Por
Iván Herrera Michel
Culmina
un año en el que la Masonería Moderna en todos los continentes celebró su
cumpleaños número 300 (y eso de por sí es un gran solsticio histórico), y si
bien los nombres de la inmensa mayoría de los cientos de millones de hombres y
mujeres, que en ese tiempo han sido Masones y Masonas, puede haberse diluido
en la memoria colectiva de la Orden, les sobreviven sus contribuciones
individuales, a la manera de la materia oscura del universo, indetectable para
la vista, pero fácilmente inferible por sus efectos reales.
Durante
las celebraciones del tricentenario, ha habido muchas referencias en discursos,
libros y exposiciones a las no más de quinientas personas famosas que han adornado
nuestra fraternidad en los últimos tres siglos Algunas de ellas han hecho
importantes contribuciones al desarrollo y la evolución del pensamiento
Masónico (y eso es un solsticio a celebrar).
Otras simplemente han disfrutado de la fraternidad de sus Hermanos, viendo
su Logia como un remanso de paz en un mundo a menudo turbulento y estresante. A todas ellas las recordamos y les rendimos
el debido tributo de aprecio fraternal.
Pero
lo que a menudo olvidamos, y raramente elogiamos, es al núcleo central de
nuestra membresía. A la mayoría
silenciosa de cientos de millones de obreros y obreras construyendo
anónimamente como las abejas de un panal.
Al Masón y a la Masona de a pie que no ocupó, ni buscó ocupar, cargos
importantes ni dentro ni fuera de la Masonería, y cuyos recuerdos se han
desvanecido, pero que se dedicaron de manera tranquila a mantener viva la
Masonería, preservando unos principios que desinteresadamente trasmitieron a la
próxima generación (y eso es un solsticio a celebrar).
Esos
Masones y Masonas, casi inconscientemente, han mantenido y exhibido nuestros
principios en sus vidas públicas y privadas, y en el camino han expuesto una
diferencia en sus comunidades, a la vez que perpetuaban el método de
construcción Masónico. Sus actividades abarcan toda la gama de la vida social,
y sin estos grupos los menos afortunados de nuestras sociedades estarían
seguramente más desprotegidos.
Es
una masa invisible que no encontramos en los libros de historia, pero que, al
conformar un enorme egregor que traspasa los tiempos y los lugares, con una
moral Masónica, sencilla y bienhechora, sin ambiciones de dinero ni de poder,
hacen de su decencia un sacerdocio, de su familia un templo, y de su palabra
comprometida un altar elevado a la gloria del más profundo sentido de la vida
humana, llevando a sí mismo y a los otros claridades en donde hay oscuridad, e
invitaciones, con el ejemplo de su conducta, a ser libres para valorar el bien
y el mal, a considerar a todos como iguales en dignidad y en derechos, y a
ejercer la fraternidad y la solidaridad sin distingos de ninguna naturaleza.
Vivimos
en una sociedad cada vez más individualista, en la que el individuo parece ser lo
más importante, y en donde la moralidad pública y privada está en declive. En este paisaje, los Masones y Masonas pueden ser el necesario solsticio que obsequia un
albor a la penumbra.
Por
lo tanto, Los principios de la Masonería y nuestra fuerte tradición de servicio
a la comunidad, siguen teniendo un papel real en el futuro de la sociedad. La Masonería como institución no tiene el
poder para cambiar las cosas, pero nosotros, como Masones y Masonas,
individualmente podemos mostrar una diferencia en nuestros entornos, tal como
lo hicieron nuestros cientos de millones de antepasados.
Hemos
estado celebrando durante todo el año el tricentenario de una institución que
está formada por personas. En realidad,
por millones de personas herederas de cientos de millones de personas. Debemos recordar con orgullo lo que la
mayoría de nuestros antepasados ha hecho.
Sus nombres pueden haberse olvidado, pero su servicio y sus resultados
les sobreviven. Hemos heredado la
tradición honorable de hacernos cargo del mundo, y ahora debemos mirar hacia el futuro para asegurarnos de
que los principios continúen.
En
el marco de la celebración de los 300 años de la Masonería Moderna, y con
ocasión de la reflexión simbólica sobre el avance de la luz en la oscuridad, desde
este blog personal rindo tributo al pueblo Masónico que en todas las geografías
y en todas las épocas han llevado nuestras luces y nuestra fuerte tradición de
servicio a sus familias y a sus comunidades.
Por ellos, que marcaron, y por los millones que aún marcan la
diferencia, la Orden Masónica aún posee un papel real en el futuro de nuestras
sociedades.
Por
último, y para cerrar estas cortas palabras, que serán las de mi última publicación
de 2017 en este blog, deseo a sus lectores que las fiestas de fin de año lleven
toda la felicidad posible a sus familias, y que los trabajos de nuestras Logias
nos ayuden en el año 2018 a convertirnos, nosotros mismos, juntos y por
separados, en el solsticio que marca la diferencia.