viernes, 16 de julio de 2021

LA NECESARIA CADENA DE UNIÓN


Por Iván Herrera Michel
           
Me admira la insistencia de los Masones en formar la Cadena de Unión en las reuniones telemáticas. Parece que existiera la necesidad de rubricar la fraternidad entre Hermanos y Hermanas con una expresión corporal. Una maravillosa costumbre que ni los confinamientos, ni los toques de queda, ni las medidas sanitarias ni los cierres de Templos han perturbado, a pesar de la imposibilidad de las reuniones a puerta cerrada que son esenciales en la Orden. 

                     

La verdad es que las Tenidas Masónicas conllevan una interacción personal que las convierte en particularmente propicias para la transmisión del COVID – 19, y la Cadena de Unión la posibilita más que otras experiencias rituales, al poner en contacto directo las manos sin guantes.  
                
En la Masonería los símbolos tienen un gran peso. La Cadena de Unión simboliza la fraternidad Masónica decidida y voluntaria. Por eso se terminan los trabajos formando una, se reciben en su seno a los nuevos Masones el día de su Iniciación, antes del Ágape de la Tenida, y se hacen con ocasión del paso al Oriente Eterno de un Hermano. 
                                 
Existen antecedentes que remontan su existencia al año 1777 en Francia para circular la Palabra Semestral, necesaria para ingresar a los trabajos de otras Logias de la misma Obediencia, y que, desde alrededor de 1760, se “realizaba cantando a la vez que se juntaban las manos cruzadas, de tal modo que formaba una cadena. Una vez concluida la ceremonia de la Cadena de Unión se sacudían de arriba abajo los brazos, a modo de cierre, volviendo todos los miembros a sus respectivos asientos en Logia… (Guerra, Víctor. La Masonería de los Modernos. Historia y Ritualidad. Editorial Entreacacias. 2020).
            
Para evitar el riesgo de contagio he visto que se han intentado creativas fórmulas para formar la Cadena de Unión presencial. Por ejemplo, usando guantes dobles, o untándose las manos con gel hidroalcohólico, antes y después, o parados a un metro de distancia sujetando una cuerda, o abriendo los brazos y acercando las palmas de las manos a pocos centímetros de las del vecino sin tocarse, Etc. Alternativas que me parecen validas en la medida en que expresan la intención real de los Masones de sentirse unidos, fraternales y solidarios.
                
La Cadena de Unión siempre ha ido acompañada de un hermoso y antiguo texto que se recita todavía en todas partes, con unas pocas variaciones, que, más o menos, es del siguiente tenor:
                    
Que nuestro corazones se unan al mismo tiempo que nuestras manos. 
Que el amor fraternal una todos los eslabones de esta cadena; 
formada libremente por todos nosotros.

 Comprendamos la grandeza y la belleza de este símbolo.
 Inspirémonos en su sentido profundo.

Esta cadena nos enlaza en el tiempo y en el espacio. 
Ella nos viene del pasado y tiende hacia el futuro. 
Por ella estamos unidos a nuestros predecesores, 
Maestros venerados que la formaron en el pasado.

Por ella, deben unirse los masones de todos los ritos y de todos los países.
Enriquezcámosla con numerosos y sólidos eslabones de puro metal 
y elevando nuestro espíritu hacia el ideal de nuestra orden, 
esforzándonos en acercar a todos los hombre a la fraternidad.

Mantengamos los unos hacia los otros el más fraternal afecto, 
trabajemos sin descanso el amor fraternal, 
realicemos la gran obra de la fraternidad universal*.”
           
              
¡Que así sea!
              
               
                  
                    
                   
       

sábado, 1 de mayo de 2021

DE ÁGAPES, MASTICACIONES, FIESTAS Y CENAS MASÓNICAS

Por Iván Herrera Michel
      
He asistido a toda clase de reuniones Masónicas telemáticas durante el confinamiento por el coronavirus, y algunas han terminado en brindis y charlas libres a la manera de agradables adaptaciones de las masticaciones tradicionales. Y es que en la Masonería desde hace 300 años compartir manteles es una saludable costumbre reglamentada para cultivar la fraternidad y preservar la armonía en el disenso.
              
Ya desde los Reglamentos Generales de Payne de 1720/21 se dispuso la celebración de una “Gran Fiesta” el día de San Juán Bautista o de San Juán Evangelista “según la antigua y loable costumbre de los Masones”, encargando a los Grandes Vigilantes “preparar las invitaciones, con el sello del Gran Maestro, repartirlas, recaudar el dinero correspondiente, comprar lo necesario para la fiesta, encontrar un apropiado y conveniente lugar y cualquier otra cosa que concierna a la celebración”. Y concediendo una gran importancia a las “cenas”, para que los Hermanos se “consulten amigablemente” sobre diversos tópicos antes de ser sometidos a la aprobación general.
                   
