viernes, 27 de septiembre de 2019

LA ÚNICA LOGIA DE LA INDEPENDENCIA COLOMBIANA


Por Iván Herrera Michel
            
¿Existe constancia de la participación de Logias Masónicas y Masones neogranadinos en la Independencia de Colombia?
                  
Apartando mitos y quereres, la verdad es que si existió una Logia Masónica que tenía una docena de Masones durante las gestas independentistas neogranadinas. Pero solo de tres de ellos se sabe con certeza que participaron en la emancipación, y no ha habido forma de demostrar que la Logia estaba comprometida con la libertad.   
                    
José María García de Toledo
Quedaba en Cartagena de Indias, se llamaba “Las Tres Virtudes Teologales”, fue fundada en 1808 (o 1804, la fecha está en discusión), funcionó durante la primera mitad de la década libertaria, desapareció el 24 de febrero de 1816 (tomo como fecha formal la del fusilamiento del único de sus miembros ejecutado en esa ciudad) y al parecer se reunía en la residencia del abogado José María García de Toledo en la Calle de Don Sancho haciendo esquina con la Calle de la Estrella, dentro del sector amurallado, en donde, al momento de publicar este post, funciona una boutique de ropa femenina. 
                          
No hay trazas de otra Logia ni de otros Masones neogranadinos en el periodo de la emancipación, a todo lo largo y ancho de lo que hoy es el territorio nacional colombiano. 
                     
De hecho, esos tres Masones firmaron el Acta “dada en el Palacio de Gobierno de Cartagena de Indias, a 11 días del mes de noviembre de 1811”, que fue la primera proclamación comprobada de independencia absoluta de la corona española en el Virreinato de la Nueva Granada, y la segunda en Suramérica, después de que siete de las diez provincias de la Capitanía General de Venezuela lo hicieran en Caracas el 5 de julio del mismo año.
                      
En contraste, la revuelta de Santafé de Bogotá del 20 de julio de 1810 no fue independentista. Para constancia de ello, en el “Acta del Cabildo Extraordinario de Santa Fe”, que se aprobó esa tarde, los firmantes sentaron por escrito su compromiso de “derramar hasta la última gota de sangre por defender (…) (a) nuestro amado monarca D. Fernando VII”, y se designó al Virrey en funciones como Presidente de la Suprema Junta que se conformó. 
                  
De los 40 signatarios del Acta de Santafé de Bogotá del 20 de julio de 1810, así como de los otros 15 firmantes del cuaderno de la Suprema Junta, de ninguno hay prueba de que haya sido Masón.
               
En cambio, de las 20 firmas del Acta de Independencia de Cartagena de Indias de 1811, tres correspondían a miembros de la única Logia Masónica que existió en el Virreinato de la Nueva Granada durante el periodo independentista (1810 – 1819). Los abogados:
                     
Juan Nepomuceno Berrueco de Acosta,
José María García de Toledo, y
Manuel Rodríguez de Toríces
Manuel Rodríguez de Toríces
                       
De la membresía de la Logia “Las Tres Virtudes Teologales” han sobrevivido 12 nombres, entre abogados, médicos, comerciantes, militares y un sacerdote católico:
                                          
José Fernández de Madrid,
José María García y Toledo,
Juan Nepomuceno Berrueco de Acosta,
Narciso de Francisco Martín,
Marcos Bernin,
Ignacio Muñoz,
Manuel Rodríguez de Toríces,
Joaquín Vallejo,
Juan Salvador de Narváez y Fernández De Castro,
Antonio Leleux,
Joaquín Villamil y Canabal, y
Juan Fernández de Sotomayor
                     
De los 9 hombres declarados “dignos de gratitud del pueblo de Cartagena y del glorioso título de fundadores de la independencia” y “Mártires de la Patria”, por los Artículos 1° y 2° del Decreto No. 55 del Consejo Municipal de Cartagena, del 5 de mayo de 1855, solo dos eran miembros de la Logia “Las Tres Virtudes Teologales”:
               
