miércoles, 6 de agosto de 2025

MITOS FUNDACIONALES. UNA RELECTURA CRÍTICA DE LA INDEPENDENCIA DESDE LA MASONERÍA

 
Escuela de Capacitación Masónica internacional Mariscal Andres Avelino Cáceres del Perú
Agosto 3 de 2025
    
Por Iván Herrera Michel
      
Queridas Hermanas, queridos Hermanos, amigos y amigas:
           
Cada vez que nos reunimos a hablar de historia en clave Masónica, sabemos que entramos en un terreno lleno de símbolos, pero también de mitos que hemos heredado y repetido casi como mantras. Y es que, dentro y fuera de nuestras Logias, se ha instalado la idea romántica de que la independencia de las provincias españolas en América fue obra directa de Masones organizados en Logias conspirativas, con planes secretos y rituales que decidían el destino de los pueblos.
               
Hoy quiero invitarles a que dejemos esos relatos en suspenso por un momento, para mirar el pasado como debe mirarse. Con documentos, con método, con espíritu crítico y sin miedo a desmontar lo que no se sostiene. Porque esta charla será un recorrido por las evidencias, desde la Patagonia hasta el Rio Bravo, para separar con calma el mito del hecho, y la devoción de la evidencia. Porque, al final, nuestra historia tiene tanta buena historia, que no necesita que le inventemos más, y, en cambio, necesita ser entendida con la luz que da el estudio riguroso, esa luz que siempre hemos asociado con la Masonería misma.
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Pero, ante todo, agradezco profundamente la invitación que me ha hecho la “Escuela de Capacitación Masónica internacional, Mariscal Andres Avelino Cáceres del Perú”, y el Muy Resp:. Gran Maestro, el IL:. H:. Julio Diaz Ulloa, para compartir con ustedes algunas precisiones históricas obtenidas mediante investigaciones rigurosas basadas en fuentes documentales confiables.
                   
A finales del siglo XVIII apenas existía un pequeño rocío de Logias Masónicas inglesas y francesas dispersas en el hemisferio occidental, sin mayor trascendencia para Latinoamérica. Las cosas cambiaron en las colonias españolas a raíz de la insurrección contra el rey José Bonaparte y la aparición en España de Juntas de Gobierno (Supremas, Revolucionarias, Provinciales), así como de las Cortes de Cádiz entre 1808 y 1812. A partir de entonces viajaron al Nuevo Mundo algunos emisarios (que no eran independentistas aún) con la misión especial de promover ciertos “gritos de independencia” locales que impidieran el flujo de riquezas hacia la España bonapartista y que juraran lealtad a la iglesia Católica y a Fernando VII. Hasta aquí, no se ha encontrado rastro alguno de que los Masones o alguna Logia Masónica participaran en un episodio independentista en Latinoamérica.
                
Y lo que convenientemente omiten la mayoría de los libros Masónicos es que cuando Jose Bonaparte fue proclamado Rey de España como José I, el 6 de julio de 1808, desde hacía tres años era el Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, cargo que ocupó ininterrumpidamente hasta 1813. Bajo su Gran Maestría habría de iniciarse Simón Bolívar en París, en 1805. En su palmarés Masónico, el rey José contaba además con haber sido Gran Maestro del Gran Oriente de Italia de 1806 a 1808, y posteriormente Gran Maestro de la Gran Logia Nacional de España de 1809 a 1813, tenía 40 años de edad en el momento de subir al trono, y se había iniciado Masónicamente a los 25, en 1793, en Marsella, Francia, en la Logia “La Parfaite Sincérité”.
                     
Cuando el rey José I llegó al trono español, la Masonería estaba absolutamente prohibida en todo el territorio español. Con él, la Masonería renace en España, levantando columnas de unas 34 Logias madrileñas en total. De estas Logias surgieron los Masones que fundaron, en octubre de 1809, la Gran Logia Nacional de España, y, en julio de 1811, el Supremo Consejo del Grado 33° para España y sus dependencias. Que fueron nuestra primera Gran Logia y Supremo Consejo con jurisdicción en la América de habla castellana.
                