Dos años después, las Constitución de Anderson de 1723, refiriéndose a la conducta de los
Masones, permitió que "cuando cerrados los trabajos permanecen los hermanos en la Logiase permiten inocentes jovialidades según el ingenio de cada cual, pero evitando todo exceso en la comida o bebida ni obligando a nadie a que coma o beba más allá de su inclinación, ni estorbando que se marche cuando le convenga. Tampoco se ha de decir ni hacer nada ofensivo ni que arriesgue impedir la libre conversación, porque estropearía nuestra armonía y desbarataría nuestros laudables propósitos"
                     
Es admirable lo poco que han cambiado en tres siglos estas reuniones a manteles. Poseen una funcionalidad primordial para compartir vivencias, interpretaciones, lecturas, reflexiones, valores y anécdotas relacionadas con los trabajos rituales y el imaginario de la Orden, acompañadas de alegría, bromas, cortesías y hasta apuntes banales sobre cualquiera cosa. De hecho, el humor nunca falta.
              
Naturalmente, que la sensatez y la cordura imponen una clara y discreta diferencia cuando solo participan Masones o se está en presencia de personas que no son miembros de la Orden. Como en cualquier otra asociación, lo amable es no tocar temas internos en presencia de extraños.
             
Los brindis, las disertaciones, y cierta etiqueta y protocolo son de rigor en todos los casos. Igualmente, lo son las buenas costumbres como guardar silencio cuando alguien habla, ser respetuosos, mostrar un lenguaje de buen recibo, Etc. Las mesas compartidas ofrecen a los Masones conversar sobre asuntos lúdicos o profesionales, así como confrontar argumentos en un ambiente relajado y cordial
             
Si se piensa en los mejores momentos de la vida Masónica (Iniciación, Tenida…) todos tienen en común una mesa compartida. Las masticaciones son mucho más que comer y beber juntos. Las ritualidades gastronómicas ofrecen una reactualización identitaria. Están cargadas de significados en torno a uno de los más universales placeres de la humanidad.

La Masonería no es la excepción.
                      
                        
                    
                        
                       
       

domingo, 4 de abril de 2021

LOS TRES TEMPLOS MASÓNICOS MAS ANTIGUOS DE COLOMBIA

Por Iván Herrera Michel
                         
Tres magníficos Templos Masónicos han sobrevivido en buen estado y en uso continuo desde la Colombia de fines del siglo XIX y comienzos del XX, otro más se recupera y uno más fue destruido para dar paso a oficinas y locales comerciales. Igualmente, existen edificaciones en varias poblaciones del país en donde funcionaron Logias en el Siglo XIX. Algunas están en buenas condiciones y otras no tanto pero aún muestran en su fachada y estructuras símbolos Masónicos. 
             
Forman magnificas edificaciones en las que aún trabajan Logias centenarias que podrían ofrecerse al turismo cultural. Ellos están situados en:

                 
SANTA MARTA
                     
Templo Masónico de Santa Marta
La urbe cuenta con el Templo Masónico en uso, edificado especialmente para tal fin, más antiguo de Colombia.
                  
Fue construido en 1888, en las afueras de la ciudad para evitar la curiosidad de los extraños, con particularidades republicanas, por la Logia “Luz de la Verdad No. 46 (Hoy 46 – 1 – 1)”, al año de haber sido fundada con Carta Patente del Supremo Consejo Neogranadino, hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, fundado en 1833 y actualmente con sede en Bogotá.
                  
El edificio sigue siendo sede, junto con varias otras Logias, de las Tenidas semanales de la constructora, y en la parte que hoy se destina a sala de conferencias y banquetes en una época funcionó un colegio regentado por el Taller. También encontramos un sugestivo Cuarto de Reflexiones subterráneo, una espaciosa Logia para trabajos simbólicos y un Templo escocista.
                
Está ubicado en la Avenida del Libertador No 11 - 43, por donde pasó el General Simón Bolívar el 6 de diciembre de 1830 rumbo a la Quinta de San Pedro Alejandrino, en la que moriría once días después. Para entonces, la calzada se conocía como el “Camino de Mamatoco”, porque conducía al antiguo poblado indígena de ese nombre que hoy es un barrio más de Santa Marta.
                     
En la segunda y tercera década del siglo XX, se construyó frente a la Logia el “Liceo Celedón”, también con estilo republicano, que fue declarado Monumento Nacional el 17 de diciembre de 1993. Posteriormente, también frente a ellos, en 1935, se edificó la hermosa sede de la “Normal de Señoritas María Auxiliadora”, que actualmente ocupa el plantel oficial del “Instituto Técnico Industrial”, que en 1995 fue declarado patrimonio arquitectónico del país.
            
El conjunto de los tres edificios neoclásicos ofrece un admirable paisaje urbano y crean un lugar único de la ciudad.

                  
CIENAGA
                   
La "Casa de la Logia" de Ciénaga
Por la carretera que de Santa Marta conduce a Cartagena, a escasos 35 kilómetros, nos topamos con el municipio de Ciénaga, “la capital del Realismo Mágico”, que forma parte de la Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia, entre el Mar Caribe y el santuario de flora y fauna de la Ciénaga Grande de Santa Marta, a un costado de la montaña costera más alta del mundo.
                  
La población cuenta con el segundo más antiguo Templo Masónico colombiano en uso, edificado especialmente para tal fin.
                     