Manuel Rodríguez de Toríces, y
José María García de Toledo
               
De los 9 nombres que aparecen al pie de igual número de bustos de mármol de Carrara, erigidos en 1886 en el “Camellón de los Mártires” de Cartagena de Indias, en honor a los  fusilados el 24 de febrero de 1816, y de los otros 17 ejecutados ese mismo año en el Convento y Plaza de la Merced, que encontramos en una lista allí mismo, para un total de 26 patriotas, solo uno era miembro de la Logia “Las Tres Virtudes Teologales”:

José María García de Toledo
                     
Un décimo y último busto del “Camellón de los Mártires” pertenece a otro miembro de esa Logia fusilado en Santafé de Bogotá el 5 de octubre de 1816, su cuerpo descuartizado, sus partes exhibidas en varios sitios de la urbe y su cabeza expuesta frente a lo que es hoy la Estación de la Sabana:
              
Manuel Rodríguez de Toríces
                
En definitiva, la participación comprobada de Masones neogranadinos en la independencia consistió en tres abogados miembros de una Logia cartagenera: Juan Nepomuceno Berrueco de Acosta, José María García de Toledo y Manuel Rodríguez de Toríces.
                 
Ni un Masón más, ni un Masón menos.
               
Todo honor a sus memorias.
                 
                      
                           

miércoles, 28 de agosto de 2019

SAN MARTÍN, SUCRE Y O’HIGGINS. ¿MASONES?


                      
Por Iván Herrera Michel
          
Sobre el General José de San Martín y el Mariscal Antonio José de Sucre, si bien no hay evidencia de que hayan pisado una Logia Masónica alguna vez en su vida, existe un debate sobre su condición de Masones basado en fuentes que aún se encuentran en discusión. De Bernardo O’Higgins definitivamente no hay rastro alguno.
                   
Suele afirmarse que San Martín y O’Higgins fueron Masones bajo el supuesto errado de que la organización político-patriótica la “Gran Reunión Americana”, fundada en Londres, y sus derivadas “Logias Lautarinas”, en España, Argentina y Chile, a las que pertenecieron, eran Masónicas. Quienes así lo afirman, para justificarlo, las califican como “Logias operativas”, variando ex professo el significado semántico e histórico del concepto para conferirles etiquetas Masónicas a los dos próceres suramericanos.
                   
Sentado lo anterior, y alejados de conjeturas y suposiciones, los siguientes son los términos de la discusión en torno a una posible membresía Masónica de San Martín y Sucre.
            
JOSÉ DE SAN MARTÍN
                                       
Del General José de San Martín no está documentada su pertenencia a una Logia Masónica desde su nacimiento en 1778, en Yapeyú, Argentina, hasta su muerte en 1850, a la muy avanzada edad (para esos tiempos) de 72 años, exiliado de su patria desde hacía 26 años (huyéndole a sus enemigos en Argentina y Chile), ciego (por una mala operación de cataratas), adicto al opio (como resultado del tratamiento médico por cerca de 40 años para una úlcera gastroduodenal), rodeado únicamente por su médico, su hija, su yerno, sus dos nietas y un amigo chileno, en una casa alquilada en un pueblo pesquero francés llamado Boulogne – Sur – Mer, al lado del Canal de La Mancha.
                        
A partir de su muerte, se inició un culto patriótico a su nombre que incumplió la última voluntad expresada en su testamento, firmado en París el 23 de enero de 1844, que prohibía la realización de un funeral y un acompañamiento hasta el cementerio. El peregrinar de sus restos culminó en 1999.
                              
Se emplea como fuente primaria para probar su membresía en la Orden una medalla que circuló en plata y bronce con el perfil de su rostro, acuñada por la Logia “Perfaite Amitié” de Bruselas, Bélgica, con el texto “La parfaite amitié const.’. à l’Or.’. de Bruxelles le 7 juillet 5807, au Général San Martin, 5825” (La perfecta amistad const., al Or:. de Bruselas el 7 de julio de 5807, al General San Martín, 5825). 
                                           
Abona en beneficio de la hipótesis, no solo la forma de datar los años en la medalla, usual en la Masonería (sumando 4.000 a la era común), sino además que en 1825 San Martín residía en Bruselas, en donde pronunció su famosa frase de "Serás lo que debas ser o sino no serás nada" y escribió sus famosas “Máximas para Mercedita” dedicadas a su hija Mercedes Tomasa, que para esos años se asomaba a la adolescencia.
                            