Lo segundo que debemos reconocer es que no hay rastro verificable de que en alguno de los ejércitos libertadores de la América española funcionara siquiera una Logia Masónica, ni militar ni de otro tipo. Por muy discretas que hubieran sido en su accionar, llama poderosamente la atención que, doscientos años después, no se haya encontrado huella documental, material ni testimonial alguna ni en Europa ni en América al respecto. Del mismo modo, tampoco se ha podido corroborar la existencia real de la llamada “Logia Unión Auxiliar Número 7”, que supuestamente el general puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé habría fundado en el ejército libertador del sur por orden de Bolívar, ni que durante su estancia en el Perú Valero “fundó, afilió, regularizó y jurisdiccionó” diez Logias Masónicas. Entre otras razones, porque ha resultado imposible sostener que en 1825 funcionaran diez Logias en Perú. Al respecto, las versiones más optimistas solo hablan de cuatro Logias por entonces.
                
Para estudiar hoy la historia de la Masonería en Hispanoamérica es obligado acudir a fuentes académicas especializadas, por ejemplo, la Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña (REHMLAC), el Seminario Permanente Internacional de Historia de las Masonerías (SPIHM), el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), o investigaciones desde la Universidad de Costa Rica, la UNAM de México, la Universidad de La Habana, etc., así como a autores contemporáneos que se apartan de los viejos mitos fabulosos (el inglés Frederic W. Seal-Coon, el venezolano Eloy Reverón, el español José A. Ferrer Benimelli, el francés Alain de Keghel, el chileno Felipe Santiago del Solar, entre otras fuentes bibliográficas contemporáneas que están apartándose de los mitos fabulosos que caracterizaron durante algún tiempo las narraciones, dentro y fuera de la Orden.
          
Sentado lo anterior, y alejados de conjeturas y suposiciones, los siguientes son los términos de la discusión historiográfica en torno a una posible membresía Masónica de nuestros más importantes y representativo proceres de nuestra independencia.
              
BERNARDO O´HIGGIN. Suele afirmarse que Bernardo O’Higgins fue Masón bajo el supuesto errado de que la organización político-patriótica la “Gran Reunión Americana”, fundada en Londres, y sus derivadas “Logias Lautarinas”, en España, Argentina y Chile, a las que perteneció, eran Masónicas. Quienes así lo afirman, para justificarlo, las califican como “Logias operativas”, variando exprofeso el significado semántico e histórico del concepto para conferirles etiquetas Masónicas a algunos próceres suramericanos. Pero lo cierto es que no hay evidencia de que O´Higgins se haya Iniciado en una Logia Masónica.
        
FRANCISCO DE MIRANDA. Sobre la calidad de Miranda existe una discusión que no termina basada en el culto patriótico que se le rinde en Venezuela. Sin embargo, ningún archivo logial europeo o americano, ni acta de iniciación, ni documento privado contemporáneo prueba su ingreso en la Orden.
             
De él se ha dicho que se Inició en la Masonería en Filadelfia, Londres, París, Cádiz, Gibraltar, Virginia, y hasta que fue el fundador de la Masonería venezolana y de la primera Gran Logia en su país en 1824 (seis años después de su muerte), pero lo único cierto es que nadie ha podido mostrar una sola fuente documental, testimonial o circunstancial, directa o indirecta, que pruebe su ingreso, visita o pertenencia a una Logia Masónica alguna vez en su vida.
                
No obstante, pasando sobre lo anterior, el primero de enero de 1950, el Gran Maestro de la Gran Logia de los Estados Unidos de Venezuela (Antecedente común, antes del cisma de 1957, de las actuales Gran Logia de la República Bolivariana de Venezuela y de la Gran Logia de la República de Venezuela), José Tomás Uzcátegui, expidió, un Decreto mediante el cual ordenó, sin suerte alguna, textualmente en su artículo 4° “recopilar y publicar los datos Masónicos del Q H Francisco de Miranda”.
             