Sobre su histórica “Casa de la Logia” de dos plantas, localizada en la Carrera 11 No. 11 – 30 (antes, carrera Popayán, entre calles Tolima y Padilla), cuenta una leyenda urbana que el símbolo del ojo que hay al norte, en la parte superior de la fachada, se mueve vigilando la ciudad. Fue construida por la Logia “Unión Fraternal No. 45 (Hoy 45 – 1)”, instalada el 27 de agosto de 1887, con Carta Patente del Supremo Consejo Neogranadino, hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, con sede en Bogotá.
                    
Al igual que el de Santa Marta, el edificio fue concebido y construido desde un principio exclusivamente para ser una sede Masónica, a partir de la Primera Piedra colocada en 1912 por el Masón y General Ramón Demetrio Morán Henríquez, en un lote de 782 Mts. cuadrados, donado por Ramón Bolaño Pacheco, y se terminó en 1927. Su imponente diseño y construcción estuvo a cargo del arquitecto francés de Marsella, Francia, George Julián Carpentier, a quien también se debe el “Templete”, que es un monumento icónico de la población elevado en la vecina Plaza del Centenario.
                     
Actualmente, en el primer piso sigue funcionando su Logia constructora, en el segundo, desde 1987, el “Museo Armando L. Fuentes”, y la edificación forma parte integral de la arquitectura republicana que caracteriza el centro histórico de Ciénaga, declarado Monumento Nacional en 1994 por sus 19 Bienes de Interés Cultural Nacional.
                     
También funcionaron allí los desaparecidos “Soberano Capítulo Rosa Cruz Razón y Ciencia” No. 14 y “Consejo Kadosh Equidad y Justicia” No. 6, constituidos en 1913 y 1914, respectivamente, por el mismo Supremo Consejo Neogranadino, hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, con sede en Bogotá.
           

CARTAGENA DE INDIAS
                    
La "Casa Grande" de Cartagena
A unos 200 kilómetros de Ciénaga, llegamos a Cartagena de Indias, uno de los más importantes destinos turísticos de Colombia por su historia, playas, recursos naturales, arquitectura virreinal y monumentos coloniales españoles. Su nombre evoca a las antiguas ciudades de Qart Hadasht en los actuales Líbano, Túnez y España.
                  
Actualmente, la urbe posee el inmueble en uso Masónico más antiguo del país. Allí han tenido asiento Logias Simbólicas, una Gran Logia, Logias de Perfección (Inefables), Capítulos, Consejos Kadosh, Consistorios y el primer y más antiguo Supremo Consejo del país, aún en existencia.
                       
Pero a diferencia de las de Santa Marta y Ciénaga, la sede de la Masonería cartagenera no fue construida para fines Logiales, sino residenciales. Originalmente, eran dos casas de habitación familiar colindantes compradas por las Logias “Hospitalidad Granadina N. 1” y “Unión No. 9”, en 1865 y 1868, respectivamente, en el Callejón San Juán de Dios (Calle 31) Nos. 3 – 39 y 3 - 25. Hoy, una de ellas está adecuada y destinada a actividades Masónicas, y la otra alquilada a un restaurante desde 1996.
                      
Las dos Logias adquirentes fueron fundadas con Cartas Patentes del Supremo Consejo Neogranadino, hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, con sede en Bogotá, y en contraste con los Templos de Santa Marta y Ciénaga, que tienen un diseño republicano, la arquitectura de las casas de Cartagena de Indias es colonial española.
                      
Se encuentran ubicados dentro del perímetro amurallado de la ciudad, que fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO en noviembre de 1984, en calidad de “Puerto, Fortaleza y Conjunto Monumental de Cartagena de Indias”.
                           
A raíz del descubrimiento de un óleo del General Juan José Nieto Gil (único presidente afrocolombiano de Colombia y dos veces ex Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino, hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia), en la galería de expresidentes de la Casa de Nariño, en agosto de 2018, la Gran Logia cartagenera nombró en su honor el Templo Mayor. Lo que de paso homenajea el aporte de la diáspora africana a la construcción política, cultural y material de una ciudad en la que los negros, los mulatos y los afrodescendiente han sido siempre su mayor componente etnográfico.
                     
Recorrer las instalaciones y alrededores de “La Casa Grande”, es hacer un viaje al pasado a unos siglos de grandes batallas, colonialismo hispánico, infamia esclavista y buena parte de las gestas independentistas colombianas. No en balde, la ciudad ostenta la calidad de Distrito Turístico y Cultural y es sede alterna de la Presidencia de la República para efectos protocolarios en virtud de su patrimonio histórico, arquitectónico y cultural.
                        

ARACATACA
                    
La “Logia Masónica” de Aracataca, a 60 kilómetros de Ciénaga, fue construida de 1911 a
"Logia Masónica" de Aracataca antes de ser destruido

1913 especialmente para ser sede de la “Logia Fuerza y Materia 60 (Hoy 60-11-3)”, instituida el 27 de junio de 1914, con Carta Patente del Supremo Consejo Neogranadino, fundado en 1833 y hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, actualmente con sede en Bogotá. El lote inicial fue donado por los inmigrantes marroquíes Isaac y Jacobo Beracasa, siendo Isaac el primer Venerable Maestro de la Logia y quien estuvo a cargo del discurso inaugural en 1915.
                      