Pero una duda nace a partir del contexto en que fue acuñada la medalla, porque seis meses antes de esa fecha (el 19 de enero de 1825), había sido publicado en el periódico “La Belge Ami du Roi et de la Patrie” (La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria), que al grabador real y Masón Henry Simon, le fue comisionado hacer una decena de medallas con el perfil de personajes, no necesariamente Masones, de la época (entre ellos Miranda).
                        
Por otra parte, no se ha encontrado una sola evidencia que muestre que San Martín recibió la Medalla. No lo menciona en su correspondencia, ni ninguno de sus allegados se refiere al tema en público o en privado.
                        
Tampoco se ha podido confirmar que para la época existiera una Logia llamada “La Perfaite Amitié” en Bruselas, aunque sí en Amberes, en cuyos archivos no se conserva memoria de la presencia de San Martín, de haber tenido correspondencia con él o de haber acuñado una medalla en su honor. 

En definitiva, la incertidumbre persiste.

JOSÉ ANTONIO SUCRE
                         
Los masones venezolanos Francisco Castillo Sanoja y Hello Castellón en la página 63 del libro “Quién es quien en la Masonería venezolana”, publicado en Caracas en 1974, sostienen que "en el archivo de la Resp:. Log:. “Perfecta Armonía No 2”, al Oriente de Cumaná, actualmente en poder de la Resp:. Log:. Bella Altagracia N 24, hay un libro de actas, con las hojas amarillentas por la acción del tiempo, donde aparece registrado con fecha de 1811, el nombre del Mariscal José Antonio (sic) de Sucre, como asistente a unas tenidas”.
               
A esta anotación se le glosa que Sucre, para ese tiempo, solo contaba con 16 años de edad, y la Masonería en Venezuela no recibe miembros tan jóvenes.
                       
En lo personal, yo sí creo en la posibilidad de que se hubiera podido hacer una excepción con un Sucre adolescente. He visto demasiadas dispensas, por diferentes motivos, en muchas partes, y esta no me sería extraña por las siguientes razones:
                    
Mariscal José Antonio de Sucre
Para alguien que a los 16 años de edad era un precoz joven Teniente, miembro de una de las más aristocráticas y adineradas familias venezolanas, con “pureza de sangre”, descendiente de nobles belgas, domiciliado en la Isla de Margarita como Comandante de Ingenieros e hijo de un Gobernador, no es difícil pensar que haya recibido el privilegio excepcional de ser Iniciado en la Masonería a una temprana edad, y que visitara con cierta frecuencia a su familia y a su Logia en su cercana ciudad natal de Cumaná. En este contexto, el acta mencionada encaja perfectamente en cuanto a tiempo y lugar.
                    
El problema surge porque en el archivo del Instituto Venezolano de Estudios Masónicos (IVEM), reposa una lista elaborada por el historiador venezolano Manuel Landaeta Rosales (1847 – 1920) en la que la fecha de fundación de la Logia “Perfecta Armonía No 2” es la del cuatro de noviembre de 1822. Es decir, once años después de la que aparece en el acta.
                    
Landaeta tuvo acceso a una enorme base de datos, gracias a que se desempeñó como Director de la Oficina para la Publicación de la Gran Recopilación Geográfica, Estadística e Histórica de Venezuela y fue Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
              
Es posible que Landaeta se haya equivocado, o que, por el contrario, los equivocados sean Castillo y Castellón.
                            
En definitiva, la incertidumbre persiste.  
                
                        
                 

lunes, 29 de julio de 2019

BOLIVAR Y PAEZ: DE LOS POCOS PROCERES MASONES

Por Iván Herrera Michel
               
Se me pregunta sobre las Logias militares que acompañaron a los ejércitos libertadores de América del Sur, y si realmente fueron Masones próceres de la talla de Simón Bolívar, Camilo Torres, Simón Rodriguez, José celestino Mutis, Francisco Antonio Zea y José Antonio Páez, “entre otros”.
                                     
