corregirse.
¿…será posible…?