Aracataca es un pueblo macondiano de unos 40.000 habitantes en el que suceden cosas inusuales (macondianas les llaman) como ser cuna del único Premio Nobel de Literatura colombiano, tener una estación de tren declarada Patrimonio Histórico de la Nación que solo funcionó un día y haber celebrado la primera versión del Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar.
                         
"Logia Masónica" de Aracataca destruida 
A finales del siglo XX un señor de escasos recursos al que la Logia le había permitido dormir en el inmueble, para que no lo hiciera a la intemperie, apoyado por una sobrina pretendió apoderarse del inmueble denunciando de paso penalmente a los propietarios para reforzar su pretensión. La justicia falló a favor de la Logia y fue desalojado el ocupante, no sin antes haber destruido completamente sus centenarias instalaciones, símbolos y decoraciones en una mezcla de venganza personal y fanatismo cristiano.
                          
Hoy, en pleno proceso de reconstrucción, la estirpe Masónica cataqueña sueña con la oportunidad de brindarle a su “Logia Masónica”, “una segunda oportunidad sobre la tierra”, como diría Gabriel García Márquez, el hijo más ilustre del pueblo.


                  
BARRANQUILLA
                          
De no haber sido demolida para construir oficinas y locales comerciales en los años 70s del Siglo XX, hoy Barranquilla tendría una sede centenaria y la segunda más antigua del país, después de la de Santa Marta.
                     
                    
Al Masón Federico Falqués le correspondió presidir la Junta Recaudadora de fondos y dirigir los trabajos de construcción por delegación de la Logia “El Siglo XIX No. 24 (Hoy 24 – 1), instituida en 1864 con Carta Patente del Supremo Consejo Neogranadino, fundado en 1833 y hoy Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, actualmente con sede en Bogotá, siendo Soberano Gran Comendador el General Juan José Nieto Gil.
                       
El amplio y hermoso edificio de estilo republicano, edificado especialmente para ser asiento de la Logia constructora, fue facilitado fraternalmente por sus propietarios para que trabajaran las que fueron Levantando Columnas en Barranquilla durante las siguientes siete décadas, hasta cuando la Gran Logia construyó y se mudó a una sede una calle más arriba. Para evitar la expropiación durante la dictadura del General Rojas Pinilla, la Logia El Siglo XIX No. 24 – 1 colocó la propiedad a nombre de Masones de su confianza, quienes conjurado el peligro a su vez la traspasaron a nombre de la Gran Logia y no del Taller inicial.  
              
Con su desaparición, en aras de lo moderno, la ciudad y la Masonería, perdieron lo que seguramente hubiera sido declarado un bien de interés cultural, en la categoría de Patrimonio Arquitectónico.
                      
                       
                             
                
 
 
 
 
 
 

domingo, 28 de febrero de 2021

LA MASONERÍA DE BARRANQUILLA EN EL SIGLO XIX

Por Iván Herrera Michel
 

Escudo de Barranquilla
(otorgado en 1813)

Para efectos de este escrito podemos considerar que el Siglo XIX Masónico barranquillero se inicia en 1813 con el primer contacto registrado de la población con un Masón, y termina con la inauguración del “Templo de la Calle Caldas” en 1907, en la actual. Calle 38 No. 41 – 45.

                                             
EL PRIMER CONTACTO CON UN MASÓN
                                  
Barranquilla inicia el siglo XIX siendo un pequeño corregimiento y fondeadero sin mayor jerarquía sobre el Rio Magdalena poblado por 3.000 habitantes mestizos y mulatos, asentados sin el diseño de cuadricula española, y lo culmina como el principal puerto marítimo y fluvial de Colombia con 40.000 almas, una significativa población extranjera, y representaciones consulares de 16 naciones distintas, repartidas en 30 calles y 24 callejones.
                          
La primera relación constatada de Barranquilla con los Masones fue en 1813 a través de un joven Masón cartagenero de 24 años de edad, que llegó reclutando soldados para su campaña contra la ciudad de Santa Marta. Bajo su mando, mueren alrededor de 100 barranquilleros en una batalla cerca de la población de Ciénaga. Eran tiempos de guerra entre la independentista Cartagena de Indias y la realista Santa Marta. Ese mismo año, otros 500 naturales se habían tomado a Santa Marta durante dos meses bajo las órdenes del General y aventurero francés Pedro Labatut, entonces al servicio de la independencia absoluta de Cartagena de Indias proclamada dos años antes. 
                                          
Se trataba del abogado Manuel Juan Robustismo de los Dolores Rodríguez Toríces, que para esos días oficiaba como “Presidente del Estado de Cartagena en calidad de dictador”, nombrado por la Convención del Estado de Cartagena, el 21 de enero de 1812, y figuraba en la membresía de la Logia “Las Tres Virtudes Teologales” de su ciudad natal. Tres años después, luego de haberse desempeñado en 1815 como presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, sería fusilado el 5 de octubre de 1816 en Santafé de Bogotá por el General Pablo Morillo, su cabeza cortada, metida en una jaula y expuesta en la Pila de la Plaza de San Victorino de esa ciudad.  

Como agradecimiento por el apoyo recibido y el sacrificio de su población, Rodríguez Toríces otorgó a Barranquilla en abril de 1813 el título de Villa, gracias al cual podía contar con un Corregidor Letrado, un Ayuntamiento, la condición de Capital del Departamento de Barlovento o Tierradentro, y un escudo, precisamente con el lema de “Premio al Patriotismo”.                         

