miércoles, 16 de julio de 2025

SANTA MARTA ENTRE EL IMPERIO Y LA REPÚBLICA

AUGE, DECLIVE Y SOCIABILIDAD MASÓNICA (1830–1850)

Por Iván Herrera Michel

Contribución leída en el Congreso “Masonería, su Historia y Actualidad. Un Dialogo en el Quinto Centenario de Santa Marta” organizado en esa ciudad por la Logia Renacimiento No. 20, de la Federación Colombiana de Logias Masónicas, el 12 de julio de 2025.
                
Queridos Hermanos y Hermanas, y estimados amigos y amigas, que me honran con su presencia.
            
Lo primero que quiero comentarles es que estas palabras que voy a leerles forman parte de un estudio mucho más grande que estoy adelantando sobre el nacimiento de la Masonería en Colombia, con énfasis en la región Caribe, que fue por donde ingreso al país, centradas en el marco económico y social de Santa Marta, entre los años 1830 y 1850, con acento en su rol portuario y comercial durante el tránsito socio económico de la colonia a la república.
                        
A partir de fuentes primarias, estadísticas comerciales y estudios comparativos, he tratado de determinar la evolución social de la Masonería de la ciudad frente a la de otras urbes caribeñas como Cartagena y Barranquilla. Y naturalmente, Riohacha, que también fue cofundadora de la Orden en Colombia. Concluyendo que, aunque Santa Marta alcanzó un protagonismo inicial importante en el comercio exterior y la Masonería neogranadina, diversos factores políticos, naturales, estructurales y Masónicos, incidieron en su pérdida de centralidad. Asimismo, menciono la existencia de Logias activas en la ciudad durante este periodo, que actuaron como espacios de sociabilidad, reflexión política y fomento de ideales republicanos entre sectores de la élite local que se abrieron decididamente al exterior.
                                      
Fundada oficialmente por los españoles en 1525, Santa Marta es la más antigua de Colombia en continuo funcionamiento, aunque, pese a su antigüedad, fue rápidamente desplazada por otras fundaciones coloniales como Cartagena y Bogotá, que supieron seducir al poder virreinal con sus ventajas estratégicas y comerciales.
                                  
A inicios del siglo XIX, Santa Marta era una ciudad portuaria pequeña, habitada, por un lado, por una minoría criolla dominante (en donde nace la Masonería), conformada por familias con poder económico, político y social que mantuvieron su influencia, desde la colonia hasta la república, mediante redes familiares, control del comercio y la tierra, y participación en la política local. Y, por el otro lado, existía un amplio sector mestizo, mulato, indígena y esclavo marcado por la exclusión, estrategias de resistencia, negociación y construcción comunitaria.
                            
Eran dos sectores de la ciudad que ni siquiera bailaban lo mismo. La clase alta (Masones incluidos) organizaba sus fiestas con valses, contradanzas, polkas, mazurcas y minués, al ritmo de pianos, violines y flautas, a la manera europea. Y las clases populares y los esclavos bailaban y cantaban tambora, paloteo, currulao e incipientes cumbias afro – indígenas, al ritmo de gaitas, tambores, maracas y carracas.
                              
Así las cosas, y tras una independencia de España, a la que fue obligada en 1820, y que le costó la vida a 700 samarios, Santa Marta vivió un breve pero significativo auge comercial que determinó su particular manera de introducir la Masonería. Al romperse el monopolio español, los comerciantes locales se reorganizaron con prontitud y comenzaron a establecer relaciones directas con casas extranjeras, especialmente británicas y francesas, de donde resultó que se convirtiera en el puerto más importantes de la Nueva Granada. Determinando, de paso, la orientación europeísta del nacimiento de su Masonería. Diferente a la de Cartagena y Riohacha, fuertemente ancladas en la corriente política nacional que lideraba el General Francisco de Paula Santander.
                               
Moneda conmemorativa del 5º centenario 
La figura de Santander marcó una impronta centralista y legalista que no fue bien recibida en Santa Marta ni en la Masonería. Las primeras Logias samarias, al distanciarse del proyecto Masónico liderado desde Cartagena por figuras santanderistas como el General independentista Rafael María Vesga, no sólo estaban reaccionando a un reciente trauma bélico, sino también manifestando una preferencia por un modelo más liberal y autónomo, ajeno a la rigidez del ideario bogotano, que privilegiaba el control estatal sobre la libre sociabilidad.
                              