La realidad es que de los seis nombres que menciona mi corresponsal, solo dos pasan un examen imparcial sobre su paso por una Logia Masónica:
                 
Simón Bolívar y José Antonio Páez.
          
De Camilo Torres, Simón Rodriguez, José celestino Mutis y Francisco Antonio Zea, no existe el más mínimo rastro que indique que alguna vez en su vida pisaron una Logia Masónica. Por lo tanto, no voy a ocuparme de conjeturas y suposiciones.
             
Tampoco hay rastros de que en alguno de los ejércitos libertadores de Suramérica haya existido por lo menos una Logia Masónica, ya sea militar o de otra clase. Por muy discreto que haya sido su accionar, llama la atención que, doscientos años después, ninguna huella verificable, documental, material o testimonial, se haya encontrado.
                                                    
Las conclusiones de los investigadores apuntan a que ni la Masonería (institucionalmente concebida) ni los Masones (considerados como un colectivo), tuvieron un rol relevante en las lides independentistas de las colonias españolas, más allá de la probable influencia de un pensamiento liberal, de boga en la época, dentro y fuera de las Logias, que haya podido germinar en la mente de criollos ilustrados, fueran Masones o no. De hecho, existen serias dudas sobre la existencia de una conspiración Masónica encaminada a la independencia de Suramérica.
          
Sobre la historia de la Masonería en Suramérica hoy es obligado consultar, por lo menos, lo publicado por la Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC), el Seminario Permanente Internacional de Historia de las Masonerías (SPIHM), el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de la Habana, el inglés Frederic W. Seal-Coon de la Logia Ars Quatuor Coronatorum No. 2076 (Gran Logia Unida de Inglaterra), el venezolano Eloy Reveron, el español José Ferrer Benimelli y el francés Alain de Keghel, entre otras fuentes bibliográficas contemporáneas que están apartándose de los mitos fabulosos que caracterizaron durante algún tiempo las narraciones, dentro y fuera de la Orden.
         
Hechas estas salvedades, a las pruebas me remito sobre Bolívar y Páez.
           
SIMÓN BOLÍVAR
              
Miniatura sobre marfil
Autor Anónimo
(París, 1805 - 1805)
Colección Fundación John Boulton. Caracas
El primer testimonio conocido de la calidad de Masón de Bolívar lo constituye el “Diario de Bucaramanga”, manuscrito en 1828 y corregido en 1835 por su edecán y Masón francés, Luis Perú de Lacroix, durante su paso por Caracas, con base en tres ruedas de conversaciones con el Libertador llevadas a cabo del 1° de abril al 1° de mayo, del 2 al 25 mayo, y del 26 de mayo al 26 de junio de 1828.
                       
En la anotación correspondiente al 11 de mayo de 1928, Bolívar habría confesado, refiriéndose a la Masonería, que “…  también había tenido él la curiosidad de hacerse iniciar para ver de cerca lo que eran aquellos misterios, y que en Paris había sido recibido Maestro…”. No mencionó Grados escocistas.
                
En 1869, el sobrino del Libertador, Fernando Bolívar, incluyó la segunda parte del “Diario de Bucaramanga” en su libro publicado en París “Efemérides colombianas sobre Venezuela, Colombia y Ecuador que formaron en un tiempo una sola República”.
              
Pero es el escritor, periodista e historiador colombiano Ismael Lopez, con el seudónimo de Cornelio Hispano, quien publica en 1912, también en París, a través de “Paul Ollendorff, éditeur”, la primera impresión completa con el título de “Diario de Bucaramanga o Vida Pública y Privada del Libertador Simón Bolívar”, que tuvo una amplia difusión.
                
Volviendo atrás en el tiempo, hay que mencionar que en 1824 llegó a Caracas Joseph Cernau (1763 – 1840/45), un controvertido Masón francés proveniente del Supremo Consejo de Nueva York, USA, repartiendo, a diestra y siniestra, altos Grados del REAA al nuevo liderazgo venezolano. De esta forma, otorgó setenta y siete Grados 33°, once Grados 32°, ocho Grados 30° y treinta y tres Grados variados, para un total de ciento veintinueve improvisados escocistas, de quienes se afirma que instalaron ese mismo año el primer Supremo Consejo del REAA de Venezuela.
             
