martes, 17 de septiembre de 2024

DE LA MASONERÍA Y EL JAZZ. UNA HISTORIA INTERESANTE

Por Iván Herrera Michel

                 
Se celebra en esta semana septembrina, la cita anual en Barranquilla, Colombia, del “Barranquijazz”, que es el festival de jazz y latin jazz más importante del Caribe, y he recordado que muchos de los grandes pioneros del jazz eran Masones, específicamente de Grandes Logias Prince Hall, una rama Masónica que también nació en el marco de la lucha y la resistencia de los afroamericanos. Entre ellos estaban Duke Ellington, Louis Armstrong, William Count Basie, Cab Galloway, Nat "King" Cole, Oscar Peterson y Lionel Hampton. Es una historia fascinante, una de esas que debería contarse más a menudo, y que en resumen es así:
               
El 6 de marzo de 1775, Prince Hall y otros catorce afroamericanos fueron iniciados en la Masonería por nada menos que el General Gage, un alto militar inglés que la corona británica había enviado a sofocar las revueltas de los colonos estadounidenses que luchaban por su independencia. Lo irónico es que mientras Gage intentaba aplastar una rebelión, estaba ayudando a encender la chispa de otra, más silenciosa, pero igualmente revolucionaria: la emancipación de los afroamericanos a través de la Masonería.
                      
La Masonería Prince Hall surgió en un contexto de esclavitud brutal y segregación, y fue un pilar en la liberación de muchos esclavos. Uno de los recuentos que siempre me ha impactado es la del “Ferrocarril Subterráneo”, esa red secreta que ayudó a miles de esclavos a escapar hacia el norte, buscando refugio en Canadá. Muchos Masones estuvieron detrás de esa operación, poniendo en riesgo sus propias vidas para que otros pudieran ser libres, y es difícil imaginar la intrepidez que requería cada paso de esa travesía.
                      
En una sociedad que negaba a los negros cualquier derecho, la Masonería Prince Hall se convirtió en una estructura Masónica paralela a aquella a la que pertenecían los esclavistas: crearon escuelas, hospitales, bancos y sociedades de ayuda mutua. Era, en muchos sentidos, un "Estados Unidos negro" dentro de un “Estados Unidos blanco” que les cerraba todas las puertas. De esta Masonería surgieron asociaciones comprometidas con el desarrollo de las personas esclavizadas, como la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), que fue claramente un espacio paramasónico. Louis Armstrong, Duke y Nat King Cole, discretamente le dieron su tiempo y dinero a la NAACP. Y Martin Luther King fue miembro honorario.
                     
Las Grandes Logias Prince Hall no solo promovieron la música entre los negros, sino que les brindaron espacios para aprender y tocar. Muchos músicos encontraron en esta Masonería un lugar de apoyo, una comunidad donde podían crecer y compartir su arte. Y si lo pensamos bien, tanto el jazz como la Masonería comparten una filosofía similar: ambos valoran la transmisión oral en el aprendizaje de lo antiguo a lo nuevo. En una orquesta de jazz no se entra y se progresa solo por saber tocar, sino además por haber aprendido observando a los más experimentados. Lo mismo sucede en la Masonería: el conocimiento se transmite de forma directa, personal, de Maestro a Aprendiz
                    
Es interesante cómo estos músicos encontraban en el jazz un eco de su historia y de sus raíces, una lucha compartida, inmersos en una segregación dentro de la Orden Masónica, una contradicción que persiste hasta el día de hoy en algunas partes de los Estados Unidos. Pero a pesar de esas divisiones, el jazz encontró su propio camino, y con él, los músicos negros hallaron una voz poderosa, una que aún resuena en cada nota de las canciones que nos llegan desde esos días de lucha y liberación, y ha evolucionado hasta que podamos disfrutar en el Caribe colombiano desde 1977 el “Barranquijazz”.
            
Desde que conocí la historia, cuando escucho un buen solo de trompeta o de piano en un jazz, me viene a la mente algo más que música. Me parece estar escuchando de fondo una lucha por la libertad.