Entre 1830 y 1850, Barranquilla aún era un asentamiento menor sin relevancia portuaria. Su despegue comenzó con fuerza a partir de la década de 1840 con la autorización del puerto de Sabanilla para la importación y la exportación, y la construcción del ferrocarril de Sabanilla a Barranquilla en 1871, que hizo que desplazara a Santa Marta como centro logístico del Caribe colombiano.
                          
Cartagena, por su parte, mantenía un rol protagónico por su infraestructura histórica y por haber sido declarada "puerto de bodegaje" en 1826. Pero los estragos que dejó su independencia, su forzada conexión fluvial y la competencia de la pujante Santa Marta mermaron parcialmente su supremacía en el Siglo XIX.
                          
En medio de todo esto, fue el Rio Magdalena el que decidió el destino de la región. Santa Marta, que estaba mejor posicionada que Cartagena para aprovechar la navegación por el río, tomó la delantera por el impulso inercial de su pasado comercial, pero el Magdalena pasaba por Barranquilla, lo que terminó por imponerla como el principal centro económico y poblacional de la región.
                         
Paralelamente, la República de la Nueva Granada vivía una época convulsa, marcada por conflictos entre federalistas y centralistas, la debilidad fiscal del Estado y una constante inestabilidad política. La ausencia de un sistema bancario sólido, la falta de infraestructura vial y la ineficacia del cobro de impuestos limitaban las capacidades del gobierno para promover el desarrollo regional. Y a esto se sumaba una profunda desigualdad social que todavía sobrevive.
                                 
Por su parte, las reformas liberales impulsadas durante el gobierno de José Hilario López a partir de 1849, aunque bien intencionadas, profundizaron las divisiones sociales. La abolición de la esclavitud, por ejemplo, no vino acompañada de una política de inclusión económica y social real para los libertos, que pasaron a engrosar los cinturones de pobreza urbana, en donde mayoritariamente viven aún. En zonas como Santa Marta, esto agudizó las tensiones entre una aristocracia criolla, que mentalmente no terminaba de salir de la colonia, y los sectores populares, debilitando aún más la base económica local.
                            
Como si fuera poco, muchos comerciantes samarios se trasladaron a Barranquilla y Bogotá, por los estragos de un devastador terremoto en 1834, las torrenciales inundaciones del Rio Manzanares, que aún no terminan, la epidemia del Colera que mató al 10% de la población, y las guerras civiles regionales que no paraban. Paralelamente, la población urbana disminuyó de aproximadamente 6.000 habitantes en 1835 a menos de 4.500 en 1851, lo que limitó su desarrollo urbano.
                       
En esos años, el país era más una confederación de provincias celosas de su autonomía que un Estado articulado. El centralismo bogotano era rechazado por muchas regiones, incluida la Costa Caribe, que resentía su marginación presupuestal y su poca representación en las decisiones de gobierno.
                                  
Una muestra del corto periodo de auge y del espíritu de independencia frente al poder central, que tuvo Santa Marta al inicio de su vida republicana, la constituye las Logias Masónicas y las razones por las cuales optaron por afiliarse a potencias Masónicas extranjeras, como la Gran Logia Unida de Inglaterra y el Gran Oriente de Suiza, en las décadas de 1830 y 1840, algunos años antes de que el Gran Oriente de Francia otorgara Carta Patente al Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino. La historia de esas Logias aún espera a quien la escriba con el respeto que merece.
                            
¿Pero porque la segunda y tercera Logia de Santa Marta recurrieron a Cartas Patentes extranjeras, en lugar de apegarse al proyecto nacional que los mismos Masones samarios acababan de cofundar junto con dos Logias de Cartagena y una de Riohacha en 1833, presidido por el destacado prócer independentista Rafael María Vesga?
                              