La feria fue de tal dimensión que el Coronel Gerónimo Pompa Landaeta (prócer de la Guerra de Independencia) dejó testimonio escrito sobre su carrera Masónica exprés: en un año subió del Grado de Aprendiz al 33°.
                                            
El punto principal aquí es que en el Archivo General de la Nación de Venezuela, reposa una nota manuscrita por el General José Félix Blanco, Grado 33° (quien en 1864 renegó públicamente de la Masonería para tomar los hábitos sacerdotales católicos), en la cual aparece el nombre de Simón Bolívar como uno de los personajes destinatarios del Grado 33° que ofreció a manos llenas Cernau, de quien, dicho sea de paso, el Diccionario Enciclopédico de la Masonería afirma que usurpó las funciones del Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de Nueva York, en consideración a que le habían sido conferidas solo para la isla de Cuba.  Pero eso es tema de otro escrito.
                         
El problema con esta colación del Grado 33°, es que para esas fechas Bolívar se encontraba en El Perú en plena campaña libertadora del sur, y no pudo haberlo recibido. Tampoco se conocen vestigios de una posible delegación para otorgárselo o de haberlo recibido de alguna manera, algún día, en alguna parte.
                                       
Por la misma razón se desecha como evidencia el “Mandil y Collarín de Bolívar”, correspondiente al Grado 32° del REAA, que se exhibe en la librería y museo “Canciller Robert R. Livingston”, de la Gran Logia de Nueva York (71 W 23rd Street, 14th Floor, New York, N.Y. 10010-4171, USA).
                                 
La hipótesis más aceptada, sugiere que estas decoraciones las hubiera usado Bolívar de haber estado en Caracas para recibir el Grado 32° en 1824. Cernau, ante la imposibilidad de imponerlas, las habría regresado a Nueva York, y no es difícil imaginar que, por la relevancia histórica del destinatario inicial, se convirtieran en objetos de interés y piezas de museo. Por eso, se conservan nuevas y sin estrenar. 
             
La prueba reina de la calidad de Masón del Libertador vendría en 1955 de la mano del escritor, periodista y político venezolano Ramón Diaz Sánchez, quien negoció en Paris con su amigo M. Sorlet, editor de la revista “Nouvelles Editions Latines”, el acta original de la Tenida de la Logia San Alejandro de Escocia, del Gran Oriente de Francia, en la que recibió el 11 de noviembre de1805, en París, el Grado de Compañero, a los 21 años de edad, firmada de su puño y letra, bajo la Gran Maestría de José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón a quien los españoles apodarían años mas tarde "Pepe Botella".
                                          
El hallazgo fue publicado inicialmente en un artículo titulado “Si, Bolívar fue Masón” en Caracas, en la edición No. 1.609 de la revista “Elite”, correspondiente al 28 de julio de 1956, y fue reforzado posteriormente por la aparición de una lista de Maestros Masones, de diciembre de 1805 de la misma Logia, en la que aparece el nombre del Libertador, descubierta por la historiadora venezolana Miriam Blanco Fombona de Hood en la Biblioteca Nacional de París.
                                   
Y aunque no existe constancia de una vida Masónica más allá de los seis meses que vivió en París a los 21 años de edad, los análisis sistemáticos y grafológicos de los documentos franceses han sido concluyentes al confirmar, fuera de toda duda, la autoría personal de la rúbrica de Bolívar y la autenticidad de los documentos.
                                 
De donde resulta la conclusión inequívoca de que Bolívar si fue Masón.
           
