Por: Iván Herrera Michel,
Desde hace un par de décadas los aspirantes a la Masonería, al igual que a cualquier otra asociación, provienen de una época que cuenta con una gran posibilidad de alcanzar información.
El motivo principal se encuentra en la circunstancia han sido formados en la etapa de la humanidad que se ha dado en denominar la de la “Sociedad de la Información”, precisamente por la mayor capacidad que tiene cualquier persona de tener acceso a ella y de seleccionarla de manera especializada, de acuerdo a sus particulares intereses. De hecho, parecería que los diseñadores de las nuevas tecnologías de comunicación están interesados en llevarla al ciudadano común y corriente a toda costa.
La cantidad de información que maneja una persona de hoy es mucho más grande que antes, y en desarrollo del derecho a la información - reconocido por la mayoría de los países del mundo – ella encuentra lo que desea, en un menor tiempo, con un lenguaje accesible y de una manera económica.
En este contexto, la Masonería se equivoca si no asume una actitud coherente frente a un aspirante que viene con información real de lo que le espera al momento de ingresar a la Orden y del emplazamiento del grupo Masónico al que aspira pertenecer en el contexto general de la Orden. En realidad, están entrando sin vendas.
Los alcances del contar con una mayor información Masónica inicial no afectan solamente a la toma de decisiones institucionales, sino además al impacto que en el aprendiz puede producir el contacto con nichos de pensamientos restrictivos que no se involucran con la diversidad que se observa a través de la globalización.
Para los nuevos actores sociales, el mundo no es uno ni único, y saben de antemano que la Masonería tampoco lo es, por lo tanto, les resulta difícil adaptarse a ordenamientos normativos y morales que incluyan algún tipo de exclusión social.
Ninguna Gran Logia puede darse el lujo de soslayar la trascendencia de la abundante información que sus nuevos miembros traen consigo, ni tampoco la de la relación de esa información con la conducta que van a asumir a partir de la Iniciación. La primera decisión que tomaran será necesariamente sobre si persisten o no en la Orden y sobre si lo que encontraron vale la pena para ellos.
La cuestión principal del problema no está relacionada forzosamente con conceptos tales como “novedad” o “juventud”, sino con el de adopción de posturas por parte de los actuales lideres de la Masonería frente a la información disponible, la gestión del conocimiento en la experiencia Masónica y el nuevo capital intelectual que ingresa a las Logias. O si se prefiere, podemos afirmar que es un asunto de paradigmas.
Este rápido avance en la sociedad contemporánea ha provocado brechas entre la forma tradicional de enseñar la Masonería y las nuevas maneras de aprender que han surgido a partir de la era de la información expedita.
Se aduce con frecuencia que la información abierta ofrece el peligro de “acabar” con los usos y costumbres de la forma local de practicar la Masonería, ante la ofensiva de culturas foráneas.
Uno de los retos actuales de las Grandes Logias consiste en determinar una forma idónea para que su accionar se beneficie de la amplia oferta disponible de conocimientos acerca de la Orden en el mundo y de la interconectividad personal de los Masones, sin perder su esencia local que es fruto de su propia historia.
Por estas razones, las Logias, y las Tenidas han dejado de ser la fuente principal del saber Masónico y solo pueden actuar hoy como facilitadoras del conocimiento iniciatico. El nuevo Masón ha dejado de actuar a la manera de un recipiente vacío a llenar con las charlas y consejos de sus Hermanos de mayor antigüedad en la Orden.
De cualquier forma, el encuentro de la Masonería con estos nuevos Masones es inevitable y hay que actuar en consideración.
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