lunes, 29 de septiembre de 2025

LA LOGIA COSTEÑA QUE ABRIÓ EL CAMINO JURIDICO DE LA ORDEN EN COLOMBIA

Por Iván Herrera Michel
                    
Al cumplirse 90 años de su fundación, la Logia Estrella del Sinú se levanta como una memoria viva de Montería y un testimonio de que la audacia también escribe historia desde los márgenes.
                 
La fundación de la Respetable y Benemérita Logia Estrella del Sinú No. 57 (hoy 57-2-8), en la ciudad de Montería, Colombia, y su obtención de la primera personería jurídica otorgada en Colombia a una Logia Masónica, en los 30s del S. XX, no fue una cosa del azar ni un antojo pasajero del destino, sino la suma de fuerzas que venían madurando desde mucho antes. Fue, más bien, la expresión valiente de un largo proceso en el que confluyeron estructuras políticas, sociales, económicas y culturales.
                        
Para entenderlo, hay que mirar a la Montería de los años 30 del siglo XX como un espacio con memoria larga. El valle bajo del Sinú, con sus tierras fértiles y su clima benigno, había sido desde siempre un lugar privilegiado para la ganadería. Allí se formó una economía dominada por los grandes hatos de unas pocas familias que acumulaban ganado, tierras y poder político. Esa oligarquía pecuaria mantenía el pulso económico de la región, y a partir de ella se consolidó una élite próspera que no solo podía modernizar técnicas, sino también capitalizar un comercio en expansión.
                           
En paralelo, la ciudad se transformaba poco a poco. Entre 1908 y 1938 se dieron pasos decisivos hacia la modernidad urbana. Llegó la primera empresa telefónica, surgió el periódico Fiat Lux, que fue el primero de la ciudad, se inauguró el alumbrado eléctrico y Montería fue reconocida como la capital de la provincia del Alto Sinú. El Teatro Roxi, luego Teatro Montería, abrió sus puertas en 1913, el Instituto del Sinú se fundó en 1924 y en 1938 la emisora de radio Ondas del Sinú comenzó a llevar la voz de la ciudad más allá de sus calles polvorientas. Con cada uno de estos avances, Montería adquiría instituciones y espacios que la acercaban a la modernidad nacional, aunque en lo político y administrativo seguía rezagada en comparación con otras ciudades. Se podría decir que la mentalidad monteriana de aquellos años era un mosaico de tradición campesina y ambición moderna, en la que la gente celebraba con orgullo cada nuevo logro, pero al mismo tiempo sufría la frustración de que muchas de las decisiones fundamentales se seguían tomando en Bogotá.
                       
El panorama político de aquellos años fue turbulento y polarizado. Durante décadas, el Partido Conservador había detentado el poder local, pero su hegemonía comenzó a resquebrajarse con la irrupción liberal, en sintonía con los cambios nacionales. El episodio más dramático ocurrió el 1 de febrero de 1931, en plena jornada de elecciones para corporaciones públicas, cuando la tensión se desbordó y los conservadores, enardecidos por la disputa con los liberales, incendiaron la ciudad. Cientos de casas ardieron y todavía hoy, quienes lo escucharon de sus mayores recuerdan ese episodio como una cicatriz colectiva que dolió durante generaciones, y Montería conoció de golpe el rostro violento de su fractura política interna. El incendio se convirtió en el símbolo del ocaso del conservatismo local y coincidió con el giro que significó la elección como Presidente de Enrique Olaya Herrera en 1930 y la de Alfonso López Pumarejo en 1934 que inauguraron la llamada República Liberal (1930-46), que sucedió a la prolongada Hegemonía Conservadora (1885-1930). Ese vuelco abrió paso a las reformas sociales, al laicismo estatal y a libertades hasta entonces negadas. En ese nuevo clima ideológico, la Masonería de Montería, vista como afín al liberalismo, encontró en el gobierno de López Pumarejo un aliado decisivo.
                            
Por otra parte, para Córdoba, aún sin la minería que vendría décadas después, la permanencia de una economía rural ganadera significó cierto dinamismo en tiempos difíciles. El valle del Sinú, vinculado históricamente a los mercados del Caribe (sobre todo de Cartagena y Barranquilla) mediante el transporte fluvial, pudo sostener la comercialización de ganado y productos agrícolas a pesar de que los mercados internacionales se contrajeron. En suma, a mediados de los 30 la región contaba con una situación económica relativamente estable basada en sus explotaciones agropecuarias.
                             