Al respecto, el historiador venezolano Eloy Reverón García, elaborando su Tesis de grado en 1990, en la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, sobre la “Masonería en el Siglo XIX”, examinó los archivos conservados desde 1853, constatando que “la primera vez que apareció el nombre de Francisco de Miranda fue para archivar el decreto del Gran Maestro, que de paso declaraba la fecha del nacimiento de Miranda, a partir del bicentenario, Día Masónico Nacional”.
            
Por su parte, Frederick Seal-Coon, miembro de la Logia de investigación Quatuor Coronati No. 2076, de la Gran Logia Unida de Inglaterra, escribió un artículo en 1995 titulado “La Mítica Masonería de Francisco de Miranda”, en el que pone en duda su membresía Masónica, por falta de evidencia historiográfica solida en América y Europa.
          
Más aún, en 1926, el economista, escritor y político venezolano Alberto Adriani (1898 – 1936) y el historiador estadounidense, profesor de la Universidad de Illinois, William Spence Robertson (1872-1955), descubrieron en la ciudad inglesa de Cirencester, a 150 Km. al oeste de Londres, el archivo personal de Miranda (conocido como Colombeia) que consta de 63 cuerpos divididos en tres acápites (Viajes, Revolución Francesa y Negociaciones). Venezuela lo adquirió siendo Ministro de Relaciones Exteriores el historiador Caracciolo Parra Pérez (1888 – 1964), hoy se encuentra en el Archivo General de la Nación de Venezuela, en Caracas, y en el año 2007 la UNESCO lo integró al proyecto “Memoria del Mundo”.
                 
Los investigadores tampoco han podido encontrar en ninguno de los 63 tomos de este abundante archivo autobiográfico, redactado en castellano, francés e inglés, un solo vestigio del paso de Miranda por la Masonería. Y es notaria la ausencia, ya que el grado de detalles del Precursor es de tal meticulosidad que hasta aparecen reseñadas las cortesanas con las que durmió y los libros que compraba en cada país que visitaba.
       
En definitiva, no hay forma historiográfica de sostener que Miranda se haya Iniciado en una Logia Masónica. Solo suposiciones fundamentadas en interpretaciones sesgadas posteriores.
           
JOSÉ DE SAN MARTÍN. Del General José de San Martín no está realmente documentada su pertenencia a una Logia Masónica desde su nacimiento en 1778, en Yapeyú, Argentina, hasta su muerte en 1850. Se emplea como fuente primaria para probar su membresía en la Orden una medalla que circuló en plata y bronce con el perfil de su rostro, acuñada por la Logia “Perfaite Amitié” de Bruselas, Bélgica, con el texto (La Perfecta Amistad const., al Or:. de Bruselas el 7 de julio de 5807, al General San Martín, 5825).
            
Abona en beneficio de la hipótesis, no solo la forma de datar los años en la medalla, usual en la Masonería (sumando 4.000 a la era común), sino además que en 1825 San Martín residía en Bruselas. Pero una duda nace a partir del contexto en que fue acuñada la medalla, porque seis meses antes de esa fecha (el 19 de enero de 1825), había sido publicado en el periódico “La Belge Ami du Roi et de la Patrie” (La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria), que al grabador real y Masón Henry Simon, le fue comisionado hacer una decena de medallas con el perfil de personajes famosos (no necesariamente Masones) de la época (entre ellos Miranda). Por otra parte, no se ha encontrado una sola evidencia que muestre que San Martín recibió la Medalla. No lo menciona en su abundante correspondencia, ni ninguno de sus allegados se refiere al tema en público o en privado.
               
Tampoco se ha podido confirmar que para la época existiera una Logia llamada “La Perfaite Amitié” en Bruselas, aunque sí en Amberes, en cuyos archivos no se conserva memoria de la presencia de San Martín, de haber tenido correspondencia con él o de haber acuñado una medalla en su honor.
              
