domingo, 27 de julio de 2025

EL CERCO DIPLOMÁTICO QUE INMOVILIZA A LA MASONERÍA MASCULINA Y DIVIDE LA ORDEN

Por Iván Herrera Michel
                

La historia de la Masonería no puede contarse sin hablar de su política interobedencial, porque también allí se viene jugando el destino de la Orden. 
                        
Lo que se presenta como un respeto a una tradición compartida, muchas veces se ha instrumentalizado para construir un circuito interno denominado “regularidad”, que es un modelo diplomático que agrupa a las Grandes Logias masculinas del mundo bajo una estructura de poder ferozmente eficaz que, desde hace más de siglo y medio, ha sido centralizada por la Gran Logia Unida de Inglaterra (GLUI), convertida a sí misma en epicentro y árbitro de lo que puede o no llamarse Masonería.
        
Lo que tenemos ante nosotros es un cerco diplomático muy eficaz que consiste en una red de condiciones tácitas que impide a numerosas Grandes Logias masculinas ejercer con autonomía su política exterior, por temor a perder el respaldo de una instancia que han elevado al rango de rector moral, en una política de contención que define con quién se puede dialogar y a quién ni siquiera se le debe mirar.
                
Es un sistema de vigilancia, con estructuras regionales, que produce efectos directos en la base Masónica, y que se sostiene, en buena parte, gracias a una administración estratégica de la información. Con el tiempo, esta dinámica sistémica produce una cultura de obediencia acrítica que erosiona el sentido mismo de deliberación. El Masón de base, en lugar de ser un sujeto activo en la vida institucional, queda reducido a un simple ejecutor de políticas ajenas, muchas veces sin saber que sus Logias ni siquiera son autónomas en decidir a quién dar la mano. La consecuencia es un empobrecimiento del pensamiento Masónico en su conjunto, que termina priorizando la disciplina sobre la reflexión, y la alineación sobre la fraternidad.
                   
¿Una Gran Logia masculina desea establecer vínculos con una obediencia mixta o femenina? ¿Quiere asistir a un congreso donde participen masonas o delegaciones liberales? ¿Tiene interés en firmar un acuerdo bilateral con alguna confederación abierta a la diversidad? Un solo paso de estos significa su expulsión inmediata y la pérdida de la validación del exclusivo circuito etiquetado como “regular”.
                      
Este modo de ejercer el control no es nuevo. Empieza a perfilarse con nitidez en 1877 cuando el Gran Oriente de Francia decidió no inmiscuirse más en los asuntos religiosos respetando sus espacios naturales, y en respuesta la GLUI rompió relaciones y articuló una doctrina de exclusión bajo el nombre de "regularidad". Desde entonces, el reconocimiento dejó de ser un gesto fraternal entre iguales y se transformó en una concesión condicionada sujeta al cumplimiento de una lista de requisitos no debatibles.
               
Posteriormente, en 1929, con sentido geopolítico, la GLUI codificó su doctrina del “regularismo sometido” en los célebres "Principios básicos para el reconocimiento", que convirtieron la subordinación en el nuevo pasaporte diplomático. Y, tras la Segunda Guerra Mundial, Londres fortaleció su rol como eje del “mundo Masónico anglosajón”, alentando la formación de bloques cerrados de obediencias, en donde el diálogo solo es posible entre iguales en acatamiento.
                 
En América Latina, el modelo se instaló con fuerza a partir de 1952 en Ciudad de México, cuando la Segunda Conferencia Masónica Interamericana (CMI), originalmente pensada como un espacio plural para el encuentro de las diversas tradiciones Masónicas del continente, fue cooptada por las Grandes Logias masculinas alineadas con Londres y transformada en una estructura regional de vigilancia del regularismo británico. Desde entonces, pertenecer a la CMI depende del visto bueno de las potencias anglosajonas, lo que dejó por fuera de su amistad a toda obediencia liberal, mixta o femenina.
                    