Fue en ese clima liberal y relativamente próspero cuando la Masonería encontró un terreno fértil. La “Revolución en Marcha” de López Pumarejo promovió libertades civiles inéditas. En 1935 el Congreso aprobó la Ley 62, por iniciativa del parlamentario y Masón Alfonso Romero Aguirre, nacido en el municipio sabanero de Sincé, en el hoy Departamento de Sucre, que dispuso de manera explícita, con palabras y acentos que debieron sonar revolucionarias en boca de un joven congresista costeño, que "Las Sociedades Masónicas podrán obtener del Gobierno Personería Jurídica”. Aquello significó un antes y un después porque por primera vez las Logias podían inscribirse legalmente y poseer un patrimonio, y Montería se atrevió a llevar la norma a la practica.
                          
En ese estado de cosas, la Logia Estrella del Sinú No. 57, fundada el 16 de febrero de 1936, dos años después, el 9 de mayo de 1938, solicitó a través de la Gobernación del Departamento de Bolívar, y obtuvo la Resolución No. 96 firmada por el Presidente Alfonso López Pumarejo y el Ministro de Gobierno Alberto Lleras Camargo que la reconoció como persona jurídica. Ninguna otra Logia de las ciudades grandes (ni en Bogotá, ni en Cartagena, ni en Barranquilla, ni en Cali, ni en Bucaramanga, Etc.) se atrevió a dar ese valiente paso, por temor a la tormenta política que se vivía por el cambio de partido en el gobierno. Fue Montería, desde su aparente periferia, la que valientemente les abrió el camino.
                               
La ciudad, aunque periférica en apariencia, ya comenzaba a afirmarse como un nodo intermedio entre la economía rural sinuana y los grandes centros urbanos del Caribe. En los años treinta no era solo un hervidero político y un centro ganadero, sino también un lugar en donde la vida cotidiana giraba en torno al río Sinú, en donde los planchones cargados de reses y de maíz iban y venían, en donde en las plazas se encontraban comerciantes y campesinos todos los días, y en las fiestas populares el fandango y las gaitas encendían la noche. El puerto fluvial era la arteria vital de la ciudad, porque por allí entraban las noticias que llegaban desde Barranquilla y Cartagena. La imprenta y la radio añadieron nuevas formas de conversación pública, pero seguía siendo en la calle y en el mercado en donde la ciudad respiraba. Paralelamente, la prosperidad ganadera y el brillo de las élites no ocultaban que, al mismo tiempo, la mayoría de los monterianos eran campesinos, jornaleros y artesanos que vivían con escasos recursos y pocas oportunidades de ascenso social. Las mujeres, aunque relegadas en la vida pública, comenzaban a abrirse espacio en la educación secundaria y en el magisterio, desafiando silenciosamente las barreras de la época.
                               
Lo que ocurría en Montería no estaba aislado de las corrientes que agitaban al país y al Caribe. El auge liberal de los años treinta resonaba en ciudades como Barranquilla y Cartagena, en donde la prensa y los debates parlamentarios empujaban la agenda de reformas, y al mismo tiempo llegaban noticias del mundo sobre la crisis del capitalismo, la expansión de los totalitarismos en Europa y los vientos de modernidad cultural. Montería, aunque periférica, dialogaba con esos procesos, y a través de su puerto fluvial circulaban ideas, periódicos y viajeros que traían nuevos discursos, junto con el influjo de inmigrantes extranjeros, en particular familias árabes que se asentaron en la región, abriendo almacenes, tejiendo redes comerciales y aportando nuevas formas de gastronomía y sociabilidad urbana.
                                
La creación de la Logia Estrella del Sinú ilustra esos procesos de cambio social. Cuando nació, en Montería emergía una nueva élite liberal, compuesta por comerciantes, profesionales y terratenientes que compartían valores progresistas y buscaban nuevas formas de sociabilidad civil más allá de las tradicionales conservadoras. La Logia funcionó como un espacio de capital social entre los promotores de la modernidad local, similar a como describiría Weber las asociaciones de poder, para difundir ideas laicas, promover la educación y articular una red de influencia política y cultural.
                           
