AUGE,
DECLIVE Y SOCIABILIDAD MASÓNICA (1830–1850)
Por Iván Herrera Michel
Contribución leída en el Congreso “Masonería,
su Historia y Actualidad. Un Dialogo en el Quinto Centenario de Santa Marta” organizado en esa ciudad por la Logia Renacimiento No. 20, de la Federación Colombiana de Logias Masónicas, el 12 de julio de 2025.
Queridos Hermanos y Hermanas, y estimados
amigos y amigas, que me honran con su presencia.
Lo primero que quiero comentarles es que
estas palabras que voy a leerles forman parte de un estudio mucho más grande que
estoy adelantando sobre el nacimiento de la Masonería en Colombia, con énfasis
en la región Caribe, que fue por donde ingreso al país, centradas en el marco
económico y social de Santa Marta, entre los años 1830 y 1850, con acento en su
rol portuario y comercial durante el tránsito socio económico de la colonia a la
república.
A partir de fuentes primarias, estadísticas
comerciales y estudios comparativos, he tratado de determinar la evolución social
de la Masonería de la ciudad frente a la de otras urbes caribeñas como
Cartagena y Barranquilla. Y naturalmente, Riohacha, que también fue cofundadora
de la Orden en Colombia. Concluyendo que, aunque Santa Marta alcanzó un
protagonismo inicial importante en el comercio exterior y la Masonería neogranadina,
diversos factores políticos, naturales, estructurales y Masónicos, incidieron
en su pérdida de centralidad. Asimismo, menciono la existencia de Logias
activas en la ciudad durante este periodo, que actuaron como espacios de
sociabilidad, reflexión política y fomento de ideales republicanos entre
sectores de la élite local que se abrieron decididamente al exterior.
Fundada oficialmente por los españoles en
1525, Santa Marta es la más antigua de Colombia en continuo funcionamiento,
aunque, pese a su antigüedad, fue rápidamente desplazada por otras fundaciones
coloniales como Cartagena y Bogotá, que supieron seducir al poder virreinal con
sus ventajas estratégicas y comerciales.
A inicios del siglo XIX, Santa Marta era una
ciudad portuaria pequeña, habitada, por un lado, por una minoría criolla dominante
(en donde nace la Masonería), conformada por familias con poder económico,
político y social que mantuvieron su influencia, desde la colonia hasta la
república, mediante redes familiares, control del comercio y la tierra, y
participación en la política local. Y, por el otro lado, existía un amplio
sector mestizo, mulato, indígena y esclavo marcado por la exclusión,
estrategias de resistencia, negociación y construcción comunitaria.
Eran dos sectores de la ciudad que ni
siquiera bailaban lo mismo. La clase alta (Masones incluidos) organizaba sus
fiestas con valses, contradanzas, polkas, mazurcas y minués, al ritmo de pianos,
violines y flautas, a la manera europea. Y las clases populares y los esclavos bailaban
y cantaban tambora, paloteo, currulao e incipientes cumbias afro – indígenas, al
ritmo de gaitas, tambores, maracas y carracas.
Así las cosas, y tras una independencia de
España, a la que fue obligada en 1820, y que le costó la vida a 700 samarios, Santa
Marta vivió un breve pero significativo auge comercial que determinó su
particular manera de introducir la Masonería. Al romperse el monopolio español,
los comerciantes locales se reorganizaron con prontitud y comenzaron a
establecer relaciones directas con casas extranjeras, especialmente británicas
y francesas, de donde resultó que se convirtiera en el puerto más importantes
de la Nueva Granada. Determinando, de paso, la orientación europeísta del
nacimiento de su Masonería. Diferente a la de Cartagena y Riohacha, fuertemente
ancladas en la corriente política nacional que lideraba el General Francisco de
Paula Santander.
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| Moneda conmemorativa del 5º centenario |
Entre 1830 y 1850, Barranquilla aún era un
asentamiento menor sin relevancia portuaria. Su despegue comenzó con fuerza a
partir de la década de 1840 con la autorización del puerto de Sabanilla para la
importación y la exportación, y la construcción del ferrocarril de Sabanilla a Barranquilla
en 1871, que hizo que desplazara a Santa Marta como centro logístico del Caribe
colombiano.