CARACTERÍSTICAS DE LA MASONES BARRANQUILLEROS
                            
En la Costa Atlántica colombiana, Barranquilla fue la tercera ciudad en contar con una Logia Masónica luego de, en orden cronológico, Cartagena y Santa Marta. Con la peculiaridad de que las cuatro primeras Logias no trabajaron simultáneamente, sino una después de la otra y a partir de la desaparición de la anterior. Una quinta Logia trabajaría en paralelo, a raíz del primer gran cisma que sufrió la Orden en Colombia de 1864 a 1888 con la creación del Supremo Consejo de la Jurisdicción del Centro del Grado 33º” en Bogotá. 
                                            
A diferencia de las de Cartagena y Santa Marta, las cinco Logias barranquilleras del siglo XIX no tuvieron a sacerdotes católicos como miembros. Tampoco a muchos militares. Sino a comerciantes, miembros de profesiones liberales y autoridades civiles locales, como correspondía a una población que crecía y prosperaba por su posición geográfica privilegiada para el comercio exterior. 
                                        
Tampoco se distinguieron por una especial militancia política, como la bogotana “Estrella del Tequendama” (1849 – 1887), que durante el llamado “Olimpo Radical” (1863 - 1886) tuvo como miembros a ocho presidentes del país. Ni representaron una sociabilidad intelectual promotora de la educación, las artes y la cultura. Y a diferencia de los andinos, que eran anticlericales vinculados al Liberalismo Radical, los Masones de Barranquilla eran afines a un liberalismo conciliador que concertaba sin mayor dificultad su condición Masónica con el fervor católico. 
                          
La Masonería aterriza logialmente en Barranquilla en 1840. Es decir, en pleno auge de su despegue económico, dos años antes del Decreto del 1° de julio de 1842 del General Pedro Alcántara Herrán, Masón miembro de la Logia "Estrella del Tequendama" No. 11 de Bogotá y Presidente de la República de la Nueva Granada, que habilitó el cercano puerto de Sabanilla para la importación. 
                               
Posteriormente, en 1849, siendo Presidente su suegro, el General Tomás Cipriano de Mosquera (quien luego habría de Iniciarse en la Masonería y pertenecer a las Logias “Fraternidad Bogotana No. 16” (1858) y “Propagadores de la Luz No. 1” (1864), fomentó la navegación de barcos a vapor por el Río Magdalena, autorizó la exportación por el Puerto de Sabanilla e instaló una Aduana allí mismo.
                    
Desde entonces, la ciudad dinamizó su comercio exterior y atrajo un buen número de comerciantes nacionales y extranjeros durante la segunda mitad del siglo XIX, que se residenciaron en ella, crearon riquezas, enriquecieron su gastronomía y dejaron descendencia. 
                                  
De este sector de la sociedad surgieron mayoritariamente los Masones que colmaron las Columnas de las Logias de la ciudad, quienes además, siendo miembros del Partido Conservador colombiano, lograron que Barranquilla fuera una de las cuatro ciudades que en el país sobrevivieron a los ataques del Presidente Rafael Núñez, junto con Cartagena de Indias, Santa Marta y Ciénaga. De hecho, son las únicas ciudades que pueden mostrar un hilo histórico ininterrumpido de actividad logial desde el Siglo XIX. 
                    
Cuando el 1º de enero de 1852 entra en vigencia la abolición de la esclavitud en la República de la Nueva Granada, Barranquilla cuenta con 71 esclavos a los que se les concede Carta de Libertad.  El presidente de la República que impulsó la prohibición nacional fue el Masón José Hilario López; iniciado en 1834 en Cartagena en la Logia “Hospitalidad Granadina” No. 1, y, para entonces, miembro de la Logia “Estrella del Tequendama” No. 11, de Bogotá, a la cual asistía con gran parte de su Gabinete.
 
Y quien proclamó la abolición ese mismo día para la Villa de Barranquilla fue el Gobernador de la Provincia de Cartagena, Juán José Nieto Gil. Sus palabras en la Plaza del Matadero de Cartagena fueron:

 “Mis hermanos, desde hoy se acabaron los esclavos, y es por eso que les saludo en este día, el más bello que ha traído la República… Es el día en que ha desaparecido de entre nosotros el odioso título de señor y esclavo, y en que ninguno de nuestros hermanos llevará colgada en su cuello la poderosa, la negra, cadena de la servidumbre (...) Celebramos el triunfo de la humanidad sobre la violencia. Bien puede pesarle a los rancios privilegios, nada importa.”

                  

LAS PRIMERAS LOGIAS DE LA CIUDAD
                    
Cuatro Logias existieron en la Barranquilla del siglo XIX bajo los auspicios del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino fundado en 1833, con carta Patente del Gran Oriente de Francia de 1851, que varió su nombre en 1939 al de Supremo Consejo del Grado 33° Para Colombia, actualmente con sede en Bogotá: “Caridad No. 5” (1840), “Unión Fraternal No. 12” (1850), “Fraternidad No. 22” (1862) y “El Siglo XIX No. 24” (1864). La primera siendo Soberano Gran Comendador el notario Dionisio Bautista, y las tres últimas el General Juan José Nieto Gil. 
                                  