Pues, precisamente, porque aún no cicatrizaban las heridas que dejó el que habían sido independizados a sangre y fuego, el 11 de noviembre de 1820, después de un asedio que le costó la vida a más de 700 samarios. Lo que, en la práctica, significa que, en Santa Marta, para la época, la gran mayoría de las familias aún lloraban a un familiar cercano caído. Esta animosidad, lejos de ser un detalle menor, ofrece claves para comprender las redes sociales y culturales de la élite samaria, así como las tensiones ideológicas del naciente orden republicano.
                        
Y no es un fenómeno exclusivo de Santa Marta. En ciudades portuarias como Veracruz, La Habana o Valparaíso, también se consolidaron Logias afiliadas a Obediencias Masónicas europeas, como reflejo de una élite comercial que se formaba más allá de los centros de poder político nacionales, con redes económicas y culturales transatlánticas. En ese sentido, la elección de la Gran Logia Unida de Inglaterra y del Gran Oriente de Suiza respondía también a un imaginario de cosmopolitismo y a una necesidad de reconocimiento simbólico en una república aún en formación.
                                      
Poco se habla de que Santa Marta fue cofundadora de la institucionalización de la Masonería colombiana. La realidad histórica es que en 1833 seis cuerpos Masónicos crean el Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino: Dos Logias de Cartagena, una Logia de Santa Marta, una Logia de Riohacha, más dos Capítulos Rosa Cruz del Grado 18° del REAA, con los nombres distintivos de “Rosa del Manzanares” en Santa Marta y “Concordia” en Cartagena.
                          
En este contexto, nació el primer cisma de la Masonería colombiana cuando los Masones samarios independizaron su Logia, que se llamaba “Filantropía Granadina” No 3, de las otras tres colombianas, le cambiaron el nombre a “Unión Fraternal” y la afiliaron al Gran Oriente de Suiza. Al Abatir Columnas el Gran Oriente de Suiza, una vez más, cambiaron el nombre de la Logia a “Amistad Unida” y la afiliaron a la Gran Logia Unida de Inglaterra que le dio en número de orden 808.  Y como dato curioso, único en Colombia, podemos traer a cuento que las tres primeras Logias samarias practicaron, en su orden de fundación, el REAA, el RF y el Rito Emulation.
                           
Veamos un poco a estas tres Logias pioneras de la Masonería samaria:
                              
1) Todo indica que la primera Logia samaria, denominada “Fraternidad Granadina” No. 3, cofundadora, el 19 de junio de 1833, del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino, con sede Capital en Cartagena, se reunía en un salón alquilado en el centro histórico de Santa Marta. Probablemente en la hoy Carrera 1, cerca del antiguo Convento de San Francisco, y practicaba el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
                            
2) Por su parte la segunda Logia de Santa Marta, llamada “Unión Fraternal”, con Carta Patente del Gran Oriente de Suiza, con sede en Ginebra, Suiza, expedida el 10 de agosto de 1843, celebraba sus Tenidas en el Rito Francés en un local alquilado en la calle del Carbón (hoy Carrera 2 con Calle 11), junto a la Aduana de Santa Marta. Su fundación refleja la influencia de corrientes Masónicas liberales y laicas en la región, alineadas con los ideales ilustrados y republicanos que caracterizaban al Gran Oriente de Suiza. Aunque su actividad fue breve, su existencia destaca la diversidad de influencias Masónicas presentes en esos días, en que la Orden se veía como un vehículo de las ideas ilustradas en un mundo que oscilaba entre la restauración monárquica y los nuevos republicanismos.
                       
La existencia de la Carta Patente suiza está documentada por fuentes secundarias. En especial por la obra “Historia de la Masonería Colombiana” de Américo Carnicelli, y por un documento titulado “Un poquito de Historia de la Logia Fuerza y Materia No. 60”, escrito por el más importante historiador de la Masonería del Magdalena, que se llama Darwis Ortiz Gil. Pero no directamente en fuentes primarias en Colombia o en Suiza, ya que el Gran Oriente de Suiza, que había sido fundado en 1819, trabajó hasta la década de 1840, y no he podido confirmar la información con algunas consultas que he hecho a Masones de ese país. De todos modos, si está confirmado que poseía una orientación liberal, racionalista y protestante, que resultó atractiva para los sectores progresistas y librepensadores de Santa Marta. Su enfoque en la formación moral del individuo armonizaba con las aspiraciones ilustradas de un sector de la élite local deseosa de romper con el dogmatismo heredado del absolutismo español.
                              