Cartagena, por su parte, mantenía un rol
protagónico por su infraestructura histórica y por haber sido declarada "puerto
de bodegaje" en 1826. Pero los estragos que dejó su independencia, su forzada
conexión fluvial y la competencia de la pujante Santa Marta mermaron
parcialmente su supremacía en el Siglo XIX.
En medio de todo esto, fue el Rio Magdalena el
que decidió el destino de la región. Santa Marta, que estaba mejor posicionada que
Cartagena para aprovechar la navegación por el río, tomó la delantera por el
impulso inercial de su pasado comercial, pero el Magdalena pasaba por
Barranquilla, lo que terminó por imponerla como el principal centro económico y
poblacional de la región.
Paralelamente, la República de la Nueva
Granada vivía una época convulsa, marcada por conflictos entre federalistas y
centralistas, la debilidad fiscal del Estado y una constante inestabilidad
política. La ausencia de un sistema bancario sólido, la falta de infraestructura
vial y la ineficacia del cobro de impuestos limitaban las capacidades del
gobierno para promover el desarrollo regional. Y a esto se sumaba una profunda
desigualdad social que todavía sobrevive.
Por su parte, las reformas liberales
impulsadas durante el gobierno de José Hilario López a partir de 1849, aunque
bien intencionadas, profundizaron las divisiones sociales. La abolición de la
esclavitud, por ejemplo, no vino acompañada de una política de inclusión económica
y social real para los libertos, que pasaron a engrosar los cinturones de
pobreza urbana, en donde mayoritariamente viven aún. En zonas como Santa Marta,
esto agudizó las tensiones entre una aristocracia criolla, que mentalmente no
terminaba de salir de la colonia, y los sectores populares, debilitando aún más
la base económica local.
Como si fuera poco, muchos comerciantes samarios
se trasladaron a Barranquilla y Bogotá, por los estragos de un devastador terremoto
en 1834, las torrenciales inundaciones del Rio Manzanares, que aún no terminan,
la epidemia del Colera que mató al 10% de la población, y las guerras civiles
regionales que no paraban. Paralelamente, la población urbana disminuyó de
aproximadamente 6.000 habitantes en 1835 a menos de 4.500 en 1851, lo que
limitó su desarrollo urbano.
En esos años, el país era más una confederación de
provincias celosas de su autonomía que un Estado articulado. El centralismo
bogotano era rechazado por muchas regiones, incluida la Costa Caribe, que
resentía su marginación presupuestal y su poca representación en las decisiones
de gobierno.
Una muestra del corto periodo de auge y del
espíritu de independencia frente al poder central, que tuvo Santa Marta al
inicio de su vida republicana, la constituye las Logias Masónicas y las razones
por las cuales optaron por afiliarse a potencias Masónicas extranjeras, como la
Gran Logia Unida de Inglaterra y el Gran Oriente de Suiza, en las décadas de
1830 y 1840, algunos años antes de que el Gran Oriente de Francia otorgara
Carta Patente al Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino. La historia de
esas Logias aún espera a quien la escriba con el respeto que merece.
¿Pero porque la segunda y tercera Logia de
Santa Marta recurrieron a Cartas Patentes extranjeras, en lugar de apegarse al
proyecto nacional que los mismos Masones samarios acababan de cofundar junto con dos Logias de Cartagena y una de Riohacha en 1833, presidido por el destacado
prócer independentista Rafael María Vesga?
Pues, precisamente, porque aún no cicatrizaban
las heridas que dejó el que habían sido independizados a sangre y fuego, el 11
de noviembre de 1820, después de un asedio que le costó la vida a más de 700 samarios.
Lo que, en la práctica, significa que, en Santa Marta, para la época, la gran mayoría
de las familias aún lloraban a un familiar cercano caído. Esta animosidad,
lejos de ser un detalle menor, ofrece claves para comprender las redes sociales
y culturales de la élite samaria, así como las tensiones ideológicas del
naciente orden republicano.