Igualmente, hay que mencionar que, en el Museo de la Gran Logia del Perú, se exhibe un Mandil claramente del REAA del que se afirma desde hace un poco más de medio siglo que corresponde a una réplica del usado por el General San Martín en 1821 en Lima en una Logia denominada “Paz y Perfecta Armonía”, fundada 4 años antes como Logia Lauterina, presuntamente transformada luego en Masónica y desaparecida en 1832 al cesar las actividades Masónicas en el Perú. El punto con la réplica del Mandil es que el REAA llega por primera vez a Suramérica por Caracas 3 años después de la llegada de San Martín a Lima, las fuentes documentales disponibles muestran que las Logias Lauterinas eran sociedades patrióticas sin actividad ritual y que solo funcionaron en España, Argentina y Chile.
                     
En definitiva, la incertidumbre persiste sobre la calidad de Masón del General San Martín, y solo se cuenta con suposiciones fundamentadas en interpretaciones sesgadas. Su filiación Masónica carece de evidencia documental y pertenece al terreno de las atribuciones simbólicas posteriores.
                 
JOSÉ ANTONIO SUCRE. Los Masones venezolanos Francisco Castillo Sanoja y Hello Castellón en la página 63 del libro “Quién es quién en la Masonería venezolana”, publicado en Caracas en 1974, sostienen que "en el archivo de la Resp:. Log:. “Perfecta Armonía No 2”, al Oriente de Cumaná, actualmente en poder de la Resp:. Log:. Bella Altagracia N 24, hay un libro de actas, con las hojas amarillentas por la acción del tiempo, donde aparece registrado con fecha de 1811, el nombre del Mariscal José Antonio (sic) de Sucre, como asistente a unas tenidas”.
                     
A esta anotación se le critica que Sucre, para ese tiempo, solo contaba con 16 años de edad, y la Masonería en Venezuela tradicionalmente no recibe miembros tan jóvenes. En lo personal, yo sí creo en la posibilidad de que se hubiera podido hacer una excepción con un Sucre adolescente. Hemos visto bastantes excepciones en la Orden Masónica, por diferentes motivos, en muchas partes, y esta no me sería extraña por las siguientes razones:
                    
Para alguien que a los 16 años de edad era un precoz joven Teniente, miembro de una de las más aristocráticas y adineradas familias venezolanas, que ostentaba lo que llamaba el exigente sistema colonial de castas españoles “pureza de sangre” (que ni siquiera Bolívar tenía), descendiente de nobles belgas, domiciliado en la Isla de Margarita como Comandante de Ingenieros e hijo de un Gobernador, no es difícil pensar que haya recibido el privilegio excepcional de ser Iniciado en la Masonería a una temprana edad, y que visitara con cierta frecuencia a su familia y a su Logia en su cercana ciudad natal de Cumaná. En este contexto, el acta mencionada encaja perfectamente en cuanto a tiempo y lugar.
                  
El problema surge porque en el archivo del Instituto Venezolano de Estudios Masónicos (IVEM), reposa una lista elaborada por el historiador venezolano Manuel Landaeta Rosales (1847 – 1920) en la que la fecha de fundación de la Logia “Perfecta Armonía No 2” es la del cuatro de noviembre de 1822. Es decir, once años después de la que aparece en el acta.
          
Landaeta tuvo acceso a una enorme base de datos, gracias a que se desempeñó como director de la Oficina para la Publicación de la Gran Recopilación Geográfica, Estadística e Histórica de Venezuela y fue director de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Es posible que Landaeta se haya equivocado, o que, por el contrario, los equivocados sean Castillo y Castellón.
           
En definitiva, la incertidumbre persiste sobre la calidad de Masón del General José Antonio de Sucre.
                 
SIMÓN BOLÍVAR. El primer testimonio conocido de la calidad de Masón de Bolívar lo constituye su “Diario de Bucaramanga”, recogido en 1828 por su edecán francés, Luis Perú de Lacroix. En la anotación correspondiente al 11 de mayo de 1928, Bolívar habría confesado, refiriéndose a la Masonería, que “… también había tenido él la curiosidad de hacerse iniciar para ver de cerca lo que eran aquellos misterios, y que en Paris había sido recibido Maestro…”. No mencionó Grados escocistas.
                  