Cabe anotar que la actual Obediencia denominada Gran Oriente de Suiza, fundada en 1959, no tiene ningún vínculo histórico con la del mismo nombre de la primera mitad del Siglo XIX, aunque si comparten una orientación ideológica de carácter adogmático y liberal, y está apoyada en vínculos simbólicos e inspiracionales con la primera.
                           
3) A su vez, la tercera Logia de la ciudad, con el nombre de “Amistad Unida” No. 808, jurisdiccionada a la Gran Logia Unida de Inglaterra, que le expidió Carta Patente el 3 de octubre de 1848, se reunía en un Templo adaptado en la calle San Juan de Dios (hoy, Carrera 3 con Calle 15), y practicó el Rito de Emulación, de acuerdo con el “Registro de Logias” y las “Memorias Anuales” que han sido catalogados y digitalizadas para consulta académica en los Archivos y Biblioteca del Museo de la Masonería en el Freemasons’ Hall, de Londres, en donde aparece claramente anotado “Emulation” como su ritual de trabajo.
                      
La Gran Logia Unida de Inglaterra, para entonces había consolidado una reputación de neutralidad política. Lo que, en un país sacudido por guerras civiles, una "Masonería sin partido" resultaba atractiva para quienes deseaban mantener un perfil bajo para hacer negocios. Carnicelli muestra una sorprendente lista con los nombres de 73 miembros de la Logia “Amistad Unida” No. 808, en una población que escasamente llegaba a los 6.000 habitantes. De ser cierto el dato, y para darnos una idea de la penetración que habría tenido la Masonería en la sociedad samaria, proporcionalmente es como si hoy con 600.000 habitantes, Santa Marta contara con 6.000 Masones, o Cartagena con 12.000, o Barranquilla con 16.000, o Bogotá con 85.000 Masones. O Colombia entera con unos 600.000 mil Masones.
                              
Son guarismos muy altos de densidad Masónica que hoy no posee ningún país del mundo, por lo que, acostumbrado al escepticismo de los rigores de la academia, he buscado la fuente en que se basó Carnicelli en los archivos que entregó su familia, después de su muerte, a la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá, pero no he tenido suerte.
                                  
Ambas Obediencias (El Gran Oriente de Suiza y la Gran Logia Unida de Inglaterra) representaban un modelo de Masonería estructurada que no estaba vinculado con ninguna facción política en lo local. Y ofrecían un paraguas de protección frente a las persecuciones o instrumentalizaciones políticas que afectaban a la primitiva Masonería nacional, que terminaron por producir el gran cisma nacional en 1862 que duró 77 años hasta 1939. Aunque de inspiración diferente, ambas Obediencias respondían a un mismo impulso de los Masones de Santa Marta de autonomía Masónica y prudencia política.
                               
El contexto geográfico jugó también un papel importante. La ubicación costera de Santa Marta facilitaba el contacto marítimo con las Antillas y Europa lo cual permitía mantener vínculos con las casas madre de las Obediencias Masónicas. De hecho, es probable que algunas de estas Logias hayan funcionado como nodos en redes Masónicas internacionales de tipo liberal y alcances comerciales, y puede explicarse por la composición más cosmopolita y menos politizada de su núcleo Masónico. Sus vínculos con Europa no deben interpretarse como una simple dependencia, sino como un ejercicio de inserción activa en un entramado Masónico internacional que ofrecía herramientas para la regeneración moral y cultural.
                                        
Ahora permítanme, por favor, dar un salto en el tiempo al hoy y al mañana que nos convoca la conmemoración de los 500 años de Santa Marta.
                          
A dos siglos del surgimiento de aquellas primeras Logias, es legítimo preguntarse qué puede ofrecer hoy la Masonería a una ciudad como Santa Marta. Yo respondería que, si en el siglo XIX sirvió como refugio ilustrado, en el siglo XXI puede convertirse en un espacio de diálogo plural y compromiso ético en una ciudad que sigue enfrentando desafíos estructurales.
                        