Y no es un fenómeno exclusivo de Santa Marta.
En ciudades portuarias como Veracruz, La Habana o Valparaíso, también se
consolidaron Logias afiliadas a Obediencias Masónicas europeas, como reflejo de
una élite comercial que se formaba más allá de los centros de poder político
nacionales, con redes económicas y culturales transatlánticas. En ese sentido,
la elección de la Gran Logia Unida de Inglaterra y del Gran Oriente de Suiza
respondía también a un imaginario de cosmopolitismo y a una necesidad de
reconocimiento simbólico en una república aún en formación.
Poco se habla de que Santa Marta fue
cofundadora de la institucionalización de la Masonería colombiana. La realidad
histórica es que en 1833 seis cuerpos Masónicos crean el Gran Oriente y Supremo
Consejo Neogranadino: Dos Logias de Cartagena, una Logia de Santa Marta, una
Logia de Riohacha, más dos Capítulos Rosa Cruz del Grado 18° del REAA, con los
nombres distintivos de “Rosa del Manzanares” en Santa Marta y “Concordia”
en Cartagena.
En este contexto, nació el primer cisma de la
Masonería colombiana cuando los Masones samarios independizaron su Logia, que
se llamaba “Filantropía Granadina” No 3, de las otras tres colombianas,
le cambiaron el nombre a “Unión Fraternal” y la afiliaron al Gran
Oriente de Suiza. Al Abatir Columnas el Gran Oriente de Suiza, una vez más,
cambiaron el nombre de la Logia a “Amistad Unida” y la afiliaron a la
Gran Logia Unida de Inglaterra que le dio en número de orden 808. Y como dato curioso, único en Colombia, podemos
traer a cuento que las tres primeras Logias samarias practicaron, en su orden
de fundación, el REAA, el RF y el Rito Emulation.
Veamos un poco a estas tres Logias pioneras
de la Masonería samaria:
1) Todo indica que la primera Logia samaria,
denominada “Fraternidad Granadina” No. 3, cofundadora, el 19 de junio de
1833, del Gran Oriente y Supremo Consejo Neogranadino, con sede Capital en
Cartagena, se reunía en un salón alquilado en el centro histórico de Santa
Marta. Probablemente en la hoy Carrera 1, cerca del antiguo Convento de San
Francisco, y practicaba el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
2) Por su parte la segunda Logia de Santa
Marta, llamada “Unión Fraternal”, con Carta Patente del Gran Oriente de
Suiza, con sede en Ginebra, Suiza, expedida el 10 de agosto de 1843, celebraba
sus Tenidas en el Rito Francés en un local alquilado en la calle del Carbón
(hoy Carrera 2 con Calle 11), junto a la Aduana de Santa Marta. Su fundación
refleja la influencia de corrientes Masónicas liberales y laicas en la región,
alineadas con los ideales ilustrados y republicanos que caracterizaban al Gran
Oriente de Suiza. Aunque su actividad fue breve, su existencia destaca la
diversidad de influencias Masónicas presentes en esos días, en que la Orden se
veía como un vehículo de las ideas ilustradas en un mundo que oscilaba entre la
restauración monárquica y los nuevos republicanismos.
La existencia de la Carta Patente suiza está
documentada por fuentes secundarias. En especial por la obra “Historia de la
Masonería Colombiana” de Américo Carnicelli, y por un documento titulado “Un
poquito de Historia de la Logia Fuerza y Materia No. 60”, escrito por el más
importante historiador de la Masonería del Magdalena, que se llama Darwis Ortiz
Gil. Pero no directamente en fuentes primarias en Colombia o en Suiza, ya que el
Gran Oriente de Suiza, que había sido fundado en 1819, trabajó hasta la década
de 1840, y no he podido confirmar la información con algunas consultas que he
hecho a Masones de ese país. De todos modos, si está confirmado que poseía una
orientación liberal, racionalista y protestante, que resultó atractiva para los
sectores progresistas y librepensadores de Santa Marta. Su enfoque en la
formación moral del individuo armonizaba con las aspiraciones ilustradas de un
sector de la élite local deseosa de romper con el dogmatismo heredado del
absolutismo español.