Igualmente, se creó en 1863 el Capítulo del Grado XVIII del REAA “En el Delta, No. 5” (nombrado así por el vecino delta que formaba el Rio Magdalena en su desembocadura en el Mar Caribe), instalado también bajo los auspicios del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino (1833) cuando lo presidía el General Juan José Nieto Gil. 
                  
Eran días de grandes trasformaciones nacionales. El país cambió de nombre el 8 de mayo de 1863  en Rionegro, Antioquia, de Confederación Granadina a Estados Unidos de Colombia, gracias a una nueva constitución política de corte liberal y federalista, en donde cada uno de los nueve estados que la constituían adquirieron soberanía legal, un ejército, una rama judicial independiente, autonomía fiscal, se garantizaron las libertades individuales, de comercio, de opinión, de imprenta, de enseñanza, de asociación, fue legal que los ciudadanos tuvieran armas y las comercializaran, se abolió la pena de muerte, se dio prioridad en la educación a la física, la química, la biología y la filosofía, se ordenó la separación de Iglesia y Estado, se disminuyó el periodo presidencial de 4 a 2 años, limitando sus facultades, y se le otorgó preponderancia al Parlamento. En la nueva repartición administrativa y territorial, Barranquilla quedó formando parte del Estado Soberano de Bolívar hasta el 7 de septiembre de 1886 en que entra en rigor la Constitución de ese año y pasa a llamarse Departamento de Bolívar. 
                     
Cuando la Masonería colombiana el 3 de junio de 1864 sufrió su primer cisma nacional como resultado de las rencillas entre los Presidentes y caudillos, Generales Juan José Nieto Gil y Tomás Cipriano de Mosquera, este último creó el Supremo Consejo de la Jurisdicción del Centro del Grado 33º”, igualmente con Carta Patente del Gran Oriente de Francia, el cual se declaró “En Sueños” el dos de febrero de 1888.
                          
En este marco político y Masónico, los Masones barranquilleros también se dividieron. Los nietistas fundaron el 21 de noviembre de 1864 la Logia “El Siglo XIX – 24”, y los mosqueristas, la Logia “Estrella de Colombia No. 6”, que reunió a figuras destacadas de la ciudad, entre los que se destacó Santiago Duncan, un veterano de la guerra de independencia que había sido Secretario y amigo personal del Libertador Simón Bolívar.
                                 
Así las cosas, y a partir de los nombres distintivos de las Logias, se pueden colegir los valores referentes que privilegiaba dos sectores de la Orden que se posesionaron como símbolo de estatus social, en una sociabilidad de talante política y filantrópica constituida por prósperos comerciantes, médicos y abogados de familias principales, y ciudadanos emergentes en la escala social y económica de la ciudad. 
                           
Como dato curioso encontramos en los documentos y actas de la época que para esos días se penaba con una multa de un peso ($1.00 M/L) al Masón que no asistiera a las Tenidas. 
                              
EL PRESIDENTE JUAN JOSÉ NIETO GIL Y LA MASONERÍA BARRANQUILLERA
                       
Especial relación tiene el General Nieto Gil con Barranquilla y la Masonería barranquillera, ya que siendo Soberano Gran Comendador en ejercicio se posesionó en la ciudad como Presidente de la República, convirtiéndola en capital nacional del 25 de enero al 18 de julio de 1861.
                   
A la par, durante sus dos ejercicios como Soberano Gran Comendador del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino (1849 – 1850 / 1860 – 1865) dispuso el Levantamiento de Columnas de tres de las cinco Logias Masónicas y del único cuerpo filosófico del REAA del siglo XIX de la ciudad. 
                       
Del fruto de su gestión aún funcionan el Soberano Capítulo Rosacruz “En el Delta No. 5”, fundado el 16 de septiembre de 1863, presidida por primera vez por José V. Mogollón, Gr:. 32°, y la Logia “El Siglo XIX No. 24”, instaurada el 21 de noviembre de 1864, cuyo primer Venerable Maestro fue Manuel Joaquín Samper Anguiano, Gr. 33°, que siguen siendo masculinos y cuyos miembros no se visitan mutuamente en virtud del cisma nacional sin altura ni grandeza que comenzó en 1983 y todavía perdura. 
                     
Durante la estadía de Nieto Gil en Barranquilla, en 1861, solo trabajaba en la población la “Logia Unión Fraternal No. 12”, a la que el mismo había otorgado Carta Patente once años antes. En sana crítica, es lógico pensar que el General Nieto Gil asistió con frecuencia a sus Tenidas, ya que siempre fue un Masón muy activo, tanto en Colombia como durante su destierro en Jamaica de 1842 a 1847.
                        
Prueba de ello, es que en Cartagena presidió su Logia Madre “Hospitalidad Granadina No. 1” durante tres períodos consecutivos (1856 – 59), a la que había ingresado en 1839 con 35 años de edad, y en Kingston frecuentó la Logia “Sussex No. 691” (después 354) y fundó la Logia “Concordia No. 8”, de la que fue su primer Venerable Maestro. 
                     
