A simple vista los Masones son hombres y mujeres como los otros, sin nada en particular que los diferencie de los demás salvo que en algunos casos se distinguen por su posicionamiento personal frente a los dogmas o en que proclaman el universalismo de sus ideas. Tampoco han funcionado nunca como un cuerpo doctrinal único ya que obligatoriamente han estado influenciados por el espíritu de los tiempos en lo cultural, lo religioso, lo económico y lo político, y a veces por la exportación de subsecuentes querellas doctrinales.
En cualquiera de sus variantes, los Masones tienen en común que cuando se reúnen siguen un derrotero secuencial de estadios temáticos a los que llaman “Grados”. El encadenamiento en un solo cuerpo de estos Grados se denomina “Rito”, y en los últimos tres siglos se han articulado muchos, entre ellos el llamado “Rito Escocés Antiguo y Aceptado” que es el de mayor cobertura geográfica en el mundo, y el “Rito de York” que es el que más Masones practican hoy en día. Cada uno posee algunas leyendas, tradiciones y alegorías propias, y otras que observan en común.
Tres son las características estructurales principales de un Rito, y con base en ellas se diferencian de otros: a) el ordenamiento y la ornamentación del Templo, b) el desarrollo de la Iniciación, y c) el texto y la formulación del ritual.
Por lo tanto, en la práctica, un Rito Masónico responde y obedece a una doble demanda personal y social. Y en el caso del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (R:. E:. A:. y A:.), en su desarrollo contiene la tradición y los principales hitos civilizacionales de occidente lo cual resulta atractivo para quienes – como me aclaró una Masona española de Sevilla – buscan en la Orden paradigmas intelectuales que se parezcan a los que ya poseen respecto a los valores fundamentales de la universalidad del humanismo.
En el caso particular del R:. E:. A:. y A:., mediante su conocimiento gradual, o, lo que es más preciso, su iniciación sucesiva, se puede proveer al Masón que lo sigue de una comprensión más profunda de la religión, de la filosofía, de la ética y de la historia en una variedad compleja. Los desafíos intelectuales presentados en estos grados son numerosos, y ocasionalmente abrumadores y pueden llevar años su conocimiento.
Un caso típico lo encontramos en Colombia con las discusiones que escuchamos desde mediados de la década de los noventa del siglo XX alrededor de la extensión del R:. E:. A:. y A:.. Y en verdad, esta discusión que es nueva en nuestro país se ha debatido desde el siglo XIX en muchos otros, con similar o distinta historia Masónica, casi siempre dentro del marco de pugnas entre Grandes Logias y Supremos consejos o entre dos Supremos Consejos.
Uno posición sostiene que consta de 33 Grados secuenciales y otra que apenas posee 30, pero no del 1° al 30°, como sería dado suponer, sino del 4° al 33°. Esta afirmación coloca el debate en la disyuntiva de determinar a ciencia cierta, si existe o no un Simbolismo para el Rito. En lo que al parecer si están de acuerdo ambas visiones es en llamar “Escocismo” a los Grados que van del 4º al 33º.
Y aunque la discusión no tiene un origen académico sino “político”, la experiencia colombiana tiene la bondad de servir de pretexto para una investigación metódica sobre el origen, el desarrollo y los textos fundamentales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Un estudio desapasionado del tema puede mostrar algo que la mayoría de los miembros de los bandos rivales no acepta de buena gana y es que una y otra interpretación son igual de validas dentro del marco ideológico de sus específicos relacionamientos internacionales, y que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado de la Masonería no es igual en todas partes del mundo a la luz de dos siglos de perspectiva histórica.