JOSÉ ANTONIO PÁEZ
                 
A pesar de no mencionar la Masonería en sus “Memorias” autobiográficas, la prueba
Foto de José Antonio Páez
a mediados del siglo XIX
definitiva de su condición de Masón, la constituye un documento original archivado en la Biblioteca Nacional de Venezuela, que ha pasado todas las pruebas grafológicas, firmado personalmente por “El león de Apure”, en calidad de Venerable Maestro, mediante el cual solicita Carta Patente a una Logia estadounidense, con el siguiente tenor:

               
A L:. G:. D:. G:. A:.D:.U:.
Al Oriente de Valencia, 9 de Julio de 1823
A:.L:. 5823
             
A los Venezolanos Oficiales y demás Miembros de la Logia La Amigable N° 25, al Oriente de Baltimore.
                     
Señores y Hermanos.
                                                             
Nuestro muy querido hermano Juan C. King ha tenido la bondad de encargarse de remitir a ustedes nuestra solicitud a fin obtener una Patente para una nueva Logia que deseamos establecer en esta ciudad. Suplicamos se sirvan ustedes recomendar nuestra petición empleando toda su influencia para conseguirla.
                                                                 
Estamos seguros que por medio de ustedes las Logias de Cumaná y Barcelona han conseguido regularizarse obteniendo sus Patentes y esperamos que ustedes se servirán dispensarnos igual favor, asegurándoles que deseamos trabajar de una manera regular y conforme a los reglamentos e instrucciones de la Gran Logia de Maryland.
                                                        
Bajo este concepto aseguramos a ustedes nuestra gratitud y ofrecemos la respetuosa consideración con que somos sus obedientes seguidores y hermanos.
                                                             
(Fdo.) José Antonio Páez, V:. M:., (Fdo.)Pedro Guillén, Prim:. Vig:., (Fdo.) George Woodberry, Seg:. Vig:., (Fdo.) José de Lima, Or:. Fisc:., (Fdo.), J. Cistiaga, Secretario, (Fdo.), Pedro Celis, Maestro de Ceremonias, (Fdo.), Francisco Torres, (Fdo.), Juan Escalona, (Fdo.), Luis Flegel”
                                     
Por otra parte, el nombre de José Antonio Páez aparece en el listado del General José Félix Blanco, Grado 33°, como el de aquellos destinatarios del Grado 33° de Cernau en Venezuela, y, en su segundo periodo presidencial (1839 - 43), está documentado que “refundó” el Supremo Consejo de Venezuela el 10 de mayo de 1840 en calidad de Soberano Gran Comendador para el periodo 1840 – 42.
                                 
Visto lo anterior, queda fuera de toda duda razonable la calidad de Masón del General José Antonio Páez, con la aclaración de que solo existen evidencias fidedignas de que lo fue con posterioridad a las campañas libertadoras de la Nueva Granada y Venezuela, en donde se distinguió por su papel decisivo en las Batallas de Boyacá el 7 de agosto de 1819 y de Carabobo el 24 de junio de 1821.
                                                                 
No antes, ni durante las gestas.
                  
                  
                        



jueves, 27 de junio de 2019

¿FUE MASÓN EL GENERAL SANTANDER?

                                 
Por Iván Herrera Michel
               
A raíz de mi post anterior, desde Venezuela me preguntan si existen pruebas sobre la calidad de Masón del General Francisco de Paula Santander. Me limitaré a exponer lo que se dice, se sabe y consta en la polémica, y que cada quien juzgue y deduzca.
              
Aunque la discusión no es nueva, el debate sobre la calidad de Masón del General Santander es sensible en Colombia por el culto patriótico que existe en la literatura Masónica (incluso en las recopilaciones de Américo Carnicelli), acentuado por su reputación como precursor del Partido Liberal Colombiano, al que han pertenecido los Masones que han sido Presidentes de la República.
         
Una muestra al canto de esa devoción, la constituyen las Grandes Logias, Logias y cuerpos de Altos Grados, así como los colegios y fundaciones sociales auspiciadas por la Orden, nombrados en su honor.
            
Francisco de Paula Santander
Entrando en materia, lo primero que hay que dejar sentado es que no existe ningún dato ni directo, ni indirecto ni circunstancial que muestre que el "Hombre de las Leyes" tuvo alguna relación con una Logia Masónica antes o durante la Campaña Libertadora de la Nueva Granada.