LOS GRADOS 33º DEL SIGLO XIX EN BARRANQUILLA
                             
Lo primero que hay que decir es que el Supremo Consejo de la Jurisdicción del Centro del Grado 33º, con sede en Bogotá, durante sus casi veinticuatro años de existencia no creo cuerpos escocistas en Barranquilla ni otorgó el Grado 33º del REAA a ningún Masón residente en la ciudad.
                     
En contraste, el Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino en los años mil ochocientos otorgó el Grado 33º a los siguientes seis Masones domiciliados en Barranquilla y miembros de sus Logias: Manuel Joaquin Samper Anguiniano, abogado y el primero en recibirlo en 1862, Manuel Gregorio López zapata, médico, Jacobo Rois Méndez, Jr, comerciante, José Salcedo Martínez, comerciante, Clemente Salazar Mesura, abogado, y Pedro Leyes Posse, veterinario.
                       
RELACIONES CON LA IGLESIA CATÓLICA 
                  
En términos generales, las relaciones de la iglesia católica con los Masones de Barranquilla en el siglo XIX fueron de una sana convivencia, solo afectada por algunas rencillas políticas y polémicas ocasionales como la que enfrentó en 1874 al Secretario de la Logia “El Siglo XIX – 24” y propietario del periódico “El Promotor”, Domingo Gonzalez Rubio, con el Obispo de la Diócesis de Cartagena, Bernardino Medina, porque el presbítero José María Pompeyo le negó en el lecho de muerte los auxilios espirituales a Manuel Román y Picón, padre de Doña Soledad Román, esposa del presidente de Colombia Rafael Núñez, por ser Masón.
                     
En 1849, una enfermedad infecciosa aguda afectó a gran parte de la población colombiana, y propició una particular unión de acción Masónica / católica en Barranquilla, única en Colombia, que se prolongó durante la segunda mitad del siglo XIX. Principalmente a partir de 1882, cuando se hizo cargo de la parroquia el sacerdote constructor y urbanista Carlos Valiente, hasta que llegó a la ciudad el clérigo Pedro María Revollo, en 1894, con una gran antipatía contra los Masones. 
                        
En efecto, entre 1849 y 1851, la pandemia mundial del Cólera, que ocasionaba la muerte en pocas horas, llegó con fuerza al país. En Barranquilla, que para entonces contaba con unos 6.100 habitantes según el censo oficial, entre ellos 70 esclavos, falleció el 25% de la población, y se sobrepasó la cobertura médica, los servicios sanitarios, y la capacidad del “Camposanto” de 2.800 Mts. cuadrados, que era el único cementerio con que se contaba. Por tal motivo, las inhumaciones se realizaron a la vera de los caminos y en los antepatios y patios interiores de las casas. Por su parte, la comunidad judía de la ciudad reaccionó inaugurando un cementerio propio, con un costo de ochocientos cincuenta pesos ($850 M/L), moneda legal colombiana, para su uso exclusivo en 1850, que funcionó hasta 1869.
                       
SOCIEDAD HERMANOS DE LA CARIDAD
                              
Por el lado de los Masones, y ya elevada la pujante Villa al estatus de ciudad el 7 de octubre de 1857,un joven médico y Masón barranquillero recién llegado de sus estudios en Francia, llamado Eusebio de la Hoz, se reunió en 1867 con otros Masones por fuera de la Logia, en la residencia de Eufracio Sánchez, para crear una sociedad civil “con el objeto de ejercer la caridad como lo manda nuestra religión, practicando las obras de misericordia”, con el nombre de “Sociedad Hermanos de la Caridad” (SHC).
                     
Esta nueva empresa cívico religiosa se concibió más como una agrupación de fieles católicos, que como una sociedad paramasónica. De hecho, el sacerdote Carlos Valiente, siendo párroco de la ciudad, se desempeñó como su presidente en 1890 sin ser Masón. Lo que demuestra que la SHC fue concebida y creada para ciudadanos barranquilleros en general. 
                           
A partir de la emergencia sanitaria y la desazón ocasionadas por el Cólera, los barranquilleros buscaron refugio y consuelo en el catolicismo, y se vieron obligados a pensar en un hospital más grande y en una nueva necrópolis alejada del casco urbano para reemplazar a los colmados “Camposanto” y “Cementerio Judío”.
                   
La SHC vendría a ocuparse de estas tareas. Puestos manos a la obra, solicitan y obtienen ayuda y donaciones para llevar a término los siguientes tres proyectos: 
                  
1) Una Iglesia católica dedicada a “Nuestra Señora del Rosario” al norte de la ciudad, en cercanías del Barrio Abajo, que actualmente regenta la diócesis de Barranquilla, sufragánea de la arquidiócesis del mismo nombre. 
                             
El 9 de enero de 1882, la SHC, presidida por José de la Rosa, nombró una junta de quince miembros con el fin de recolectar los fondos necesarios para construir en un lote donado por Doña Hilaria Blanco un templo dedicado a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. En armonía con la procesión que llevaban a cabo los Hermanos de la Caridad en el mes de octubre de cada año hasta la residencia de la donante, en donde se oficiaba misa y se veneraba la imagen de la Virgen. La iglesia se comenzó a construir en1892. 
                      