El viraje tuvo consecuencias en cada país, ya que las Grandes Logias masculinas empezaron a supeditar su política exterior a las directrices que bajaban desde Londres y eran administradas regionalmente por la CMI. Y como si eso no bastara, en 1995, también en México, se fundó la Conferencia Mundial de Grandes Logias masculinas, que terminó por reforzar el modelo a escala global, consolidando un bloque exclusivo para aquellas obediencias dispuestas a subordinarse sin chistar a los requisitos establecidos en 1929.
                    
Se trata de estructuras que funcionan como engranajes subordinados dentro de un conjunto mayor que les marca el paso y les dicta la agenda. Decir que la adhesión a estos principios es “voluntaria” es olvidar que muchas Grandes Logias de la región han sido inducidas a aceptar tales marcos como única vía de relacionamiento internacional, bajo el temor de caer en la marginalidad frente a sus pares. Lo que se presenta como acuerdo libre es, muchas veces, un acto de supervivencia diplomática en un entorno de exclusiones estructurales. El precio ha sido un distanciamiento cada vez mayor de la realidad social que no ha sido fruto de un proceso latinoamericano de deliberación soberana, sino la reproducción acrítica de criterios externos que no dialogan con la realidad social, cultural ni filosófica de nuestras naciones.
                  
Para asegurar la estabilidad del sistema, se han creado estructuras de articulación diplomática (congresos, asociaciones, confederaciones) que operan como guardianes y escenarios de legitimación del modelo excluyente. En la práctica, son espacios en donde se reproduce la doctrina única y se refuerzan las barreras que impiden a muchas Grandes Logias pensar en relaciones más amplias, en pluralismo real, o en abrirse a la crítica y la reforma que sus bases reclaman.
                
Lo más preocupante es que la gran mayoría de los Masones de a pie desconoce por completo el cerco diplomático que silencia sus debates. No saben que muchas de sus Grandes Logias no deciden por sí mismas con quién se relacionan, sino que acatan lo que otros definen y para reafirmar su debida obediencia se reúnen periódicamente sus Grandes Maestros. No saben que detrás de cada negativa a asistir a un congreso mixto, a responder una invitación o a firmar un tratado, hay una política de control implacable que vuelve castigable toda iniciativa de diálogo y convierte en osadía cualquier intento de fraternidad sin discriminación.
                           
Es un cerco que no opera de forma explícita, sino que se disimula tras declaraciones de fidelidad, Landmarks, tradición, Etc. Los dirigentes conocen perfectamente las limitaciones que impone el modelo, pero prefieren no admitirlo ante sus bases. Se escudan en tecnicismos, dilatan decisiones, o niegan invitaciones con excusas que apenas camuflan la sumisión predefinida. Así, el control se mantiene con solo instalar el miedo a ejercer la soberanía, y el discurso de que sus Logias actúan con base en fundamentos doctrinales.
                 
Son reflexiones que ya no pueden seguir relegadas, o en voz baja, y que hay que llevar al ágora Masónica, al espacio ritual destinado al bien general y a las decisiones cotidianas. Porque si la Masonería quiere estar a la altura de su tiempo, no puede seguir aceptando tutelas ni permisos para actuar.
                       
Tal vez ha llegado el momento de dejar de tapar grietas y disciplinar desobedientes, y de empezar a tender puentes de una vez por todas entre mundos que ya coexisten.
                           

                       

5 comentarios:

Felipe Albornoz dijo...

Brillante y necesario artículo Q H. Iván. Sin duda, es hora de romper las absurdas tutelas y dejar de lado la incomprensible cobardia de muchas Obediencias y QQ:. HH:. que vienen haciendo de la Masonería un Club exclusivo y anacrónico.

Anónimo dijo...

Toda la razón del mundo. Muy interesante e instructivo su artículo. Un honor para mí poder leerlo.

Anónimo dijo...

Un buen artículo para que los que antagonizan a la orden Masónica se den cuenta que es muchas cosas pero no una estructura única con capacidad eegenómica, pero que como idea crece y se desarrolla con muchas facetas.

Polo Gonzalez dijo...

Totalmente de acuerdo, muy bien expresado.

María Elisa Guzmán Jaramillo dijo...

Excelente artículo