Recuperar la memoria de las Logias samarias no es un acto nostálgico, sino un llamado a revitalizar los espacios de reflexión y acción ética que tanta falta nos hacen a todos para pulir las aristas de las piedras con las que queremos construir el futuro.
                          
La historia de la Masonería en Santa Marta es también la historia de una ciudad que eligió, en medio de la guerra y la adversidad, abrirse al pensamiento filosófico, al internacionalismo ilustrado y a la fraternidad. Hoy, al conmemorar sus 500 años, cabe recordar que aquellas primeras Logias no sólo practicaban ritos, sino que custodiaban la esperanza. Es hora de retomar esa tradición fundadora
                         
La Masonería en Santa Marta, como la de cualquier otra ciudad en donde tenga presencia, solo tendrá sentido si deja de hablarse a sí misma y se atreve a ser una escuela de ciudadanía activa, crítica y fraterna, en la que no baste con encender luces en el Templo si no es capaz de iluminar los espacios públicos donde se define el destino común.
                              
Por último, permítanme también, por favor, dirigir unas frases de cierre a una amiga de 13 años que hoy está entre nosotros, observándonos con “esa mirada con que mira el mundo una niña que va para mujer”, como escribió Juan Ramón Jimenez en su libro “Platero y yo”.
                                     
Querida Alexa,
                          
Si al terminar este día sentiste que la historia es algo más que fechas y batallas, entonces ya diste un paso importante en la construcción de tu vida junto a los demás. Porque comprender cómo una ciudad como Santa Marta intenta rehacerse es entender que el pasado está hablándole a ustedes los jóvenes. Y está pidiéndoles que sean mejores que nosotros. Si algún día decides construir algo, que puede ser una escuela, una amistad o incluso una parte de ti misma, naturalmente lo harás a tu modo, con tus palabras y a tu ritmo. Y lo más importantes es que lo harás.
                      
Muchas gracias, Alexa, por estar hoy aquí, mostrándonos con tu presencia que el futuro hoy también está presente, y que representas a una generación que se hará cargo de su sociedad, y, en ella, de la Masonería, entre muchas otras cosas.
                                                        
Muchas Gracias todos y todas, por su amable y fraternal atención.
   

2 comentarios:

Anónimo dijo...

QH Ivan , que rico conocer la historia y recordarnos una realidad , la vida y obra de nuestra Colombia siempre nace en el Caribe , tropical y dicharachero . TAF

Anónimo dijo...

Muchas gracias mi Iyph Iván Herrera M , por regalarnos esta interesante cronología de los 500 años de Santa Marta .

Todas esas poblaciónes tuve la ocasión de pasar en 1980 llevando una exportación como Aduanero,
un material de Siemens KWU , para
la Empresa Corelca, último destino Barranquilla . Era un comboy de 6 gandolas ( mulas ) containers
de 40 pies con material electrónico co
para ser montado … En todos esos pasos tuve que mostrar mis credenciales .
En especial en la Aduana de Riohacha , donde nos obligaron hacer declaración de Aduana; recuerdo al Gerente Jorge Unda, quien llamó a Bogota a chequear si era cierto todo lo de Corelca y la relación con la empresa Alemana. Lo difícil era el tránsito por esa zonas minadas de guarimberos y
toda clase de peligros y sin contacto celular . Finalmente después de todos eso gastos nos liberaron , y lo grave fue que que éntramos a Colombia sin pasaporte solo yo lo tenía; el resto eran choferes y ayudantes . Nos detuvo el DAS y el Coronel Jefe me dió unos salvaconductos por cinco días para entregar la carga en Barranquilla… Me pidió le consiguiera toda la linea de cosméticos “MONAMI “ para una noviecita . Lo hice sin falta .

Nos dimos un chapuzón en Rodadero, allí en Sta Marta , un solo Hotel había allí que yo supiera . .

Se entregaron los equipos . En Barranquilla gracias a un guardia de Pereira , que contraté desde mi enterada por Paraguachon un día de fiestas (de los muertos) y todo estába libre .
Esto también es historia. .
A propósito de su estupenda plancha mi muy Querido Hermano Iván .