La Estrella del Sinú materializó la transición de Montería de un pueblo conservador a una sociedad civil liberal y modernizadora, en donde la Masonería ofreció un símbolo y una red comunitaria. La combinación del liberalismo en el poder nacional, una élite local enriquecida por la ganadería y un entorno cultural más dinámico explica, en última instancia, por qué en 1936-38 surgió y se legalizó la Estrella del Sinú. Así, no solo fue simplemente una organización Masónica más, sino además el símbolo visible de que la modernidad liberal había encontrado su lugar en Montería.
                           
Y quizá lo más hermoso de su legado sea que en un rincón del Caribe, entre calles polvorientas en donde todavía olía a ganado y a maíz recién molido, a orillas de un río atemporal, un pequeño grupo de sus hijos decidió abrir una puerta al futuro, leyó los signos de su tiempo y, con la entrega de quien siembra para los que vendrán, dejó una luz que todavía guía. Y allí, en donde hubo letargo conservador, encendieron un faro que aún hoy recuerda en su 90 aniversario que la historia también se escribe con valentía y audacia desde los márgenes.
                           
Hoy, cuando los desafíos democráticos y culturales reclaman espacios de fraternidad incluyente, la Estrella del Sinú recuerda con sus Masones y Masonas que desde los márgenes también se pueden seguir sembrando símbolos y justicia social duraderos, capaces de inspirar a nuevas generaciones en la construcción audaz de un mundo más libre.
                           

                                   

9 comentarios:

Anónimo dijo...

La historia escrita en la brevedad de la pluma de nuestro QH Iván nos da un resumen de la construcción audaz de la Libertad , Igualdad y Fraternidad que se transpira en la Masoneria liberal … gracias por compartir QH ∴

Anónimo dijo...

Excelente reseña histórica que nos transporta a la costa caribe de comienzos del siglo XX donde nuestros ancestros Masones libraron silenciosas batallas ideológicas en pro de las libertades individuales y colectivas. LIF

Anónimo dijo...

Excelente artículo sobre la Logia Estrella del Sinú. Me gustó cómo se destaca su importancia en la historia de la masonería en Colombia y su legado en la promoción de la libertad y la igualdad.
Muy interesante!

Estefania Hernández dijo...

Excelente artículo sobre la Logia Estrella del Sinú. Me gustó cómo se destaca su importancia en la historia de la masonería en Colombia y su legado en la promoción de la libertad y la igualdad.
Muy interesante!

Anónimo dijo...

Excelente

Ofelia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Ofelia dijo...

Muchas gracias por visibilizar ese legado histórico caribeño, desconocido por las mayorías

Andy Darío Villar Peñalver dijo...

Querido Hermano Iván Herrera Michel:
Recibo con profunda alegría tu más reciente aporte en Pido la Palabra, donde has evocado con claridad y rigor histórico la gesta de aquella logia costeña que abrió el camino jurídico de la Orden en Colombia. Tu reflexión no solo rescata un episodio fundamental de nuestra memoria institucional, sino que lo sitúa en su justa dimensión como punto de partida de las libertades y garantías que hoy disfrutamos en nuestros Talleres.
El valor de tu escrito radica en recordarnos que la Masonería colombiana no se consolidó de manera fortuita, sino gracias al esfuerzo de Hermanos que, desde el Caribe, supieron unir el pensamiento ilustrado con la acción legal para dar legitimidad a nuestra labor. Con tu pluma vuelves a tender un puente entre pasado y presente, iluminando el sendero de quienes trabajamos hoy en la edificación de la Orden.
Felicitaciones, Q∴H∴ Iván, por mantener vivo ese compromiso con la historia, por ennoblecer la palabra como herramienta masónica y por ofrecernos un testimonio que fortalece nuestra identidad y nos inspira a continuar construyendo el porvenir con la misma valentía de aquellos Hermanos pioneros.

Anónimo dijo...

Excelente escrito QH:.Iván, muchas gracias por honrar a nuestra Benemérita Logia Estrella del Sinú. TAF:.