Por
Iván Herrera Michel
He asistido
a toda clase de reuniones Masónicas telemáticas durante el confinamiento por el
coronavirus, y algunas han terminado en brindis y charlas libres a la manera de agradables adaptaciones de las masticaciones tradicionales. Y es que en la Masonería desde hace 300 años
compartir manteles es una saludable costumbre reglamentada para cultivar la fraternidad y preservar la
armonía en el disenso.
Ya desde
los Reglamentos Generales de Payne de 1720/21 se dispuso la celebración de una
“Gran Fiesta” el día de San Juán Bautista o de San Juán Evangelista “según
la antigua y loable costumbre de los Masones”, encargando a los Grandes
Vigilantes “preparar las invitaciones, con el sello del Gran Maestro,
repartirlas, recaudar el dinero correspondiente, comprar lo necesario para la fiesta,
encontrar un apropiado y conveniente lugar y cualquier otra cosa que concierna
a la celebración”. Y concediendo una gran importancia a las “cenas”,
para que los Hermanos se “consulten amigablemente” sobre diversos
tópicos antes de ser sometidos a la aprobación general.
Dos
años después, las Constitución de Anderson de 1723, refiriéndose a la conducta
de losMasones, permitió que "cuando cerrados los trabajos permanecen
los hermanos en la Logia… se permiten inocentes jovialidades según el
ingenio de cada cual, pero evitando todo exceso en la comida o bebida ni
obligando a nadie a que coma o beba más allá de su inclinación, ni estorbando
que se marche cuando le convenga. Tampoco se ha de decir ni hacer nada ofensivo
ni que arriesgue impedir la libre conversación, porque estropearía nuestra
armonía y desbarataría nuestros laudables propósitos"
Es
admirable lo poco que han cambiado en tres siglos estas reuniones a manteles. Poseen
una funcionalidad primordial para compartir vivencias, interpretaciones, lecturas,
reflexiones, valores y anécdotas relacionadas con los trabajos rituales y el
imaginario de la Orden, acompañadas de alegría, bromas, cortesías y
hasta apuntes banales sobre cualquiera cosa. De hecho, el humor nunca falta.
Naturalmente,
que la sensatez y la cordura imponen una clara y discreta diferencia cuando solo
participan Masones o se está en presencia de personas que no son miembros de la
Orden. Como en cualquier otra asociación, lo amable es no tocar temas internos
en presencia de extraños.
Los
brindis, las disertaciones, y cierta etiqueta y protocolo son de rigor en todos
los casos. Igualmente, lo son las buenas costumbres como guardar silencio
cuando alguien habla, ser respetuosos, mostrar un lenguaje de buen recibo, Etc. Las mesas compartidas ofrecen a los
Masones conversar sobre asuntos lúdicos o profesionales, así como confrontar
argumentos en un ambiente relajado y cordial
Si se
piensa en los mejores momentos de la vida Masónica (Iniciación, Tenida…) todos
tienen en común una mesa compartida. Las masticaciones son mucho más que comer
y beber juntos. Las ritualidades gastronómicas ofrecen una reactualización
identitaria. Están cargadas de significados en torno a uno de los más
universales placeres de la humanidad.
La
Masonería no es la excepción.
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