Ceremonia cristiana del KKK |
La reciente escalada de
violencia protagonizada por supremacistas blancos pertenecientes a movimientos neonazis
y del KKK en Charlottesville (Virginia - USA), y los atentados de Barcelona y Cambrils
(España), adelantados por inmigrantes, con su estela de muertos, heridos y
daños materiales, hay que mirarlos más allá de la condición de cristianos y
musulmanes en que se apoyan para legitimar y darles transcendencia a sus actos
Igual pasa con las historias
de discriminación propiciadas por masones que no se limitan a la que se practica contra la mujer en la masonería de corte anglosajona o a la segregación racial en
Estados Unidos. El New York Time, en su edición del dos de julio de 2009,
informó a sus lectores que la Logia “Gate
City Lodge” No. 2, con sede en Atlanta y jurisdiccionada a la Gran Logia de
Georgia, fue acusada de “conducta
antimasónica”, y en consecuencia se le imputó cargos al Venerable Maestro por
haber Iniciado y llevado al Grado de Maestro al afroamericano Víctor Marshall,
violando una “augusta tradición” de
275 años que ordenaba, bajo la invocación de “antiguas luces”, no iniciar hombres negros. Los cargos exigían que
el Venerable Maestro fuera expulsado y la Logia perdiera su Carta.
El caso llego a los
tribunales civiles y la Gran Logia de Georgia debió revertir sus
disposiciones.
Los autores iniciales de las denuncias, Douglas Hubert Ethridge, Venerable
Maestro del Metro Daylight Lodge No.
743, en Chamblee, y Starling A. Hicks, Venerable Maestro de la Philologia Lodge No. 178, en Conyers,
ambos suburbios de Atlanta, se negaron a comentar. Cuando la Corte llamó telefónicamente
al Sr. Etheridge para discutir la demanda, contestó: "Al diablo con usted, amigo", y colgó.
Víctor Marshall |
No existe ninguna duda de
que la antipatía hacia quienes son vistos como diferentes es muy antigua. Pero
hoy no solo se odia abierta y descaradamente, sino que además estamos
observando que las redes sociales y los medios de comunicación esparcen sus
semillas rápidamente en un área mayor. Como si quien lo hace, insulta y opina
pudiera envanecerse.
La animadversión a la
pluralidad de las familias, a los inmigrantes, a los negros, a los musulmanes,
a los que aman diferente… solo puede ser combatida previniendo el contagio. El
personaje de la Inquietud del “Fausto” de Goethe se define a sí mismo confesando
que “al que alguna vez yo poseo, de nada
vale el mundo entero”. A partir de allí, todo parece alarmante, ceñudo y
abrupto. Esta perspectiva tiene la
gracia de limitar la empatía y reducir los colectivos a una sola categoría
(negro, mujer, musulmán, sudaca, homosexual, masón, judío, cristiano, ateo...)
con unos atributos y asociaciones fijas (raza inferior, sexo débil, terrorista,
inmigrante pobre, inmoral, conspirador, ladino, fanático, sin valores...).
Con el paso del tiempo se
impone una sola forma mutilada de mirar al diferente a partir de prejuicios que
dificultan imaginar que es especial cada negro, mujer, musulmán, sudaca,
homosexual, masón, judío, cristiano, ateo... e iguales en dignidad y en la búsqueda
fundamental de su bienestar. De esa imagen distorsionada surgen los “motivos” para justificar la animadversión
y la agresión como un acto de legítima defensa. Esta sensación brinda la
certeza de que se actúa impunemente en nombre de Alá, la Biblia, la Tradición
Masónica…
Al momento de meditar, se
hace indispensable no solo consultar la biografía personal de los autores, sino
además detenerse en las estructuras sociales, económicas e ideológicas que los
rodean. La entereza contra la antipatía exige colonizar la imaginación con
historias agradables sobre la vida del diferente.
Y aceptar conscientemente
la realidad: No existe una sola clase de negro, mujer, musulmán, sudaca,
homosexual, masón, judío, cristiano, ateo… existen múltiples clases de negros, mujeres,
musulmanes, sudacas, homosexuales, masones, judíos, cristianos, ateos...
En realidad, existen tantos como
sea el número de ellos.