                                   
La versión propagada afirma que Santander perteneció a una Logia bogotana fundada el 2 de mayo de 1820 denominada “Libertad de Colombia”, que al año siguiente varió su nombre al de “Fraternidad Bogotana”.
                      
Igualmente, encontramos una lista de los miembros de esa Logia, el texto de su Carta Patente expedida por la Gran Logia Provincial de Jamaica, el nombre del Comisionado que viajó por ella a Kinston y hasta los Grados escocistas de algunos de sus miembros que mostraban el 18° del REAA.
                      
Pero no hay forma de conocer el original de esa Carta Patente, ni se ha descubierto una anotación sobre su expedición en los archivos de Jamaica e Inglaterra, ni quedó rastros del viaje a Kinston a buscarla, ni se conoce cuándo, como o dónde se Iniciaron sus miembros en una Logia Masónica, ni constatar el origen de sus Altos Grados, o siquiera de cruzar estos datos con fuentes contemporáneas verificables, en Colombia o fuera del país.
                                 
Tampoco aportan fuentes comprobables los tres tomos de “Santander ante la historia: ensayo histórico-biográfico” del acreditado historiador Masón Julio Hoenigsberg, ni la monumental obra “Santander” de la historiadora Pilar Moreno de Ángel, que es la biografía más completa que se ha escrito sobre el prócer.  
                                                      
Por su lado, Américo Carnicelli afirma que Santander presidió la Logia “Fraternidad Bogotana”, que fundó “varias Logias en el Territorio de la Nueva Granada” y que el 21 de abril de 1824 recibió el Grado 33° del “Supremo Consejo del Grado 33° de la República de Colombia”, fundado ese mismo día en Caracas por Joseph Cernau, en momentos en que el “Hombre de las Leyes” se desempeñaba en Bogotá como Presidente de un Capítulo RC del Grado 18° que se llamaba “Los Amigos de Colombia”. (Carnicelli, Américo. Historia de la Masonería Colombiana 1833 – 1940. Tomo I. Págs. 77 – 81; y Carnicelli, Américo. La Masonería en la independencia de América (1810-1830): secretos de la historia).
                                          
El problema surge cuando tampoco se ha podido comprobar esta información, ni en Colombia ni en Venezuela, y lo de los Grados escocistas de los fundadores de la Logia “Libertad de Colombia” no resiste el más ligero análisis histórico.
                                                
Para el 2 de mayo de 1820 solo habían sido creados en el mundo 7 Supremos Consejos del REAA: el de la Jurisdicción Sur de USA (1801), el del Gran Oriente de Francia (1804), el Supremo Consejo de Italia, en Milán (1805), el Supremo Consejo del Grado 33 para España (1811), el Supremo Consejo de los Estados Unidos, fundado por Joseph Cernau en Nueva York, (1812), el Supremo Consejo de la Jurisdicción Norte de los EUA en Boston (1813) y el Supremo Consejo de Bélgica (1817). No hay vestigios ni en Colombia ni en el exterior de que alguno de esos Supremos Consejos haya otorgado Grados a Santander o a sus compañeros de fundación.
                                                     
El primer Supremo Consejo del REAA que hace presencia en Suramérica fue el de Cernau, en Caracas en 1824. Cuatro años después de fundada la Logia. Con la salvedad de que el nombre del General Santander no aparece en la lista del General José Félix Blanco, que reposa en el Archivo General de la Nación de Venezuela, en Caracas, con el de aquellos a quienes Joseph Cernau le habría otorgado el Grado 33° el 21 de abril de 1824.
                                          
Tampoco hubiera podido recibir Santander el Grado 33° en Caracas, porque en esa fecha se desempeñaba en Bogotá como Presidente Encargado de la República de la Nueva Granada por ausencia del Libertador Simón Bolívar, que andaba en el sur con su ejército concentrado en los afanes de la campaña final de la independencia de El Perú.
                                                 
Abundando en datos, hay que mencionar la anécdota que aporta el historiador colombiano José María Rivas Groot (1864 - 1923) acerca de que, en los días posteriores a la Batalla de Boyacá, el Brigadier español José María Barreiro imploró por su vida ante Santander enviándole su Pasaporte y Mandil Masónico, recibiendo como respuesta “la Patria por encima de la Masonería”. Barreiro fue fusilado junto con otros 38 prisioneros el 11 de octubre de 1819 por orden de Santander.
                                                 