Por otra parte, hay que mencionar que en 1824 llegó a Caracas Joseph Cernau (1763 – 1840/45), un controvertido Masón francés proveniente del Supremo Consejo de Nueva York, USA, que sin tener facultades para hacerlo repartió en esa ciudad, a diestra y siniestra, altos Grados del REAA al nuevo liderazgo venezolano. De esta forma, otorgó setenta y siete Grados 33°, once Grados 32°, ocho Grados 30° y treinta y tres Grados variados, para un total de ciento veintinueve improvisados escocistas, de quienes se afirma que instalaron ese mismo año el primer Supremo Consejo del REAA de Venezuela. La feria de Grados fue de tal magnitud que el Coronel Gerónimo Pompa Landaeta (prócer de la Guerra de Independencia) dejó testimonio escrito sobre su carrera Masónica exprés de que en un año subió del Grado de Aprendiz al 33°.
                   
El punto principal aquí es que, en el Archivo General de la Nación de Venezuela, reposa una nota manuscrita por el General José Félix Blanco, Grado 33°, en la cual aparece el nombre de Simón Bolívar como uno de los personajes destinatarios del Grado 33° que ofreció a manos llenas Cernau. El problema con esta hipotética colación del Grado 33°, es que para esas fechas Bolívar se encontraba en El Perú en plena campaña libertadora del sur, exactamente en la población de Jauja, en el actual Departamento de Junín, y no pudo haberlo recibido. Tampoco se conocen vestigios de una posible delegación para otorgárselo o de haberlo recibido de alguna manera, algún día, en alguna parte. Por la misma razón, resulta un falso histórico el “Mandil y Collarín de Bolívar”. del Grado 32° del REAA, que se exhibe en la librería y museo “Canciller Robert R. Livingston”, de la Gran Logia de Nueva York. La de la Calle 23 de Manhattan.
                   
La prueba reina de la calidad de Masón del Libertador vendría en 1955 de la mano del escritor, periodista y político venezolano Ramón Diaz Sánchez, quien negoció en Paris con su amigo M. Sorlet, editor de la revista “Nouvelles Editions Latines”, el acta original de la Tenida de la Logia San Alejandro de Escocia, del Gran Oriente de Francia, en la que recibió el 11 de noviembre de1805, en París, el Grado de Compañero, a los 21 años de edad, firmada de su puño y letra, bajo la Gran Maestría de José Bonaparte, el hermano de Napoleón que sería tres años después Rey de España y fundador de nuestro primera Gran Logia y Supremo Consejo con jurisdicción en toda la América española.
                  
El hallazgo fue reforzado posteriormente por la aparición de una lista de Maestros Masones, de diciembre de 1805 de la misma Logia, en la que aparece el nombre del Libertador, descubierta por la historiadora venezolana Miriam Blanco Fombona de Hood en la Biblioteca Nacional de París.
                     
En ambos casos, los análisis sistemáticos y grafológicos de los documentos franceses han sido concluyentes al confirmar, fuera de toda duda, la autoría personal de la rúbrica de Bolívar y la autenticidad de los documentos.
                  
En definitiva, está plenamente demostrado que Bolivar si fue Masón, precisando de que no existe constancia de una vida Masónica más allá de los seis meses que vivió en París a los 21 años de edad,
                
JOSÉ ANTONIO PÁEZ. A pesar de no mencionar la Masonería en sus “Memorias” autobiográficas, la prueba definitiva de su condición de Masón, la constituye un documento original archivado en la Biblioteca Nacional de Venezuela, que ha pasado todas las pruebas grafológicas, firmado personalmente por “El león de Apure”, en calidad de Venerable Maestro, mediante el cual solicita Carta Patente a la Logia La Amigable N° 25, de Baltimore.
                                  