Cabe anotar que la actual Obediencia
denominada Gran Oriente de Suiza, fundada en 1959, no tiene ningún vínculo
histórico con la del mismo nombre de la primera mitad del Siglo XIX, aunque si comparten
una orientación ideológica de carácter adogmático y liberal, y está apoyada en
vínculos simbólicos e inspiracionales con la primera.
3) A su vez, la tercera Logia de la ciudad,
con el nombre de “Amistad Unida” No. 808, jurisdiccionada a la Gran
Logia Unida de Inglaterra, que le expidió Carta Patente el 3 de octubre de 1848,
se reunía en un Templo adaptado en la calle San Juan de Dios (hoy, Carrera 3
con Calle 15), y practicó el Rito de Emulación, de acuerdo con el “Registro
de Logias” y las “Memorias Anuales” que han sido catalogados y
digitalizadas para consulta académica en los Archivos y Biblioteca del Museo de
la Masonería en el Freemasons’ Hall, de Londres, en donde aparece claramente
anotado “Emulation” como su ritual de trabajo.
La Gran Logia Unida de Inglaterra, para
entonces había consolidado una reputación de neutralidad política. Lo que, en
un país sacudido por guerras civiles, una "Masonería sin partido"
resultaba atractiva para quienes deseaban mantener un perfil bajo para hacer
negocios. Carnicelli muestra una sorprendente lista con los nombres de 73
miembros de la Logia “Amistad Unida” No. 808, en una población que
escasamente llegaba a los 6.000 habitantes. De ser cierto el dato, y para
darnos una idea de la penetración que habría tenido la Masonería en la sociedad
samaria, proporcionalmente es como si hoy con 600.000 habitantes, Santa Marta
contara con 6.000 Masones, o Cartagena con 12.000, o Barranquilla con 16.000, o
Bogotá con 85.000 Masones. O Colombia entera con unos 600.000 mil Masones.
Son guarismos muy altos de densidad Masónica que
hoy no posee ningún país del mundo, por lo que, acostumbrado al escepticismo de
los rigores de la academia, he buscado la fuente en que se basó Carnicelli en
los archivos que entregó su familia, después de su muerte, a la Biblioteca Luis
Ángel Arango, de Bogotá, pero no he tenido suerte.
Ambas Obediencias (El Gran Oriente de Suiza y
la Gran Logia Unida de Inglaterra) representaban un modelo de Masonería
estructurada que no estaba vinculado con ninguna facción política en lo local. Y
ofrecían un paraguas de protección frente a las persecuciones o
instrumentalizaciones políticas que afectaban a la primitiva Masonería nacional,
que terminaron por producir el gran cisma nacional en 1862 que duró 77 años hasta
1939. Aunque de inspiración diferente, ambas Obediencias respondían a un mismo
impulso de los Masones de Santa Marta de autonomía Masónica y prudencia
política.
El contexto geográfico jugó también un papel
importante. La ubicación costera de Santa Marta facilitaba el contacto marítimo
con las Antillas y Europa lo cual permitía mantener vínculos con las casas
madre de las Obediencias Masónicas. De hecho, es probable que algunas de estas Logias
hayan funcionado como nodos en redes Masónicas internacionales de tipo liberal y
alcances comerciales, y puede explicarse por la composición más cosmopolita y
menos politizada de su núcleo Masónico. Sus vínculos con Europa no deben
interpretarse como una simple dependencia, sino como un ejercicio de inserción
activa en un entramado Masónico internacional que ofrecía herramientas para la
regeneración moral y cultural.
Ahora
permítanme, por favor, dar un salto en el tiempo al hoy y al mañana que nos
convoca la conmemoración de los 500 años de Santa Marta.
A dos
siglos del surgimiento de aquellas primeras Logias, es legítimo preguntarse qué
puede ofrecer hoy la Masonería a una ciudad como Santa Marta. Yo respondería
que, si en el siglo XIX sirvió como refugio ilustrado, en el siglo XXI puede
convertirse en un espacio de diálogo plural y compromiso ético en una ciudad
que sigue enfrentando desafíos estructurales.