2) Un “Cementerio Universal” inaugurado en 1869 en un terreno adjudicado por la Asamblea del Estado Soberano de Bolívar en las afueras de la ciudad, con el propósito de clausurar y reemplazar el antiguo “Camposanto” fundado en 1808 en un corral de cerdos como consecuencia de la epidemia de viruela de 1805 que desbordó el sector de la iglesia parroquial de piedra y teja de San Nicolás de Tolentino en donde se hacían las inhumaciones, y el cementerio judío de 1850. El 7 de agosto de 1873 se celebró en el nuevo cementerio la primera Ceremonia de Honras Fúnebres Masónicas a raíz del paso al Oriente Eterno de José Gonzalez Rubio.
                               
Desde un principio se dividió la nueva necrópolis en tres secciones religiosas: católica al centro, judía (mayoritariamente sefardita) al sur y protestante, de otras religiones y “sectas” al norte. Y también se dividió el terreno de acuerdo con la clase socioeconómica del fallecido. Es decir, que reflejó en un nuevo escenario estratificado la sociedad estamental en que estaba inmersa. 
                         
Acabada la luna de miel con los Masones, la jerarquía católica inauguró un cementerio para sus fieles en 1915 con el nombre de Calancala, en donde estaba prohibido enterrar Masones, y en el que se dispuso un sector para los judíos asquenazis (aunque fueran Masones) que comenzaban a llegar masivamente a la ciudad desplazados por la violencia de la primera guerra mundial. 
                  
3) Un “Hospital de Caridad” en 1876 (Hoy, General de Barranquilla), donado a la Congregación de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen, fundada en 1696, en Sainville, Francia, que entonces dirigía en Barranquilla la Madre francesa Marie Saint Víctor. A quien coloquialmente la ciudadanía llamaba la “Madre Víctor”.
                 
Hoy, el centro médico es un establecimiento oficial propiedad del Distrito Especial, Industrial y Portuario de Barranquilla. 
                         
4) Paralelamente, la SHC ofreció a la ciudad, de octubre a diciembre de 1870, una piadosa publicación quincenal de cuatro páginas, tamaño un cuarto, que solo llegó a su quinto número, llamado “El Misionero”. 
                        
Para conocer la doctrina cristiana y el cometido cívico / religioso que caracterizó a los Masones barranquilleros de finales del siglo XIX, podemos repasar los textos del Acta fundacional de la SHC y las palabras de su primer presidente, que son del siguiente tenor:
                             
 "ACTA FUNDACIONAL DEL 9 DE MAYO DE 1867"
                            
“En la ciudad de Barranquilla, en la Casa Habitación del Sr. Eufracio Sánchez, reunidos los infrascritos se acordó establecer una sociedad filantrópica con el objeto de ejercer la caridad como lo manda nuestra religión, practicando las obras de misericordia, hasta donde lo permitan los medios, los tiempos y las circunstancias, y reuniendo un fondo para atender los gastos necesarios; y conseguir los útiles indispensables para llegar al fin propuesto.
                        
PALABRAS DEL PRIMER PRESIDENTE EUSEBIO DE LA HOZ:
                                 
“La obra de que quiero ocuparme es la construcción de un cementerio amplio, suficiente, de exclusiva propiedad de esta corporación correctamente iniciada —y que para sus trabajos desde hoy nos preparemos para formar una institución de beneficencia y que nuestra corporación sea conocida con el nombre de Sociedad Hermanos de la Caridad — para que seamos definitivamente los que aquí nos hemos reunido promotores y fundadores de la más notable institución de Caridad y Beneficencia.
                                 
Iniciada que haya sido la obra del cementerio y en ejecución sus trabajos, resolveremos la erección de un templo en el Barrio Abajo para que perpetúe por nuestra iniciativa y con el nombre de Iglesia del Rosario, y al mismo tiempo propender al establecimiento de un hospital de caridad, obras todas, que deben ser iniciadas por esta Corporación fundada en esta fecha.
                           
Si aceptáis mi propuesta nada más natural que nuestra institución se base en la fraternidad universal para afianzar el espíritu de nuestra idea. Así perpetuaremos la memoria de esta fecha y esta simiente que desde hoy fertilice, fortalecerá en el porvenir iluminada por el claro horizonte de la democracia.
                      
Si correspondéis a este loable fin, principiemos por traer a nuestro seno hombres de buena conducta de todas las religiones, sectas, nacionalidades y filiación política siguiendo el ejemplo de las doctrinas de Cristo como hombre filosófico y reformador.
                       
Todos los hombres somos hermanos, pues la caridad no consiste en ser pródigo, más allá en ser útil.”

 

 
A su muerte, la ciudad distinguió a Eusebio de la Hoz llamando con su nombre a la actual Carrera 42D (entonces “Callejón de los Meaos”, y luego “Callejón Policarpa Salavarrieta”) entre calles 31 (antes “De San Roque”, “Judas” y “Del Banco”) y 32 (antiguas “Del Comercio”, “La Escuela”, “La Cruz”, “La Soledad” y “Del Crimen”), en donde tenía una botica a fines del siglo XIX. Sus restos reposan hoy en un Mausoleo familiar situado en el antiguo sector católico del Cementerio Universal de la ciudad.