Por otra parte, se toma como prueba de la calidad de Masón del General Santander una publicación aparecida en la edición No. 23 de la “Gaceta de Santafé de Bogotá” correspondiente al 2 de enero de 1820, con el siguiente texto: “Aviso al público: Una sociedad amante de la ilustración, protegida por el Sr. General Santander. ofrece al público dar lecciones para aprender a traducir y hablar idiomas francés e inglés, El Sr. Francisco Urquinaona y el Teniente Coronel Benjamín Henríquez., serán los preceptores los lunes y jueves de cada semana, de las 6 a las 8 de la noche darán lecciones en la casa que habita el Sr. Lastra. Los que deseen tener conocimiento en estos idiomas se pondrán de acuerdo con el Sr. Jose Paris, contador ordenador del Tribunal Mayor de Cuentas, en inteligencia de que a principios de este mes se abrirá la sala de secciones”.
                                         
Por otro lado, el Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino, el día de su fundación en Cartagena de Indias, el 19 de junio de 1833, otorgó a Santander el título de “Gran Protector de la Orden Masónica en la Nueva Granada”, siendo SGC:. el militar tolimense José María Vesga y Santofimio (1800 – 1841), quien a la postre se desempeñaba como Gobernador Político de la Provincia de Cartagena desde que fue nombrado el 10 de junio de 1832 por el General Santander, durante su segunda Presidencia (1832 – 1837).
                                                  
En sana crítica, no se puede tomar como concluyentes de la membresía Masónica del General Santander el aviso periodístico de la Gaceta de Santafé de Bogotá, ni la distinción que le hace el Supremo Consejo Neogranadino. Para el primer caso, se exige una cierta dosis especulativa; y en el segundo evento, hay que reconocer que a veces este tipo de distinciones se otorgan por gentileza a personajes públicos para congraciarse con ellos o agradecer su amistad y protección.
                                     
Sobre la opinión personal que tendría Santander acerca de la Masonería, es pertinente apoyarse en lo que publicó el periódico “El Patriota”, del cual era editor, y que circuló bisemanalmente (miércoles y domingo, preferentemente) en Santafé de Bogotá, del 26 de enero al 24 de agosto de 1823.  
                                         
En una de sus 42 ediciones se lee al “Organizador de la victoria” afirmar que "el hombre es primero ciudadano que Masón, y como ciudadano tiene deberes muy estrictos y sagrados con la sociedad, y la autoridad temporal debe prohibir la sociedad de los Francmasones si ésta, en lugar del compromiso a que se obliga de favorecerse y dar ayuda a sus hermanos, puede impedir la observancia de las leyes".
                                               
Según el periódico “El Patriota”, los ataques a la Masonería procedían de grupos de “fanáticos” que poseen un “sentimiento de una falsa conciencia que encadena la relijion a los caprichos de la imajinacion y al desarreglo de las pasiones” (El Patriota, Nos. 31 y 35. 1823).
                                               
Para el entonces Presidente encargado del Poder Ejecutivo, los miembros de la Masonería eran portadores de “luces políticas”, reprochados por “jentes vulgares, las mujeres, y los hipócritas”, que consideraban que la Orden es “alguna cosa del otro mundo, una invención diabólica, y una escuela de vicios”. Y se burlaba de los críticos diciendo que para ellos un Masón es una persona que “se muda de limpio tres veces á la semana, y tiene modales finos…y que también lo son y de altos grados, los que se saludan dándose las manos, los que pasean engarsados del braso; los que reúnen a comer con buen humor”. (El Patriota, No. 29. 1823).
                                             

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Así las cosas, hay quienes concluyen de todo lo anterior que el General Francisco de Paula Santander indiscutiblemente fue Masón, y los que, por el contrario, sostienen que eso no se puede afirmar por que no está probado que lo fuera.
                                       
Que cada cual juzgue y deduzca. Incluso, por supuesto, mi corresponsal venezolano.