Recuperar la memoria de las Logias samarias
no es un acto nostálgico, sino un llamado a revitalizar los espacios de
reflexión y acción ética que tanta falta nos hacen a todos para pulir las
aristas de las piedras con las que queremos construir el futuro.
La historia de la Masonería en Santa Marta es
también la historia de una ciudad que eligió, en medio de la guerra y la
adversidad, abrirse al pensamiento filosófico, al internacionalismo ilustrado y
a la fraternidad. Hoy, al conmemorar sus 500 años, cabe recordar que aquellas
primeras Logias no sólo practicaban ritos, sino que custodiaban la esperanza.
Es hora de retomar esa tradición fundadora
La Masonería en Santa Marta, como la de cualquier
otra ciudad en donde tenga presencia, solo tendrá sentido si deja de hablarse a
sí misma y se atreve a ser una escuela de ciudadanía activa, crítica y
fraterna, en la que no baste con encender luces en el Templo si no es capaz de
iluminar los espacios públicos donde se define el destino común.
Por último, permítanme también, por favor, dirigir
unas frases de cierre a una amiga de 13 años que hoy está entre nosotros, observándonos
con “esa mirada con que mira el mundo una niña que va para mujer”, como escribió
Juan Ramón Jimenez en su libro “Platero y yo”.
Querida Alexa,
Si al terminar este día sentiste que la
historia es algo más que fechas y batallas, entonces ya diste un paso importante
en la construcción de tu vida junto a los demás. Porque comprender cómo una
ciudad como Santa Marta intenta rehacerse es entender que el pasado está
hablándole a ustedes los jóvenes. Y está pidiéndoles que sean mejores que nosotros.
Si algún día decides construir algo, que puede ser una escuela, una amistad o
incluso una parte de ti misma, naturalmente lo harás a tu modo, con tus
palabras y a tu ritmo. Y lo más importantes es que lo harás.
Muchas gracias, Alexa, por estar hoy aquí,
mostrándonos con tu presencia que el futuro hoy también está presente, y
que representas a una generación que se hará cargo de su sociedad, y, en ella,
de la Masonería, entre muchas otras cosas.
Muchas Gracias todos y todas, por su amable y
fraternal atención.


2 comentarios:
QH Ivan , que rico conocer la historia y recordarnos una realidad , la vida y obra de nuestra Colombia siempre nace en el Caribe , tropical y dicharachero . TAF
Muchas gracias mi Iyph Iván Herrera M , por regalarnos esta interesante cronología de los 500 años de Santa Marta .
Todas esas poblaciónes tuve la ocasión de pasar en 1980 llevando una exportación como Aduanero,
un material de Siemens KWU , para
la Empresa Corelca, último destino Barranquilla . Era un comboy de 6 gandolas ( mulas ) containers
de 40 pies con material electrónico co
para ser montado … En todos esos pasos tuve que mostrar mis credenciales .
En especial en la Aduana de Riohacha , donde nos obligaron hacer declaración de Aduana; recuerdo al Gerente Jorge Unda, quien llamó a Bogota a chequear si era cierto todo lo de Corelca y la relación con la empresa Alemana. Lo difícil era el tránsito por esa zonas minadas de guarimberos y
toda clase de peligros y sin contacto celular . Finalmente después de todos eso gastos nos liberaron , y lo grave fue que que éntramos a Colombia sin pasaporte solo yo lo tenía; el resto eran choferes y ayudantes . Nos detuvo el DAS y el Coronel Jefe me dió unos salvaconductos por cinco días para entregar la carga en Barranquilla… Me pidió le consiguiera toda la linea de cosméticos “MONAMI “ para una noviecita . Lo hice sin falta .
Nos dimos un chapuzón en Rodadero, allí en Sta Marta , un solo Hotel había allí que yo supiera . .
Se entregaron los equipos . En Barranquilla gracias a un guardia de Pereira , que contraté desde mi enterada por Paraguachon un día de fiestas (de los muertos) y todo estába libre .
Esto también es historia. .
A propósito de su estupenda plancha mi muy Querido Hermano Iván .
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