viernes, 28 de noviembre de 2025

PUENTES DE FRATERNIDAD, LA EXPERIENCIA LATINOAMERICANA HACIA LA UNIVERSALIDAD MASÒNICA DEL TERCER MILENIO

Ponencia leida el 22/11/2025 en el Simposio Internacional Masónico patrocinado por la Revista Cultural Masónica Internacional “Cadena Fraternal”, la Serenissima Gran Loggia Nazionale Italiana y el Instituto Universitario Claustro Iberoamericano de Ciudad de México.


Por Iván Herrera Michel
Pasado Presidente de CLIPSAS

(Saludos protocolarios)

Permítanme decir, antes de comenzar, que estas reflexiones honestas que hago, las comparto desde mi experiencia directa liderando organismos Masónicos latinoamericanos y estructuras multilaterales con presencia en cuatro continentes, un recorrido que me ha permitido observar nuestra diversidad, nuestras tensiones y nuestras fortalezas desde adentro.

Esa trayectoria me ha llevado a la convicción de que la Masonería solo podrá sostenerse si las Obediencias que hoy militan en los grandes circuitos internacionales profundizan, con verdadera voluntad, su mirada hacia las Obediencias pequeñas, hacia las de las periferias y hacia las Obediencias que trabajan lejos de las grandes ciudades.

Quizá por eso miro cada vez más hacia el terreno real sobre el que se construye. Ahí están las Obediencias y las Logias pequeñas de ciudades intermedias, las que nadie menciona en los congresos. Templos sin alfombras y sin presupuestos para viajar a las grandes citas, pero que llenan la ausencia del Estado con algo tan básico como es una presencia humana constructiva de valores y principios. En esos lugares, que a veces nos quedan lejos en el mapa y más lejos en la imaginación, también se conversa sobre la ética Masónica y la fraternidad es una cuestión de supervivencia social.

Mi conclusión es que debemos aprender a valorar mejor a esas pequeñas Obediencias y Logias. Ellas hacen más de lo que se ve. Y lo hacen desde la periferia, que no es un territorio geográfico solamente. Allá, lejos de las rutas Masónicas que marcan Londres, París y las capitales estadounidenses, sostienen la Luz Masónica con una terquedad admirable, con lo que tienen, que a veces apenas alcanza para lo justo.

En América Latina la fraternidad ha sido, y sigue siendo, una necesidad básica. En medio de crisis, en medio de violencias que se fueron acumulando, en medio de gobiernos que no siempre supieron estar a la altura, la Masonería quedó, en ciertos momentos, como un espacio en donde todavía se podía hablar y la gente se podía escuchar. Eso tan sencillo, que puede parecernos poca cosa, sostuvo a más comunidades de lo que imaginamos.

Y ahora estamos en este tercer milenio que se nos vino como un tiempo extraño, en donde la mayoría de las cosas van muy rápido y algunas muy lentas. La globalización digital nos metió en la misma época, pero no en la misma conversación. Nuevas sensibilidades éticas nos tocaron la puerta, unas con delicadeza y otras con urgencia, y la diversidad cultural se convirtió en el paisaje natural en el que vivimos, obligándonos a repensarnos.

Para entender este presente uno tiene que volver un poco atrás. La segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica fue compleja. Mientras el mundo salía de la Segunda Guerra Mundial hacia una Guerra Fría, muchas Obediencias latinoamericanas buscaron estabilidad apoyándose en modelos Masónicos externos provenientes de las principales potencias occidentales, e institucionalizaron la idea de que la legitimidad venía de afuera, desde lugares que no conocían ni nuestras sociedades, ni nuestros barrios, ni nuestras riquezas culturales. Naturalmente, ese modelo se nos volvió un problema.

Y aquí viene algo que hay que decir con calma, sin tono acusatorio, pero también sin disfrazar la verdad. Las grandes Obediencias del norte global tienen hoy la oportunidad (yo diría que la responsabilidad) de revisar esa lógica que durante décadas fue impuesta y aceptada sin mucha discusión. El mundo cambió. La Masonería también. Y cualquier noción de universalidad que siga creyendo que el centro del mundo está en el mismo norte de siempre, está condenada a quedar fuera del tiempo.

Cuando llegaron los años ochenta, llegó también un reacomodo continental, en el que se abrieron democracias, aparecieron voces nuevas, las mujeres reclamaron espacios que les habían sido negados, los pueblos indígenas hicieron lo mismo, y hubo un aire distinto en la región. La Masonería latinoamericana, quizás sin proponérselo tanto, se contagió con ese espíritu, y en muchos sectores se recuperó autonomía, se decidió por un camino propio, se relacionaron entre sí sus Obediencias, sin importar el tamaño de la membresía ni el de las sedes, y, lo más importante es que se abrió la discusión sobre si era correcto que otros le definieran lo que debían ser.

Por último, aprovecho esta oportunidad para decir con la claridad que exigen estos tiempos que la universalidad Masónica no podrá avanzar mientras las Grandes Logias de los grandes circuitos sigan mirando por encima del hombro a las Obediencias pequeñas, a las que trabajan lejos de las grandes capitales y fuera de los corredores de influencia. Allí, en esos Talleres que se sostienen con más voluntad que recursos, la Masonería sigue siendo una fuerza viva. Y es justamente hacia ellos a donde debemos dirigir una relación distinta y entre iguales, sin la tutela de quienes creen que la legitimidad y la regularidad de los trabajos Masónicos nacen en los centros históricos del poder Masónico. Si no somos capaces de fortalecer ese intercambio horizontal, sincero y valiente entre Obediencias que comparten los mismos desafíos y la misma región, entonces cualquier discurso de universalidad será apenas una consigna vacía.

Acercarnos a ellas, escucharlas mejor, caminar a su lado y darles el lugar que merecen en nuestras prioridades, porque si la universalidad Masónica quiere ser un horizonte vivo tendrá que contar con esa tarea cotidiana que honra lo mejor de lo que somos como Masones.

Muchas gracias.


1 comentario:

Edgardo Hiram De Santis Caballero dijo...

"Allí, en esos Talleres que se sostienen con más voluntad que recursos, la Masonería sigue siendo una fuerza viva. Y es justamente hacia ellos a donde debemos dirigir una relación distinta y entre iguales, sin la tutela de quienes creen que la legitimidad y la regularidad de los trabajos Masónicos nacen en los centros históricos del poder Masónico."
Nada más cercano a la realidad, toda vez que los reales obreros se encuentran en esas. Gracias por la meridiana claridad con la que recojes nuestro clamor