Por otra parte, está documentado que José Antonio Páez, en su segundo periodo presidencial (1839 - 43), “refundó” el Supremo Consejo de Venezuela el 10 de mayo de 1840 en calidad de Soberano Gran Comendador para el periodo 1840 – 42.
                                              
Visto lo anterior, queda fuera de toda duda razonable la calidad de Masón del General José Antonio Páez, con la aclaración de que solo existen evidencias fidedignas de que lo fue con posterioridad a las campañas libertadoras de la Nueva Granada y Venezuela. No antes, ni durante las gestas independentistas.
                                              
POR ÚLTIMO, REVISEMOS LOS PROCERES DE MÉXICO. La verdad es que la gran mayoría de los principales líderes insurgentes, Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Juan Aldama, Miguel Domínguez, José María Cos, Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, carecen de cualquier prueba documental que confirme su vinculación Masónica. No existe una sola acta de iniciación, ni mandiles, ni cartas, ni menciones en correspondencias privadas o archivos eclesiásticos y civiles de la época que lo sustente. Sus nombres tampoco figuran en registros de las Logias de ese entonces, entre otras cosas porque la Masonería institucionalizada en México se estructuró formalmente en la década de 1820, una vez consumada la independencia.
            
El primero que afirma que estos personajes fueron Masones, fue José María Mateos, en su obra “Historia de la Masonería en México desde 1806 hasta 1884”, publicada ese mismo año de 1884, en la que sostuvo, de paso, que fueron iniciados en una Logia llamada "Arquitectura Moral” en 1806 en la ciudad de México. Sin embargo, no hay evidencia de su existencia, ningún registro logial de la época la respalda, y el propio Mateos se contradice al ubicar la primera logia oficial en 1813. Hoy esta Logia es considerada un mito fundacional, repetido en la literatura Masónica posterior sin ningún respaldo primario.
               
En contraste, el único caso con respaldo documental claro es el de Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, cuyo paso por Logias del Rito York está debidamente registrado. Su filiación Masónica es un hecho documentado en fuentes primarias, como las actas de la Gran Logia de Nueva York, de 1826 a 1828, el Libro de actas de 1826 de instalación de la Gran Logia Nacional Mexicana del Rito York, conservado en la Biblioteca Lerdo de Tejada, los informes diplomáticos del Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos en México, Joel R. Poinsett desde 1825 hasta1827, la edición del periódico “El Sol” del 15 de marzo de 1827, y los estatutos de la Gran Legión del Águila Negra de 1823, que reposa en el Archivo General de la Nación, en donde Guadalupe Victoria figura como fundador.
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Para finalizar, Queridas Hermanas y Hermanos, amigos y amigas:
                 
Comenzamos esta charla diciendo que la independencia hispanoamericana fue un proceso que la Masonería debía observa con el mismo rigor que aplicamos en nuestras columnas. Los archivos son claros. Salvo casos puntuales y bien documentados como el de Bolívar en París, Páez en Venezuela y Guadalupe Victoria en México, no hubo próceres Masones, ni Logias libertadoras ni políticas Masónicas organizadas en la emancipación americana.
                     
Hoy la historiografía crítica, apoyada en archivos civiles, notariales, parroquiales y Logiales, ha mostrado que el siglo XX repitió con demasiada comodidad lo que le convenía creer. Y, sin embargo, esta constatación no nos debilita, sino que nos engrandece, porque si hay algo profundamente Masónico es la búsqueda de la verdad, aunque nos obligue a reescribir relatos que parecían intocables. Y decirlo así no disminuye a la Masonería, sino que la devuelve a su esencia crítica, ética y esclarecedora.
               
Cierro con gratitud por su atención y con la certeza de que, si algo podemos aprender esta noche, es que, con honestidad intelectual, la búsqueda de la verdad histórica también hay un acto profundamente Masónico. Porque desmontar mitos para iluminar hechos es, en sí mismo, un trabajo de auténtica construcción.
        
Es mi palabra, QQHH y amigos. Muchas gracias por su fraternidad y amabilidad.
                  
                   
            

1 comentario:

Ofelia dijo...

Luces extraordinarias y necesarias! Mil gracias